𝐂apítulo ⅩⅩⅠ: un estúpido al que amo
Valka sabía que Astrid estaría confundida en cuanto a sus sentimientos. Imaginaba que el hecho de que Liv estuviera tan cercana a su hijo era lógico que cualquiera pensara lo peor. Incluso ella llegó a pensar que su hijo podía estar enamorado de la joven, lo cual no reflejaba nada malo, en realidad. Sin embargo, Astrid está aquí, con su hija.
No lo obligaría jamás a sostener un matrimonio que ya no desea, pero en sus ojos veía que el amor por la rubia se ha mantenido firme. Solo que, ahora Hiccup estaba dolido, con un enorme orgullo en su corazón.
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La pequeña Zephyr pasaría la noche en el hogar de su abuela, ya que Valka estaba apenada con Astrid por el hecho que la casa de Hiccup era un total desastre.
Estaban llenos y la única manera de poder hospedarlas sería que la niña se quedara con su abuela y Astrid en la casa del jefe.
— ¿Está segura de que Hiccup aceptó? —preguntó, dudosa, apenada.
—Sí, querida. Como te digo, hace años que no duerme allá —aclaró, acomodando el dormitorio donde la niña dormiría —. Su casa es un adorno en su vida. Él siempre duerme fuera.
Astrid suspiró, aliviada. No había que aclarar cómo estaba la situación entre esos dos. Sería muy incómodo que compartieran techo.
—Espero pronto poder conseguir material para la construcción de mi hogar. No imagino lo incómodo que es para Hiccup tenerme en su casa.
—Él no duerme ahí. Y, ¿por qué incómodo? ¡Eres su esposa! —reprochó la mayor.
—Vamos, Valka... llevamos años separados —comentó, con tristeza —. No somos los mismos de antes.
—Pero díganme si ninguno pensó en el otro estos años... y si es así, no insistiré más.
Astrid quedó callada, como si la voz dejara de existir por unos momentos. No había noche que no pensara en el castaño, y no tenía dudas que él tampoco dejó de pensar en ella durante mucho tiempo.
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Como siempre, sumergido en papeles y mapas, acompañado por una habladora castaña que lo acompañaba en la oscuridad del bosque, con tan solo una fogata encendida.
—Es que, Hiccup, ¿cómo permites que tu madre controle tu casa? —mencionó, irritada —. ¡Es totalmente imprudente que ella se quede ahí!
—Ya, Liv... —comenzó a hablar, paciente —. No tiene donde quedarse. No puedo ser un mal ser humano.
—Pero, ¿por qué ella no se queda con Valka y tu niña contigo? ¡Es más sano!
—Has visto mi casa, ¿no? Zephyr no puede vivir en esas condiciones.
— ¿Y la rubia fina sí puede vivir en tu casa?
Fina, definitivamente no conocía a Astrid.
— ¡Basta! —le calló, furioso —. ¡No tienes ni una sola idea de cómo es ella! Ella nunca exigiría nada, ¡no es como tú! —Liv enrojeció del enojo y sus ojos se remojaron en lágrimas.
— ¡Encima la sigues defendiendo! ¡Eres un pobre estúpido! —se limpió los ojos y se acercó a él —. ¡Eres el único tonto que la sigue amando! ¡Dices que no, pero en tu interior sabes que caerás como todo un idiota de nuevo! Y espero que caigas... pues para sobrevivir allá afuera siendo mujer, ¡solo las rameras! —gritó, por último, saliendo.
No quería verse influenciado en las palabras que Liv había soltado. Pero todo había sido como el veneno de una víbora introducido en su piel.
Ella tenía razón; él era débil ante Astrid y era tan tonto como para perdonarle el hecho de que lo haya abandonado. Lo hubiera hecho, lo haría en estos precisos momentos o tal vez más adelante cuando ya todo su resentimiento se haya esfumado... pero, ¿cómo había logrado sobrevivir allá afuera? Y el hecho de que haya llegado precisamente con Daven, uno de los sujetos más atractivos y solicitados en Berk... los celos y la incertidumbre lo destruirían lentamente.
Se sentía un estúpido macho, pero sencillamente podía pasar por alto cualquier cosa, menos saber que ella había sido tocada por alguien más que no fuera él. No porque perdiera valor, sino porque esos achares que sentía en el estómago, ese ardor en su pecho y ese calor acumulado en su rostro por el enojo le impedían seguir con razonamiento. Era un completo animal cuando se trataba de ella, porque para él, solo era suya y nadie más tenía por qué rozarle un solo cabello.
Hiccup había sido fiel todo este tiempo, esperanzado de alguna vez encontrarla. Pero, ¿Astrid había hecho lo mismo con él? Tantos años han pasado, tantas oportunidades llegaron a ella y tantas necesidades básicas venían encima de ella por el hecho de tener a una niña consigo. ¿Cómo diablos sustentó su alimentación?
Pero claro, el ser humano es así por naturaleza. Lo correcto sería ir hasta ella y ser directo, pero, ¿por qué mejor no dejar que la cabeza se invada de imágenes indeseadas y pensar lo peor? Pensar, primeramente, en cosas negativas.
No soportaba más esto. Se tenía que liberar e inmediatamente hizo uso del alcohol. Esa dichosa cerveza alabada por cualquier vikingo promedio. Él que no tomaba, con un par de tarros en su cuerpo podía relajarse. Pero él no quería relajarse, quería perder el conocimiento por un buen rato y olvidarse de todas las mortificaciones que lo aquejan.
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Había hecho un poco de limpieza en el cuarto que descansaría. Estaba tranquila en que el castaño no dormiría ahí la noche y que no se lo toparía muy a menudo.
Había esculcado un rato en el ropero del muchacho, encontrándose con el precioso traje blanco que había utilizado en la unión de su matrimonio... pero, había algo que le afligía y es que su vestido no se divisaba por ninguna parte. El pecho comenzó a latir con intensidad, asustada y decaída pensando que él pudo haberlo tirado hace tiempo por todo el aborrecimiento que ahora siente por ella...
Unas cuantas lágrimas escaparon por sus ojos. Entonces, ¿por qué guardaba este traje? ¿Planeaba usarlo una vez más en su próxima boda? Tan solo pudo abrazar este recuerdo con todas sus fuerzas, acercando la tela a la altura de su nariz y aspirando el delicioso aroma varonil que aún se podía sentir en el traje.
Estaba totalmente abstraída en las memorias que esas ropas le traían a sus recuerdos, pero un fuerte portazo la sacó de su profunda evocación.
—No es posible que pueda odiar tanto a alguien y a su vez amarlo con todas mis malditas fuerzas... —se encontraba ahí, parado, con una botella en mano y los ojos rojos —. ¡No es lógico!
—Hiccup... —musitó, asustada, poniéndose atrás de una silla de madera. Desde lejos podía oler el compacto olor a alcohol —. Estás ebrio, tranquilízate...
—No estoy ebrio... ¡Estoy cansado! —arrojó la botella a la pared, mientras que los vidrios cayeron ferozmente al suelo —. Ya estoy cansado, ¡no quiero sentir esto!
— ¡¿Sentir qué?! —cuestionó, asustada —. ¡No puedo adivinarlo! ¡Lo siento!
— ¡No lo sientes! —se acercó con rapidez a ella, quitando la silla de su camino y tomándola bravamente por la cintura —. No tienes una maldita idea de lo que estoy sufriendo...
Lentamente, la iba acercando a la cama.
—Hiccup, ¡¿qué haces?! —bramó, temblando, intentando quitar la cercanía.
—Voy a hacer algo terrible para finalmente merecer todo este malestar.
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Woraleeeeee. El capítulo empezó medio flojote pero se puso intenso al final :0
Chavas, creo que está de más decir el por qué mi ausencia. Creanme que no batallé nada para escribir este capítulo porque ideas tengo, lo que no tengo es tiempo :'v F para mí.
Espero que entiendan y puedan perdonar esta ausencia. La verdad es que unas cuantas personitas han estado al pendiente, preguntándome cuando shingaos iba a actualizar y aunque no tenía fecha específica, sentía bonito el hecho de que hubiera tantas ansias por una actualización. Yo también tenía muchas ganas de volver y espero no se hayan olvidado de esta historia que hago con mucho amor.
Como siempre, una disculpa ante los posibles errores. Recuerden que cuando dejo de escribir en determinados tiempos como que se me van bien feo las cabras, pero espero pronto todo se pueda corregir.
Sin más que decir, espero leernos pronto por acá. Besos. Las extrañé :'c
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