𝐂apítulo ⅩⅩⅩⅤⅠⅠⅠ: todo excepto a ti


Había tenido una siesta sumamente deliciosa. La baba había resbalado de sus labios y era realmente hermoso encontrar de su lado a la mujer que amaba. Después de tanto tiempo, no podía pedir más.

Astrid había rodeado con sus brazos al castaño y con una sonrisa, despertó poco a poco del mágico mundo que estaba soñando.

—Hola, cariño. —saludó la rubia.

Luego de haber pasado de un estado de relajación, se sobresaltó y rebuscó por toda la cama.

—Cielo, ¡¿no habías dormido con Nuffink?! —cuestionó ella, asustada.

Al darse cuenta de que el pequeño no estaba en su pecho, se puso de pie y buscó por toda la casa con la esperanza que Valka o alguien lo haya acomodado en su lugar de dormir. Pero el bebé no estaba ahí.

—No, Thor, por favor. Mi bebito no... —Inició a llorar y cubrirse la cara con desesperación.

— ¡Astrid! ¡Tranquila! Lo encontraremos —alentó. Sin embargo, él también estaba acobardado.

— ¡No! —berreó, con la voz entrecortada —. ¡Tienen a mi bebé y no sé quién!

Jamás conoció aquello que debilitaba a la vikinga en situaciones como estas. Ella siempre procuraba calmarse para pensar de la mejor forma. Verla así era como no conocerla.

Ahora se había sentado en la cama. Astrid no tenía ni la menor idea de por dónde empezar. Y él, aún con miedo, pero gracias a Thor, estaba más sereno.

No hubiese querido conocer el lado blando de su esposa. Pero se daba cuenta que era nada más y nada menos que sus hijos.

— ¡Zephyr! ¡Hay que ir por ella! —apresuró Astrid, tomando por el brazo a Hiccup y casi arrancándoselo.

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A mitad de su vuelo empezó a sentir unas tremendas náuseas que no la dejaban descansar. Su corazón latía aceleradamente y una punzada en su estómago se clavó desde que salió de Berk.

Algo le decía que era prudente regresar. Recién dejó de llorar y no quería reintegrarse y dejar que volviesen a jugar con ella como lo hicieron. No podía permitirse una humillación más.

La dragona estaba tan apurada por su jinete que, no prestaba atención al camino. Fue entonces que Heather evitó estamparse contra una pared y por esquivar esta, ambas hembras terminaron en el pasto de una pequeña isla.

—Lo siento, nena —Se disculpó con su querida Windshear. La dragona graznó —. No. No quiero volver... —respondió, como si la entendiera —. No quiero volver a verlo —mintió.

Perfectamente sabía que con verlo esta tormenta en sus sentimientos desaparecería. Mas, no se atrevería a ser una de las tantas mujeres masoquistas que están dispuestas a soportar ser humilladas con tal de estar cercanas al hombre que aman.

—Andando —ordenó Heather, decidida a continuar su camino.

Windshear se sentó. Antes de seguir a su jinete, le brindó una expresión de enojo. La fémina feroz exigía a su jinete devolverse a Berk. Y una corazonada de dragón nunca miente.

Suspiró la pelinegra y acarició a su fiel amiga. Cedía al capricho de su compañera y pudo haber peleado por ganar esta pelea de no ser que ella tenía un ímpetu similar a la de su aliada.

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Lo primero que hizo fue visitar la casa donde Oliver vivía. No por él. Por Zephyr. Reputó a que esta emoción de ansiedad se tratara de la castaña y no del chico.

Entró a la habitación de la pequeña y no la encontró. Pero lo que sí halló, fue al corpulento Hofferson tendido en el piso. No tenía rastro de violencia en su rostro ni en su cuerpo. No traía camisa, pero la pelinegra en todo momento fue coherente y no se distrajo de la problemática.

— ¡Oliver! —Lo zangoloteó con preocupación y logró despertarlo de inmediato.

— ¡Heather! —Tosió y jaló aire —. ¡Heather tengo que decirte algo!

— ¡Oliver, espera! —Lo detuvo, ignorando lo que pudiera decirle. Y fuera lo que fuera, no era el tiempo indicado para hacerlo —. ¿Dónde está Zephyr?

Esta vez, esos hermosos ojos esmeraldas irradiaban puro pánico y angustia.

— ¿Cómo qué dónde?

Y antes que Heather pudiera emitir palabra, Hiccup y Astrid entraron con mucha alteración.

— ¡¿Dónde está Zephyr?! ¡¿Dónde?! —preguntó a suplicas.

Al ver a Oliver algo atontado en el suelo, conectó todos estos cabos sueltos. Hiccup no pudo evitar sentir coraje y patear con fuerza la cama del cuarto. Todo esto alarmó demasiado a Astrid que tanta mortificación la hizo desvanecer.

Casi termina en el suelo de no ser porque el castaño la tomó con rapidez de la cintura y cabeza. La pelinegra agarró una almohada y recostaron a Astrid.

—Prepararé a los jinetes —informó —. Te necesito. ¿Puedes pelear de ser necesario? —Señaló al más alto, quien dio un rotundo sí.

—Hiccup, yo quiero... —Heather se uniría a esta "batalla".

—No. Confío plenamente en tu fuerza, Heath. Pero necesito que estés con Astrid y la alejes de todo esto —Al ver la negación de su amiga, todo se complicaba —. ¡Por favor! No puedo traer de vuelta a mis hijos si a su madre le pasa algo...

La chica suspiró y asintió. Aunque sabía que de la rubia despertar, necedad y guerra crear.

Hiccup salió apuradamente y Oliver conectó sus ojos a los de Heather. Parecía como si ambos tuvieran tanto que decirse. Fueron unos cuantos segundos así. Y al final, nadie se atrevió.

Y él salió, sin saber si volvería.

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Francamente, él tampoco sabía por dónde inaugurar este nudo. Ya había reunido a todo Berk para que estuviera transitando y vigilando ciertas zonas cercanas a la aldea.

Algo en su pecho le decía que debía buscar en el bosque donde, por primera vez, intentaron dañar a Astrid. Aquel donde la vida de Stormfly se les había ido de las manos. Donde un dragón demostró, nuevamente, ser el mejor amigo del hombre.

Todo era oscuro. Había separado por equipos a los jinetes y Oliver. Él estaba solo. Volviéndose loco, solo. Y sabía que no estaba del todo bien y podría desquitarse con las personas que más quiere.

En la vida se había sentido así de derrotado. Clavó su espada de fuego en el suelo y apoyó su cabeza en ella. Toothless se sentó a su par. Todo era muy tranquilo, hasta que el dragón voznó con ferocidad a los arbustos.

—Pensé que dejaste de ser estúpido. Pero no. Aquí estás, llorando en vez de hacer algo.

Alguien salía con lentitud de las altas ramas.

—Te voy a matar, maldito infeliz —Se arrojó a él, pero Daven prendió fuego a la tierra y él no pudo traspasarlo. No traía su traje. Salió lo más rápido que pudo con su ropa ordinaria.

— ¿Eso quieres, Haddock? ¿Deshacerte de la ÚNICA pista que te puede llevar a tus hijos con vida? —confrontó, con cinismo.

—Te juro que, si no los encuentro con vida, TÚ. —gritó. Pero Daven lo interrumpió.

—Están con vida. Aún. Y será mejor que vueles lo más pronto posible con tu Furia Nocturna si no quieres que el señor A los someta. SOLO. A las montañas más altas de la isla vecina, en la cueva de las oscuridad y dolor...

—No he terminado contigo y más vale que cuando vuelva con mis hijos, tú no te hayas ido como todo un cobarde...

Emprendió su vuelo, con el corazón a mil por hora.

Daven ya no estaba seguro de lo que hacía. Esto no lo tenía feliz. Solo quería saldar esta deuda que atribuyó a su honor.

Afortunadamente, la mayor había escuchado todo. Y sigilosa, seguiría a su hijo para cerciorarse que nada le pasara o buscar ayuda en caso de que así sea.

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La rubia despertó de golpe. Sus poros se habían erizado y un miedo irreversible se apiadaba de todo su cuerpo.

— ¡Heather! —tomó con brusquedad a su compañera —. ¡Sé que pudo haberte dicho Hiccup y me niego! ¡Tengo que buscarlo!

—Astrid, le prometí que... —pero la interrumpió, colapsando en lágrimas.

— ¡Te lo suplico! No puedo permitir que le hagan daño a Hiccup, a mi hermano o a mis bebés...

Y ella no era madre, ni esposa. Pero era hermana, era tía y era cuñada. En Mala podía ver el dolor de madre cuando una de sus chiquillas desapareció. En su hermano Dagur la preocupación de ver al amor de su vida desfallecerse en una cama y que todo médico desahuciara a su mujer. Y ella, en carne propia, millones de veces pensó que su hermano sería víctima de todos sus enemigos.

Todo ese entorno era negativo. Todo daba números rojos. Pero ella nunca se rindió. Ni Mala, ni su hermano. Y ella era una guerrera solterona, ¡pero jamás huía de los problemas! Y si en Astrid ve una hermana, es porque la Hofferson tiene la misma sangre de justicia.

Heather no era nadie para impedirle a Astrid buscar a su familia. Siempre se apoyaban mutuamente y ahora no la iba a abandonar.

—Yo te llevo.

Complació la pelinegra y le tendió su mano para juntas trepar en Windshear y localizar a sus seres queridos.

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Hiccup había entrado a la dichosa cueva. Y a diferencia de lo que Daven mencionó, la cueva era enorme, lumínica y calurosa.

—Te estaba esperando.

Retumbó la voz entre los ecos de la cueva. Su rostro se ocultaba bajo una máscara de piel del mismo color que su ropa.

—Maldito cobarde. —espetó el castaño, con el ceño fruncido.

El que parecía el señor A, subió su mano con lentitud a su rostro y retiró con la misma dilación lo que guardaba su identidad. Al terminar, una asquerosa sonrisa se asomaba. Y esos ojos gozaban de victoria.

Hiccup no tenía la mejor idea de quién era.

—Grimmel... —Con sorpresa, se escondió tras las rocas.

Pero Valka sí.

WTF, QUE CAPÍTULO TAN MÁS CARDIACO. Y SABEN, INICIÉ SIN INSPIRACIÓN.

Ahorita estoy más dormida que despierta y me gustó el capítulo. No sé si cuando ya haya descansado y relea me arrepienta. Pero me quedo satisfecha. 

No planeaba revelar el nombre del villano en este capítulo. Lo iba a dejar en que Valka se quedara bakiabierta xd. Pero dije "nel prro, ya de una vez" y ahí está. Unas ya se las olían XD esta historia es re predecible. Perdón por eso xd. 

Y perdonen si está redundante. Tengo sueño y mi cerebro no da para tantos sinónimos en estos momentos :'v. I'm so fucking emocionada ahre. No sé cómo me organizaré para los últimos dos capítulos, pero espérenlo... 

Al punto que va la historia, ¿qué predicen para el final? ¿Algo triste o feliz? ¡Los leo! 






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