FLÆWER : ONƏ
❝ LA VIDA ES MÁS DIVERTIDA
AL LADO TUYO ❞
( ... )
JungKook es un chico pacifico, ama la tranquilidad, el silencio, y el ruido de las ramas de su enorme árbol que chocan contra la ventana que hay en su habitación. Le gusta la primavera, porque entonces sus flores crecen en alto y deslumbran su césped con colores. Adora las plantas, en especial las magnolias sieboldii y las bellas hortensias que yacen plantadas en su jardín delantero. Su excepcional gusto por la flora nació diez años atrás, su madre es botánica y cuenta con un trabajo dedicado únicamente a la venta e investigación de plantas, tras acompañarla al vivero donde se encarga de los productos para ser vendidos, escuchaba la explicación de cómo cada cosa florece a su debido tiempo. Maravillado se prometió a sí mismo algún día ser igual de genial que ella.
Ese día de julio, un martes quince, con un gran sol sobre ellos, su ceño se frunció y quiso llorar. No había cosa más valiosa en su vida que el cuidado de las flores, de amarlas, regalarlas, leerles cuentos para que crezcan sanas y salvas, eran típicas cosas que leía en Internet. Dio mucho esfuerzo para que sean tan hermosas como lucían esa mañana, antes de ser pisadas por unas botas negras de plataforma, con una suela manchada con popo de perro.
El asunto había sido así.
El ruido de un camión despertó temprano en la mañana a JungKook, molesto trató de colocar la almohada sobre su cabeza para evitar el ruido externo, sin embargo fue inútil. Se levantó de la cama con los ojos casi cerrándose solos, caminó hacía la ventana y vio que jodida mierda podría estar pasando. ¡Eran las ocho a.m de un domingo! Debería ser ilegal interrumpir en un vecindario de esa manera.
Abrió las cortinas, y entonces, la vio. Era una chica de cabello corto, tan corto como el suyo, tenía un pantalón estilo militar, y una blusa negra que le dejaba ver su ombligo. El camión de mudanza se estacionó en la casa vacía de al lado, donde hace unos meses vivió la señora Jo, una mujer vieja que fue llevada a un geriátrico por sus hijos.
Nuevos vecinos. «Ugh» gruñó internamente, amaba a la dulce señora Jo, ella le solía obsequiar libros de agricultura para la huerta que hizo en su patio, de vez en cuanto le llevaba acelgas y lechugas, ella era silenciosa, nunca molestaba. Tener a una adolescente de vecina sería odioso, significa reuniones con amigos hasta tarde, música a todo volumen, gritos de peleas con sus padres, y quien sabe, tal vez sexo con algún chico. JungKook iba a cerrar las cortinas e ignorar el asunto, pero esa desconocida sobrepasó cualquier nivel de estupidez. Había pisado sus hortensias, ¡Las hortensias! Parece que pisó excremento de su propio perro y decidió limpiarse en SU césped, en SUS hortensias.
El tema no quedaría así, iba a decirle unas cuantas cosas a esa irrespetuosa punk con complejo de tomboy. Salió de la habitación con tan sólo unas pantuflas de ositos y una chamarra, bajó las escaleras escuchando a su hermano mayor cuestionando que hacía tan temprano despierto.
—¡Iré a pelear! —respondió.
—¿Pelear? —lo siguió de atrás sin creerlo.
JungKook abrió la puerta de la entrada y salió hecho furia, la chica pelinegra subió la vista cuando escuchó un grito llamándola en lo alto.
—¡Tú! —la señaló.
—¿Yo? —arqueo una ceja, y sonrió con burla.
—¡Acabas de matar el trabajo de toda una temporada con tus apestosos botas negras! —sin entender a qué se refería, la chica volvió a ver donde sus zapatos estaban y se dio cuenta que había flores en estas, las cuales, ya habían muerto. 'Oh' dijo comprendiendo— ¿'Oh'? ¿Es todo lo qué dirás?
—Lo siento, hermano. —volvió a la acera— Hum, soy Hye Kyun, un gusto.
—El gusto es tuyo, no mio. Adiós, cavernícola
Hye Kyung lo vio volver al interior del hogar con un chico detrás suyo riéndose a carcajadas. ¿Qué fue eso? se cuestionó internamente.
Volvió a ver a la casa donde viviría, pero no pudo quitarse a ese muchacho de su cabeza. Se mudó de la otra parte de Seúl debido al trabajo de Mon Hae, el nuevo esposo de su madre, y aunque de verdad trató de verle el lado positivo a todo el loco asunto de la mudanza, le cuesta. Dejó a sus mejores amigos de un día para el otro, y debe comenzar una escuela nueva donde no conoce a nadie, asustada es poco a su estado actual. Entró a la casa con su cachorro siguiéndola de atrás, es un pequeño pug feo que adoptó porque le dio lastima.
Lo ama, tal vez es el único ser vivo en la Tierra que la entiende, pese a que no habla coreano, y sólo se comunica con ella a través de ladridos con los que se queda sin aire en los pulmones. Llegando al interior, su madre le preguntó qué tal las otras casas. 'Bien.' dijo, cargando su maleta escaleras arriba.
Durante los siguientes días, JungKook no pudo olvidar lo sucedido. Se esmero mucho en tratar de recomponer a la pobre florecilla, pero ella ya había muerto, así que la tuvo que cortar junto a otras dos y volvió a meter semillas en la tierra húmeda. La imagen de esa adolescente con tatuajes en su cuerpo y cabello corto no se fue, claro, era linda, bastante linda, ¡De acuerdo, es hermosa y una asesina de flores! Sus padres le pidieron que olvide lo sucedido, que ella no parecía mala.
Es mala, es un monstruo. O al menos de esa forma pensaba el muchacho.
En la escuela, apenas entró directo a su salón de clases, comenzó a escuchar un rumor por parte de las chicas. Especulaba sobre la llegada de un chico nuevo, pues Fu Xao dice haber visto a un joven atractivo en la sala de profesores, y que hablaba con el señor Im, su profesor de informática. A JungKook le resultó desagradable la noticia, un compañero más, y aparte guapo, sería razón de alboroto entre las chicas adora bellezas.
A principio de año lo molestaban a todas horas pidiéndole citas. Rechazó todas sin medir sus palabras, y género una ola de decepción en todas, ya nunca nadie le pidió salir.
Con su lápiz en mano y el libro de matemáticas abierto, esperó a la llegada de la profesora, una vieja amarga con más bigotes que un gato anciano. Pero lo primero que vieron no fue a la señora, sino que a… ¡Ella! Los ojos se le abrieron en grande, se levantó de la silla y observó anonadado a la persona que se para frente a todos. ¿Por qué usa el uniforme masculino? ¿Por qué se ve como un chico? Puede que haya visto mal, y en realidad haya sido uno desde el comienzo, o simplemente le gusta fingir algo que no es.
—Bien, ella será su nueva compañera: Park Hye Kyun.
—¿Es una chica? —susurró alguien detrás suyo.
Aún sorprendido volvió a sentarse, y vio cómo se inclinaba para saludar con respeto.
—Ah, es una lástima. Se veía apuesto.
—¿Crees que sea lesbiana? —los constantes murmullos sobre su vida, y el estrellato de los rumores no parecieron importarle, ni aunque debido a ellos nadie se le acercara.
JungKook la primera semana pensó en sí sería adecuado acercarse y hablarle, pero cada vez que recordaba a sus hortensias volvía a darse la vuelta e ignorarla. La segunda semana, fue ella quien se le acercó, estaba en el pasillo e iba de camino al salón.
—Hum, ¿JungKook? —lo llamó desde atrás. El muchacho siguió de largo, no le contestó, ni esa, ni las demás veces.
—Es linda. —le dijo su hermano mayor, había entrado a su habitación para ver desde la ventana a su nueva vecina que se ofreció a pintar la cerca del señor Choi, un hombre casado que vive enfrente. JungKook negó los dichos del mayor mientras tenía la vista fija en el libro de Harry Potter— Oh, vamos. Estoy seguro que te mueres por ver esos tatuajes que se asoman en su blusa.
—Es ilegal que una adolescente sea tatuada, no sé cómo sus padres no la regañan.
—No le deben importar. Por lo que he visto se la pasa afuera, incluso acepta hacer trabajos para los vecinos sin dinero a cambio.
—Es una idiota. No quiero que se acerque a mi casa, y mucho menos a mi césped.
—Mr. Aburrido. —suspiró, caminando a la puerta— Dale una oportunidad.
—Dale una oportunidad. —lo imitó con burla apenas tuvo un pie afuera— Já. —sonaba absurdo.
A medida que el tiempo seguía con su extraño rumbo, alejarse de la señorita punk se volvió más fácil; ya no lo buscaba. Durante un par de días JungKook creyó que ella consiguió amigas nuevas, unas chicas de su salón que son conocidas por tener un alarmante gusto al rosa y uñas postizas, son las 'perfectas' alumnas ejemplares con buenas calificaciones que no pegaban muy bien a la onda de Hye Kyun, así lo veía desde lejos.
Iba a los baños después de las primeras horas de clases, la campana anunciando ser hora de almorzar resonó entre las paredes de la escuela, y a los segundos el pasillo se llenó. Entre pensamientos insultando a los deportistas olorosos que llenan el baño con sus colonias 'masculinas', el joven salió de allí tosiendo gas tóxico para sus pobres fosas nasales.
«Apestosos» pensó.
Tenía que ir al comedor para tomar su almuerzo y volver a la jodida hora de clases. Pero en medio de su camino, el ruido de algo fuerte siendo impactado contra una puerta lo hizo detener, vio a la izquierda, el pasillo que da a la azotea. Y las vio.
Min Rae, Jyun Han y Sun Hee tenían acorralada a Hye Kyung sobre una de las puertas del conserje. Había sangre en su nariz.
—¿Quién crees que eres para decir eso? —le dijeron— ¡Es obvio que no sabes nada! Jodida perra lesbiana.
—Me resulta gracioso ver a una chica tan dispuesta a golpear a otra sólo por un patán.
Hye Kyun tiene la manía de meter la pata en cada momento. Ella de verdad quería hacer amigas en su nueva escuela, pero las únicas chicas que se le acercaron eran unas locas. La noche pasada Min Rae la invitó junto a las demás a su casa, iban a celebrar su cumpleaños, todo marchaba bien si no fuera porque el novio de la misma se le acercó con segundas intenciones, la muchacha trató de alejarlo lo más que pudo, no le interesaba hacer nada con él.
Cuando lo rechazó, llamándolo patán, él le dijo a Min Rae que ella había estado hablando mal del grupo de amigas. Entonces, tras ser difamada por un idiota, se encuentra siendo golpeada por las supuestas mejores alumnas de la escuela.
Recibió una patada en su pecho, y fue como si todo el aire escapara de entre sus pulmones.
—¡Oigan! —escuchó un grito ajeno— ¡Aléjese de ella! —caminó en su dirección, y las idiotas de uñas pegadas huyeron asustadas— Mierda, te ves mal. —se colocó de cuchillas, de su bolsillo sacó una servilleta, un poco asqueado de tocar sangre se la puso en su nariz.
—Lo sé. —cerró los ojos cansada— Es una mierda.
—Sí. —le dio la razón— ¿Por qué dejaste que te golpearan? No pareces ser el tipo de chica que intimidan.
—Sí las golpeaba les haría el doble de daño que ellas a mi, y honestamente prefiero darles unos cargos judiciales antes que una simple sanción.
—Oh. —entendió a la perfección lo que Hye Kyun pensaba. La ayudó a levantarse del suelo, y sintió lástima de su estado— Supongo que no eran tan amigas.
—Ya he estado sola antes, no importa. —sostuvo el papel mientras corría el cabello de su frente— Gracias por ayudarme, Jeon.
—No es… —y ahí volvió, era la jodida culpa— No, en realidad, lamento haberte ignorado estos días. Actúe mal.
No tomo conciencia de que aquella chica sólo estaba sola y quería acercarse a alguien conocido. Suspiró frustrado, había sido un idiota enorme, por su culpa Hye Kyun se hizo amiga de personas horrendas que terminaron golpeándola.
—Lamento dejar popo en tus hortensias. —sonrió cabizbaja— Por cierto, ¿Me llevas a la enfermería? Voy a desmayarme.
—¡Oh, cuidado!
Tal como dijo, Hye Kyun estuvo a dos segundos de caer boca abajo en el suelo de la preparatoria, si no fuera porque JungKook la tomó entre sus brazos antes. La llevó a la enfermería, y pudieron hablar de lo sucedido, de lo mal que se sintieron ambos por haber hecho imprudencias contra el otro. Jeon descubrió que tenía más en común con ella de lo que imagino, les gustan las matemáticas, y el karaoke, también arroz frito con kimchi. Eran mínimas cosas que los unieron de a poco.
Un día después de la escuela, el castaño recibió una nota en su buzón por parte de su vecina, donde le pedía ir a su casa. Lo hizo, presionó el timbre y esperó a que abriera.
—Te estuve esperando. —dijo— Esto es para tí, señor de las hortensias. —sus ojos bajaron a lo que tenía entre ambas manos.
Hye Kyun le extendía una maceta mediana, no era como las otras que su madre vendía por mayor en los viveros, está era diferente a las demás. De un color rojo intenso, tenía escrita en negro insultos que nunca en su vida pronunció, era algo que ella sola podría imaginar. La tomó con una mueca de asombro.
—¿Para mí?
—Para tí. —rió en susurros divertidos— ¿Qué opinas?
—Bueno… mi madre no dejará que la coloque en la sala. —ladeo la cabeza, y por primera vez notó un pequeño tatuaje en el cuello de la pelinegra, se veía bien, con mucho estilo— Yo lo usaré en mi huerta, voy a plantar tomates.
—¿Y me darás?
—Te lo mereces por ser una buena y silenciosa vecina.
—Agradezco no tener amigos con quienes hacer fiestas, si es que recibiré tomates gratis.
Tuvieron una entretenida y extensa charla sobre sí agregar a su huerta repollo o tomates, llegando a la conclusión de que ambas servirían bien. Pero con el sol sobre sus cabezas, la situación requería un delicioso postre congelado. Treinta minutos después de comprar en la tienda del gruñón Han Seo, el tío del muchacho, fueron a la casa del aludido. Se sentaron frente a la puerta blanca, y rieron recordando como el hombre mayor se emociono al ver a su sobrino estando junto a una chica, sin ser obligado o amenazado. Por eso les obsequio la compra gratis, era asombroso.
Sentados uno al lado del otro, con sus piernas rozando, disfrutaron del sabor fresa con limón, y los dos pensaron: 'Mierda, esto es agradable.' pues se sintieron menos solos.
— ¡Hola, aquí el segundo pedido! De thvsito ♡
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