Extra: la luz de primavera
Era la primera noche que recién tenían a su pequeñita con ambos. Aunque ya había pasado un día de su nacimiento, ella durmió con su abuela, en lo que Astrid descansaba luego de la ola de odio de los vikingos a su hija.
La rubia ansiaba poder cuidar a su bebita que se prometió a sí misma calmarse para que Valka le cediera a la niña.
Hiccup la mecía con dulzura, mientras recitaba su frase de bienvenida a Berk. La voz del castaño le encantaba a la pequeña, pues cada que lo escuchaba, aún en el vientre de Astrid, ella se movía sin parar.
Al ver que la bebecita había conciliado el sueño, la dejó en su moisés, justo al lado de su cama.
Inmediatamente se acurrucó con Astrid. Reposó su cabeza en su pecho y escuchaba los latidos de su corazón.
—Nuestra primera noche completos. —comentó, mientras se aferraba más a la rubia.
La noche anterior fue un completo caos. Ambos terminaron dormidos, pero con el enojo incrustado en su garganta. Así que, hasta este momento, él pretendía disfrutar a su mujer y apapacharla como no lo había hecho ayer.
La cosa tierna que descansaba en su cama inició con su llanto. Astrid estaba sumamente cansada que el potente llanto de la bebé no pudo despertarla.
—Ay, cielo. —Acarició la mejilla de la rubia. Se dio este día para estar con ella y ayudarla en lo que pudiera. Fue testigo de lo demandante que es un bebé y como Zephyr había hecho llorar a mamá toda esta tarde porque no quería sujetarle el pecho.
Hiccup se levantó y con mucho amor cargó a ese costal de berridos, meciéndola. Zephyr, hasta cierto punto, se calmó. Pero al haberla acostado, nuevamente, en donde era su lugar, volvió el conflicto.
Hiccup la mañana siguiente tenía que atender muchísimas cosas. Trataba de consolar a su niña desde su cuna, pero era imposible.
—Está bien, está bien —la trajo consigo hasta la cama —. Solo esta noche, niña berrinchuda de mi corazón.
Y la puso entre ambos. Con su reina profundamente dormida y ahora la princesa durmiendo en la cama, no podría descansar mejor.
Era tan chiquita. Descansó su mano en la pancita de la bebé para que se sintiera acompañada y los dejara descansar.
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— ¡Hiccup!
—Dos horas más. —suplicó.
— ¡Hiccup! ¡Tú y Zephyr me tiraron de la cama! —regañó Hofferson.
Le habían advertido que su esposo también sería como tener un hijo, mas no imaginó que esa etapa vendría pronto.
—Cielo, ¿qué hace la bebé en la cama? —preguntó, cargándola. Estaba más que despierta, con una manita en su boca —. La vas a malcriar...
—Estabas muy cansada y no quise despertarte. No pude controlarla, lloraba cada que la colocaba en su moisés.
—Ay, Hiccup... acabas de cederle un capricho. Ahora no dejará de hacerlo nunca...
—Amor, ¡es que debiste ver su carita! Es como si hubiera abandonado a una Astrid Hofferson, solo que más chiquita, castaña y pecosa.
—Ay, cariño. ¿Qué haría sin ti? —Sonrió y se sentó a su lado, recargando su cabeza —. Supongo no puedo quejarme. Papi se encargó solito de ti la noche entera.
—No puedo dejar que la luz de primavera se apague... —Observó a su bebé, paseando su dedo por el regordete y suave cachetito —. Es como la diosa de esta etapa. Su piel es de un color cálido, sus ojos son azul, tan firme como las floreces que crecen cada año alrededor de esta casa; sus pecas son como la exquisita tierra fértil que permite y protege a toda la vegetación.
¿Quién no moriría de ternura con tanta cursilería? Estaba tan contenta de esta decisión que le cambió toda su vida. No había nada más glorioso saber que su hija estaba siendo recibida por el amor más puro y, en algunas ocasiones, ciego. Hiccup moría de dulzura con esta pequeña y lo hacía resaltar su lado más sentimental y poético.
Nunca planeó tener hijos. Pero siempre estuvo segura de que, si ella llegara a gestar una vida, antes de este proceso habría elegido al hombre perfecto: al hombre que amaría y aceptaría con locura a sus hijos.
—Ay, no. Quiero otro. —comentó el castaño, con ilusión.
Astrid se tensó y retiró de su lado. Colocó a la beba en su cama y caminó de un lado a otro, rebuscando aire.
—Hiccup, no te voy a negar que esto —señaló a su niña —. Es un milagro y es inexplicable... Es mi bebé y la amo desde que supe que estaba aquí —tocó su vientre —, pero es tan difícil cargar con una vida más. Te cambia completamente y yo tuve mucho miedo de haber desarrollado... ¡odio hacia mi propia bebita! Mi madre sufrió depresión después de parir y nos rechazó tanto a Oliver como a mí de principio y yo... —quebró. Cubrió su rostro con pena y ladeó su cuerpo —. Es estúpido, pero es real... Y ahora la tengo aquí y Thor santísimo, soy tan feliz... pero el pueblo no la quiere. ¿Y si mi segundo bebé es otra pequeña? ¡No podría con que me la rechacen!
—Astrid —La tomó por los hombros al ver su alteración —. Un bebé es hermoso y quisiera otro. Pero ¿sabes que quiero más? —la rubia negó, prestando atención y con sus ojeras brillando por la reciente humedad caída de sus ojos —, a ti. Y antes que pensar en cubrir las necesidades de otro ser humano, te quiero sana, te quiero fuerte, te quiero segura...
Ya no aguantó más y lo enredó en sus brazos. Sollozó sin parar en su torso. Luego de su parto, claramente la jodida sensibilidad la tenía fuera de sí.
El jinete procedió a cubrirla con sus brazos. Su mano acariciaba la espalda, con consuelo, de arriba a abajo y un pequeño beso en su cabello cerró su apoyo.
—Antes de un bebé, quiero que tú seas feliz. Y aunque es una ilusión muy bella, puedo vivir sin ella.
—Gracias, Hiccup... yo sé que he sido una mujer poco provincial y quiero darte todo lo que un hombre busca para su familia...
Pero antes de que ella pudiera acabar y sin previo aviso, tomó su cintura y la acercó con ferocidad, tocando sus labios y besándola como si no lo hubiera hecho recientemente.
Astrid se dejó llevar por el sentimiento y descansó sus brazos alrededor de su cuello. Mientras que Hiccup cargó las piernas de la muchacha y no paró de besarla hasta sentarse con ella encima de sus muslos, en la cama.
—Solo te quiero a ti, tal como eres. Entiéndelo, por favor —tomó otra vez sus labios —. De haber querido una chica provincial, el pescado parlanchín nunca habría puesto sus ojos en la maravillosa hija de los Hofferson.
La sonrisa se escapó de su boca y se acurrucó con él. No entendería jamás cómo es que él se fijó en ella, pues hasta este punto, Hiccup era perfecto.
Quizás, no lo merecía. Aunque, tampoco estaba dispuesta a perder esta oportunidad de disfrutarlo, sentirlo cerca, tenerlo en su cama, sintiendo el calor más apasionante que nadie más le hará sentir. Y le había dado una hija, ¡ella! ¡Astrid Hofferson le dio una hija al gran líder de Berk y jinete de dragones! Nadie dejaría tanta huella como la mujer que le regaló a la primera princesa en su vida.
—Te conozco. Deja de pensar que en algún momento dejaré de sentir todo esto. —Agarró la mano de la rubia y la puso en su corazón.
Su corazón palpitaba con mucha fuerza. Astrid se encontraba muy sentimental y sus niveles de ansiedad y pánico estaban por encima de la media. Estaba contento de ser él el que tendría que atender todo esto y sin lamentos, pues Astrid sería tan segura de sí misma si hubiera decidido no tener a la bebé. Pero aquí estaba, valiente y aventurera, conociendo esta nueva etapa que los deparaba a los dos.
Si a su lady ahora la carcomían los temores, era porque cuidó de su niña todos estos meses y encima dio guerrilla para que saliera a conocer el mundo.
Y no importa. Ahí estará él, esperando ayudarla a recuperar toda su confianza en sí misma.
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Aquí está una pequeña escena eliminada jsjsjsjs. Esto estaba planeado como una historia que Astrid le contaría a Heather por cierta situación específica y nueva, pero decidí dejarlo así uwu. Disculpen lo cursi y lo mal escrito xd ya saben que me oxido y he andado con fallas en la inspiración, pero para no dejarlas en blanco les traje esto que lo traía en el corazón jsjsjs.
Extraño tanto esta historia y escribirla :'(. Me entretuve muchísimo, tuve muchas ideas, apoyo, algunos capítulos me encantó cómo los escribí, etcétera.
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