Umbride (Harry Potter)
Dolores Umbridge estaba en su oficina, estaba muy contenta, habia manchado la reputación de uno de los mejores magos del mundo mágico, también la del Elegido, y, si todo marchaba como ella esperaba, pronto sería la ministra de Magia y nadie podria con ella, tal y como habían acabado con la mediocre de Skeeter.
Un par de pisos más abajo, en el recibidor del Ministerio de Magia, una niña encapuchada entró, acompañada de una pequeña y extraña comparsa, siete centauros (se habían convertido en socios principales), un par de duendes y cuatro elfos domésticos rebeldes, pero aún y así, estaban lejos de ser el grupo más extraño del lugar.
-Disculpe...- se dirigió la niña hacia una mujer en información (de todo había en el endemoniado lugar) con su tono de voz más inocente- ¿Podría decirme dónde está la oficina de Dolores Umbridge? Mi mamá me dijo que trabaja para ella, y yo he venido para verla, pero no sé dónde es...- la mujer, bastante mayor, la miró enternecida
-Está en el tercer piso, si subes por el ascensor dale al cuarto botón a la izquierda, luego sales por un pasillo muy amplio y verás una puerta con un ojo mecánico, ahí es.- luego suspiró- Ojalá mis hijos me hubieran venido a ver cuando eran pequeños, o al menos mis nietos vinieran de vez en cuando... En fin, dale recuerdos a tu madre de mi parte, y dile que tiene una hija encantadora- luego le guiñó el ojo y la pequeña se dirigió a su compañía
-Al ascensor- luego les repitió las indicaciones a los centauros hasta que se les quedaron grabadas en la mente.
Una vez el ascensor se abrió los centauros salieron primero, luego los duendes de dispersaron por todo el piso y los elfos domésticos desaparecieron con un ¡plop! junto a la niña.
Umbridge estaba acabando de ordenar unos papeles, cuando llamaron a su puerta, quiso ver quién era, pero el ojo mecánico no respondía, así que se resignó e hizo pasar a quien estuviera fuera.
"Ese maldito cacharro no sirve de nada, no me extraña que el propietario muriese." pensó, pero se quedó de piedra cuando vio quienes entraban en su despacho.
-Dolores- ronroneó uno de los centauros -¿Nos extrañaste?- luego sonrió de forma sombría al escuchar los gritos de pánico de la mujer.
-Grita lo que quieras, hemos hecho un hechizo de insonorización, así que nadie te oirá por mucho que patalees o intentes deshacer el conjuro.- dijo otro- Oye, mejor nos la llevamos ya, antes de que se haga tarde, Moon nos está esperando...-
Un tercer centauro le dió un zape.
-Se supone que nadie debe saber su nombre, ni siquiera su apodo...- le regañó, pero al final sonrió de forma paternal- Pero es igual, total, ésta mujer no podrá decir nada al final.- dijo, como si intentase consolar a su compañero por su metida de pata (yo y mis bromas) .
-¿Moon?- se preguntó Dolores- ¿Esa Moon?- no tenía ni idea de quién hablaban, pero si conseguía hacerles creer que sabía quién era esa persona, tal vez pudiera salvarse.
-No.- dijeron todos los centauros a la vez cortantes.
Luego un par de acercaron a ella, la sugetaron por los brazos y esperaron pacientemente, hasta que un elfo doméstico apareció.
-La señorita...- el elfo paró abruptamente mirando con desconfianza a la mujer
-Tranquilo, ella ya sabe el nombre.- lo puso en situación uno de los centauros.
-Está bien, la señorita Moon les espera, Trix les llevará, los otros están con los duendes.- terminó la frase el elfo, pero fue interrumpido.
-Yo sé quién es Moon.- se arriesgó Umbridge, pero el elfo se giró escéptico hacia ella
-Imposible, la señorita Moon no es de aquí, ni siquiera debería estar aquí, pero como siempre la señorita Moon se ha arriesgado al aceptar un encargo como éste...- refunfuñó Trix inflando los mofletes, luego rodó los ojos, hizo un gesto y todos los cíclopes se cogieron de las manos, luego el mismo Trix agarró a uno de ellos y se colgó de la pierna de Umbridge, y desaparecieron.
Reaparecieron en una cueva cercana a cierta ciudad ya mencionada en el otro capítulo, bajaron unas escaleras y llegaron a una especie de celda, con una cama y una mesa con una manzana, al otro lado había un sillón y muchos sofás, en una silla en el centro hicieron sentarse a Dolores, de cara al sillón, dónde se encontraba la niña.
-Supongo que tú debes ser Moon.- escupió la señora con odio puro
-Y yo supongo que tú ya sabrás que no importa si sabes o no quien soy, ya que, de todas formas, no vas a salir de aquí con vida.- devolvió con veneno en sus palabras la pequeña, nadie podría decir cómo era, puesto que llevaba una máscara blanca sin decoración que solo dejaba al descubierto una tela negra que tapaba sus ojos, para que pudiera ver, sin ser vista, también había tela que cubría toda su piel, y el cabello estaba cubierto por una capucha negra.
La imagen de esa niña en si daba bastante miedo, pero su voz era demasiado grave, y eso aterraba.
-Atadla a la silla.- exigió, poniendo un tono bastante más agudo del que había usado antes- Maldito modulador de voz, Valdez me estafó.- refunfuñó, Dolores estaba bastante confundida, mientras la ataban a una silla con una cuerda, la niña despotricaba contra un elfo latino.
-¿Y ahora?- preguntó uno de los centauros.
-Ahora me encargo yo. Luego os divertireis vosotros, pero es mi turno.- sonrió fríamente y se dirigió a la mesa, dónde, junto a la manzana, había una daga, muy similar a la que cierto romano había estado usando...
Se giró de repente, y se dirigió hacia la prisionera, con la daga en una mano y la manzana en la otra.
-Elige, la manzana para acabar con esto ahora, o te torturaré hasta en cansancio, tuyo o mío, es igual.-
-Púdrete- escupió Dolores, la niña sonrió (aunque la víctima no se dio cuenta de ello), tendria más diversión.
-Tu elegiste.-
Con un movimiento rápido y preciso hizo un corte profundo en la cara de la mujer, y , antes de que se pudiera recuperar del dolor ardiente en la mejilla, clavó esa misma daga en su pierna derecha, luego en la izquierda, luego otra vez en la derecha, y así hasta acabar cubierta de sangre, y, al alejarse, notar como la mujer iba perdiendo sangre por los cortes el sus piernas, brazos, y cara...
Entonces se le ocurrió una idea mejor.
Con la daga cortó su cuero cabelludo, llevándose mucha piel consigo, y sonriendo ante los gritos de dolor, luego, al terminar, miró su obra de arte.
Pero no era suficiente dolor para ella, en la carta especificaba que debía sufrir MUCHO...
-Chicos, os toca, yo voy a por el resto del equipo.- entonces se alejó subiendo por las escaleras hasta lo que era su dormitorio, dónde se quitó la máscara y toda la ropa superficial, y se dirigió a Trix.
-Vayamos a terminar el trabajo- sonrió encantada, entonces cogió al elfo de la mano y desaparecieron.
Al abrir los ojos, la niña estaba en el ascensor de nuevo, en el mismo piso de antes, y frente a ella, un espectáculo que la hizo regocijarse por dentro, mientras por fuera debía poner una cara de horror.
Todo el mundo corría arriba y abajo, gritaban despavoridos algo sobre unos duendes terroristas mientras se escuchaban explosiones, por suerte, antes de salir, les había hecho a los duendes ponerse unas máscaras que les tapase las caras.
El duende más cercano y ella compartieron una mirada, y éste llamó a su compañero, luego la niña dio ánimos al elfo y desapareció en el ascensor.
Al bajar corrió fingiendo terror hacia la señora de información.
-¿Estás bien, tesoro?- quiso saber la anciana mujer, pero la pequeña tenía un "ataque de pánico" y soltó todo de sopetón.
-¡No he encontrado a mi mamá! ¡Ni a la señora Umbridge! ¡Y unos duendes han empezado a hacer explotar cosas y...y... CREO QUE HAN SECUESTRADO A DOLORES UMBRIDGE!- y empezó a llorar, llorar falsamente, puesto que internamente estaba de lo más feliz de haber tomado clases de interpretación de pequeña, mientras veía a la mujer desesperada llamando a seguridad a gritos.
En ese momento Trix aparece a su lado.
-¡Señorita!- chilló- ¡La he estado buscando, su madre dice que ayudará a la gente a salir de aquí, así que Trix la llevará a casa!- anunció lo suficientemente alto para que la mujer detrás suyo se enterase de los planes.
-Muy bien, tesoro, ve con el elfo doméstico a tu casa, tu mamá se encargará de todo y, si han secuestrado a alguien, la rescatarán, ¿vale, cielo?- intentó tranquilizar a la pequeña, ésta asintió, le dió la mano a Trix y desapareció.
De nuevo en la cueva la niña volvió a cambiarse, para luego bajar a la sala de torturas, dónde encontró a Umbridge llorando sin control y a los centauros sentados tranquilamente charlando entre ellos y jugando a cartas.
-¿Que tanto ha sufrido?- a la niña no le importaban los métodos, sino los efectos, y tras recibir una respuesta sonrió, "ha sufrido tanto que parecía querer romperse la garganta de tanto gritar".
Luego se dirigió a la mujer.
-¿Manzana o dolor?- volvió a ofrecer, sabiendo ya la respuesta.
-Manzana- murmuró Umbridge
-No te oigo- canturreó la pequeña
-¡MANZANA!- gritó desesperada la desdichada mujer.
-Oye, no hace falta que grites.- se quejó la niña, mientras cogía la manzana y se la dejaba en la boca.
Estaba tan débil que casi no podía comer, pero tras la tercera mordida, ya no hizo falta, empezó a convulsionar sin control, se puso roja y después violeta, la fiebre le subió, sintió que la cabeza iba a explotarle y parecía que el estómago y los pulmones estuviesen pelando, golpeando al corazón entre sus puñetazos.
Luego, tan de repente como empezó todo, terminó.
Y así, Dolores Jane Umbridge dió fin a su vida en un suicidio.
La niña tomó una foto y la guardó en dos sobre, dónde puso un nombre en uno y otro en el otro.
"El trabajo está hecho,
Ya saben, la siguiente víctima en los comentarios 😉
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