4. Primer día de escuela.
La alarma de su teléfono móvil resonó en sus oídos, arrancándole un suspiro pesado de irritación. Danny amaba el estudio, pero no entendía porqué tenía que levantarse tan temprano, la escuela tendría mejores índices académicos si los estudiantes no llegaran medio dormidos. El joven pelirrojo salió de la cama adormilado, se deshizo de su pijama y entró en la ducha, abriendo la llave del agua fría. Soltó una exclamación ahogada al sentir el agua helada cayendo sobre su piel desnuda, pero sacudió ligeramente su cuerpo y comenzó a frotarse con un jabón de naranja. Se aclaró en tiempo récord y exprimió la botella del shampoo de fresas, masajeando su cuero cabelludo y desenredando los tercos rizos rojos.
Cuando terminó, se envolvió en una esponjosa toalla blanca y se puso el albornoz encima antes de salir del cuarto de baño; moriría congelado, de lo contrario. Buscó algo de ropa interior en los cajones, cogió el uniforme que su madre le había dejado pulcramente doblado sobre el escritorio y volvió a encerrarse en el cuarto de baño. Se aplicó algo de loción para el cuerpo, que era hidratante y tenía un delicioso olor a frutos rojos, y estilizó su indomable cabello húmedo lo mejor que pudo. Lo tenía realmente largo, le caía sobre los hombros en una suave melena rojiza enmarañada.
Danny se observó en el espejo del lavabo, soltando un suspiro. Todos los amigos que había tenido le habían dicho que él era realmente bonito, un lindo omega. Pero Danny aún tenía sus dudas, sentía que no era suficiente como omega. La mayoría de omegas varones a los que había conocido solían ser a) tipos rudos que detestaban su naturaleza dócil o b) delicadas florecitas que solo deseaban ser marcadas y preñadas y él no encajaba en ninguna de las dos categorías. Era bastante delgado y pequeño, por lo que ni de chiste sería tomado en serio como alguien rudo, pero a pesar de sus facciones delicadas no parecía ni remotamente una pequeña florecita. Estaba estancado en el medio.
La melena rojiza enmarcaba un rostro ovalado, de piel pálida, con la nariz algo chata y salpicada de pecas marrones. Los ojos, muy grandes y de color chocolate, estaban ocultos tras unas gafas de cristales gruesos; y los labios, demasiado rellenos para su gusto, siempre estaban resecos. Puso los ojos en blanco y rebuscó en el estante del baño por su bálsamo labial. Era algo que tenía que llevar consigo a todas partes, se puso un poco en los labios y salió del baño, metiéndolo en el bolsillo delantero de su mochila. Se admiró una última vez en el espejo, más por revisar que el uniforme estuviera impecable que por vanidad, y salió de la habitación.
***
Cuando bajó las escaleras, el aroma a huevos con tocino y panqueques con mantequilla inundó los sentidos del lobo pelirrojo. Danny escuchó como su estómago rugía de hambre, soltó la mochila sobre el suelo y se apresuró a sentarse en la barra americana que dividía la cocina de la sala de estar.
–Buenos días, cariño. Vaya, te levantaste muy temprano –dijo su madre, poniendo un plato lleno frente a él.
Su madre estaba envuelta en su propio albornoz color rosa, con el cabello recogido en una trenza y pantuflas cómodas en los pies. Danny miró la pantalla de su teléfono, confundido.
– ¿De qué hablas, mamá? Son las siete treinta –respondió el omega, tomando un mordisco de tocino frito.
Estaba delicioso, acabó con los huevos y el tocino, y procedió a devorar los panqueques antes de que se enfriaran. Su madre se giró hacia él, con el ceño fruncido y una espátula de madera en la mano.
–En el Colegio Privado Mountain Valley entran a las nueve de la mañana. ¡Creí habértelo dicho! –exclamó su madre, furiosa.
Danny sabía muy bien lo mucho que se enfadaba cuando no le prestaban atención.
–Pensé que sería una especie de bono, tu odias las mañanas y en la nueva escuela la hora de entrada no es tan temprano. Ya lo habíamos discutido –masculló, bajando la voz, dejando más tocino frito en su plato.
Lo último que quería era que sus padres se sintieran mal por su culpa, así que tras extender una sentida disculpa a su madre y robar otro trozo de tocino, Danny subió de vuelta a su habitación, pues todavía quedaba una hora para que pasara el primer autobús y no planeaba echarse la caminata de hora y media que lo separaba de su nuevo instituto. Se acostó en su cama, bostezando, y pensó que podría tomar una pequeña siesta. Se durmió en menos de cinco minutos, y cuando despertó, sobresaltado, tuvo que correr escaleras abajo para que el autobús escolar no lo dejara.
Pensó que su casa estaba demasiado alejada de la ciudad central y que, por lo tanto, sería la primera parada del autobús,
pero cuando se subió al vehículo amarillo ya había por lo menos una docena de adolescentes allí. La mayoría eran mujeres, chicas de entre once y dieciocho años, betas y omegas, y tan solo cuatro chicos, todos betas. Todos ellos se le quedaron mirando, en silencio, lo cual fue bastante incómodo. Danny tomó asiento en uno de los asientos de adelante, puesto que a todo el mundo le gustaba sentarse atrás, y fingió estar ocupado con su móvil mientras escuchaba como susurraban cosas de él. Captó palabras como «chico nuevo», «¿qué edad tendrá?» y por supuesto, el para nada sorpresivo «es un omega». El autobús se detuvo nuevamente pocos minutos después, ante una pequeña casa ubicada a algunos metros de la carretera. Era muy parecida a la suya, solo que más pequeña y de aspecto acogedor, como una bonita cabaña. Un chico como de su edad subió, peleándose con el cable de sus audífonos, y el autobús resumió su marcha.
El silencio espectral en el que se había sumido el autobús se rompió, y pronto volvió a ser un vehículo escolar lleno de adolescentes hormonales. Gritos, bromas y silbidos llegaron a sus oídos, y Danny se alegró al saber que ya no era el fenómeno de circo del que todos estaban pendientes.
–Se olvidarán pronto, créeme, éste pueblo está lleno de chismes. Mañana Katie Lucas se acostará con la mitad del equipo de fútbol y todos se olvidarán del nuevo chico omega –dijo una voz dulce, pero masculina.
Danny observó al chico que recién había subido al autobús, aún se estaba peleando con sus audífonos, ya que el cable parecía haberse enredado entre su pelo. Lo tenía muy rizado, de color castaño claro, y aunque más corto que el del propio Danny, lucía brillante y cinco veces más enredado. El chico se percató de su mirada y pareció avergonzarse, un suave color rosa se extendió por sus altos pómulos. El chico era una preciosidad de ojos color miel, pestañas largas y piel caramelo.
–Eres un omega –susurró Danny, sonrojándose también al darse cuenta de lo rudo que sonó eso.
El chico se rió, su risa era aguda y contagiosa.
–Tú igual –observó, olisqueando en su dirección.
El pelirrojo extendió una mano pálida y de dedos finos.
–Mi nombre es Danny Holmes –dijo, aún riéndose.
El otro chico estrechó su mano, dándole una sonrisa amplia de dientes blancos.
–Jake Goodwin. ¿Eres nuevo? Jamás te he visto en la escuela.
Danny asintió, guardando su móvil en el bolsillo de los pantalones.
–Mi familia y yo acabamos de mudarnos aquí. Hoy es mi primer día –le dijo, tendiéndole su horario.
El chico, Jake, lo ojeó y su mirada pareció iluminarse. Le devolvió la hoja de papel, que el pelirrojo devolvió al interior de su mochila, y le obsequió otra sonrisa.
–Estás en todas mis clases, lo cual es bueno, porque ya conoces a alguien que te enseñe el lugar. Cuando yo era nuevo, tuve que guiarme solo por los interminables pasillos de esa estúpida escuela, y me acabé perdiendo varias veces antes de conocer a los chicos –confesó Jake, que al fin había desenredando sus audífonos del cabello, y los estaba metiendo en el bolsillo exterior de su mochila.
Lo que había dicho Jake le había quitado un peso de encima a Danny, ya que conocía a una persona que podría convertirse en su primer amigo y le mostraría los alrededores del lugar. No tendría que comer solo en el almuerzo ni sentarse junto a personas totalmente desconocidas en las clases. Estaba sinceramente aliviado.
– ¿Los chicos? –preguntó, intrigado.
Jake asintió, mirando por la ventana. Estaban entrando a la ciudad central, por lo que estarían en el instituto en pocos minutos.
–Mis amigos, se llaman Liam y Ben. Los conocí en sexto grado, cuando me presenté como omega. Ben ya se había presentado y Liam no tardó en hacerlo, por lo que nos sentamos juntos en el almuerzo y el resto es historia. Son muy agradables. Te los presentaré, ambos tienen Cálculo con nosotros durante el primer y segundo período.
–Me parece bien –dijo Danny, tomando sus cosas.
El autobús se había detenido frente a un enorme edificio de piedra, tenía tres pisos y un enorme jardín delantero. Danny se quedó boquiabierto, parecía más un castillo medieval que una escuela secundaria. Cuando todos los demás terminaron de bajar del vehículo, Jake tiró de la manga de su blazer, señalando con la cabeza al estacionamiento frente al cual se habían detenido.
–Ven, aún queda media hora para que empiecen las clases. Te enseñaré mi lugar favorito para pasar el tiempo –susurró, como si le estuviera diciendo un secreto.
***
Danny observó como Jake se ajustaba la bufanda al cuello, era roja con franjas azules y negras, para nada bonita, pero de algún modo hacía que el omega se viera tierno. Ambos estaban caminando a través del patio trasero de la escuela, el cual consistía en un montón de zonas verdes en las que los estudiantes podían sentarse a leer, a estudiar o simplemente a tomar el sol en los días de verano (según la explicación de Jake), pero que ahora se encontraban desiertas y cubiertas de hojas secas. Pasaron por la cancha de fútbol, por la de tenis, y se habían detenido frente a una enorme estructura de cristal con forma redondeada, Jake le había explicado que éste era el invernadero, un lugar lleno de plantas y árboles en el cual veían clases de biología. Tras él, se extendía un pequeño bosque que seguía siendo propiedad de la escuela, y ahí se encontraban en ése momento, caminando a través de troncos caídos y árboles desnudos. De pronto Jake se detuvo, girándose hacia Danny.
–Este es el lugar, según el padre de Liam antes solían ver clases de supervivencia pero ya nunca nadie viene aquí.
Danny miró alrededor, se hallaban en un pequeño claro, rodeado por matorrales de zarzamoras y troncos de roble caídos, sobre los que el pelirrojo supuso que solían sentarse.
–Es perfecto, ¿no lo crees? Un lugar escondido, lejos de todos pero lo suficientemente cerca de la escuela como para oír la campana de entrada –dijo el muchacho, en un tono de voz orgulloso.
–Claro –contestó Danny, encogiéndose de hombros.
Colocó su mochila junto a la de Jake, y se sentó en el suelo a su lado, cuidadoso de no ensuciar los pantalones del uniforme. Una mirada a su teléfono móvil le dejó saber que allí todavía llegaba señal, e incluso la red wi-fi del colegio.
–Usualmente vengo aquí a hacer los deberes o simplemente a leer durante los períodos libres –le confesó el joven, recostándose en el suelo con la cabeza sobre su mochila.
Danny notó que el chico era ligeramente más alto que él, pero aún así no pasaba del metro sesenta.
– ¿Qué edad tienes?
Jake se giró hacia él, con los ojos claros taladrándole.
–Dieciséis, ¿y tú?
–Quince todavía. –Danny hizo una mueca, siempre era el menor de sus amigos. –Cumplo el ocho de diciembre.
–Bueno, yo el trece de mayo. Ben cumple en febrero y Liam en marzo. Parece que eres el más pequeño. ¿Tienes hermanos? ¿Cuál es tu color favorito? ¿Ya tienes alfa? No hueles a omega enlazado, pero podrías estar siendo cortejado.
Danny se sintió mareado con tantas preguntas a la vez, no sabía cuál contestar primero.
–Vamos, Jake, deja que el chico registre las preguntas antes de poder contestarlas. Discúlpalo, si es que se pone un poco intenso cuando se emociona.
Danny se incorporó, alcanzó a ver las mejillas de Jake cogiendo un violento color rubí antes de mascullar en voz baja, pero su vista fue interrumpida por un chico alto de cabello oscuro. Le sacaba por lo menos quince centímetros de altura, por lo que tuvo que alzar la cabeza para verle a los ojos. Azules como el cielo en un día de verano. Exactamente iguales a los de Aaron, pensó inconscientemente. El muchacho le sonrió, mostrando unos adorables hoyuelos en las mejillas, tenía el brazo alrededor de la cintura del que había hablado. Danny observó con ojos como platos como ambos tomaban asiento en el frío suelo, y el chico que había hablado se frotaba el hinchado vientre con algo de molestia.
Al instante, Jake se sentó frente a él y colocó su rostro sobre el vientre del embarazado. Inmediatamente el omega embarazado clavó sus ojos en él, eran color café, y su cabello muy rubio.
–Oh, él es Danny. Danny Holmes, es nuevo aquí –dijo Jake, plantando besos suaves sobre el vientre hinchado.
El omega encinta sonrió, tendiéndole una mano.
–Mi nombre es Liam Martin. Un gusto conocerte, Danny –gimió lo último, colocándose una mano sobre el vientre. –Ah, y ellos son Ethan y Isaac.
Danny sonrió, acariciando su vientre con ternura. Se veía bastante grande e hinchado, casi colgando del pequeño omega. Danny miró de reojo la marca que tenía en el cuello, visible a través de la camisa del uniforme que tenía abierta. Una marca de reclamo. Danny sabía lo que significaba, que Liam era un omega reclamado y enlazado por su alfa.
– ¿Cuanto tienes? –le preguntó, sentándose junto a ellos.
–Apenas cuatro meses, parece más porque son gemelos. Luzco como una jodida ballena y aún tengo la mitad del embarazo por delante –gimoteó, haciendo pucheros.
Danny se giró hacia el otro chico, el que estaba alejado de ellos, en silencio y con la mirada perdida. Danny se dio cuenta de que estaba muy delgado.
– ¿Y tú? –preguntó, dirigiéndose a él.
El chico abrió los ojos azules y se sonrojó, como si estuviera acostumbrado a estar en el trasfondo y a que nadie nunca se interesara en él.
–Soy Ben. Benjamin Kensington –dijo éste, extendiéndole la mano.
Danny se aclaró la garganta.
– ¿Ke... Kensington? ¿Conoces a Aaron Kensington?
El omega frunció el entrecejo, asintiendo con la cabeza, confundido.
–Sí, Aaron es mi hermano. ¿Cómo lo...? –Los ojos azules del omega se abrieron mucho. – ¡Eres el omega del Alfa Williams!
Alfa Williams. Así que ése era el nombre del lobo que lo había atacado en el bosque, pensó Danny. Sintió como sus mejillas se sonrojaban. Los otros omegas se pusieron alerta, las sonrisas dulces dejando sus rostros.
– ¡No puede ser! ¿Por qué no me dijiste que eras el omega del Alfa Williams? –preguntó Jake, con los ojos brillantes.
Danny se puso en pie.
–No soy... Yo no... ¡No soy el omega de nadie! Yo no tengo alfa. Jamás... Jamás he sido cortejado, seguro te estás equivocando. –Se dirigió a Ben.
El chico de cabello oscuro se encogió de hombros, ayudando a Liam a ponerse en pie.
–Eso fue lo que escuché. Mi hermano dijo que el Alfa Williams te había asaltado en el bosque, pero que se había alejado de ti porque no quería simplemente reclamarte en el bosque. Dijo que quiere conocerte primero, luego cortejarte y que sólo si tú lo deseas se convertirá en tu alfa –recitó Ben, mirándole de reojo, con las mejillas muy rojas resaltando con la palidez de su piel. –Bueno, igualmente todos en la manada saben que eres suyo. Nadie va a tocarte si creen que eres la pareja del alfa.
Danny frunció el entrecejo, aquello era bastante para digerir. Que no sólo el alfa que lo había asaltado en medio del bosque fuera el alfa de la manada de Mountain Valley, sino que también, aparentemente, fuera su pareja y se lo hubiese pedido. Le echó una mirada al chico de ojos azules, que parecía incómodo en su propia piel, y soltó un suspiro de pesadez, por lo menos había encontrado a un pequeño grupo de amigos. La campana sonó, avisando que todos los alumnos debían dirigirse a clases, y Danny tomó una profunda inhalación, preparándose para un día de clases.
Multimedia: Danny Holmes en su forma de lobo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top