5•
Pasó una semana más, el tiempo se le hacía muy lento, y la vida muy aburrida.
Cuando le tocaba preparar la silla de montar del Rey, siempre pensaba en la mejor forma de acabar con él.
Podía hacerlo parecer un simple accidente, alguna cuerda suelta que al caballo se le desabrocho... O que la silla de montar estaba dañada, pero la realidad lo obligaba a reaccionar; todo de aquel hombre le recordaba a Ella, su cabello castaño y esos impresionantes ojos azules.
Solo se encargaba de cumplir con su tarea, alistar la silla de montar del Rey.
La guerra llego tan pronto que ni Él la vio venir.
Esa misma semana empezó, después de que ella se marchó.
El reino estaba sufriendo, la guerra era dura.
Él fue nombrado capitán al ser el mejor de todos sus compañeros en blandir la espada.
Estuvo a cargo de defender el castillo de toda amenaza y Él protegía al Rey junto con su escolta personal.
En el transcurso de varios meses fue testigo de numerosas batallas donde casi pierde la vida en dos ocasiones, vio cómo sus compañeros, aquellos que lo ayudaban para encontrarse con su amor, morían en el campo de batalla, el mayordomo, brutalmente asesinado cuando intentaron entrar al castillo; Él recuerda esa noche, donde había llegado demasiado tarde para salvar la vida de aquel hombre que siempre le ayudó a verla de nuevo cuando el sol caía.
Se mantuvo con vida gracias a sus habilidades durante la batalla, por ese motivo el Rey lo nombro como su primer oficial, el que estaba a cargo de su cuidado.
Una noche, después de varios meses, Él se encontraba en el bosque junto con el Rey; se habían ocultado en el espeso bosque que estaba a las afueras del castillo, habían podido escapar y ocultarse del peligro, los enemigos querían matar al hombre que Él mas odiaba.
Pero no podía caer en sus bajos impulsos de venganza, Él debía proteger a su soberano, al hombre que le había dado un lugar en su enorme castillo, al hombre que lo saco de las calles del pueblo donde robaba para sobrevivir y le dio un trabajo, aunque sea como mozo de cuadra, ese mismo hombre le había dado al amor de su vida, sin él, Ella no hubiera existido y Él no se hubiera enamorado.
No podía traicionarlo, era su deber cuidar de él.
Esa noche era cálida y el Rey se sentía nostálgico.
—La extraño— le había dicho el Rey mientras que Él preparaba el fuego para calentarse —Extraño a mi hija— volvió a decir el hombre.
"Yo también" pensó Él para si mismo.
Él la extrañaba todas las noches, desde que se fue hace ya varios años.
La guerra había sido muy larga y aún continuaba.
Todavía no era seguro regresar al castillo donde habían muchos traidores que buscaban matar al Rey. Por lo tanto no era seguro, y hasta que no fuera seguro, la guerra aún seguía declarada.
—Yo sabia que todo esto pasaría— confesó el Rey mientras se acostaba sobre su manto y miraba las estrellas. Él se quedo congelado en su lugar y sólo pudo mover su cabeza para mirar a su señor. —Por eso la envíe lejos— termino diciendo.
Él lloró en silencio esa noche, extrañando esos viejos momentos de su juventud donde vivía feliz a su lado, olvidando la lucha y la sangre, y todas aquellas vidas que perdió y quitó.
Se sintió miserable.
Él la extrañaba.
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