Capítulo cuatro

Al salir de la escuela lo primero que hizo fue tomar un taxi que lo llevara de nuevo a ese lugar.
No le importaba realmente lo que sucediera por qué solo era un niño tratando de llegar a la librería dónde por primera vez se sintió a gusto rodeado de personas que se preocupaban por el.
Si bien la inocencia de un niño no sabe diferenciar la maldad de la bondad, lo único que Milo deseaba era llegar con Dégel y sobre todo con Camus.

La mentira que le dió al chófer para que le pudiera hacer el viaje fue "Mi mamá trabaja en ese lugar y me pidió tomar un taxi siempre y cuando lo haga con responsabilidad para que me cuide de los malos"
Justo después de estas palabras Milo le entregó una tarjeta dónde especificaba la dirección que logró tomar en la oficina donde se encontraba comiendo con Dégel.

A pesar de su corta edad, Milo sabía perfectamente lo que hacía y no sería impedimento para regresar a la librería.

Al principio el chófer del taxi dudó unos momentos pero al ver que el niño le entregó la tarjeta no tuvo más alternativa que llevarlo a su destino.

Su madre era un profundo desastre con él, por lo tanto el hecho de no llegar temprano a casa resultaba lo mismo.
Al menos hizo el esfuerzo de guardar el gasto de su receso para poder pagar el taxi.

El camino fue largo y tedioso para un niño que le gusta se libre y disfrutar de la vida.
Sin embargo el chófer del taxi lo dejó justamente frente a la librería; en el momento que Milo levantó su mirada se dió cuenta que logró su pequeña travesura.

A Dégel no lo podía ver en la librería pero cuando se giró levemente para observar en el parque ahí pudo ver a lo lejos a ese pequeño vivo retrato de su bello padre doncel.

Sonrió con satisfacción, tomó su mochila y sacó el dinero de su pequeña cartera para poder pagar lo que el taxímetro marcaba.

- Muchas señor.

- Niño, a la otra dile a tus padres que no te dejen solo. En la calle hay personas malas que quieran aprovecharse de tu vulnerabilidad.

Aunque al escuchar esto, justamente antes de cerrar la puerta del auto Milo le devolvió la respuesta.

- Gracias señor pero preferí venir así en taxi por qué hace tres días me quisieron secuestrar.

Terminó de cerrar la puerta del auto y movió su mano en el aire para despedirse del chófer quien esperaba a que Milo entrara a la librería tal y como lo había dicho.
Para ya no hacer perder mas el tiempo al taxista, Milo entró decidido al local, a los pocos segundos más adelante el taxista logró tomar otro viaje.

Cuando ingresó no divisaba a Dégel por ningún lado, la entrada repentina de ese niño más pequeño que él llamo totalmente su atención, reconocía su voz.

- Milo ¿Eres tú?

- Camus - De manera inmediata se giró para devolverle una sonrisa, la mirada tierna de esos bellos luceros era única a pesar de ser más pequeño que él - Siento llegar así pero me siento muy solo en casa.

- Ven, vamos con mi mami - Camus tomó la mano de Milo, aunque la diferencia de tamaño era demasiado, no pudo evitar dejarse llevar por aquellas manos suaves y tersas.

Pasaron entre varios estantes, tambien entre las personas que miraban con detenimiento los libros exhibidos, al llegar al mostrador se encontraron con una señorita de cabellos largos y plateados.

- Señorita Seraphina... Le presento a mi amigo Milo - El pequeño Camus dejó que la dueña de la librería se acercara a ambos.

- Mucho gusto pequeño Milo, eres tan adorable - La joven colocó su mano sobre la cabeza del pequeño - Mi nombre es Seraphina, soy la dueña de este lugar. Todos los amigos de Camus son bienvenidos a este lugar, puedes sentirte como en tu casa.

Ante las palabras de aquella dulce señora, Milo extendió su mano para saludarla, Seraphina hizo lo mismo mientras tomaba un par de dulces que tenía sobre el mostrador, esos los ocupaba para regalarle a sus clientes.

- Tengan, disfruten de estos caramelos.

- Señorita Seraphina ¿Y mi mamí? - Cuestionó el pequeño Camus tomando el dulce.

- Dégel está en la oficina revisando unos documentos, pueden pasar si gustan.

Camus tomó la mano de Milo para guiarlo hasta la oficina, pero antes de eso Milo se despidió de la joven nuevamente estrechando sus manos. Si algo que Kardia tenía, es que siempre educó a su hijo para que saludara con cordialidad, así mismo para despedirse, ya que regularmente Kardia tenía distintos clientes y lo que menos quería es que su hijo fuera un altanero orgulloso engreído.

- Oye Milo - Preguntó Camus mientras guiaba a su amigo por los pasillos - ¿Por qué estás solo? Creí que la señorita de cabellos lilas que vino por ti era tu mamá.

- No, ella es mi tía Sasha, aunque me cuida como si fuera su hijo - Respondió Milo - Pero mi tía discutió muy feo con mi mamá y le dijo que no se metiera en nuestras vidas, le pedí a mi papá que me cambié de escuela o me lleve a su trabajo pero no me hace caso. Por lo tanto no hay quien cuide de mi... - Se quedó callado unos momentos - Por eso decidí venir contigo, al menos así puedo pasar el tiempo.

Ambos niños se quedaron frente a una puerta de color caoba, Camus colocó su mano sobre la perilla pero la puerta se abrió repentinamente.

Los documentos que Dégel llevaba en su mano los dejó caer cuando miró a esa visita inesperada que llegó nuevamente a la librería.

- ¿Milo? - Cuestionó con asombro acomodándose sus anteojos - Pero... ¿Que haces aquí? ¿Tus padres te trajeron?

- Hola señor Dégel - Saludó Milo inmediatamente, después se agachó al suelo para poder ayudarle a recoger los documentos que se encontraban en el suelo.

- Dice que vino con nosotros por qué se siente solo.

Interrumpió Camus jalando la camisa de su mami quien seguía mirando con asombro al amigo de su hijo. Solo espera que su presencia no sea motivo de que quieran los padres de Milo hacer una acusación sin sentido por qué su hijo no se encuentra en su casa.

- ¿Eso es cierto Milo? - Cuestionó Dégel tomando los papeles que Milo le entregó.

- ¡Si! Pero si quiere puedo marcarle a mi papá para avisarle, ayer me dió una tarjeta dónde viene su número de celular y de la empresa.

El pequeño Milo sacó una tarjeta de presentación que guardaba en su bolsillo, en el se podía leer el nombre de la persona. Ligeramente sus manos comenzaron a temblar cuando efectivamente se dió cuenta de aquel  nombre sobre el papel.

- Kardia Samaras.

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