𝐂apítulo ⅩⅩⅠⅤ: no me juzgues, abrázame

Ninguno se había dicho nada para finalizar. Ambos mantenían una especie de semblante serio, pero ninguno fue capaz de protestar y gritarse lo que los aquejaba.

Astrid no le dijo a Hiccup lo tonto que era tras no acordarse de una noche especial.

Hiccup no mencionó los inmensos celos que le causaba el hecho de saber que Astrid estaría bajo el mismo techo que Daven.

La información y relatar los sentimientos es algo muy importante en una relación, relación indirecta por ahora, pues a pesar de no estar juntos como tal, Zephyr los unía. Y la desinformación es el peor enemigo en un romance inseguro y lastimado.

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El corazón le dolía. En esos momentos solo quería que unos enormes brazos la protegieran y le brindaran un poco de paz a su desastrosa vida.

Fue entonces, cuando sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. Después de haberse ido de Berk hace tantos años, no paraba de llorar y eso la hacía sentir estúpida. Debía dejar de hacerlo.

Su madre. ¿Cómo fue posible que cuando llegó no haya sido a la primera que viera? ¡Qué hija tan tonta no pensaría en su madre al llegar!

Corrió lo más rápido que pudo a donde antes era el hogar de sus padres. Chocando con todos y haciendo enfurecer a medio Berk.

Consiguió llegar a esa bendita casa y tocar con todas sus fuerzas la madera con astillas en la puerta. La casa se veía sucia, sola y descuidada.

Se agotó de tocar tantas veces. Paró a descansar y tomar aire. En ese momento, notó un peculiar letrero de hierro enterrado con un palo en la tierra.

«En memoria de la señora Hofferson. Hasta el último momento de sus días; una madre ejemplar en busca de su hija. Guerrera por siempre».

Entonces, Astrid se sintió el peor ser humano del mundo.

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La pelinegra viajaba a Berk, sumamente feliz por la noticia de las notas. Su amiga había aparecido y no podía esperar más a correr y darle un gran abrazo.

Puso un pie en la isla y rápidamente se encontró con su amiga, como si fuera el destino quien quisiera que estas cruzaran palabra.

Heather estaba por abrir sus brazos y darle un fuerte abrazo, pero la rubia la tomó por los hombros y con un rostro lleno de dolor y agitación, se dirigió con ella.

— ¿Dónde está mi hermano? —cuestionó, apurada.

— ¿Oliver? ¿Hablas de Oliver Hofferson? —respondió, confundida. Astrid asintió múltiples veces.

—Llévame con él. —Sin preguntar siquiera, trepó en Windshear y apuró a la pelinegra.

Obviamente le había molestado. Pero luego de aceptar esta grosera petición, la cuestionaría sin dudar y debería tener una buena razón para haberle tratado de esta manera.

Era muy extraño el hecho de que la Hofferson ansiara descubrir el paradero de su hermano mayor. Nunca se habían llevado bien por lo irresponsable que era Oliver para los Hofferson. Astrid siempre fue el orgullo de la familia vikinga; había sido reconocida como una de las más poderosas vikingas en Berk, encontrando el amor en el muchachito más humilde de la aldea, convirtiéndose en líder y, generando herederos.

Oliver Hofferson había sido todo lo contrario para esa familia. El padre de estos hermanos nunca fue el más amoroso del mundo, pero ciertamente le concebía libertades a la rubia que a su hermano no por ser una vergüenza para su legado. La desigualdad lo había hecho interesarse poco por su familia —exceptuando a su madre— por lo que ni él ni Astrid eran hermanos que se protegieran y se dieran amor.

Astrid pensaba lo mismo que su estricto padre. Y, por ende, Heather también tenía el mismo concepto de Oliver. No solo por lo que su amiga en algún momento pudo contarle, sino por lo rebelde que era el muchacho.

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—Pronto vamos a llegar a mi parte favorita de este plan —comentó, deseoso de que las semanas pasaran y pudiera demostrarle a Haddock de lo que era capaz.

— ¿Le hará daño a ella? —El señor A lo miró con enojo.

—Te dije que no involucraras sentimientos estúpidos. ¿Dónde está el Daven dispuesto a lo que sea por conseguir nuestro cometido? —Se acercó, intimidándolo.

—Por supuesto que haré lo que sea por cumplir mi adeudo —aseguró, alejándose del intimidante sujeto —. Pero me gustaría pedirle que, parte de mi recompensa, sea no matarle.

El señor A rodó los ojos, asqueado.

—Mísero y asqueroso amor —espetó, con desinterés —. Si te hace sentir bien, no está en mis planes.

El alma de Daven podía estar tranquila, de momento.

—Pero planeo hacerle mucho daño psicológico. Así que prepara unas ridículas palabras de amor para consolar a esa fulana —tomó un poco de su alcohol y continuó revisando un montonal de papeles, los cuales ni Daven tenía conocimiento del contenido —. Incluso, si dejas a Hiccup sin el amor de su vida, sería la venganza más fresca y dulce de todas.

Venganza...

Hiccup no era ninguna simpatía para Daven. Eso se ha podido notar con el pasar del tiempo, pero, ¿cuál era el testimonio del señor A para mantener un odio tan corrosivo para Hiccup Haddock?

Parte de su trabajo era ejecutar ordenes sin cuestionar la procedencia que orilla a sus jefes a cobrar venganzas tan hostiles y crueles. Pero, en este caso, siendo básicamente su jefe de aldea, su vecino y a sabiendas de que el vikingo nunca se había enemistado más que con gente como los marginados, los rebeldes, los cazadores de dragones y anteriormente, hace ya unos años, los Berserkers; gente que moralmente está en pasos incorrectos —gente como él— no entendía la cantidad tan estrepitosa de personas que quieren acabar con él.

Probablemente, los motivos por los que el señor A quiere ver hundido a un Haddock no lo descubrirá hasta no haber completado la tarea que por años anda siguiendo. Con esta está tan comprometido por el hecho de que su ingenio fallará aquella ocasión y aplazara más sus planes de aniquilación.

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Todos estaban ahí, cruzados de brazos. Heather había decidido salir de la situación incómoda e inició a merodear por el hogar del Hofferson. Era lindo, aromático. No era para nada similar al estilo de vida que antes se le conocía, ya que, la habitación de Oliver en la casa Hofferson siempre era un desastre.

— ¿Por qué volviste? —preguntó, serio, cruzado de brazos —. ¿Con qué maldito derecho, Astrid?

—Oliver, ¡no me juzgues y escúchame!

— ¡No! —gritó él, con el rostro enrojecido del coraje —. ¡Siempre te llevaste toda la atención del hogar! ¡Del pueblo! ¡Todos te amaban! —reclamó, enfurecido —. Y la única persona que me amaba, ¡también te la llevaste!

— ¡¿Por qué?! ¡Mamá se quedó aquí! ¡Papá igual!

— ¡Nuestra madre era vieja! Había estado ocultando una enfermedad en el corazón y cuando te fuiste, ¡murió de tristeza! Y, ¿sabes que hizo tu maldito padre? ¡Me abandonó! ¡Ese imbécil nunca fue mi padre!

Oliver no lloraba, lo estaba evitando. Pero Astrid, aunque no sentía una unión con él, podía empatizar por una vez y comprender que es lo que pasaba.

El aire le comenzó a faltar y sentía que se desvanecía.

— ¡No empieces con tus malditos chantajes! —exclamó Oliver.

— ¡No es un chantaje, Oliver! —Heather se metió entre la pelea y tomó a Astrid del brazo —. ¡Se puso pálida! No puedes ser tan maldito, dime dónde la puedo acostar, ¡ya!

El rostro autoritario de la pelinegra le había intimidado. Fue como si esas penetrantes esmeraldas en sus ojos lo hubieran hechizado y lo habrían hecho ceder a sus órdenes.

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Holi holi, ¿cómo están? Aquí vengo con un personaje nuevo que, más al inicio, sí mencioné. Lo que sí, admito que no recuerdo si aclaré que era menor o mayor xd según yo, solo mencioné a su hermano.

Bueno, una disculpa de antemano por la posible incongruencia. Espero poder corregir los capítulos cuando termine. Ya tengo varios errores visualizados.

Comenzaré a escribir los nombres en inglés por un motivo que tengo escrito en las curiosidades de la novela. Luego lo sabrán. Ese apartado se publicará ya cuando esto finalice.

Siento que la historia sí llegará a más de treinta capítulos, pero admito que después del tamaño drama que voy a ocasionar, ya no tengo ideas muy claras para seguir xd así que recen porque me venga imaginación, más que inspiración.

Comencé a shippear a Liv y Daven xd idk, villano con villano, k boni :u 






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