𝐂apítulo ⅩⅩⅩ: sencillo y mío


Hiccup había estado cooperando en todo lo que pudiese para que la sanación de Astrid diera frutos.

Visiblemente, parecía más tranquila. Sobre todo, cuando Zephyr entraba a su habitación. Pareciese como si su mundo se llenara de luz, de pronto.

Había estado esperando ya un par de semanas en tocar el tema. Entre el cabello de la muchacha, cuando Heather y su madre la habían ayudado a bañarse, encontraron un dije partido a la mitad.

mel

Eso estaba escrito en la deteriorada placa. Al parecer, un descuido del agresor que podía darles la facilidad de dar con él.

Porque de eso estaba seguro. No descansaría hasta hacerlo pagar.

Entró con el alimento de la rubia, rico en proteínas. Estaban intentando hacer que la muchacha ganara peso, pues con el resfriado que le dio, más el terrible momento que le habían hecho pasar, había causado un desbalance en su alimentación.

Ella le sonrió con agradecimiento. Pero en sus ojos caídos podía ver que la tristeza no se había ido por completo.

—Desde hace un par de días, siento que me quieres decir algo. —inició, dándole toda su atención.

—Estamos preocupados por ti —Sacó de su ropa el colgante misterioso y se lo mostró —. Necesitamos saber detalles de tu agresor, mi lady...

Ella se aterrorizó al ver la placa y volteó su mirada, frunciendo los ojos.

—No me enseñes eso. Basta, no lo busques —pidió, sin mirar.

—Astrid, queremos hacer justicia... —comentó, preocupado.

Ella trataría de mencionarle las características del sujeto quien tomó parte de su pureza.

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Él tenía los ojos grises como el cielo en plena tormenta. Su cabello era brillante y blanco. Su nariz era larga y su cara alargada. Sus ojos estaban cargados de odio.

Él era odio puro. Lo sentía al momento en que tocaba sus senos con ferocidad. Cada que la estiraba por su cabello y parecía querer arrebatarlo de su cráneo. En cada momento que entraba por su cavidad y salía sin la menor de las sutilezas.

Había odio. Tan solo odio. ¿Pero por qué ella tenía que pagar por su rencor?

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Recordaba cada una de las facciones del atacante, pero recordarlas, era recordar cada momento en que tocó su piel sin su permiso. Cada que notaba una cicatriz. Un lunar. Una marca. Él estaba tocándole.

—No, Hiccup. No puedo —Frotó su cabeza y derramó lágrimas repentinamente.

Hiccup ahora estaba asustado. Ella estaba mal. Dar con el estúpido que se había aprovechado de ella sería más complicado de lo que pensó.

— ¡Astrid! ¡Astrid! —Se acercó a ella, pero ésta se removió y no le permitió que sus brazos llegaran.

Y es que, desde esa noche, sentía que ni en el hombre que más amaba podía confiar.

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Hiccup aún tenía entre sus manos esa prueba única para ellos. Mientras que, para Astrid, ver el colgante era la decisión de olvidar el tema, para Hiccup era la fortaleza que lo haría llegar hasta el final de este embrollo.

Valka observó como su hijo se perdía en esa placa de metal y con enojo, se lo arrebató.

—Esta cosa no puede tenerte ocupado, Hiccup.

— ¡Madre! ¡¿Cómo crees que dejaré sin concluir esto?!

— ¡Ella no quiere que lo continúes!

Nunca habían tenido una discusión. Era la primera.

Ambos se miraron con pena.

—Yo sé que necesitas justicia porque no es algo que solo le duele a ella, hijo —habló Valka, con más calma —. Pero la información que requieres es hacerla revivir algo que teme...

—Mamá...

—Sé que adoras la justicia, Hiccup. Yo también y qué más quisiera que ese hombre no lastimara a nadie. Pero hasta que Astrid pueda continuar con su vida, te devolveré esto —Mostró la insignia y la puso en uno de sus bolsillos —. Ahora está con Zephyr. Deberías ir con ella. Es momento de que empieces a hacer las cosas bien —dijo, firmemente.

Finalmente, le habían dado el sermón que merecía.

Hiccup tragó saliva. Su madre jamás lo había regañado. Pero, incluso él sabía que necesitaba un buen tirón de orejas desde hace tiempo.

Mientras él se fue, Valka miró con detalle el distintivo que tenía en sus manos. Esa simbología y estilo de letra. Esos colores. Sentía haberlo visto antes.

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Astrid estaba en su cama, más tranquila. Zephyr estaba recostada en su pecho, mientras ella acariciaba su cabello.

La puerta se había atrancado. Hiccup entró de golpe, casi cayéndose, con un montón de cosas en sus manos: peluches de Zephyr para que durmiera cómoda. Alguna ropa de la niña y ropa para la mujer también.

Astrid había reído ante la casi caída que se daría el castaño y él no pudo evitar pensar en lo hermosa que se había visto con esa pequeña carcajada provocada por su dolor.

Muchas cosas habían caído al suelo. Astrid acostó a Zephyr con cuidado sobre la cama y ella se levantó a ayudar a Hiccup con su desastre.

—No, no... —Se apresuró a recoger las cosas antes que ella se agachara por completo —. No es necesario. Yo puedo —Tomó el último peluche del piso, haciendo que otros cayeran —. ¿Ves? —sonrió, irónico.

Ella correspondió la sonrisa y se agachó a recoger lo restante.

Hiccup dejó todas las cosas en una mesa y le tendió la mano para que Astrid le entregara el resto. Hubo un pequeño roce que hizo que la rubia se alejara de golpe, otra vez.

Y él, entristecido. Lo entendía.

—Yo no te haré daño, Astrid... —informó, cabizbajo. Y ella de espaldas.

—Una vez entraste al cuarto con todas las intenciones de meterme en tu cama sin que yo estuviera de acuerdo —relató —. ¿Por qué voy a confiar en ti? Es decir, quiero hacerlo, pero me da pánico volver a esa pesadilla... —Se armó de valor y lo miró.

—Era un estúpido y posiblemente lo siga siendo. No recuerdo ni siquiera esa noche, yo... —El pensar que hubiera hecho algo tan atroz como lo que el tal propietario de la placa mel, por todos los dioses. No se lo perdonaría a sí mismo, nunca —. Por Thor, me doy asco —Se sentó en el sofá que era parte del cuarto y colocó las manos en su cabeza.

Desde que se enteró, no había tocado el vientre de Astrid. No había mantenido una cercanía cálida con su bebé porque, sencillamente, no creía merecer ni un poco de ese pequeño.

—Soy un estúpido por celarte con Daven... —emitió, retirando el sudor de su rostro. Debía tener muchas agallas para admitirlo. Le partía el corazón —. Ahora entiendo que él te ha protegido más que yo. Maldita sea, te merece más que yo... —Levantándose y agachando su rostro, reprimiendo un montón de lágrimas que querían avecinarse, pero, por respeto a ella, no sacaría.

No iba a darle lástima a ella. Esta vez, si elegía a alguien que no fuera él, sería con toda la justificación del mundo.

—No entiendo por qué tu desconfianza hacia Daven...

—Está enamorado de ti, Astrid. —Volvió a tomar asiento, tratando de calmarse.

—No es posible, lo conozco desde hace tan poco tiempo...

—Astrid, mira lo linda que eres... —La señaló completa —. Eres hermosa. Tan solo te vi y estaba enamorado de ti. ¡Me golpeabas antes de darme un beso y me encantaba! Y tienes un carácter tan auténtico. Rudo, propio, pero cálido... no me sorprendería que en agradecimiento hayas cautivado al codiciado soltero de Berk.

—Lo hice. Lo cautivé —Se acercó a él —. Lo logré incluso antes de que todas las chicas comenzaran a interesarse en él.

— ¿Qué dices? —cuestionó, confundido.

Inocente. Humilde. Sencillo.

Podía haber cometido errores. Pero él era el mismo. Era el mismo chico que le enseñó a no temer de la vida, porque siendo la vikinga más ruda de la aldea, ella temía vivir.

Quizás estaba mal. ¿No debía perdonarlo? Pero es que solo mirar ese hermoso verde en sus ojos la debilitaba y la hacía viajar por los cielos.

Solo sabía que la felicidad que tanto quería no la encontraría en otro lado. La felicidad estaba justo aquí y ahora. La única persona de la cual desea ser dependiente porque la necesitaba más que comer o dormir.

La vida la había lastimado. Le estaba encajando millones de cuchillas en sus pies para tumbarla. Pero oh, grandes y preciados dioses.

Su mejor antídoto había llegado. Hiccup era la medicina necesaria de su alma y solo él sería capaz de curar las cicatrices internas.

No pudo evitar sonreír con nostalgia. Esos recuerdos sí los quería. Los anhelaba.

—Cautivé al hombre más deseado de Berk. Y no hablo de Daven.

— ¿No? —Levantó su tupida ceja con confusión.

Era reverendamente tierno. Se lanzó a él, poniendo sus manos en las mejillas del castaño, frotando sus labios contra los de él.

Lo tomó por sorpresa. Pero rápidamente, buscó su cintura a toda prisa hasta sentir sus manos reposando en ella.

Astrid ya no sentía. El dolor, la agonía, en pequeños y mágicos segundos, había desaparecido.

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Hola bbs. Vengo aquí con su dosis de ternura uwu

No saben cómo me ha violado la semana xd. Y ahora vengo tratando de escribir mejor porque acabo de enterarme que los verbos de habla después del guion largo —cuando se trata de una narración, únicamente— se ponen en mayúscula y siento que se ve feo :'v pero más bien es porque no estoy acostumbrada.

Espero les haya gustado el capítulo uwu. ¡Ya es el treinta! No puedo creerlo... he avanzado mucho esta historia y estar en un capítulo tan avanzado solo me dan más ansias de terminar.

Espero para cuando finalice ser la mejor en el lemon. Propósito de fin de fic xd. Aunque aun no terminará, le calculo unos diez capítulos máximo, creoooo. Y solo espero me quede en número par o me frustraré un poco xd.

Voten y comenten mucho porfa :'( las extraño. He tenido una semana pesada y solo quiero amor y comprensión </3 y de igual forma creo que no contesté los comentarios pasados pero es por lo mismo. La tarea X'D 


 




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