210. Lo siento
—Lo siento.
Eso era lo que había dicho Nuna y Muma no sabía a qué se refería, pues en sus ojos no había hecho nada, por lo que merecería disculparse. Pensó en entrar y preguntarle, no lo hizo porque no quería molestarla más.
Lo mejor era que descansase, durmiera y recobrara las fuerzas. A la mañana siguiente, Nuna se encontraría con energías renovadas y un mejor ánimo, volvería a sonreír, a bailar y también a reír.
Bajó la escalera, se sentía aliviada, pero una pequeña dosis de nerviosismo permanecía en su interior. Había algo en la situación que no le gustaba, algo que no sabía lo que era.
Cruzó el restaurante, con prisa, para alejarse de ese sentimiento pegajoso y se repetía que mañana todo estaría bien, pero le daba la sensación de que se mentía a sí misma y de que nada iría bien.
Salió al exterior, hacía un día inmejorable: en el cielo limpio de nubes relucía un sol perfecto, que proporcionaba calor, pero no sofoco. De todas formas, el veneno de la preocupación continuaba en Muma.
—Todo estará bien, ¿a que sí, Tunante? —le preguntó a la tortuhogar, pero esta tenía la cabeza escondida en el interior del caparazón.
Se alejó de la playa, con pasos lentos que querían darse la vuelta y volver al interior de la casita de Tunante, de volver junto a Nuna. Ella también se encontraba cansada, ¿por qué no descansar junto a ella?
—Creo... creo que lo mejor es dejarle espacio... —murmuró y se frotó el brazo, volvió a mirar por última vez a la tortuhogar Tunante y calmó las ganas de volver junto a Nuna y acurrucarse a su lado.
Siguió caminando, adentrándose en el bosque pueblo de Alsi, pero sus pensamientos y preocupaciones permanecían junto a Nuna. ¿Y si ella no volvía a ser la misma en la mañana? ¿Y si quería seguir volviendo a la tierra?
—Pero quizás no sea tan mala idea, ¿no? —se preguntó a sí misma, pero en esos momentos la perspectiva de volver al mundo real no le resultaba demasiado atractiva y prefería pasar un tiempo más en el Archipiélago de la mil islas.
Se quedó en frente a la primera casa del pueblo: se trataba de la perteneciente a Ambrosía, la cual tenía forma de seta roja con puntos blancos. Recordó el beso que le había dado y un deseo culpable nació en ella.
En esos momentos, la compañía de la bruja le resultaba mucho más atractiva que de la Nuna, pues una era luz y la otra sombras. Pero no le gustaba sentirse así porque Nuna y ella estaban destinadas a estar juntas, Ambrosía no era nada más que una persona que conoces, pero pronto le dirías adiós para ya nunca más verla en la vida.
—¿Y si Nuna es también ese tipo de persona? —se preguntó Muma, pero sabía que por el momento no debería preocuparse por eso porque Nuna no se iría a ninguna parte.
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