247. Planes de futuro

 Lorenzo recordó su pasado y la razón en que se encontraba allí, en aquel prado nocturno en donde la estrellas relucían de fuerte y hermosa manera. Pero los ojos llameantes del esqueleto no encontraban placer en tales cosas, sino que estaban centrados en sus dedos esqueléticos.

—Lo he conseguido... ¡Por fin soy un monstruo! —dijo con el jolgorio bailando en su voz de huesos, aunque había cierta espina clavada en aquel hecho porque le hubiera gustado más haberse convertido en algo semejante a la montaña de carne del Mar de Sangre. Pero como suelen decir, a cadáver regalado no le mires el dentado.

Al fin y al cabo, lo importante es que había logrado deshacerse de la molesta humanidad y convertirse en un feliz monstruo. Ahora solo le quedaba cumplir su misión vital: traer muerto y sufrimiento al mundo. Matar, matar y matar hasta saciar la sed que lo devoraba por dentro, hasta que no hubiera nada vivo. Ese era su objetivo, de una ambición desbordante y que quizás le quedara un poco grande.

—¡La bruja está viva! ¡He de quemar a la bruja ahora mismo! —chilló y dio un paso en dirección al pueblo, pero pronto se paró —. Pero hay más brujas en ese pueblo, ¡seguramente podrán acabar conmigo en nada! No quiero ser un imbécil que desperdicia su vida... o su no vida a la primera de cambio. ¿Pero qué podría hacer? ¿Cómo puedo ganar más poder? ¡Estoy es irritante! ¡¿Por qué no puede ser un pueblo de gente normal y corriente?! Gente que no pelee, gente que huya, gente que muera... —Las palabras trastornadas del no muerto fueron cortadas cuando sus ojos llameantes se clavaron en una silueta oscura que se levantaba por encima del espeso bosque.

Eran las ruinas del castillo del Rey Nigromante Arévalo. Lorenzo había escuchado historias sobre el gran poder que había amasado y su posterior y un tanto humillante derrota. Esto último no era lo importante, sino lo relacionado con la magia que gobernaba y que los rumores decían que no habían matado al nigromante, solo lo sellaron en el interior del castillo.

—¡Por Helios bendito! No me gusta mucho la idea de tener aliados, pero en este caso creo que es necesario tener uno. Además, ¿podré aprender magia de él? ¿Podré convertirme en un liche estando ya muerto? ¿Podré controlar al Rey Nigromante? Lo averiguaré, sin lugar a dudas es lo que tengo que hacer. ¡No me cabe duda de que tendré éxito en mi cruzada contra la humanidad, contra todo lo que esté vivo! Los mataré a todos... —dijo Lorenzo y comenzó a caminar en dirección al castillo.

No supo por qué, pero una risa poderosa inflamó su pecho y comenzó a reírse a mandíbula batiente. Le resultó extraño, pues nunca había sido proclive a esas explosiones de humor. Quizás en la muerte había encontrado por fin el sentido del humor, aunque no la humanidad que ya le faltaba estando vivo. 

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