249. Desayuno
Muma se despertó con una ligera resaca crujiéndole la cabeza y deseó que la inconsciencia permaneciera sobre ella unos momentos más. Pero el despertar estaba ya cercano y su cuerpo comenzaba a protestar por estar obligado a permanecer más tiempo en aquella cama.
Abrió los ojos, se encontraba en un dormitorio que no era el suyo porque la noche anterior no había vuelto a la casita que se erguía sobre el caparazón de la tortuhogar. La razón es que se encontraba demasiado borracha y Ambrosía la acompañó hasta su propia casa.
El cuarto en donde se encontraba carecía de toques ordenados, decorado con unos cuantos cuadros de estilo abstracto: alegres y revueltas manchas de colores divirtiéndose en una fiesta sin fin. La peste a alcohol dominaba el ambiente, el olor a su propio cuerpo sudoroso y cansado y con la resaca mordiéndole las neuronas.
Descubrió doblada en la silla de al lado, una túnica de color rosa claro y también ropa interior, así como una toalla. Recogió todo esto y se fue a la ducha, sin encontrar rastro de Ambrosía durante el breve recorrido.
Una vez ya duchada, siguió un alegre canturreó que la llevó hasta alargada cocina de tonos blancos, alegrado el ambiente por plantas de aromáticos perfumes. Al verla, Ambrosía deslizó en su rostro sonrisa de bienvenida.
—¿Qué tal la noche, cariño?
—Bien, pero me duele la cabeza —dijo Muma, pero a pesar de ese detalle no se dijo a sí mismo que nunca jamás volvería a beber de nuevo. En su opinión, aquel pequeño inconveniente merecía la pena completamente.
El desayuno consistía en huevos revueltos acompañados de salchichas y panceta, lo cual le supo a las mil maravillas a Muma. Aunque la cabeza le palpitaba el dolor, el estómago rugía de hambre.
—¿Y qué piensas hacer? —le preguntó Ambrosía.
Muma cortó distraída una salchicha a la vez que pensaba en su futuro inmediato.
—Qué pienso hacer... Oh, vamos a abrir el restaurante en la isla. Tenemos que probar a la gente del Garfio Áureo que nos mereceremos seguir formando parte de su grupo. Pero vamos a necesitar algo de ayuda... —comentó y se metió un gran trozo en la boca.
—Quizás pueda echar una mano, creo que se me daría bien ser camarera —comentó Ambrosía.
—¡Eso estaría genial! Vamos a necesitar toda la ayuda posible.
—Además, creo que debería de hablarte sobre tu Corona de Margaritas. Sé una o dos cosas sobre ella —informó Ambrosía, despertando la curiosidad de Muma, pues lo que sabía sobre ella era bastante poco.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top