𝐂apítulo Ⅰ: grata sorpresa
Recién abría los ojos y se percató del bello amanecer.
Era momento de levantarse y llevar a cabo su vida complicada que recién empezaba. No tenía mucho de ser un hombre casado, unos cuantos meses. El trabajo se había acumulado.
Giró su rostro y se encontró con su ahora esposa, abrazada a él. Dormía tan pacíficamente que temía despertarla. Lo había ayudado con unos cuantos asuntos y la mujer estaba agotada.
Ésta abrió los ojos con lentitud y se exaltó al ver que el castaño estaba a punto de levantarse.
—Tranquila, tranquila —le acarició el cabello —. Deberías quedarte a dormir. Has trabajado muy duro.
—No, Hiccup. Quiero ir contigo —pronunció, entre las cobijas que los protegían del poco frío que se presenciaba.
—Por favor, me sentiré mal si no descansas —le dijo, apenado.
—Mínimo déjame almorzar contigo —suplicó.
Al momento de desprender las cobijas de su cuerpo, una anomalía yacía en ella. Su vientre era un pequeño bulto, que dejó a los presentes sin habla.
—Mi lady... —fue lo único que pudo pronunciar.
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No sabía por qué había una enorme felicidad invadiéndole todo el cuerpo. Tenía miedo, pues se estaba haciendo una enorme ilusión y realmente no sabían si se trataba de aquello.
Es decir, si se tratara de un ser divino, habrían sabido de su presencia mucho antes. Pero ahora, estaba ilusionado, y egoístamente rogaba que se tratara de un pequeño ángel. Egoísta, pues no sabía si un bebé era el interés de su esposa.
Astrid salió, asustada, confundida. Podía notar lo tensa que estaba a kilómetros.
—Lo estoy —afirmó, por último. Esto le sacó una sonrisa radiante al castaño, pero la cara de la rubia no terminaba por convencerle. Ella, a diferencia de él, se le notaba más apagada.
— ¿Pasa algo? —preguntó, poniendo un mechón de cabello atrás de su oreja —. ¿No te alegra la noticia?
—Fue, sorpresiva... ni tú ni yo lo habíamos planeado.
La entendía. Tenía miedo. Conocía perfectamente los sueños de Astrid, en sus planes nunca estuvo cuidar un niño tan joven. Se habían casado a sus veintiuno. No había pasado tanto tiempo y ya tenían al próximo en la sucesión para ejercer su puesto como jefe en Berk.
Apenas lograban entender el ritmo que debían mantener en Berk. Había trabajo en exceso para ambos, pues ambos eran la mano número uno del pueblo. Quizás, era precipitado cuidar de un pequeño.
Su corazón se le estrujó al pensarlo. Él tampoco mantenía planes de ser padre algún día, pero ver a su bebé, creciendo repentinamente dentro de Astrid, le creó un lazo inmediato. No obstante, lo primero para él, para sentirse bien, es que ella estuviera preparada.
—Astrid, aunque sabes que no es la solución más viable para mí en otras situaciones, sabes que te voy a apoyar.
Sí, él hablaba de eso. Hablaba de abortar al bebé que estaba creciendo dentro de ella. No. Por más inesperada que fuera la noticia, de ninguna manera acudiría a deshacerse de su bebé.
No importaba cuántas noches de desvelo tendrá que aguantar, cuánto trabajo triple tendrá como líder, esposa y madre; él nacería al igual que todos.
— ¡No, Hiccup! De ninguna manera pasó por mi cabeza —le sonrió —. Nuestra vida se va a complicar más de lo que nos habían preparado, pero estoy segura que al final será más fácil de lidiar —lo tomó del rostro, viéndolo fijamente —. Tendremos un bebé y nadie nos va a quitar esa alegría, ni nuestras inseguridades, ni nadie.
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—Ay, pero qué hermoso. Nada es más mágico que poder ser parte de ese bonito proceso de la vida.
— ¿Lo dice en serio? ¿El jefe y su esposa ya están dónde los quería?
—Así es, Daven. Ambos ya se encuentran en el estado más vulnerable del miserable humano, enamorados del estúpido feto que crece dentro de la vikinga.
—Señor, ¿cómo está tan seguro de que funcionará?
—Porque es proteger su amor por esas bestias y su libertad; o por el amor que siente hacia la chica y ahora su futuro engendro. Créeme, Daven, tendremos al hijo de Estoico suplicando piedad, pues en algún momento deberá elegir qué ama más...
— ¿En qué le serviría la chica?
—Obviamente quedarme con ella no me conviene más que obtener todos esos dragones. Principalmente es un cebo que me ayudará a conseguir lo que quiero. Sin embargo, si el hijo de Estoico es tan estúpido como para elegir a los dragones en vez de su mujer, mírala... su nombre lo dice, una belleza divina. Su bastardo no me sirve, pero ella también puede darme otros lujos...
—Es malévolo, señor...
—Ellos me quitaron otras cosas. Es lo poco que me deben, mientras tanto, sigue siendo un hipócrita con ellos. Ya te los ganaste.
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La rubia hablaba con rapidez, viendo los papeles en sus manos, caminando de un lado a otro con concentración.
Hiccup mantenía la vista fija en el caminar de la rubia, viendo lo rápidos que eran sus pasos. En muchas ocasiones pensó que caería, pero era producto de su imaginación y su sobreprotección.
Astrid tropezó. Hiccup fue lo más rápido que pudo y ya estaba frente a ella.
— ¡¿Estás bien?! ¡¿Te lastimaste?! —preguntó, mirándola de arriba para abajo.
—Hiccup, ¡tranquilo! Me pones de nervios. Estoy bien, estoy embarazada, no enferma.
Hiccup tan solo asintió y suspiró. Sabía que Astrid era una fuerte vikinga que era capaz de superar todo, que podía cuidarse por sí misma. Siempre confió en ella y sus habilidades, pero como cualquier otro humano, había situaciones en donde sí requería ayuda.
Pensó que esta etapa sería perfecta, tendría el mejor pretexto de todos para cuidarla y mantenerla a salvo, pero ni eso era posible tratándose de Astrid.
—Perdón, sabes que siempre me he preocupado por protegerte...
—Sí, ¿y cuántas veces te he dicho que puedo mantenerme a salvo sola? —lo tomó por los hombros.
—Astrid, solo quiero que estés segura en esta etapa. Debes entender que no puedes hacer cosas que antes hacías regularmente.
—Sí, Hiccup, lo entiendo. Pero solo estoy caminando —rio. El presenta abrió la boca, pero no pudo articular palabra.
Verdaderamente estaba siendo un paranoico, pero si algo le pasara, más ahora en su condición, no se lo perdonaría jamás.
—Tranquilo, mi chico dragón —lo abrazó —. Estás haciendo un excelente trabajo como papá.
Sonrió y le plantó un beso en la cabeza, disfrutando del momento relajado y sin estrés a solas. En años no había rastro de algún enemigo grande que pudiera amenazarlos. Los cazadores de dragones no era algo que le preocupara, manteniendo distancia era la forma de cuidar de Astrid.
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Muy bien, vengo con una nueva historia, para que la disfruten.
Será algo medio novedoso, una historia, digamos, un poco feminista. No se preocupen que no entraran en detalles demasiado estrictos y de ninguna manera haremos menos a los hombres. Tiene bonitas e inocentes intenciones. Pero sigan leyendo para descubrir que no es nada malo lo que nos espera aquí :3
Como verán, hago uso del personaje de Daven, nuevamente, porque me encantó la interacción que tuvieron con él y como le mentaban madres. Creo que es un buen antagonista que estoy dispuesta a utilizar en este proyecto.
Cabe decir que estoy en cuarto semestre de preparatoria y mis horarios son sumamente reducidos. Espero entiendan mi situación. De antemano lo informo, pero haré todo lo posible por traerles actualización no solo de esta historia, sino los blogs pendientes.
La pancita de embarazada sí llega a crecer de un día a otro. Al igual que de la nada sales estrías. El embarazo es muy mágico y en cada mujer es diferente, pero respaldo este dato como cultura general, siendo testigo de casos así en mi familia.
Sin más que aclarar, nos leemos en el próximo.
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