264. Agotada

 La energía de color blanco se fundió con la página que comenzó a vibrar de manera intensa. Una luz cegadora asaltó los ojos de Muma, pronto solo pudo ver blanco y, entre la ceguera, escuchó los lloros entrecortados de una niña. Poco a poco, fue recuperando la vista y gran alivio sintió al descubrir el cielo azul sobre su cabeza en donde gobernaba el orondo sol.

Alivio que dio paso a decepción al darse cuenta de que no había regresado a la Isla de Alsi, sino que era la ancha calle empedrada de edificios de colores apagados, toques cuadrados y sólidos que contaban con abundantes jardines delanteros en donde brillaban flores de colores que le regalaban vida y alegría al escenario, alegría que Muma era incapaz de sentir, pues...

—¡Menudo fastidio! ¡Esto no es la isla de la brujería! Estúpido libro... —dijo tocando el tono carnoso, hecho que todavía le producía asco y no creía que fuera a acostumbrarse nunca jamás de los jamases —. Si no fuera porque te necesito, te tiraba a la basura, ¿me escuchas?

—Oh, Muma. No hace falta que seas tan pesimista ni tan agresiva. De todas formas, ¿qué se te perdió en esa isla de brujas? Era un lugar bien aburrido, ¿te puedes creer que ni siquiera tenía cine? —le preguntó el esqueleto sin nombre ganándose una mirada airada de Muma.

—Te daría una colleja si no fuera porque tienes la cara muy dura —siseó cual serpiente venenosa, pero dicho veneno no surtía efectos en el esqueleto quien simplemente se encogió de hombros y señaló a una niña que lloraba desconsoladamente y no había nadie por los alrededores que se preocupase por ella.

—¿No decía tu hechizo algo sobre ayudar a la gente? Creo que esa niña la necesita, ¡seguramente se ha perdido y necesita reencontrarse con sus padres! —exclamó el esqueleto y Muma resopló caballunamente.

—¿En serio, Huesos? ¿Eso es lo que quieres hacer? Mira, voy a usar este hechizo hasta encontrarme con Nuna. ¡Yo no quiero ayudar a nadie más que a mi misma y punto pelota! —exclamó Muma e intentó arrancarse nuevo pedazo de magia de la Reliquia, pero su mano se cerró sobre nada —. Qué raro... No fui capaz de coger nada de energía de la corona...

—Seguro que la has agotado. Oye, no soy un experto en magia, pero me da a mí que un hechizo como ese consume bastante. Y como estamos atascados aquí, ¿por qué no ayudamos a la chavala? —preguntó Huesos.

—Cómo que está agotada... —gruñó Muma e intentó de nuevo arrancar magia de la corona, acabó en igual fracaso.

—¡Agotada, te lo digo yo! Y ahora vamos a ayudar a la niña esa, pues necesita nuestra ayuda —exclamó Huesos y se acercó con paso decidido a la niña.

—Está bien... —refunfuñó Muma, pues aquello no le hacía ni la más menor gracia. 

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