213. Recordar

 Lejos del ambiente festivo, en las oscuras profundidades del bosque de Seren, a punto estaba de suceder un fenómeno extraño que gran pesar traería a la isla y quizás su completa y absoluta destrucción. Bajo el tronco del árbol en dónde había estado colgada la bruja durante largos años, yacía esqueleto inmóvil que pronto dejaría de estarlo.

La condición de liberar a la bruja era bien simple: devolverle la vida a Lorenzo, pero no se trataba de una resurrección al uso, sino que volvería de una forma un tanto especial.

Un centelleo rojo surgió en las cuencas oculares de la calavera, en mitad de la oscuridad, un punto débil de luz que fue ganando poder hasta convertirse en sendas llamas que refulgían con el odio que su corazón había acumulado.

El esqueleto de Lorenzo se levantó de su largo sueño, pero en aquellos momentos la confusión giraba en su cabeza y no sabía quién era ni en dónde se encontraba. Se miró las manos, no había nada de carne en ellos.

—Quién... ¿Quién soy...? —La voz que salió de su boca era inhumana, hecha con de huesos y vacío.

Lorenzo miró a su alrededor, pero aquel bosque le resultaba un paraje desconocido. Aunque había cierta sensación de conocimiento, de creer que había estado allí en el pasado, pero... ningún recuerdo, nada. Su mente se encontraba vacía y hambrienta de conocimiento.

—Mi nombre... —dijo el esqueleto, intentando encontrar algo en el interior de su cabeza, solo encontrando nada.

Caminó, como si de aquella manera pudiera hacer surgir los recuerdos, pero parecía que nada era capaz de hacerlo: no era nada más que alguien hueco, los restos de una persona cuyo nombre se escapaba de su memoria vaciada.

El bosque se abrió a un campo de hierba tranquila, mecida por el particular viento nocturno de un firmamento cargado de estrellas en dónde la gorda luna reinaba orgullosa. Pese a la belleza del paraje, el esqueleto se mantuvo imperturbable, por lo menos eso fue hasta que al bajar la mirada del cielo para observar el campo sintió un latido, un sentimiento que nacía ligado con un recuerdo, un recuerdo que venía del lejano pasado.

Volvían, volvían las remembranzas como golondrinas en primavera y sintió temor por descubrir de quién se trataba. Antes, las posibilidades eran infinitas, pero al rememorar poco a poco irían cerrándose sobre quién era en realidad, ¿y si no le gustaba? ¿Y si odiaba en quién se había convertido?

Pese a todo, debía de continuar hacia delante sin miedo y en el fondo poco importaba ser villano o héroe porque sabrían quién era, pese al sufrimiento que los recuerdos pudieran conllevar no solo en él, sino en los demás.

—Mi nombre... mi nombre es... 

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