207. Inseparables
—No, quiero ir con ella... —le dijo Muma a Ambrosía y se separó de su tacto con rapidez, no queriendo que la relación con Nuna terminase de aquella manera.
¡Estaban destinadas a estar juntas! ¿Acaso no eran Muma y Nuna, acaso no venían del mismo planeta, del mismo país, de la misma ciudad, de la misma calle, del mismo edificio?
Se alejó del ambiente festivo que tan poco pegaba con su ánimo derruido y odió ese sol que permanecía en el cielo azul, un día que debía haber sido alegre, pero paso a paso se pudría convirtiéndose en el algo deprimente.
¿Dónde se había escondido Nuna? Muma caminaba entre árboles y sombras, cantos de pájaros y casas de formas extrañas, pasó al lado de una que sencillamente era un cubo de cristal que desvelaba todo lo que había en su interior, pero allí no descubrió a Nuna.
Se mordió el labio, con la desolación por dentro, la certeza de que algo iba a terminar, ¿y no era eso injusto? Después de todo lo que sufrió para devolverla a su forma original, ¿por qué Nuna no la quería también, por qué la despreciaba, por qué se cabreaba?
—Nuna... —dijo en voz baja y sintió el miedo de que nunca más volvería a verla, quizás como por arte de magia se había desvanecido de su historia y el pensamiento le dolía por dentro mientras daba vueltas por aquel pueblo de vegetación y casas de extravagantes formas.
Al cabo de largo rato de tortura, descubrió que se encontraba delante de la pirámide en la cual vivía Adriana. Se la quedó mirando, pero solo podía pensar en Nuna, embargada por la sensación de que la perdería para siempre y que no sería capaz de hacer nada para arreglarlo.
—¡Tonterías, todavía no pasó! —gritó en un arrebato de furia, provocada por su propia debilidad —. ¿Por qué estoy actuando así? Después de todo lo que pasé debería ser valiente... y soy idiota, lo más seguro es que haya vuelto a la casita de Tunante... puede que incluso me esté esperando...
Nada más decir eso, la esperanza latió en su corazón y caminó en dirección a la pequeña playa en dónde había aparcado la tortuhogar. En esos momentos, Muma estaba segura de que sería capaz de arreglar todos los problemas que habían surgido con Nuna.
—Y quizás... puede que lo mejor sea volver a nuestro mundo... —dijo Muma, a pesar de que le desagradaba la idea tener que regresar, pero sería capaz de hacerlo por Nuna. A fin de cuentas, ¿no estaría bien tener una vida tranquila con ella, aunque fuera en el mundo real? —. No estaría mal del todo, por lo menos allí no correría el peligro de que se convierta en una coneja.
Muma fue recuperando el buen humor y pronto llegó a la playita en la cual descansaba Tunante. Sonreía pensando que, en nada, Nuna y ella volverían a ser inseparables.
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