Capítulo OO6


Jungkook me tomó de la mano y comenzó a caminar conmigo detrás. De repente, sentí nervios. Y si bien sabía que Jungkook no me haría nada malo, de todas formas lo sentía. Jamás había hecho nada de lo que Jungkook hacía. Nunca pensé que lo haría tampoco.

Jungkook me llevó por un pasillo donde había muchas puertas. Intuía que en cada una de ellas había algo particular que le pertenecía a Jungkook. Su gimnasio, su armario, su dormitorio, el baño..

Mientras iba pensando ello y viendo las multiples puertas, no me di cuenta hasta ese momento que Jungkook se había parado frente a una puerta casi oculta al final del pasillo. Del bolsillo trasero de su pantalón dejó ver una llave. La introdujo y abrió la cerradura, abriéndola del todo.

Apenas abrió la puerta yo volqué mi mirada hacia adentro y contuve la respiración. El piso de cerámica negro se extendía hasta llegar a un sofá rojo situado en el centro de la gran e intimidante habitación. Era un sofá que no tenía apoyabrazos. Y era mas grande que los comunes. Su color rojo resaltaba por encima de todo lo demás que era negro. Las luces eran tenues e iluminaban un poco el lugar para que no se viera muy oscuro, pero aún así no eran fuertes.

Comencé a caminar hacia adentro, comenzando a mirar a detalle todos los látigos colgados en la pared. En total conté 13. Todos tenían detalles en sus mangos que los diferenciaban. A juzgar por sus distintivos eran como recuerdos de sus diferentes viajes por otros países.

Otra de las cosas que vi situadas en un mueble de caoba fueron las sogas, las vendas para los ojos y las esposas. Todas apiladas correctamente, sin dar la impresión de desorden. Toque una de ellas al instante, curiosa. Fue entonces cuando Jungkook se acercó por detrás de mí a tal punto que sentí su pecho duro en mi espalda. Con una de sus manos detuvo mi muñeca.

—No.—dijo—no puedes tocar eso a menos que hagamos algo aquí.

Lo miré en silencio, sin entender del todo el porque. Sin embargo no dije nada, solo retiré la mano lentamente.

—Es demasiado...—no pude terminar la palabra. Demasiado impresionante, abrumador, confuso y obsesivo.—¿Qué son esas?

Señalé unos souvenirs grandes de color negro, entre el silencio sentí el respiro gracioso que solto Jungkook. Entonces abri los ojos rápidamente cuando me di cuenta de mi estupidez. Eso iba en el trasero.

Volteé la vista y observé su armario. Había demasiadas cosas, parecía como si fueran herramientas de un mecánico. Solo que en este caso sabía que eran exclusivamente para la sumisión. Había pelotas, palos fleibles, cadenas... cosas que realmente no llegaba a comprender.

—Te iré enseñando conforme pase el tiempo.—adivinó lo que pensaba.—pero vi que te interesó esto. Ven.

Sacó de un armario abierto aquel palo que hace rato venía mirando y que el bicho de la curiosidad me picaba inevitablemente al verlo. Jungkook de repente lo estiró y se hizo mas largo. Parpadeé con sorpresa.

—¿Ves esto?—señaló las esposas que tenia a cada lado de aquel palo.—van en tus tobillos. Mientras mas te muevas, mas se abrirá el palo. Por consecuencia, más se abrirán tus piernas.

Trague duro y lo mire en silencio. Jungkook sonrió levemente, atenta a todas mis reacciones.

—Como dije, es tu decisión. Si no quieres...

—Quiero hacerlo.—afirmé, interrumpiéndolo. Mis ojos nerviosos bajaron al suelo, pero pude sentir su mirada fija en mí perfil.—¿Dónde tengo que firmar?

(...)

Jungkook luego de aquel encuentro, me hizo firmar unos papeles con un abogado presente. Fue incómodo, fue como si firmara el papel del Diablo, pero lo hice de todas formas. Luego de eso Jungkook hizo que su chofer me llevara a mi casa y dijo que debía estar lista en su oficina a las 7 a.m.

Fui casi corriendo una vez que me duche y me vestí. Mi cabello ya para entonces no estaba ordenado y tenía un ligero sudor en la frente, al mismo tiempo que mi respiración cansada era ruidosa. El autobús había tardado en llegar.

Cuando me coloqué frente a su secretaria, esta me miro de pies a cabeza despectivamente y quise escupirle la cara, sin embargo no dudo en avisarle al señor Jeon que ya estaría ahí.

Resultó ser que a fin de cuentas no seria su secretaria, porque no tenia nada de experiencia en las tareas ejecutivas y a fin de cuentas, que Jungkook quisiera acostarse conmigo no significaba que debía arriesgar toda su empresa por errores propios producto de la mi falta de conocimientos. Asi que su secretaria, la peliroja que solo ese día supe que se llamaba Mina, se quedó en su puesto. Y yo pasé a ser su asistente.

Un café cargado con dos medialunas era lo que había pedido ese día. Y ya eran 7:18. Si, buen día para demostrar lo que tu inexperiencia puede lograr Lalisa.

Cuando subi a su oficina, con mis tacos resonando por el pasillo, toqué la puerta ansiosa. Ya estaba preparada para uno de sus regaños, sin embargo, al abrir me encontré con otra persona.

Alce una ceja sin poder evitarlo y lo observé confundida. Era alto y tenía el cabello rubio. Su rostro era atractivo, parecía tener cierto parentesco con el señor Jeon, pero no supe descifrarlo con exactitud.

—Hermanito, comienzo a pensar que la belleza es uno de tus principales requisitos a la hora de ver los curriculum.

El chico me miró de pies a cabeza y yo fruncí el entrecejo. Fue entonces cuando vi a Jungkook acercarse, estaba molesto. Lo note por su mirada. Sin embargo no dijo nada, tomó la bolsa donde tenía su café cargado con medialunas y volvió a mirar a su hermano.

—Namjoon, nada de coquetería barata en mi oficina.—dijo, pero sonó duro. Y el peliubio sonrió como si le diera gracia— Ella es mi asistente ahora.

—Disculpa a mi hermano, se pone tonto cuando esta celoso.—Namjoon bromeó y yo lo mire por un rato largo. ¿Su hermano?—¿Te comieron la lengua los ratones o realmente hablas, bonita?

—Yo...—abri la boca para hablar pero terminé cerrándola.—lo siento por la tardanza señor Jeon.

Observé a Jungkook directamente y lo miré con pena. Él me miró de una forma que no supe descifrar que significaba y luego de tomar su café cargado, me ordenó tirarlo a la basura y que no volviera a entrar.

Luego de eso me situaron en una pequeña oficina donde atendería los caprichos momentáneos de Jungkook o sus reuniones inesperadas para poner en la agenda. Lo mas desagradable fue saber que debía hablar constantemente con Mina, la secretaria que al parecer me odiaba sin motivos. O tal vez sí.

Fui a la silla de oficina y me senté en ella de forma que sus rueditas me hicieron ir para atrás debido al peso que habia puesto en ella. Luego di dos vueltas enteras sobre ella como una niña, luego de asegurarme que nadie estaba mirando.

El resto del día, para mi suerte no fue tan malo, a excepción de que la dureza del señor Jungkook me ofendía, ya que el día anterior me mostraba sus juguetes y compartía una copa de vino como si fueramos grandes amigos. ¿Acaso siempre seria así? ¿Aquí sería tratada como mierda y en la intimidad sería tierno y luego un salvaje controlador? No lo sabía, pero no me agradaba.

Al cabo de un rato los pedidos cesaron y yo me encontré sola en el silencio de la oficina jugando Candy Crush. No sabía cuando mi vida se había vuelto patética, pero al menos tenía la certeza de que el dinero no me faltaría.

Fue entonces, cuando me vi interrumpida por la puerta repentinamente. Intente apagar el teléfono pero debido a mi mala suerte este se bloqueó y la musica del juego siguió sonando. Oh no.

Alcé la vista nerviosa y vi a Jungkook entrar al lugar. De pronto se detuvo en seco y frunció el entrecejo al oír la canción, pero al cabo de unos cortos segundos termino sonriendo.

—¿Eso es Candy Crush?

—No. Es mi ringtone.—mentí, sintiendo las mejillas calientes.

—Que ringtone tan extenso y repetitivo.—alzó una ceja hacia mi burlón, pero yo al contrario de el, no sonreí.

—Señor Jeon, agradecería que no me tratara de manera tan despectiva en la oficina y luego sea caballeroso y cordial conmigo puertas adentro de su casa. No lo considero agradable para nada.—tomé el valor para hablar y lo hice alzando el mentón.

Por dentro estaba temblando pero el no tenía porque saberlo.

El me miró serio.

—No suelo ser así, pero en vista de que estaba mi hermano presente, tuve qué. Por cierto, llegaste tarde. Eso si fue molesto señorita Manoban.—se sento frente a mí y alzó una ceja. Yo contuve el impulso de bufar.

—El autobús hoy no fue conveniente, señor. Lo siento.

—Ordenaré a que uno de mis choferes te espere afuera de tu casa.—comentó haciéndome mirarlo sorprendida—¿de acuerdo?

Hice una mueca.

—No quiero ser una molestia.

--Tengo varios choferes para que hagan mis tareas a todas horas del día. Otorgarte uno no será una molestia.--dijo y yo suspiré.

—De acuerdo...—acepté dubitativa—gracias señor Jeon.

—No hay de qué.—dijo y entonces, un completo silencio nos invadió.

Jungkook me observó y yo lo observe al cabo de unos segundos. Fue entonces cuando el se acercó a mí tomando mi mentón con una de sus manos. Alzó mi cara y acaricio con su dedo pulgar este. Lo observe con curiosidad, casi hipnotizada, mientras sentia el corazón palpitarme con fuerza.—eres muy bonita ¿sabias? deberías dejar de fruncir el entrecejo, te dejarán marcas.

Reí, no sabia si por el nerviosismo o porque realmente me fuera gracioso que él se preocupara por mi piel facial teniendo tantas cosas de las qué preocuparse.

—Sí, papá.—dije sin pensarlo y el me miró sonriendo levemente.

Fue entonces cuando tomó los brazos de la silla de oficina y me acercó a él de repente, acercándo peligrosamente su rostro al mío.

—¿Me ves como tu padre?—inquirió de manera casi amenazante, pero sabía que no lo era realmente.

No respondí, porque me sumergí en sus ojos oscuros que ahora brillaban de diversión.

Fue entonces, cuando el se acercó unos centímetros a mí y yo sentí todo mi cuerpo reaccionar por esa simple cercanía. Su olor y su perfume golpearon mi nariz embriagándome, y el para ese momento, comenzó a besar mi mentón dejando una estela de besos cuidadosos y pausados por todo mi cuello.

Reaccioné a ese movimiento y alcé la cabeza para dejar toda esa zona expuesta para él, fue entonces cuando él me hizo levantar de repente haciendome chillar por su brutalidad. Sin embargo, si realmente quería estar con él sabía que debía acostumbrarme a su determinación. Jungkook no pedía permiso, simplemente lo hacía. Le gustaba tener el control.

Su boca atrapó la mía con lentitud y sensualidad provocando que mis manos fueran a su cuello. Jungkook bajó sus dos manos y apretó mi trasero por encima de la falda tubo. Nuestras respiraciones comenzaban a entremezclarse y a hacerse mas pesadas a medida que manos iban y venían, pero fue cuando de repente, en el momento que Jungkook me acorraló contra mi escritorio de oficina, que la puerta fue tocada insistentemente.

Jungkook y yo nos alejamos de inmediato. Al mismo tiempo que yo acomodaba mi ropa y mi cabello para abrir la puerta.

Del otro lado nos recibió Mina. Su rostro estaba serio, casi malhumorado mientras me observaba, sin embargo al notar la presencia de su jefe ahí su rostro cambio. Sus mejillas se calentaron y saludó rapidamente a Jungkook pidiendo disculpas por haberlo molestado.

—No pasa nada, señorita Han. Solo le enseñaba su oficina.

Tipica excusa barata. ¿A cuantas chicas habrá traido y a cuantas le habrá dicho lo mismo? Quise rodar los ojos, pero no me lo permití.

—Puedo volver en otro momento, yo...

—No te preoocupes. Ya me iba.—anunció Jungkook alisando su traje, luego de mirarnos a ambas en forma de saludo, salió de ahí a pasos elegantes.

Mina lo miró al igual que yo hasta que salió completamente de nuestra vista. Entonces, me dirigió la mirada, volviendo al semblante aburrido y casi fastidiado.

—Esta semana el señor Jeon tendrá una agenda ocupada. Asegurate de comprar todo esto para él.—me entregó una hoja en un folio con toda su agenda y todo lo que necesitaría.

--Gracias. Haré todo lo posible para que tenga lo que necesita--dije, sin embargo no respondió a ello.

—No te ilusiones solo porque ahora eres la favorita.—me congelé al oirla mientras la miraba sorprendida. Ella sonrió de forma cínica, a lo que fruncí el ceño sintiendome incómoda.

Mina entonces solo se dió media vuelta y salió a pasos firmes del lugar.

Respiré hondo. Al parecer ya tenía una enemiga.

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