Distopía (laultraista)
Distopía es un cuidad en donde jamás he distinguido el día de la noche, lo único que se escucha son las sirenas de los carros patrullas, un grito al final de un callejón sin salida, el maullar de un gato sobre el tejado, la risa escandalosa de la loca de mi vecina.
Soy un escritor frustrado, escribo poesía, pero más bien parecen blasfemias, tengo 39 años, mi memoria me traiciona, no sé de dónde vengo, tengo vagos recuerdos de como llegué a Distopía, no sé mi nombre pero el hombre de la recepción me llama Borges, entre tanto mendigar por un buen tiempo encontré trabajo como sepulturero.
Llegué al "Hotel Persécula" un 25 de diciembre, ahora celebro mi aniversario veintidós; iba de camino a casa, cuando en medio del bosque me perdí, y entre nieve, ramas y luces opacas llegué a Distopía, un lugar que parece que se detuvo en el tiempo, halla por los 50's.
La cuidad se compone por edificios con callejones sin salida, la gente escucha la radio todo el día, la cual solo tiene dos emisoras, la primera es de noticias sobre la guerra fría entre la URRS y Estados Unidos; la segunda es de música que solo suena de ocho a once de la mañana, con canciones de Frank Sinatra.
Las personas son calladas y recaban información a través de miradas acosadoras e incómodas.
Podría irme... pero mi insomnio de manera involuntaria me haría regresar una y otra vez.
Podría encontrar el camino entre la oscuridad y la espesa niebla que cae cuando alguien intenta escapar.
Pero después de muchos intentos, resignarme me pareció una idea inteligente.
Ahora es navidad y mi aniversario veintidós en Distopía; los apagones son normales en estas fechas, gracias a mis vecinos del edificio de enfrente que por poco y no enredan de luces a su perro.
Son escandalosos, desbocados, dramáticos y exagerados, sus risas fingidas se escuchan por toda Distopía, sus ya tradicionales peleas de medianoche se convirtieron en mi única fuente de entretenimiento.
Pero en esa familia hay una excepción muy hermosa, su nombre es Bohemia, es callada y simple, si no fuera tan bella jamás notaría su presencia, mientras todos fingen ser felices ella se posa pegada a la ventana, desde mi ventana la miro tan aprisionada y pienso ¡Qué esperas Bohemia, se libre! Pero al instante me retracto, las calles son tan oscuras y violentas, que sería una verdadera lástima perder tanta belleza en un abrir y cerrar de ojos.
Prefiero alejarme de la ventana y acostarme en el sillón a fumar un cigarro. Mientras exhalaba cerré mis ojos y mi audición se agudizó; escuchaba a los gatos en el tejado, un ratón entre mi ropa, las sirenas de las patrullas al otro lado de la cuidad, los pasos pronunciados de una mujer con tacones bajando las escaleras de emergencias de los edificios, el freno indebido de un auto.
Abrí los ojos, inhalé todo lo que pude del cigarro y lo tiré a un lado del cenicero, tomé mi chaqueta y salí a caminar, la nieve había cesado, la gente haciendo compras a última hora, niños tirándose bolas de nieve, en las esquinas uno que otro árbol de navidad con las luces quemadas.
Después de un rato de vagar sin sentido se hizo medianoche, me dirigía a mi departamento cuando la nieve comenzó a espesar mientras la luna se perdía entre las nubes como si tratara de esconderse, cuando de repente se escuchó el grito de una mujer que me hizo estremecer, una bandada de pájaros salió de entre los árboles y volaron sobre mi cabeza mientras las campanas de la iglesia El Calvario comenzaron a sonar anunciando la navidad, de un callejón salió un hombre con sudadera negra corriendo hasta perderse entre la espesa nieve, corrí hacia el callejón y en el suelo estaba una mujer inconsciente, la cargué en mis brazos y la llevé a un hospital en donde dieron parte a la policía para que esta tomara la declaración de los hechos ocurridos esa noche.
De repente la mujer abrió sus enormes ojos azules ¿Cómo no la reconocí antes? Era Bohemia, asustada y con un tono un poco esquizofrénico gritó "déjenme sola, déjenme sola por favor".
Sin decir nada, solo nos miramos con el policía y decidimos salir. Mientras salía del cuarto me preguntaba cuál sería su versión de los hechos, qué le habrán hecho a Bohemia que la tenía al borde de la locura.
Ya en el pasillo del hospital, choqué con un hombre de sudadera negra, le pedí disculpas y este solo me miró de reojo, como si quisiera pasar desapercibido, en ese instante sentí que a lo había visto antes pero no recordaba en dónde, ni cuándo.
De pronto, a lo lejos, escuché un grito desgarrador que venía en la dirección del cuarto en donde estaba Bohemia, no sé ni cómo pero en cuestión de segundos corrí al cuarto y la vi degollada; una escena totalmente grotesca ¿Quién lo hizo y cómo sucedió? En ese instante, como si fuese una película, recordé al hombre de la sudadera negra.
¡Sí, es el mismo que salió del callejón! Corrí hasta la salida del hospital, pero el asesino ya había desaparecido entre la nieve, los policías fueron tras de él, entré al hospital y en los pasillos me fui preguntado ¿Cómo no pude notarlo antes? Regresó a terminar lo que empezó, cual maniático empedernido no podía dejar a su víctima viva... ¡Y pensar que pude haber salvado a Bohemia, si tan sólo hubiese recordado que era el mismo sujeto que intentó matarla en aquel callejón! Ahora ya es demasiado tarde, no hay marcha atrás, qué muerte más trágica tuvo esa mujer.
Llegué a su habitación, cerré la cortina y le dije ¡Feliz navidad Bohemia!
Salí del hospital de camino a mi casa, en una de las tantas cuadras me encontré a los policías y al asesino dentro de la patrulla, pensaron que me acercaría a indagar, pero dentro de la poca lógica que me queda, sé que nada de lo que diga o haga hará que Bohemia regrese. En el cruce de miradas, desde el otro lado de la calle, les grite ¡feliz navidad!
Al llegar a casa, me asomé a la ventana y me di cuenta de que llegué tarde a sus tradicionales peleas de medianoche; puedo jurar que ni siquiera han notado que Bohemia no está ahí.
Me recosté en mi sillón a fumar el último cigarro de la caja, exhalé y me dije en tono sarcástico ¡Feliz navidad Borges!
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