Capítulo OO2

Me sentía fatal.

Tan pronto como salí de la entrevista de trabajo y tomé aire fresco, casi me puse a llorar de la vergüenza.

¿Cómo, en el infierno, había llegado a eso?

Había decidido firmemente que ya no podía tomar el trabajo. Solo una maldita loca de remate lo hubiera hecho luego de lo que pasó en esas 4 paredes. ¿A quien le daría la cara de mirar a su jefe luego de que le hubiera hecho un increíble sexo oral cuando apenas y sabía su nombre y apellido? Era totalmente ilógico. Mi abuela si aún estuviera conmigo me hubiera pegado hasta conseguir que aprendiera la lección; no ser así de... fácil.

Pero ¿Cómo no serlo? Se te presenta un hombre increíblemente sexy, autoritario, poderoso... todo eso que en algún punto a las muchachas adolescentes nos calienta enteras. ¡Pero yo tenía 22 años! Ya no era una maldita niña hormonada ¿Qué sucedía conmigo?

Al día siguiente me levanté temprano y Jennie me preguntó como me fue en la entrevista, ya que llegué un poco tarde y ella ya estaba durmiendo para entonces. Supuse que estaba agotada del trabajo y del sexo matutino con Yoongi. Le dije a respuesta que yo no era lo que buscaban en la empresa y ahí terminó la conversación, pero con el correr de las horas Jennie notó en mí una actitud extraña.

--Ya. Estas rara. No te despegas de la computadora.—anunció cerrándomela de repente. Fruncí el entrecejo.

—No es cierto.—negué como una niña pequeña.

—Sí, lo es.—volvió a insistir—escúpelo, Manoban.

Mordí mi labio nerviosa y me tomé la cara con las manos. Sin saber por donde empezar.

—No puedo ir, Jenn.—negué, y antes de soltar la bomba, suspiré sonoramente—¡Porque el señor Jeon me hizo sexo oral en su oficina!

Y Jennie, para mi sorpresa, hizo lo peor que podía hacer en un momento como ese.

Se comenzó a reir.

Y no fue una sonrisa tranquila, de hecho, se rió tanto que comenzó a dolerle el estómago. Y yo me quedé muda.

Jennie siguió riendo, sin embargo que al ver que mi cara no reaccionaba, su rostro comenzó a perder color. Como si estuviera viendo una película con un final muy malo.

—Espera. ¿Me estas hablando en serio? ¿No es una broma?—preguntó sin poder creerse lo que le decía. Y no era para menos. No estaba diciendo algo a la ligera.

Negué, avergonzada.

—Quiero que la tierra me trague, Jennie. Lo deseo más que nunca.

—¿Cómo demonios...?—preguntó aún confundida. Frunció el ceño y agitó la cabeza.—Okay. Revisaré su perfil en google.—anunció de inmediato arrebatádome la computadora. Comenzó a teclear nerviosa y de manera rápida en la computadora con mucha concentración.

En cuestión de segundos me mostró lo que la computadora presentaba. Y vi entonces al señor Jeon serio mirándo a la cámara. Con sus trajes demasiado costosos y cerca de gente escandalosamente importante. Me invadió la vergüenza. Pensar que él estuvo... estuvo ahí, debajo de mí, me parecía algo difícil de creer.

—Yo digo que te lo sigas tirando.—anunció Jennie haciéndome abrir los ojos de par en par, tan grande que casi se salen de sus orbitas—el tipo esta buenísimo, además te gustó ¿no? es algo extraño pero... yo ocuparía el puesto si fuera tú. Es caliente.

Parpadeé aturdida incapaz de creer que realmente quería que lo hiciera.

—¿Acaso estas totalmente loca?—farullé indignada.

—Oye, solo si tú quieres.—se defendió—si no, no vayas y ya Lalice. Además ¿te gustó cierto? No hizo nada que no quisieras.

Negué firme.

—La verdad es que no me sentí obligada a hacer nada. Solo surgió.

Jennie analizó mis palabras por unos instantes.

—Si el te forzó a hacer algo haremos la denuncia.—anunció Jennie mirándome seria.

Suspiré.

—No. Prometo que no forzó nada.

Jennie entonces relajó los hombros, como si se hubiera quitado un gran peso de encima.

—Entonces caso cerrado. Olvida que sucedió e intenta no volver a calentarte como una adolescente hormonal. ¿Quieres?

¿Cómo no hacerlo si se trataba de él? Era una difícil pregunta.

—Bien.—anuncié, media sonriente al ver sus ojos blanquearse, como si yo fuera un caso perdido.

--Un día te encuentras apoyando a tu amiga con una entrevista de trabajo y al otro se folla a su futuro jefe. ¿Qué clase de amigas tengo?

Reí fuerte.

Luego de eso dimos por terminada la charla. Ella entendió que al menos por ahora ese tema de conversación me tenía confundida y avergonzada, así que no hablamos mas de ello.

Entonces, decidí que no iría a su entrevista. Y de hecho, no lo hice.

Los días pasaron y no volví a saber nada de él. No llamó, no me mandó un mail ni me acosó de ninguna manera. Eso hablaba muy bien o muy mal de él. Estaba feliz de que no se hubiera preguntado porque no fui al día siguiente a su oficina, pero al mismo tiempo, la situación y el hecho de que no me hubiera buscado me hacía sentír una ramera. Y de las peores.

Así que tratando de no darle vueltas al asunto volví a retomar mi vida, que era mi trabajo. No se comparaba al sueldo de Jeon Enterprises desde luego, pero algo era algo.

Mi lugar de trabajo era un simple local en el que vendía discos de música y películas.

No tenía que hacer mucho, solo atender a los clientes y cobrarles por lo que se llevaran. Era aburrido, pocas personas se tomaban el lujo de ser amables y otras simplemente ignoraban tus buenos días.

El tintineo de la campana sonó y contuve el impulso de saltar de mi asiento por el susto.

Dejé la revista que estaba leyendo y alcé la cabeza para observar.

—Bienvenido a...

La persona se puso frente a mí y yo casi ahogo un gemido del susto.

Me quedé congelada, con el corazón palpitando dentro de mi pecho.

Jeon Jungkook se encontraba frente a mí con cierto semblante amable. Como si en realidad no pasara nada, como si no le hubiera sorprendido verme; como si lo tuviera planeado. Tenía el cabello cayendo algo desordenado sobre su cara y ese día llevaba una simple camisa negra. Se veía natural y casual. Para nada igual al hombre que había visto hace semanas atrás. Sin embargo, seguía teniendo intacta esa mirada penetrante que me ponía nerviosa sin necesidad de decirme algo. Tragué duro y forcé una sonrisa.

—Buenos días.—su voz grave y sus ojos oscuros me colocaron nerviosa.

—Señor Jeon.—murmuré en un hilo de voz—Que sorpresa verlo ¿Q-qué hace aquí?

Soné dudosa, insegura, desconfiada y sorprendida en partes iguales.

—Tienen discos de música interesantes aquí.—respondió

¿Teniendo tantos lugares bonitos y mas sofisticados que este, porque vendría a aquí?

—No creo que tenga algo que le agrade.—respondí como pude, sin sacarme de la cabeza el hecho de que no le había sorprendido encontrarme. El sabía que lo haría.

—No lo sé aún, por eso vine personalmente a verlo.—respondió fingiendo realmente buscar algo. Mordí mi labio y luego de unos segundos que se me antojaron eternos, lo observé.

—Bien, venga por aquí.

Lo dirigí a la sección de discos y dejé que los observara mientras le explicaba brevemente los géneros que habían. Aún sin poder creer que realmente eso estaba sucediendo.

El señor Jeon observaba y asentía con la cabeza de manera seca y analítica, su mirada fija en la mía me hacía trabarme en algunas oraciones y él lo sabía, pero no decía nada por ello. E incluso parecía muy en el fondo, disfrutarlo.

—¿Por qué no le sorprendió verme aquí?—inquirí, luego de que él decidiera que se llevaría 47 casetes del lugar. Mi jefe se pondría feliz, no podría negarlo.

—Porque en realidad sí estaba buscando discos. A mi madre le encantan. Pero también la estaba buscando.—respondió con simpleza, erizándome la piel—no quiero que se sienta invadida, señorita Lisa, eso es lo que menos quiero. Si se siente así solo digalo y me iré.

—N-no, está bien.—una parte de mí, una parte enfermiza, le gustaba verlo detrás de mí. Buscándome para algo—¿Por qué está aquí?

—Me gustaría que me comunicara sobre el porqué no se presentó para ser mi nueva secretaria. ¿He hecho algo mal? ¿Acaso no lo sintió bien?

Mi rostro estaba demasiado rojo como para formular una respuesta coherente. Sin embargo me armé de valor para hablar.

—Señor Jeon, no se ofenda y con todo respeto pero... Apenas nos conocemos. De hecho nisiquiera debería haber sucedido todo lo que sucedió...

El me miró fijo. Y yo aunque estaba cohibida lo observé y me armé de valor para sostener su mirada.

—¿Por qué tanto interés en que sea su secretaria? ¿Acaso piensa que tiene derecho sobre mí y que puedo ser su objeto sexual cuando usted quiera?

Sí, quizás me arrepentiría mas tarde de mis palabras. Pero en ese momento no me las podía tragar. No podía guardarlas para mí porque sentía que si lo hacía, explotaría. Tenía mucha confusión en la mente. Porque Jeon Jungkook era un gran enigma, y yo no quería ser una más de su lista. No al menos de nuevo.

—No es mi objeto sexual. No hice nada que no quisiera. Si la hice sentir incómoda le pido mis mas sinceras disculpas, no fue mi intención.

Entonces, se dio media vuelta y comenzó a caminar a la salida. El corazón me saltó en un latido de pánico.

—¡No! Espere.—pedí haciendo un gesto con la mano. El, se dio media vuelta y me observó curioso.—solo quiero entenderlo.

—Si quiere que le explique, lo hago.—accedió— pero para eso deberá almorzar conmigo. Hay una linda cafetería por aquí.

Dudé. Ya que debía seguir trabajando.

—Si su jefe la molesta yo le pagaré por las horas perdidas.—explicó adivinando el porqué de mi mueca.

Mordi mi labio.

—Bien.

Al lado de el yo estaba hecha un desastre. Con una simple calza negra que estaba algo desteñida por el constante uso y una remera que dejaba a la vista uno de mis hombros y debajo de este, mi sostén deportivo. También tenía mi cabello sujetado en una coleta desordenada y mis mejillas un poco acaloradas por el encierro del local, donde solo había un ventilador en el techo y no era muy efectivo que digamos.

Jeon Jungkook estaba impecable. Me hizo sentir una vagabunda, sin embargo no desistí sobre su propuesta y ambos fuimos a la cafetería mas cercana.

Una vez que nos sentamos con nuestras ordenes ya pedidas él me miró y comenzó a hablar.

—Sé que seguro piensas que me acuesto con la primera chica linda que cruza por mi oficina. Pero no es así.—negó a lo que alcé una ceja. Tampoco me pasó por alto que dejamos las formalidades y comenzó a hablarme de "tú".—No soy el típico hombre que quiere acostarse con la primer mujer de falda que se me cruza, lo que pasó ahí adentro no es algo que haría con cualquiera, Lalisa.—anunció mirándome fijo a los ojos y me estremecí.

—Pero esta claro que tampoco soy la primera.—repliqué. Y de hecho, no me enojaba no serlo. No esperaba algo diferente. Pero no podíamos fingir que esto era un encuentro de amor a primera vista; no lo era.

El señor Jeon no negó ni afirmó el hecho. Solo suspiró, intentando encontrar las palabras adecuadas.

—No soy lo que tú crees.—insistió.—no estoy aquí porque me enamoré de ti, pero tampoco estoy obsesionado contigo ni creo que debes formar parte de mi lista de conquistas.

—Entonces ¿qué?

—Debes pensar bien si quieres saberlo.

Fruncí el ceño. ¿A que se refería con eso?

—La esperaré mañana en mi oficina. Si viene le diré lo que quiero, si no viene, no la molestaré más señorita Manoban. Tiene mi palabra.

Dicho esto se despidió de mí y sin decir nada más salió del lugar. Dejandome perpleja.

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