Capítulo II
Unas semanas habían pasado desde que Muerte se había topado con Isla, él no quería tomarle importancia a las cosas, se dirigía a la reunión a la que su padre los llamaba cada cierto tiempo, era el único momento en el que se miraban todos, y daban cuentas de lo que hacían.
El mismo lugar todo el tiempo, el padre de ellos nunca cambiaba su sala de reuniones, la selva del Amazonas, les daba un ambiente lleno de naturalidad, Muerte pasó por los pequeños ríos del lugar, en su forma etérea podía volar, así que ir a cualquier lugar no era difícil.
Al llegar sus demás hermanos, ya estaban terminando de poner sus lugares, al lado del Tiempo todos tomaban la forma que les correspondía, unos pasos delicados se escucharon, la madre Naturaleza se hacía presente en el lugar haciendo que todos guardarán silencio, ella con un rostro moreno y perfilado, labios gruesos y cabello ondulado, vistiendo un largo vestido verde, le daba la entrada al padre Tiempo, que vestía de blanco, todos saludaron a su padre y madre, a excepción de él que se limitó a rodar los ojos.
— Buenas tardes a todos — Dijo con voz solemne abriendo la reunión – me encanta verlos a todos reunidos, casi nunca convivimos — La mirada de Muerte se posó en su padre — Quiero ver sus rostros — Tiempo levanto sus manos, y al hacerlo uno a uno fueron transformándose a la forma humana — Los he reunido, porque últimamente han ocurrido algunas cosas a madre Naturaleza, ella se los explicara mejor — Los ojos grises de Tiempo se posaron en los cafés de Naturaleza.
— Hace años, por no decir en el inicio de los tiempos — Miró a todos sus hijos — los seres humanos, podían convivir conmigo con normalidad, cuidando de ellos mismos por medio de mí. Convivían en armonía, sin embargo, actualmente, se dedican a destruirme — Muerte alzó una ceja — Padre Tiempo los llamó para que ustedes pudieran hacerle conciencia a los humanos.
—Todo es culpa de Avaricia — Resonó la voz de Amor, que con una sonrisa de lado se quedó observando a la mujer castaña que era Avaricia — Si no fueras tan déspota.
—Quizá es porque tú no haces bien tu trabajo — Respiró al fruncir su ceño — vives jactándote de ser perfecta — Amor entrecerró sus ojos — y eres el peor de los males.
Muerte se rio levemente, era divertido ver arder el mundo, se lamió los labios dejando una sonrisa en los mismos. Se sentó en una raíz gigante de un árbol, el musgo se secó, Muerte frunció sus labios. Dejó de escuchar las palabras que todos comenzaban a decirse, siempre que habían reuniones todos se sacaban cosas que creían eran culpa de cualquiera menos de ellos. Él decidía no discutir, tenía muchas razones por las cuales perder una discusión.
En un momento, el silencio se hizo sobre todos. Tiempo se había levantado, con los ojos puestos en él. Muerte alzó su vista para observar a su padre, no quitó su sonrisa del rostro.
— ¿Y tú no dirás nada? — Muerte se encogió de hombros, mientras sonreía.
—No tengo nada que decir, simplemente que si tienen algo que quieran que toque con gusto llego para que se vaya de este plano — Sus hermanos menores lo miraron con atención, Vida que estaba al lado de Madre tiempo lo observó de lejos, con detenimiento — Yo soy el segundo de la familia, si quieren una opinión acertada, no dudo que Vida puede con todo gusto contestar sus dudas — Los ojos azules de Vida se clavaron en los heterocromáticos de su hermano, sintiendo la malicia en cada palabra de su hermano.
— Que cobarde — Dijo con voz serena — actualmente, te has dedicado a matar a personas de más — Muerte se rio — No es gracioso, cada quien tiene un tiempo, tú no puedes acortarlo como lo has estado haciendo.
—Me aburro hermanita — Contestó haciendo que todos los demás simplemente los observarán, el silencio causaba una tensión casi palpable — A ti, eso no te importa porque entre más traes al mundo mejor te sientes, hay gente que te odia, por la vida que les das — Ella bufó — No me eches la culpa, de aprovechar un sentimiento, e insinuar una decisión.
—Los demás pueden irse, recuerden su misión — Quedando así solo Vida y Muerte frente a frente delante de Tiempo — Por qué siempre están peleándose, son un equilibrio.
—No le diré nada, si no rompe ese equilibrio — Refutó Vida.
—No estoy para hacerte caso — Dijo él con una ceja alzada — nunca estás, en el momento en que se van, solamente disfrutas viéndolos venir.
—Esa es la ley que no podemos romper, tú no estás cuando vienen al mundo — Muerte sonrió.
—Ya he estado, cuando ellos vienen al mundo, pero tú nunca estás cuando se van — Se encogió de hombros — Tengo igual derecho de llevármelos cuando aún les queda tiempo.
—Padre — Susurró Vida mirando a Tiempo buscando apoyo.
—Deja de romper leyes naturales — Muerte rodó los ojos.
—Seh, Seh — Se encogió de hombros, para luego irse.
***
Se mantuvo yendo y viniendo de un lugar a otro, hasta que se detuvo de nuevo en Inglaterra, después de llevarse a quien debía llevarse, se posó un momento en el puente de Londres, recordando cuanta gente había muerto desde ese lugar. Se materializó para poder pasar sus manos por las rocas del puente, igual sin poder sentir lo frías que estaban. Fijó su vista en el agua, se movía lentamente siguiendo su cauce.
Entonces sintió como absorbió energía de la nada, giró su cabeza para toparse con una maraña de cabellos rizados rojos, y un rostro pecoso. Se alejó completamente de ella, con un poco de temor, la observó, era Isla.
—Lo siento, no quería asustarte — Vio como se ponía la mano en la frente, y se agarraba del puente — Me mareé — Sonrió levemente para luego mirarlos con los grandes ojos almendrados de color azul — La noche anterior me quedé pensando si te habías mojado o algo — Muerte no entendía, ella estaba hablando con él como si nada.
—No me moje — Contestó con la mirada aún pendiente de que ella no se desvaneciera de ninguna forma.
— Me alegro mucho, pensé que te habías empapado. Pasó por mí mente llamar a Sam para que te quedaras con él, pero supuse que ya ibas hacia tu hermandad — Muerte negó levemente.
—Yo, vivo fuera de la Universidad — Mintió, para quedarse parado, Isla alzó una ceja — pero siempre me ha encantado el gran árbol cerca de tu pupilaje — Una sonrisa iluminó el rostro de la chica, sorprendiendo al chico más de lo que esperaba.
—Ese árbol es hermoso — Dijo Isla — ¿Recuerdas mi nombre?
—Muerte meditó un momento, si decírselo o no — Isla.
— Ah bueno pensé que se te había olvidado — Muerte negó con una sonrisa — Arum ¿Cierto?
Él asintió.
—Bueno pues, un gusto encontrarte de nuevo — Muerte pensó en hablar un poco más con ella.
— ¿Vas hacia la universidad? — Preguntó con media sonrisa, ella se detuvo para observarlo.
— Sí — Respondió con una sonrisa — ¿Tú también?
—Vamos juntos — Muerte comenzó a caminar al lado de Isla con tranquilidad, podía vivir sin tocarlo — ¿Música?
— ¿Perdón? — Preguntó Isla, para luego reír — Ah, sí, música es lo que estudio ¿Y tú?
—La observó — Historia — Las cejas rojizas de la chica se alzaron como respuesta.
—Siempre he tenido una duda, con este puente justamente — Muerte sonrió, se dio cuenta que estaba sonriendo de más, carraspeó y se intentó poner serio de nuevo — ¿De quién fue la idea? — Él alzó una ceja.
—Pues los Romanos necesitaban una forma de poder trasladarse, sin necesidad de mojarse, y de ahí nació la idea de crear un puente — Isla asintió, los rayos leves del sol golpearon los ojos celestes de ella, Muerte no pudo evitar, mirarla fijo — Por qué en medio de todas las carreras elegiste música.
— No soy muy buena expresándome de forma verbal — Movió su cabello con nerviosismo — Así que siempre la música me ayudó a expresar cómo me sentía.
—Todos los músicos a lo largo del tiempo piensan lo mismo — Isla asintió con una sonrisa — por eso son los mejores — Muerte la observó sonrojarse, así que pestañeó levemente para luego rascarse su cabello — ¿Dije algo malo?
—No, para nada — Dijo mientras seguían caminando.
***
Al llegar a la universidad la chica se despidió desde lejos, Muerte se abrazó a sí mismo, se sentía extraño, respiró profundo. Quería volver a hablar con ella, era una chica bastante normal, con gustos normales, como cualquier otra.
Muerte se encaminó fuera de la universidad, se convirtió en etéreo de nuevo para comenzar su labor. Las personas se iban mientras él las tocaba. Al final del día, se detuvo en un árbol grande, la gente creía que el pasaba su tiempo en un cementerio, sin embargo, prefería los espacios llenos de naturaleza, donde el olor de las flores llenaba su nariz, y donde las estrellas le daban luz a su rostro.
El recuerdo de Isla inundó su mente, fue tan espontáneo, tan sublime, pudo sentir de nuevo el tacto de la mano de ella, como si estuviera ahí. Pensó en que tal vez, podía verla sin que ella se diera cuenta. Se levantó, y surcando el aire llegó hasta el pupilaje de la chica. Entró por la ventana sin necesidad de mover nada material, era la ventaja de no materializarse.
Estaba arropada, se sentó cerca de la puerta solo para observarla, se movía de vez en cuando con naturalidad. Una risilla salió de ella, haciendo que Muerte alzará una ceja, la sábana de ella se cayó dejándola descubierta, Muerte se acercó y la cubrió de nuevo intentando no tocarla.
Luego de lograrlo, Isla se acomodó en su cama de nuevo, él escuchó como la lluvia comenzaba a caer. Se sentó de nuevo, para quedarse dormido poco a poco con la vista fija en ella.
En medio de la noche, él se despertó, la lluvia se había intensificado, ella temblaba, por el frío la vio levantarse, tenía puesto un short corto, sus piernas eran largas, era rellenita. Vio como se cambia su short por un pantalón de flores, hasta que se vio en el espejo.
—Bien hecho Isla — Dijo de nuevo — sigue comiendo de más y aumentará unas seis tallas de una sola vez — Su voz parecía un reproche que Muerte no evitó en sentir — Por eso no le gustas a nadie — De nuevo alzó una ceja él, hasta que la vio sonreír en el espejo — Vamos, estás rellenita de amor.
La observó, y en medio de todo, justo cuando un reflejo de un rayo cayó sobre él. Decidió seguir conociendo a Isla.
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