252. Y una mierda
Pero de pronto surgió la gran cabeza de Tunante a través del recorte de árboles situado a la derecha de la visión de Muma. Cuando vio la expresión petulante de la tortuhogar navegando cerca de la cosa, Muma pensó que se trataba de una cruel visión que le daba una bofetada en todos los mofletes.
Pero incluso después de frotarse los ojos, Tunante permanecía en el agua nadando con su pasiva tranquilidad y en el balcón descubrió algo incluso mejor: Nuna, con traje de baño color azul oscuro y largas orejas de conejo, la saludó con su electricidad habitual mientras le decía:
—¡Hola, Muma, Muma! ¡Me fui a dar un baño porque el día está genial! ¿Te quieres venir a dar un baño conmigo, eh?
Dulces palabras que besaron los oídos de Muma, con el poder suficiente como para desterrar al olvido todas las malas sensaciones del día anterior. A pesar de que tuvo la certeza absoluta de que el destino la separaría para siempre jamás, al final tal tragedia no había sucedido.
—¡Claro que quiero! ¡Es lo que más me apetece hacer en el mundo! —aulló Muma henchida de felicidad y daba la sensación de que todo lo que se había propuesto se convertiría en realidad: pasarían la prueba de Junco, navegarían a lo largo y ancho de aquel extraño mundo y estaría siempre juntas, siempre felices, siempre exultantes.
Eso estaría bien, pero entonces fue cuando algo malo pasó.
Muma corría en dirección al agua y a punto estaba de despojarse de la ropa para quedarse en pelota picada. Pero antes de que el sol tuviera la oportunidad de lanzar sus rayos a la completa epidermis de Muma, una voz hecha de huesos rompió el momento de la felicidad.
—¡Tú! ¡Tú eres una de esas brujas malditas que me maldijeron con la maldición de no poder quitarme la vida! ¿Sí o sí? ¡Respóndeme, maldita!
Muma frenó en arena y se quedó mirando al esqueleto de Lorenzo vestido con su armadura ligera de Hijo del Sol. La boca hipopótamo no tardó demasiado en darse cuenta de quién se trataba y por qué se encontraba hablando.
—Tú... Así que era cierto eso de que ibas a volver a la vida... —Muma chasqueó la lengua, fuera lo que fuera aquello sí que era una mala noticia. Pero no tenía miedo, pues contaba con el maravilloso poder de la Corona de Margaritas.
—Eres tú la bruja que me liberó, ¿no? ¡Te doy las gracias! —chirrió el esqueleto inclinando la cabeza en dirección a Muma.
—No hay de que...
—Y ahora como agradecimiento te mataré. Y puede que no lo parezca, pero sí que es bueno: la vida es sufrimiento y la muerte el descanso. Así pues, deberías agradecerme el hecho de que te agradezca el favor que me diste matándote aquí y ahora —dijo el esqueleto.
—Pero qué dices, ¡después de todo lo que pasé para recuperar a Nuna y una mierda voy a morirme!
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