Capítulo uno

La última vez que los dos nos vimos fue cuando se celebró la fiesta de graduación de la preparatoria.
Ante todos los demás, Kardia siempre fue aquel joven del que todos y todas querían formar parte de su vida, inclusive yo.
La vida puede dar un giro inesperado en cualquier momento que por alguna extraña razón, él y yo volvimos a coincidir en el camino.

Kardia siempre llamo la atención de los demás estudiantes, formaba parte del grupo de los populares y yo...
Siempre era aquel que se la pasaba en la biblioteca leyendo y escribiendo.

Aunque en el último semestre un día Kardia se acercó a mi con el pretexto perfecto que yo le ayudara con una materia, de lo contrario si reprobaba terminaría debiendo esa materia y perdiendo un semestre más.

Ante tal petición no me negué, siempre soñé con disfrutar de su compañía; era el momento perfecto para que los demás me vieran a su lado caminando y quizá hasta despertar un poco la envidia.

En ese tiempo los dos pudimos conocernos un poco más a fondo, resultaba ser que aquel hombre orgulloso, impulsivo y de carácter explosivo resultaba ser un hombre noble que no dudaba en ayudar a los demás cuando se necesitaba.

No voy a negar que al principio me llamó la atención su personalidad, su físico y sobre todo esa mirada que seduce desde el momento que sus zafiros se posan en tus iris, despertaba sensaciones indescriptibles en mi cuerpo que terminó cautivandome por su amabilidad y sencillez.

Justamente en la fiesta de graduación me había pedido formalmente ser su pareja de baile, yo me sentía como la persona más afortunada por qué creí que esa noche me pediría ser su pareja después del tiempo que compartimos juntos.

Aquella noche me preparé, llevé mis mejores prendas que había adquirido días atrás previendo el día más bello de mi vida.
Kardia pasó a recogerme a mi casa justamente a la hora indicada, ahí se encontraba esperándome en el auto de su padre con su mano sobre la puerta abierta listo para recibirme.

Lo que todo avanzaba a la perfección, terminó siendo un desastre justo en el momento cuando ambos nos encontrábamos en la pista de baile mientras danzamos a la par de la suave música que inundaba aquel enorme salón.

Una mujer de cabellos lilas interrumpió la fiesta cuando tomó el micrófono en sus manos para dar una noticia que nadie se esperaba.

Aquella mujer comenzó a dar una charla aburrida para todos los presentes, sin embargo al señalar a Kardia comenzó aventar con una  especie de bazuca que lanzaba papelitos de colores gritando a todos los presentes.

¡Quiero que todo el mundo sepa que Kardia y yo seremos padres!

Cuando escuché está confesión, sentía que mi corazón se quebraba en mil pedazos, me llevé una mano a mi pecho sin quitar la mirada a Kardia quien no podía creer lo que escuchaba.
Lentamente me soltó de la mano para darse paso entre la multitud y enfrentar de una vez por todas esa situación.

Me quedé como todos los demás observando ese disturbio, pero cuando aquella mujer volvió a decir que ellos la habían pasado muy bien juntos hace unas cuantas semanas atrás simplemente me di la media vuelta para salir de aquella fiesta que terminó siendo el peor día de mi vida.

A lo lejos podía escuchar los gritos de Kardia llamándome que regresara de nuevo, sin embargo de no ser por Defteros quien se ofreció a llevarme a mi casa pude salir de aquel lugar sin problemas.


El tiempo fue transcurriendo, no volví a saber nada de Kardia; hasta donde supe él había heredado la empresa de su padre donde se dedicaban a las ventas de inmuebles dejando muy buenas ganancias.

Defteros y yo nos fuimos volviendo más cercanos, ambos terminamos en la misma universidad donde él prefirió tomar una ingeniería y yo preferí estudiar filosofía y letras.
Conforme pasaba el tiempo cuando los dos terminamos nuestros estudios me pidió formalmente ser su pareja.
Inmediatamente yo acepte su amor y su compañía, para nuestra fiesta de graduación yo ya tenía una enorme sorpresa y esa era que mi pequeño Camus venía en camino.

Los dos no teníamos un sustento económico grande como para comprar una casa, para fortuna nuestra Defteros encontró un buen trabajo donde pidió una parte para dar el enganche de nuestro pequeño departamento mientras que por mi parte logré entrar a trabajar en una librería, dónde los dueños eran muy accesibles conmigo ya que me permitían llevar a Camus conmigo.

Así vivimos dos años juntos levantando con mucho esfuerzo nuestro hogar, la peor parte de mi vida se terminó cuando me llamaron por mi celular avisando que mi esposo había sufrido un terrible accidente en la carretera.
En el auto donde viajaba sus compañeros y él, terminó perdiendo los frenos quedando justamente abajo de un trailer que se les atravesó en el camino.

No sabía que hacer en ese momento, Seraphina se dió cuenta de mi urgencia, así que ella se ofreció para ayudarme a cuidar de mi Camus mientras yo atendía ese problema por el cual atravesaba.

Jamás pensé que aquel momento se me fuera de las manos, al llegar al lugar donde fue el accidente logré despedirme de mi esposo quien no se cansaba de repetirme lo mucho que nos quería y me agradecía por aquel hermoso regalo que la vida nos dió.

Le prometí que a Camus jamás le faltaría amor de mi parte y mis atenciones, fue una triste despedida justo cuando sus ojitos se cerraban lentamente para siempre.

La parte más difícil de mi vida no era el hecho de intentar ser padre y madre a la vez, lo que realmente era un reto para mí era el hecho de explicarle a mi pequeño hijo que su padre no volverá jamás.

Así pasaron cinco años más, ahora Camus contaba con siete años; yo seguía trabajando en la librería de Seraphina pero ahora con otro puesto mucho más alto, yo era el encargado de la librería y por lo tanto podía ir a recoger a mi Camus a la escuela.

Frente a la librería se situaba un pequeño parque así que dejaba que Camus fuera a jugar un rato mientras yo lo observaba desde la librería.

Todo transcurría tranquilamente hasta que mi pequeño Camus entró corriendo a la librería tirando de mi camisa presuroso.

- Mami, ven rápido por favor... Afuera hay un niño que tiene mucha hambre.

- Camus, espera...

No me dió tiempo de hablar con él, mi pequeño tomó mi mano y me llevó hasta el parque.
En la banca se encontraba un niño quizá de doce años con las manos sobre su estómago, grande fue mi sorpresa al momento que el chico alzó su rostro, era igualito a él.

- ¡No puede ser!

Después de mucho tiempo y era su viva imagen con ese cabello alborotado azulado.

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Después de pensarlo así empieza está nueva historia, espero que les guste, los quiero y a seguir actualizando las demás. 💖💖💖💖💖💖

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