𝐂apítulo ⅩⅤ: te esperan afuera

Y ahí estaba la rubia, ayudándole a la mujer mayor a beber su caldo, pues ya tenía muy pocas fuerzas.

—Ay, mi vida. Sé que voy a un lugar mejor —emitió, con nostalgia —, pero las voy a extrañar muchísimo.

—Señora Engla, no diga eso. Usted no se va ir.

Le trató de animar, pues muchas veces, las esperanzas y mentes positivas pueden prolongar la vida. Sin embargo, la mujer estaba desahuciada por su curandera, y no tenían que ser unos genios para saber que la mujer tenía poco tiempo.

—Por favor, Astrid... no tienes que fingir conmigo —mencionó, con una sonrisa. Dejó de aceptar su caldo —. Cuidé de ti y tu pequeña, con tanto amor. Pero ya no estaré para protegerlas.

—No necesito de nadie más —afirmó, orgullosa, mientras la anciana negaba.

—Astrid, querida; eres fuerte, sola o acompañada, pero tener un apoyo nunca está mal —la tomó de las manos —. Vuelve con tu esposo, por tu hija. Juntos son más fuertes, se protegerían entre sí. Y eso, querida, no los hace débiles.

La rubia tragó saliva. Era como si la mujer pudiera leer sus pensamientos. Estar tan cercana a la muerte la hacía más sabía, como si los dioses le dieran todas las respuestas.

Era verdad que después de la muerte de Engla, no pasaría un solo día en la habitación de ese hogar a mereced del señor Aran. Y era una decisión arriesgada, ya que, al poner un pie fuera de esa casa, no había plan qué seguir.

.

.

Los negocios se hacían presentes desde que esa linda muchacha había llegado al pueblo. Jamás se pudo llevar a cabo ninguno de ellos por ser la protegida de Engla, pero ahora que su mujer estaba muy enferma y a un paso de la muerte, podría concretar su futuro a través de esa muchacha.

Perdió millones por acceder a caprichos de Engla, por velar por la seguridad de esa niña y mantenerla. Nunca podría llegar a aquellas cifras tan grandes que llegaron a ofrecerle, pero mínimo, podía aspirar a algo decente.

Con un pie sobre la muerte, Aran ya había comenzado una subasta por la chica rubia. Cualquier varón del pueblo la conocía, eran clientes frecuentes y todos se deslumbraban por la belleza de la muchacha.

Cada uno gritaba y peleaba por ganar el precio más alto, hasta que cierto pelinegro gritó una cantidad que nadie era capaz de aumentar tamaño compendio.

—Cincuenta millones —alzó la voz, con su ficha al aire.

—Cincuenta millones a la una —el conteo dio inicio. Aran esperaba ansioso, con una esperanza de que aquella cantidad pudiera inflar más su valor —. Cincuenta millones a las dos —pero, era totalmente honesto, y es que cincuenta millones era algo que solo tierras enriquecidas podían darse el lujo de tener. Generalmente, solo Berk y las islas oscuras —cazadores de dragones— podían ser dueños de tanto valor monetario —. Cincuenta millones a las tres. Vendida.

Finalizó la subasta. Daven había ganado la libertad de Astrid, convencido de llevarla a Berk. Solo que, había un detalle que había olvidado.

—Lo siento, muchachos. La joven Hofferson está completamente vendida —declaró, feliz y orgulloso —. Pero tengo a disposición de ustedes, caballeros, una niña de cuatro años. De hecho, es hija de la señorita recién vendida. Aún es pequeña, pero es hermosa. Podría crecer tan bella como su madre.

Y se emprendieron los gritos. Demonios, había olvidado que Astrid tenía una hija, y era tan importante salvarla como a ella. Pero había gastado todo su fortunio en la rubia.

Ya no contaba con más de lo que había perdido ya. Esto, definitivamente, frustraba los planes.

.

.

La señora Engla había entrado en una crisis. Empezó a toser, cubriéndose con un trapo blanco. Astrid la ayudó a sostenerlo, pues la señora estaba perdiendo más fuerzas. Se estaba desmayando.

Al remover el pañuelo, la cantidad de sangre evacuada de su boca era impresionante.

—No, señora. ¡Resista! —suplicó, sirviendo un poco de agua que era lo que, generalmente, calmaba esas crisis, pero Engla negó con pocas fuerzas.

Aran entró inmediatamente, con un curandero novato de reserva que la propia Engla contrató para su salud.

A empujones, Aran sacó a Astrid de ahí.

.

.

El rato pasaba, con mucha lentitud. Astrid estaba sentada justo afuera de la puerta de la habitación de Engla, esperando.

Engla era una mujer muy fuerte, perseverante, obstinada. Ni la misma muerte le arrebataría la vida así de la nada. Y el día en que, verdaderamente se vaya, es porque ya no tenía una sola fuerza para luchar.

Ahora, se sentía tan tonta por sentir tan pocas fuerzas, después de que esta mujer haya lidiado con una enfermedad tan fuerte durante cuatro años. Aquella mujer de inmensa bonhomía, que no merecía algún mal en esta vida.

Después de tanta espera, el curandero salió del cuarto, no dándole una sola explicación de la salud de Engla.

Aran se acercó a la muchacha: —Ya no tienes nada que hacer aquí —soltó. La prueba suficiente de que todo el dolor que Engla sentía, ya no hacía acto de presencia en el mundo de los vivos —. Te esperan afuera. Quiero que tengas muy contento al joven, inepta. Pagó una fuerte cantidad por ti —Astrid peló los ojos, asustada.

—Usted hizo, ¡¿qué?! —asombrada, con los ojos llenándose de lágrimas.

—Y por tu mocosa no te preocupes. El dueño de ella también vino por ella.

— ¡¿Cómo se atreve a vender a mi hija?! —vociferó, abalanzándose al mayor.

— ¡Estúpida! —la separó de él, plantándole una bofetada —. Eres una inútil. ¡Te hice un maldito favor! No sabes ser mujer, ¡mucho menos cuidar de una niña!

—No, esto no puede estar pasando —negaba, tocándose la cabeza, sintiendo como todo se nublaba.

Daven notó la discusión y se aproximó. Justo cuando llegó, la rubia se desplomó, pero el pelinegro logró sostenerla.

—Ya llévatela, no quiero verla.

La tomó en brazos y procedió a sacarla. Astrid iba bastante inquieta, peleando inconsciente.

Astrid despertó de golpe, tomando a Daven por los brazos.

— ¡Ayúdame, se llevaron a mi hija! —comentó, llorando desconsoladamente.

— ¡Astrid, Astrid, Astrid! —bramó, tratando de tranquilizarla —. ¡Zephyr está conmigo! —se hizo a un lado, dejando a la vista a la Furia Luminosa.

Zephyr corrió a su madre, abrazándola.

—Gracias a Thor —suspiró, abrazando a la niña con fuerza, sin poder parar de llorar.

—Mami, un señor me quiso llevar con él —la pequeña lloraba, asustada.

—Mi amor, ¡perdóname! —la estrechó con más fuerza, cargándola —. Sácanos de aquí, Daven —volteó la mirada.

Había sido muy grosera con él. Daven era aquel sujeto que siempre hacía lo correcto, que siempre terminaba auxiliándola y jamás se le agradecía como se debe.

No sabe lo que hizo para que no se llevaran a Zephyr, pero estaba inconmensurablemente agradecida. Nunca podría terminar de agradecerle.

.

.

Y bueno, hasta aquí el capítulo de hoy.

Renové la portada porque la historia entra en una "temporada nueva". Y para los afortunados que están aquí, siguiendo con puntualidad las actualizaciones, podrán ver esta portada en acto de presencia.

Probablemente se renueve con el tiempo, una vez más, dando inicio a otra temporada. Pero una vez que acabe la historia, volveré a colocar la portada principal, con la que todos la conocieron, para que más personas, si la llegan a leer, se vayan sorprendiendo.

¿Qué les parece? ¿Les gusta? Personalmente, a mí sí. Y no es porque la haya hecho yo, sino que realmente tuvo un resultado satisfactorio para mí y me aventuré a hacer cosas que no creí hacer nunca ahre.

Espero que les haya gustado, las invito a unirse a un grupo hiccstrid de whatsapp donde todos nos estamos conociendo.

Si alguna vez necesitan una portada, con confianza pueden pasarse por mi book cover "Portadas sencillas para personas desesperadas" y podemos llegar a un acuerdo 😉

La historia ya está cerca de lo que todas esperamos, gg. Aunque, no de su fin 7u7 así que todavía hay para un rato Mujeres en tiempos vikingos. 

 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top