261. Blanco
Muma dio vueltas sobre sí misma cual peonza, pero lo único que podía ver era blanco, blanco y más blanco. Arriba, abajo, a la izquierda y a la derecha. Una blancura que ahogaba todo un espacio sin fin.
—Zaltor, so cabrón. ¿Dónde nos has metido? —preguntó Muma, pero no obtuvo más respuesta que el silencio, silencio atronador y desolador en aquel paraje prístino.
—¿Eh? ¿Estamos muertos? ¿Esto es el cielo? —preguntó el esqueleto mirándose las manos de hueso, luego se pegó unos toques en la cabeza y sonó hueco. Se encogió de hombros, parecía no poder encontrar ninguna respuesta satisfactoria así que decidió olvidarse de la pregunta.
—¡Zaltor! ¡Ven aquí inmediatamente y sácame de este lugar! —chilló Muma, el miedo le atenazaba la garganta porque estar allí significaba estar lejos de su querida Nuna, cada segundo era una eternidad y cada eternidad un segundo. ¿Por qué el destino no quería que estuvieran juntas y siempre le ponía la zancadilla? ¿Acaso cuando llegara el final de la historia todavía no se habrían encontrado?
—Yo creo que si voy corriendo para allí puede que logré encontrar una salida —dijo Lorenzo señalando un punto indeterminado.
—Por mí como si desapareces para... un momento, ese libro que llevas. Tiene hechizos mágicos, ¿no? —preguntó Muma a la vez que ciertas ideas le acariciaban las neuronas provocándole algo semejante al inicio de la esperanza.
—¿Esto? —preguntó el esqueleto y levantó la mano en la cual llevaba el libro del corazón —. Ni siquiera me había dado cuenta de que lo llevaba, ¿lo quieres? Creo que pondré mis esperanzas en correr hasta el horizonte —dijo Lorenzo, a pesar de que el horizonte no era nada más que blancura.
Muma le arrebató el libro de las manos, si era cierto lo que le había dicho Ambrosía sobre la corona era bastante posible que pudiera usar los hechizos escritos en aquel libro. Solo faltaba de que hubiera algo que sirviera para escapar de aquella cárcel blanca.
—Bruja, empezamos mal nuestra historia porque te intenté, más o menos, matar. Pero ahora ya no quiero hacerlo, así que todo salió casi bien. Seguramente no nos volvamos a ver, así que te deseó toda la suerte del mundo —anunció con solemnidad Lorenzo, pero Muma pasaba las páginas del libro y no escuchó ni la mitad.
—Sí, me parece genial —dijo, absorta por la lectura.
—Pues ahora correré y correré y a algún lado llegaré. De todas formas, soy un esqueleto: nunca me cansaré hasta llegar a un lugar que sea mejor que este. ¡Adiós, bruja, hasta nunca! —se despidió el esqueleto y comenzó a correr con todas las ganas del mundo, yendo hacia la blancura y desapareciendo de esta historia.
Mientras tanto, Muma pasaba página tras página, pero en vez de lograr la salida que quería solo se encontraba con frustración.
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