Capítulo 3
El sol se escondía lentamente entre las montañas de Mobius, brillando en un tono anaranjado. La tarde estaba pasando lentamente. Pero ahora es importante saber lo que pasó con aquel zorrito rubio.
Mientras que el erizo azul tenía sus conflictos mentales, él se dirigía a su taller después de un gran día lleno de labores. Esperaba avanzar un poco el proyecto que tenía en mente casi toda la mañana.
Durante el camino, pensaba en todo aquello que creyó más conveniente hacer. Con tantas ideas en la cabeza, estaba algo desesperado por llegar a casa, así que decidió volar con sus dos colitas.
Pensaba en que tal vez sería fantástico aumentar la velocidad a su querido Tornado X, o quizás en agregar un holograma a los comunicadores, eso sería una gran idea y sabía que dejaría sorprendido a todos sus amigos; o también estaba la opción de instalar algunas cámaras de seguridad en toda la ciudad, ya saben, para tener los ojos en todas partes, en cada rincón.
Y así una infinidad de ideas fluían en su mente, y de tan sólo pensar en las infinitas posibilidades, no podía evitar expresar la felicidad que sentía mediante una gran sonrisa. En su rostro se veía.
Pero bueno, en cualquier momento podía llegar a su taller, lo podía ver desde lejos y aceleró el vuelo. Una vez que estuvo frente a la puerta principal, sacó la llave bajo el tapete que decía "Bienvenido" y abrió la puerta. Obviamente si llevaba consigo las llaves, lo más probable es que se caerían; pero el porqué de esto es otra historia totalmente diferente.
Cuando entró a su hogar, trató de encontrar el interruptor de la luz rebuscando en la pared con una de sus pequeñas manos, y lo logró. Al ver claramente su casa, se dio cuenta del gran desastre que había dejado antes de salir hacia la casa del cobalto. Otras personas lo dejarían para después, pero la mente del zorrito no lo dejaría tranquilo sabiendo el gran desorden que dejó en casa. Sin esperar más, empezó a ordenar todo.
Demoró un poco, pero al menos su mente estaría más tranquila. Y ya que estaba acomodando sus herramientas, no pudo dejar escapar la idea de hacer realidad aquellos pensamientos que tuvo camino a casa.
Puede que tenga una mente brillante, pero si dejaba para mañana aquellos inventos, lo más probable es que los olvidaría por completo. No dejó pasar la oportunidad, además, aún es temprano, no pierde nada con comenzar en ese mismo momento.
(...)
El pequeño zorro se pasó toda la noche arreglando su avión, pero el cansancio se apoderó de su cuerpo, no pudo soportar más el sueño que al final optó por ir a descansar.
Las otras mejoras e ideas las haría mañana en la mañana.
Entró a su recámara, se quitó sus zapatillas y sus guantes, cogió una toalla y fue directo a su baño para tomar una pequeña ducha. Lo mismo de todas las noches. Realmente fue pequeña porque no tardó mucho en salir, sólo se secó el pelaje y fue directo a su cama sin antes apagar la luz, cerrando lentamente sus ojos...
(…)
Unas cuantas horas más, abrió sus ojos de golpe, juró escuchar un extraño sonido viniendo afuera de su casa. El sueño aún seguía en él, pero no tenía otra opción más que averiguar lo que estaba pasando, además de que la curiosidad era demasiada.
Miró la hora... eran las seis con cuarenta de la mañana, faltaba un poco más de tiempo para que el sol saliera de nuevo, así que tomó su comunicador y una linterna, ambos objetos los sacó de un pequeño cajón.
Empezó con paso veloz bajando las escaleras, pero se detuvo al escuchar otro sonido, ya no estaba tan seguro de salir, ahora sentía mucho miedo de lo que se pudiera encontrar ahí afuera, pero una parte de él no podía soportar la curiosidad, deseando salir.
Y eso fue lo que hizo, lentamente se dirigió a la puerta y giró la perilla, sacó primero su cabeza para ver a los lados, dándose cuenta de que no había ningún peligro… aún.
Salió lo más lento posible para no ocasionar ruido alguno, encendió su linterna con sus manos temblorosas y comenzó a investigar. Su corazón latía demasiado rápido. Pudo escuchar otro ruido en la parte trasera de su taller, no sabía explicar exactamente como era ese sonido, pero sí que era algo muy... horrible.
Acercó su pequeño cuerpo a los lados de su casa, tenía planeado rodearla, todo estaba bien, aún no había razón alguna para pedir ayuda a sus amigos, pensó que tal vez, y sólo tal vez podía arreglar este raro asunto por su cuenta.
Y así como llegó ese pensamiento, se fue inmediatamente. Los sonidos no paraban, aunque fueran pequeños los asustaban, y mucho.
Lo único que lo calmaba por ahora, era que el cielo se estaba iluminando un poco, y sin más rodeos continuó con su camino.
Encontró varios destrozos en las paredes de su casa, enormes rasguños, demasiado profundos. Aún con miedo, seguía avanzando. El césped estaba maltratado y con un extraño líquido sobre todo este y otras cosas que no le encontraba forma alguna, sólo sabía que eran partes de algún animal.
Entre más avanzaba, más podía sentir un olor terrible en sus fosas nasales. Comenzó a tener tanto asco que podía vomitar en cualquier momento.
Ya estaba muy cerca de llegar a la parte trasera de su taller, a lo lejos pudo divisar un gran bulto, de ahí venían los ruidos. Aquella cosa estaba agonizando de dolor, no sabía el porqué.
Se acercó un poco más y se escondió en la pared.
Lo qué alcanzó a ver... tal vez lo traume toda su vida...
Una gran bestia del triple de su tamaño, con pelaje grueso y oscuro, grandes y brillantes ojos verdes, colmillos realmente grandes y afilados que sobresalían de su hocico y con un aspecto bastante delgado que incluso sus huesos se marcaban demasiado en su piel.
El ojiazul no podía moverse de su lugar, estaba bastante aterrorizado. Solo podía observar como aquel animal devoraba los restos que quedaban de un cuerpo.
Justo en ese momento, su comunicador le hizo una mala jugada. Una pequeña alarma indicó que ya eran las siete de la mañana. Rápidamente, el menor trató de apagarlo, al mismo tiempo que el terrible monstruo volteaba a su dirección, haciendo un horrible gruñido. Al darse cuenta de lo cerca que estaba, el menor corrió lo más rápido que pudo de vuelta a su casa, pero aquel monstruo fue tras él. Lanzó un fuerte rugido, poniéndole los pelos de punta. Aquella cosa era mucho más grande y rápida que él, pero Tails alcanzó llegar a la puerta principal y cerrarla.
Una vez adentro, voló hasta el piso de arriba para pedir ayuda.
— ¡Knuckles, responde! —gritó desesperadamente en su comunicador, no recibió respuesta alguna, pero aquella bestia seguía rasguñando su puerta para abrirse pasó.
— ¡Knuckles, por favor responde! —expresó nuevamente pero solo escuchó la estática de la señal y los golpes en la puerta.
— Knuckles, necesito tu ayuda ¡De inmediato! —gritó una tercera vez, recibiendo por fin una respuesta.
— «Tails… ¿Sabes qué hora es? Son las…»
— ¡Ven a mi casa lo antes posible! ¡CORRE! —interrumpió el menor con tanta desesperación.
Del otro lado de la línea se escuchó como la bestia destruía la puerta principal, rugiendo terriblemente al ver a su amigo de dos colas. Knuckles quedó muy preocupado y asustado.
— «Tails, ¿¡Qué rayos está...!?» —otro gran estruendo interrumpió al rojizo. Tanta era su preocupación que inmediatamente se dirigió a la casa del menor.
Por otra parte, Tails buscó cuanto antes una salida, pero aquel monstruo ya estaba a unos cuantos pasos de él, mirándolo fijamente con tanta rabia. Una oleada de pánico invadió al zorrito al observar ese monstruoso semblante, la bestia gruñó y dio un gran salto, pero Tails logró esquivarlo y salió lo más rápido que pudo de aquella habitación. Corrió por el pasillo de la planta alta, dirigiéndose a su dormitorio, entró en el y cerró la puerta, bloqueándola con muebles y otras cosas. Miró a su alrededor apresuradamente en busca de una salida en caso de que las cosas se complicaran; había una gran ventana en su habitación por la cual podría salir volando fácilmente.
Afuera de la habitación, se escuchaban grandes pisadas y bufidos que cada vez aterrorizaban al pequeño. A cada segundo, aquellos sonidos se iban acercando. Rasguños, gruñidos, olfateadas y demás. El menor decidió ir en busca de un arma para defenderse en caso de que lo encontrara aquel animal, pero el más mínimo sonido que el provocara sería su fin. Lentamente se puso de pie dispuesto a dar su primer paso, pero la tabla que estaba debajo de su pie hizo un leve crujido, alertando a aquel monstruo. Sus nervios estaban a tope, tenía tanto miedo de que lo encontrara. No podía hacer la gran cosa para defenderse, ¡aquella cosa era enorme! pero al menos lo intentaría. Recobrando su valor, dio pasos rápidos hacia un delgado destornillador que colgaba de su puerta, la bestia rugió al saber de dónde provenían aquellos sonidos. Tails retrocedió con la herramienta en su mano hasta la ventana, la abrió en seguida y trató de ocultarse para esperar la llegada del monstruo.
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