#1: Imperium Barbarorum
El Sol brillaba con fuerza en los cielos, iluminando con su luz las actividades en un parque público. Y entre las familias pasando el rato, y los niños jugando, se encontraba una joven pareja. Ambos de cabellos rubios, disfrutaban de un picnic al aire libre, recostados directamente sobre el fresco césped del lugar.
—¿En verdad no tenían de estos en tu mundo? —preguntó la mujer, con sus ojos celestes fijos en aquel hombre.
—No —exclamó el varón, disfrutando de pasar su mano por el pasto—. No dejamos mucho lugar para la naturaleza en nuestro mundo. Todo lo reemplazamos con tecnología, excepto el agua. En nuestra cultura no había tiempo para estos momentos de paz, pues siempre se pensaba en la guerra contra los Skrulls o el seguir expandiéndonos por el universo. Incluso se erradico la vida vegetal en muchos planetas conquistados, justamente para evitar emboscadas y quitarles los escondites a los ejércitos enemigos.
—Eso suena terrible.
—Mientras más lo pienso, más razón tienes —dijo el hombre—. Y más agradecido estoy, de haberle dado la espalda a un Imperio tan decadente. Y de haberte conocido a ti, Carol —dijo el hombre mientras le acariciaba suavemente la mejilla a su contraria—. Tú, y Los Avengers le han dado un nuevo significado a mi vida. Y quisiera enseñarle este nuevo valor de la vida a todos los kree.
—Lo harás, Marv —dijo la mujer, tomando la mano del varón entre las suyas—. Y te ayudaré, en todo lo que pueda.
Ambos aproximaron sus rostros, sintiendo el cálido aliento que emanaba de sus bocas. Y fueron precisamente sus bocas las que continuaron aproximándose, para dar una fidedigna demostración de su amor. Pero la oscuridad interrumpió este amor, y lo desgarró completamente. Carol despertó, envuelta en las sombras de su habitación, apenas con un poco de luz ingresando por su ventana. Y allí estiró la mano a un costado, sintiendo el vacío que la ausencia de Mar-Vell había dejado. Con gran desgano se sentó al borde de su cama, con sus pies tocando inmediatamente algunas botellas vacías en el suelo. Y de reojo no pudo evitar ver una cuyo contenido estaba por la mitad, aun parada sobre la mesa de luz. Tomándola entre sus manos, la observó con desprecio mientras no podía evitar temblar. Tenía suerte de que su metabolismo mitad kree le permitiera ingerir más alcohol que un humano normal, o al menos eso se repetía en su cabeza. Y entonces volvió a mirar su mesa de luz, donde reposaba una foto de ella y Mar-Vell como una pareja normal. Y junto a esa foto, se encontraba un anillo de compromiso. No pudiendo evitar quebrarse, lágrimas empezaron a recorrer su rostro al mismo tiempo que el vodka puro descendía por su garganta.
Alejados de la Tierra, se encontraba un enorme planeta conocido como Hala. Aquel planeta, extremadamente similar a Saturno por los anillos que los rodeaban, fue en antaño el planeta principal del Imperio Kree. Ahora aquel mundo era un intento de república, pero cargados de resentimiento. Y con el sol brillando en lo alto el senado se había reunido para plantear sus siguientes acciones.
—Nuestro mundo fue la cuna del Imperio más grande del universo —hablaba un joven, con la fiera apariencia de un guerrero—. Los kree fuimos temidos y respetados por todo el cosmos, y ya es hora de que vuelva a ser así. ¡Debemos reformar el Ejército Imperial y reconquistar lo que por derecho es nuestro!
—No tenemos la fuerza para eso —exclamó un hombre de apariencia más anciana—. No tenemos los efectivos para una campaña a tan gran escala. Además, reformar nuestro ejército nos pondría en conflicto directo con La Tierra y sus héroes.
—¿Desde cuándo le tememos a La Tierra? —preguntó otro senador, también anciano.
—¡Desde que ellos destrozaron nuestro Imperio!
—¡Nuestro planeta ya había sido invadido con anterioridad! ¿Les recuerdo nuestra gloriosa historia? Yautjas, mandalorianos, y skrulls llegaron hasta nuestro planeta. Algunos los devastaron, pero siempre logramos levantarnos otra vez. Nuestra sangre lleva escrita guerra y gloria, ¿por qué temen ahora levantarse una vez más?
—Porque ninguno de esos ataques fue tan significativo ni devastador —exclamó el senador mayor—. Incluso los kree se dividieron ante esa invasión.
—¡Y solo nos vencieron porque nos dividieron primero! Luchando unidos, los kree somos imbatibles.
—Debemos ver lo que está pasando en el universo —dijo otro senador—. La Tierra está débil después de la guerra contra Darkseid. Y por esa guerra, Apokalips está en caos sin su regente. Muchas de nuestras antiguas colonias como Thanagar se están alzando como si fueran un imperio. Los mandalorianos tienen la armada más fuerte de toda su historia, y hay rumores sobre el resurgimiento de una raza extinta: Los Ingenieros. Sin contar que muchos de nuestros viejos territorios están siendo ocupados por los Shi'Ar.
—Tal vez, deberíamos pedirle a los Shi'Ar la reunificación de nuestros pueblos —exclamó otro senador de avanzada edad—. Durante siglos, nuestros imperios fueron uno solo.
—Las diferencias entre ambos pueblos son tan grandes que ya no es posible una reunificación —exclamó un joven.
—Con Mar-Vell muerto, prefiero eso antes de depender de la mestiza de La Tierra.
—¿Y por qué no creamos nuevos Super Kree, como lo fueron Mar-Vell o Ronan?
—Porque lo tenemos prohibido debido a los acuerdos con La Tierra.
—¡Al infierno con La Tierra! ¡No nos ofrecen ninguna garantía de protección y tampoco nos permiten protegernos nosotros mismos!
Pero antes de poder continuar con su debate, una potente alarma empezó a sonar por todo el planeta. Esto provocó que los senadores encendieran las pantallas que mostraban lo que afuera estaba ocurriendo, encontrándose para su horror con la imagen de una enorme flota mandaloriana entrando en su órbita.
De vuelta en la Tierra, un grupo de jóvenes criminales salían corriendo de un banco, perdiendo billetes que sobresalían de sus bolsas. Pero su escape parecía que estaba por ser frustrado cuando una patrulla policiaca freno a unos metros de ellos. Los oficiales inmediatamente salieron de su vehículo para dar la voz de alto, pero aquello sería un grave error. El único joven que no cargaba bolsas alzó las manos en dirección a los policías, dejando salir de estas una gran llamarada que azotó con ferocidad al vehículo. Ninguno de los dos oficiales tuvo tiempo suficiente para salvarse.
—¡Apúrate, Simón! —exclamó uno de sus compañeros.
Simón sonrió con cierto cinismo ante su acción, tanto que casi podría decirse que tuvo que ser arrastrado por uno de sus compañeros en dirección a la furgoneta. Cuando los tres jóvenes estuvieron dentro del vehículo, este encendió su motor y el acelerador fue pisado a fondo. Los tres criminales comenzaron su victoriosa huida, escuchando pronto más patrullas aproximarse. Las puertas traseras de la furgoneta se abrió, y Simón se encargo de liberar una mortal descarga de fuego sobre vehículos civiles y policiales, incluso sobre algunos transeúntes. El joven mutante se tomaba esto como una gracia, llegando incluso a ganarse la mirada incomoda de sus compañeros. Pero su diversión poco duraría, pues algo chocaría con singular ferocidad el costado de la furgoneta, haciendo que esta saliera volando por los aires. Cuando nuevamente cayó al suelo, rodo durante unos segundos que resultaron eternos para aquellos criminales que se encontraban dentro, hasta que finalmente quedó de costado. Simón levantó con dificultad la cabeza, de la cual le salía una cantidad abundante de sangre. Observó a sus inmóviles compañeros, entre ellos una joven de cuya boca caía un chorro de sangre. Arrastrándose con gran dolor, el mutante logró salir del destrozado vehículo y entre quejidos se puso de pie. Mientras más tiempo pasaba, más partes de su cuerpo iban entregándose a un dolor casi agónico. Y de ese dolor, salieron pequeños balbuceos.
—A-Ayuda.
Y frente a él aterrizó de forma brusca un ser que para muchos podría ser un ángel salvador, pero para él sería una cruel arpía.
—Ayuda, por favor... Mis amigos...
Simón cometió el terrible error de alzar las manos, lo cual Carol tomó como una amenaza. Y por eso mismo, Miss Marvel se movió a gran velocidad para atrapar entre sus manos las de su contrario. Antes de que Simón pudiese siquiera reaccionar, las poderosas manos de la heroína se cerraron con gran fuerza, quebrándole todos los huesos de las manos al mutante. El mutante gritó de dolor y cayó de rodillas, pero la hibrida no lo soltó en ningún momento.
—Atrévete a disparar tu fuego, idiota. Atrévete. Veamos si tu fuego puede con mi energía de fotones.
—¡Basta, Miss Marvel!
La heroína volteo, notando entonces que varios policías se encontraban apuntándole con sus pistolas. El miedo en los ojos de los oficiales era notable, y el temblor nervioso de muchos de ellos era casi imposible de disimular. Miss Marvel se sorprendió por aquello, y más al darse cuenta que estaba tan cegada que no se había percatado de ellos. Pero su reflexión fue interrumpida cuando sintió un liquido caliente filtrarse por su bota de cuero. Y cuando descendió su mirada, notó que el mutante con poderes de fuego se había orinado encima, y aquel liquido goteante había entrado en contacto con ella. Enfurecida por aquello, le conectó un puñetazo con tanta fuerza que la mayoría de los dientes del joven fueron destrozados. Su mandíbula quedó colgando y fuera de lugar, y el criminal cayó al suelo ya inconsciente. Carol lo observó con gran repulsión y salió volando, no escuchando las órdenes de alto por debajo de ella.
Desde lo alto descendían grandes naves de guerra mandalorianas, siendo solo una de estas la que se atrevió a aterrizar. La compuerta principal de la nave se abrió, dejando salir a un grupo de soldados mandalorianos, muchos de estos con armaduras blancas sin ningún tipo de distinción, como si se tratase de un ejército de clones.
—Mandalorianos —exclamó un kree anciano, ataviado con las insignias de un senador—. ¿Qué hacen en nuestro planeta?
—Hemos venido a salvarlos —exclamó el soldado, alzando el mentón y con cierta soberbia en su distorsionada voz.
—¿Salvarnos de qué? —preguntó el kree con hostilidad.
—De ustedes mismos. Los kree se han visto envueltos en una decadencia constante y una corrupción generalizada desde antes de la caída de su imperio. Aquellas actitudes fue justamente lo que provocó su caída, y no han hecho nada para revertirlo. Sin embargo, nuestro emperador Gra Saxon quiere remediar eso. Por la larga historia que une a nuestros pueblos, los mandalorianos hemos decidido tomar el legado del difunto Imperio Kree. Y para legitimar nuestro derecho, queremos que el planeta Hala pase a formar parte del Imperio Mandaloriano.
—¿Acaso tu emperador esta demente? —cuestiono el senador—. Ustedes, los barbaros mandalorianos no son muy diferentes a los de la Tierra. Fueron sus constantes invasiones y guerras contra nosotros lo que forzó a nuestro imperio a luchar en múltiples frentes, debilitando muchas de nuestras fronteras. Por más que intentamos mostrarles las ventajas de nuestra cultura y civilización, ustedes siempre quisieron abrazar su salvaje e incivilizado modo de vida. Están locos si creen que abandonaremos la libertad, el progreso y la civilización para subyugarnos ante la barbarie, la guerra y el desastre.
—Senador —exclamó el mandaloriano, al mismo tiempo que apuntaba su blaster al pecho de su contrario—. Esto jamás fue una petición.
Un certero disparo atravesó el cuerpo del kree, quien no tardo en caer al suelo con un gesto de sorpresa y temor grabado en su rostro. Y el olor a la carne quemada invadió a aquellos que se encontraban a los alrededores, disparando inmediatamente sus alertas de temor. Si fueran humanos, sus bellos se erizarían y su piel se pondría como gallina. Sudarían, su respiración se aceleraría o se entrecortaría. Algunos tal vez se desmayarían, otros intentarían luchar y la mayoría intentaría huir. Pero aunque su fisiología no sea exactamente igual a la humana, el miedo es un lenguaje universal. Y cuando los mandalorianos se alzaron por encima de ellos, el miedo fue lo único que los kree sintieron.
De regreso en el planeta Tierra, una serie de pantallas holográficas mostraban múltiples noticiarios y videos de internet con un solo punto en común: las acciones de Miss Marvel.
—Estoy cansado de que estos súper tipos se crean que pueden hacer lo que quieren solo por sus poderes. Ella no tuvo en cuenta que aquella furgoneta podría haber caído sobre algún transeúnte.
—No puede ser que juzguemos a un héroe por hacer justamente su trabajo. ¿Qué sigue? ¿Juzgaremos a un anciano por defenderse de un ladrón? ¿Le exigiremos a los policías que no le disparen a los criminales por más que estos les estén disparando? ¿Qué fue violenta con los criminales? Esos mutantes prendieron fuego a varios policías y civiles. Yo digo que los debió haber ejecutado.
—Siguen siendo humanos. Debemos respetar sus derechos y no tratarlos como animales. Ya no estamos en la Edad Media. Ojo por ojo, y todos terminaremos ciegos.
—¿Puedes sacar esa basura? —preguntó Carol, cruzada de brazos y sin su antifaz.
—Quiero que veas lo que estas provocando —exclamó Tony Stark, apagando las pantallas—. Estas en todos los medios, y la mayoría pide tu cabeza.
—Hipócritas —exclamó Carol.
—No lo entiendes, ¿verdad? Ya de por sí es inquietante que vigilantes como Daredevil o el propio Batman sean violentos con los criminales. Ni hablar de gente como Punisher. ¿Pero tú? ¿Una mujer con el poder de destruir ciudades enteras? ¿Te das cuenta del terror que puedes causar?
—¿Y qué hay de ti? —preguntó Danvers, aproximándose con agresividad a Tony—. ¿Cuántos criminales has dejado en coma, parapléjicos o muertos?
—Los terroristas no son iguales a ladrones de bancos.
—Ladrones de bancos con poderes.
—¿Crees que a la gente le importa si tienen poderes o no? Si tú hubieras atacado así a unos terroristas, o a esos gigantes que aparecen de cuando en cuando para buscar a Thrud, la gente no se hubiera molestado tanto. Se habrían quejado de todas formas, pero no sería algo tan repercusivo.
—¿Y qué quieres que haga? —preguntó Carol, encarando a Stark—. ¿Qué me entregue como una criminal? ¿Qué le pida disculpas a esos idiotas?
Stark retrocedió con un gesto confuso en su rostro. Carol primero pensó que era molestia o miedo, y no se dio cuenta que realmente era asco.
—Maldición, Carol. Tu aliento.
—¿Eso también es un crimen?
—Tienes aliento a alcohol, y muy fuerte. ¿Has estado bebiendo? —preguntó como reproche el millonario, pero no obtuvo respuesta alguna—. Escucha, sé que la muerte de Mar-Vell fue difícil. Todos hemos perdido a alguien tras la Guerra de Darkseid. Pero él no querría ver como estas decayendo. Él no querría verte sumergida en la miseria por el alcohol.
—¿Hablas por experiencia? —preguntó entre dientes la rubia.
Stark suspiro con pesadez y resignación, pues realmente no tenía interés en continuar con aquella discusión que solo lo llevaría a una confrontación peor.
—Escucha, te llame a solas para evitar cualquier confrontación con el resto del equipo. Carol, estas suspendida hasta nuevo aviso.
—¿Qué?
—Quiero que te tomes un tiempo para pensar. Debes alejarte de todo esto por un tiempo, tal vez incluso buscar ayuda profesional. Podría recomendarte...
—¡No pienso ir a un maldito grupo de autoayuda, Stark! ¡No tengo ningún problema con el cual no pueda lidiar por mi cuenta!
—Carol, necesitas ayuda. No podemos tenerte en activo si no puedes controlarte.
Carol no soportó más aquella molesta confrontación y gran parte de su cuerpo se vio envuelto en energía cósmica. Sin esperar más salió volando por uno de los ventanales, terminando por destrozarlos antes de volar por los amplios cielos de Nueva York. Tony la contempló en silencio desde el interior de su torre, sin interés en perseguirla o intentar razonar con ella.
—¿Tony? —preguntó Peper desde la puerta, observando con cierta preocupación al empresario.
—Convoca una rueda de prensa, Peper. Debo ver cómo solucionar la situación de Miss Marvel antes de que empeore.
Más temprano que tarde, Carol terminó llegando a su apartamento. Y bajo la luz del atardecer notó el desastre en que este se había convertido. Camino con cuidado por el lugar, como aquel soldado que camina por un campo minado. Solo que en lugar de bombas había más botellas de las que podía contar. La mayoría de sus almohadas estaban en el suelo, algunas manchadas por diferentes licores al igual que sus sabanas. Y esperándola en la mesa de luz, aquella botella de vodka que tenia la mitad de su contenido en la mañana, ahora apenas tenía para un trago más. Vodka, tequila, ron, whisky, un extraño líquido negro proveniente de Irlanda. Tantas botellas yacían en su habitación, como cadáveres de un campo de batalla. Tantos licores diferentes, pero para ella eran todos iguales. No sentía mucha diferencia en sus sabores, pues todos les parecían alcohol etílico. Todos iguales, solo variaba la etiqueta y el color. Los odiaba a todos, pero se sumergía en ellos para olvidar. ¿Olvidar qué? ¿Acaso todo su poder no correspondía a su voluntad? ¿Acaso ella, una de las heroínas más poderosas de la Tierra, era incapaz de lidiar con una pérdida? Y su respuesta, casi sin darse cuenta, fue tomar entre sus manos aquel veneno que la estaba consumiendo.
Pero antes de poder sumergirse en aquellas aguas turbulentas, un sonido llamó su atención. Aquel pitido agudo era sumamente molesto, al punto que empezó a sentirse mareada por la intensidad de este. Pero aquello le permitió localizarlo en uno de los cajones. Aquel aparató era pequeño y redondo, con una luz parpadeante en el centro. Cuando Carol lo presiono, un pequeño holograma reemplazó aquella molesta alarma.
—Este es un llamado de emergencia para todos aquellos que puedan escucharnos. El planeta Hala, cede de la Republica Kree, está bajo ataque. Los mandalorianos están invadiendo nuestro mundo, con la intención de volvernos parte de su belicoso imperio. Por favor, solicitamos ayuda a cualquier mundo que escuche este mensaje. No tenemos un ejército debido a las ridículas exigencias de los tiranos de la Tierra. Nuestra población está siendo diezmada, incluyendo mujeres y niños. Toda nuestra cultura e historia serán borradas del universo si no nos ayudan. Por favor, no podemos defendernos solos.
Pero antes de que el pedido de ayuda pudiese terminar, una serie de disparos de energía se escucharon, y luego simple estática. Carol se mantuvo inmóvil, reflexionando sobre lo que acababa de escuchar. Podría ignorar aquello, pues aquel planeta nunca la había tratado con respeto, y ciertamente no se sentía parte de él. Pero aquel mundo había sido el hogar de Mar-Vell, y por lo tanto sentía cierta responsabilidad por la memoria de aquel al que había amado. Podría avisarle a los Avengers, pero aquella no era una lucha que les perteneciera a ellos. Y ella, como siempre en su vida desde que había recibido sus poderes, se encontraba en un punto medio. No estaba obligada a ir a ningún lado, pero ya había tomado una decisión sin darse cuenta siquiera.
—No voy a permitir que tu mundo caiga, Mar-Vell.
Y aquella heroína se alzó a los cielos, envuelta en una estela dorada cual estrella que asciende hacia las sombras en vez de precipitarse a la Tierra. Y muy lejos de aquel planeta, un mundo sumamente diferente era objeto de nuestro interés. Aquel mundo con grandes y futuristas construcciones podría compararse con el extinto Krypton, pues ciertamente guardaba muchas similitudes. Pero aquel mundo era Chandilar, el centro del poderoso imperio Shi'ar.
Y en la sala imperial, un enorme hombre de piel purpura y cabello mohicano de color azul caminaba a paso firme. Portaba un uniforme rojo y azul, con una gran capa del primer color. Su físico podría compararse con el de Superman o incluso ser mayor, y su altura casi llegaba a los dos metros. Él era un estrotiano, y su nombre de nacimiento era Kallark. Pero también respondía al nombre de:
—Gladiador.
Frente a él, sentado en el trono de regente, se encontraba un hombre de apariencia más humana. El magestor, un titulo similar al de emperador para los terrestres, del Imperio Shi'ar. Un hombre poderoso y ambicioso, conocido como D'Ken Neramani.
—¿Me mandó a llamar, magestor?
—Los kree están siendo invadidos por los mandalorianos. El momento que tanto ha sido esperado ha llegado. Quiero que lideres en persona al ejército que enviare a Hala. No solo reconquistaremos los territorios perdidos de los kree; tomaremos su antigua capital bajo nuestra protección. Retomaremos el Imperio que jamás debió dividirse en dos.
—Cuente conmigo, magestor. Recuperaremos el imperio, y acabaré con cada salvaje mandaloriano que intente impedirlo.
—Que así sea.
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