𝐂apítulo ⅩⅩⅤⅠⅠⅠ: suciedad en mí

Recién despertaba a la mitad de un bosque. Estaba sola y con solo una cobija cubriendo su desnudez.

Tan solo tomó con más fuerza aquella manta que la cubría y la acercó a su cuerpo con fuerza, como si pudiese protegerla de otro atentado como el que acaba de ocurrir.

Ahora estaba cansada, confundida y ciertamente debilitada. Sentía un inmenso dolor en su zona genital que la hacía no querer parar.

Ahí se encontraba, en medio del bosque, en la noche. Helaba sin parar y sus mejillas enrojecidas calaban cada vez más. Solo esperaba que alguna neumonía la atacara ahí mismo y ya no estuviera para la mañana siguiente.

Pero luego recordó el único lugar que, curiosamente, irradiaba calor. Inmediatamente tocó su vientre y sobó con delicadeza.

Sabía que de no ser por él, ella misma ya habría intentado quitarse la vida. Zephyr estaría en buenas manos, incluso mejores que las de ella.

La debilidad estaba por todo su cuerpo. Intentó levantarse, pero simplemente, su cuerpo estaba roto. Y su mente quebrantada.

—Lo siento, bebé —comenzó a sollozar, con fuerza —. Perdón por no cuidar tu vida. No puedo más.

Había mucha pesadez en su corazón. Protegió su estómago con sus manos, pero sabía que entre ese frío, en cualquier momento moriría. Y ella ya no estaba dispuesta a luchar más. Ya no lo deseaba.

Comenzó a tararear una canción de dormir. Se sentía mareada y sabía que pronto cerraría los ojos, hasta no despertar.

Sus ojos yacían húmedos. Ya no jalaba el aire entre lágrimas, pero estas no dejaban de caer. Eran tan largas y fuertes. Pensaba que ni muriendo, estas pudieran acabarse, porque ella estaba rota.

Trató de relajarse. Todo el tiempo que permaneció despierta, por última vez consciente, se relajó, con el pensar de que pronto estaría en un lugar mejor.

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Hiccup merodeaba con rapidez por todo el bosque. Con su espada de luz encendida, seguía a la Furia Luminosa, quien alarmada había buscado la ayuda del jinete.

—Chimuelina, no hay nada, nena. —Bajó de Toothless y acercó su mano a la dragona, pretendiendo acariciarla y calmarla. Pero esta, graznó frenética y suplicó con su mirada que siguiera la búsqueda.

De pronto, una sensación extraña en su estómago comenzó a nacer. Cierto cosquilleo mezclado con ansiedad. Echó un quejido y caminó por un largo rato, tumbando ciertos arbustos que estorbaban en el camino.

— ¿Qué? —articuló, en cuanto vio el cuerpo tendido de la rubia por el suelo fresco. Su cabello estaba completamente suelto y desaliñado —. ¿Qué te pasó? —La colocó en sus piernas, pero obviamente ella no respondía.

Inmediatamente retiró su capa afelpada y cubrió lo mejor que pudo a Astrid. Luego de esto, le hizo una seña a Toothless, orientándolo a su dirección.

Reunió todas sus fuerzas y la tomó en sus brazos. Tenía que sacarla rápido de ahí porque estaba bastante fría y dañaría su salud notablemente.

Alzó su vuelo y la Furia Luminosa los seguía por detrás, muy alerta. Él, francamente, no prestaba atención al frente, pues estaba muy preocupado y mantenía ambas manos alrededor de todo el cuerpo de la chica, tratando de darle calor durante el camino.

-Diablos, Astrid, resiste -expresó, esperanzado que pudiera escucharlo. Pero ella no mostraba ninguna señal de vida.

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— ¡Hiccup! ¡¿Qué diablos pasó?! —preguntó la pelinegra, alterada; su voz era entrecortada.

—Heath, ¡tranquilízate! -la tomó por los hombros para que dejara de moverse —. ¡Me pones de nervios!

— ¡Deberías estarlo! ¡No es para menos! —Cubrió su rostro, ocultando su lloriqueo —. No... ella no puede estar así. ¡No ahora que tiene tanto que perder!

—Heather, ¡es Astrid! ¡Ella puede con esto!

— ¡¿Cómo estás tan seguro?! ¡Ella no puede estar así! ¡Ella está...! —Pero pronto, calló.

—Ella está, ¿qué? —Se aproximó más a la pelinegra. Esto la puso nerviosa y sus piernas flaquearon de los nervios —. Ella está, ¡¿qué?! —repitió el castaño.

Entonces, ahora sí, Heather desmayaría. Pero Oliver logró tomarla del brazo tan solo vio que desfallecería.

— ¡Hey! ¡Haddock, contrólate tú! —acomodó el brazo de Heather alrededor de su cuello como apoyo para que no cayera, mientras la sostenía por la cintura —. ¡Nos pones de nervio a todos!

—Por Thor, ¡yo estaba genial! —refunfuñó, cruzándose de brazos.

— ¿No estás ni un poco preocupado? —emitió la débil Heather, haciendo esfuerzo para hablar.

— ¡Pero por supuesto! no sé si recuerdan que tengo una hija y tengo que estar sereno por ella.

De pronto, esa habitación se había inundado de gritos, aturdiendo los pensamientos de la mayor.

— ¡Basta! ¡Todos quieren hacerse los maduros pero están sumamente alterados! —los interrumpió Valka —. O se calman o salen de aquí.

Y una vez que Valka retó a todos, hubo silencio.

Hiccup se recargó en la pared, pensando en por qué Astrid había llegado hasta allá y sola.

Oliver y Heather se habían sentado en el mismo sofá. El Hofferson había servido un poco de agua mientras que procuraba que la Berserker no volviera a sentirse mal.

—Oliver, tan pronto que despierte Astrid, debemos averiguar qué pasó —comentaba en susurro.

—No creo que se nos permita. Si se salva de esta, debe guardar mucho reposo.

Mucho más de lo que creían, de hecho.

—No quiero que nada le pase —volvió a cubrir su boca con preocupación, reprimiendo los quejidos que deseaba sacar.

—Nada va a pasar, Heather. Astrid es fuerte —le reconfortó Oliver y la acercó a él, rodeándola con sus brazos y darle un poco de paz.

Recién había recuperado a su mejor amiga. No quería perderla otra vez. Y él a su hermana. Pero tenía una enorme esperanza.

Hiccup tan solo veía la cercanía que Oliver Hofferson había conseguido con Heather y el inmenso apoyo que han sido para Astrid luego de tiempos difíciles.

Fishlegs, quien ahora era curandero de Berk, había salido a notificar el estado de la compañera.

—Ella pidió hablar con Hiccup —alertó. Heather fulminó con la mirada al de cabellos rubios.

—Nosotros también queremos verla —guerreó Heather por su derecho.

—Lo siento. Órdenes estrictas de lady Astrid.

El castaño tragó saliva. Llevaba tanto tiempo sin hablar con ella. No eran cómplices en absolutamente nada. ¿Por qué quería hablar con él?

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—Está muy rara, Hiccup. No para de llorar —informó Fishlegs —. Rápidamente volvió en sí, pero me alejó tan pronto como pudo.

Fishlegs le abrió la puerta para darle paso. Y ella estaba ahí, abrazando sus piernas.

No sabía que fue, pero había algo diferente en ella que lo hizo entrar en una tristeza profunda. Entró en un momento en que su orgullo se apagó y solo corrió a abrazarla, pero ella se removió.

—Astrid, gracias a los dioses estás bien —pero ella no le daba la mirada.

Se sentó a su lado, queriendo tomar su mano, pero a todo, la retiraba.

Fue cuando entendió que esto no era normal. Tomó su barbilla y giró su rostro a su dirección. Ella estaba pálida y con los ojos rojos.

— ¿Qué tienes? —cuestionó, asustado.

—Estoy esperando un bebé... —Empezó a articular.

En ese momento, el corazón de Hiccup se rompió.

—Y sé que tienes la idea más tonta en la cabeza... sé que ahora mismo piensas que me acosté con Daven, pero no es así... —pronunciaba, cada vez más inaudible —. Es tuyo. Lo hicimos una noche que tú no recuerdas porque... bebiste demasiado -su voz era entrecortada. Pero Hiccup entendía todo.

—Astrid, yo... —estaba por pedir una disculpa, una disculpa entera por lo maldito que había sido.

No necesitaba ni una sola prueba. Con ver esos ojos, leía absolutamente toda la verdad.

—Por favor, déjame abrazarte —suplicó, al ver que ésta se alejaba cada vez más.

—No puedo, Hiccup... estoy sucia...

— ¿Qué?

—Yo ya soy de otro hombre... —y se arrancó a llorar.

SI HAY ERRORES ES PORQUE LO TERMINÉ DE ESCRIBIR EN EL CELULAR.

5 DE NOVIEMBRE DEL 2019: CORRECCIÓN DE GUIONES PEQUEÑOS A LARGOS. 

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