Parte 4: Empeorando

Ya era cerca del mediodía cuando volvió al bar del día anterior, se sentó en la barra y preguntó por el menú del día, cuando se aseguró que era algo que le apetecería comer, le pidió al chico de la barra por uno junto con una bebida cola.

Luego de comer necesitaba usar el sanitario, así que se dirigió al mismo, pasó cerca del teléfono y recordó que tenía que pedir monedas para intentar comunicarse con su jefe.

Terminó de lavarse las manos y secarlas, se dirigía a la barra por las monedas cuando vio que al lado donde ella había estado sentada estaba el tal Hoseok, hablando fuerte y riendo fuerte. Antes de ser vista se volvió sobre sus pasos y empezó a buscar una salida trasera, no quería encontrarse con ese hombre ruidoso y molesto, demasiado mal venía su día para sumarle otro encuentro desagradable.

Se encontró con un pacillo muy angosto y al fondo del mismo había una puerta, con un pequeño tragaluz encima por el que entraba luz del exterior, decidió salir por allí.

Había salido a un especie de callejón detrás del bar, donde había un contenedor de basura y cajones con botellas vacías, y apoyado en la pared junto a la puerta estaba el pálido cocinero fumando un cigarrillo, que al verla se sorprendió mucho.

–No debería estar aquí.

– ¡Vaya que son amables en este pueblo!, ¿acaso nadie sabe nada de cortesía?

–No es mi fuerte, lo siento –dijo mirando sus propios pies y dando una calada a su cigarrillo.

–Necesito un cigarro antes de regresar allí –dijo con tono frustrado.

–Veo que ya has tenido el desplacer de conocer a Jung –dijo él.

– ¿Así se apellida el señor ruidoso?

Él rió, y su risa era franca, mostraba casi toda su encía al hacerlo. Ella sonrió también y él le extendió el cigarrillo que tenía en la mano. Lo miró con incredulidad.

–Es el último que me queda hasta que pueda ir por más.

Ella lo seguía mirando sin decidirse a tomar el cigarro que este amablemente le entregaba.

– ¿Eso es...?

–Es un simple cigarro, no pienses mal, fumo armados porque es más barato y muchas veces en este infierno no se consiguen cigarrillos empaquetados.

Ella todavía dudaba en tomarlo.

– ¿Lo vas a querer o no?, se va a terminar consumiendo solo y no estoy para andar desperdiciando tabaco –dijo un poco frustrado ya.

Yiseo tomó lo que quedaba del cigarro y tras hacer una profunda calada se lo extendió nuevamente.

– ¡Suga, Jung quiere un menú del día! –dijo asomando el joven barman, para volver a ingresar rápidamente.

–Termínalo tú –le dijo a la vez que abría la puerta para entrar.

– ¡Gracias Suga! –le dijo con una sonrisa.

Recibió otra como toda respuesta.

Ella quedó con la sonrisa dibujada en su rostro, el cocinero era la primera persona que le había resultado agradable en este pueblo de mala muerte.

Terminó el cigarro y suspiró profundo como si necesitase inflarse para seguir haciendo frente al pésimo día que tenía.

–Jungkook necesito monedas para hablar por teléfono, por favor cóbrame la comida y dame el cambio en monedas.

–Yo tengo monedas si necesitas –dijo Hoseok metiendo su mano al bolsillo.
–No aceptaré nada de usted.
–Bueno, tal parece que alguien está molesta conmigo aunque ignoro el por qué.

–Simplemente no me interesa tener ningún tipo de trato con usted.

–Y yo que pensé que luego de nuestro encuentro de esta mañana éramos amigos– dijo riendo irónico.

Yiseo tomó las monedas que había dejado el barman en silencio delante de ella y se fue para llamar a su bendito jefe. Necesitaba poner distancia con ese hombre que le encrespaba la piel y los nervios.


***


Tras aparcar en el motel se dirigió arrastrando su frustración y enojo a la oficina del conserje.

–Buenas tardes señorita Choi –saludó amablemente Seokjin.

–Ya te dije que me tutees –dijo en mal tono.
– ¿Sucede algo? Te noto molesta.

– ¿Solo algo? –Respondió ella con ironía–. No encuentro a la bendita señora Kwon que vine a buscar, mi jefe no atiende mis llamadas, tal parece que tendré que quedarme otra noche aquí, en la gasolinera no reciben combustible hasta dentro de un par de días y para rematarla tampoco les quedaban cigarros. Esto no es un pueblo, es un infierno.

– ¡Bienvenida! –dijo riendo.

–Y como si eso fuera poco no puedo llamar a mi novio, no recuerdo su número, lo tengo agendado en el celular pero me quedé sin batería –para ese momento comenzó a llorar y entre sollozos e hipos siguió con la enumeración de sus desgracias– y no traje cargador porque pensé que volvería en el mismo día. Tae se enojó conmigo por aceptar este trabajo y nos peleamos...

Seokjin le extendió un pañuelo que ella tomó mientras seguía contándole todo al incómodo conserje que no sabía cómo consolarla.

–Él me dijo que yo acepté este encargo porque estaba enamorada de mi jefe, entonces yo me enojé y me fui. Y ahora no me puedo comunicar y si me llama y no lo atiendo quizás crea que no quiero saber más nada con él...

–Déjame que voy a traerte un vaso con agua. Ven siéntate en la oficina.

La condujo al sofá donde habían estado la noche anterior, y luego de servirle un vaso con agua se sentó a su lado pasando su mano por la espalda para tratar de consolar a la verborrágica joven.

–Gracias Jin, perdona que te esté contando todo esto, peo no se qué hacer, encima no voy a poder regresar hasta dentro de unos días más porque no tengo combustible. No sé donde conseguir un cargador de celular. Nada puede ir peor –dijo entre el llanto.

–El señor Jung tiene celular, quizás pueda prestarte su cargador.

En ese momento ella dejó de llorar de repente y miró a Seokjin como si le estuviese haciendo un mal chiste.

–No puedo pedirle nada a ese hombre, me da mala espina.

–Él es el único aquí que puede ayudarte en todo lo que necesitas –dijo retirando un mechón de su cabello y colocándolo detrás de su oreja de manera cariñosa.

– ¿Tu no conoces a nadie que pueda tener un cargador en este lugar? –dijo con sus ojos húmedos suplicando.

–No me mezclo con la gente del pueblo, no me caen bien y no les caigo bien.

Una vez se hubo calmado salió de allí tratando de armarse de valor para pedirle el cargador a Hoseok. Apenas cruzo la puerta vio como Jimin salía de manera sospechosa de la habitación de este.

Inhaló con fuerza y caminó hacia la puerta número 3 y golpeó. Escuchó la molesta voz de Jung desde adentro.
– ¿Te olvidaste algo o te quedaste con ganas de más?

Abrió la puerta y se sorprendió al ver que llevaba la camisa desprendida al igual que sus pantalones.

–Yo, yo... Lo siento, regreso luego –dio media vuelta con intención de marcharse.

–No seas modesta mujer, supongo que no es la primera vez que ves un hombre con la camisa desprendida –dijo abotonando la misma.

Se volvió hacia él con timidez.

–Perdón que lo moleste, pero necesitaba pedirle si me puede prestar el cargador de su celular.

Él se rio de forma burlona y mordió su labio inferior.

–Creí que habías dicho que no aceptarías nada de mí –le dijo con ironía.

–Sí, lo siento, fui grosera.

Hoseok buscó en un maletín que tenía en una silla y volvió hacia la puerta para entregarle el cargador. Ella extendió su mano con la palma hacia arriba, él coloco el objeto en la mano de la joven, y sin soltarlo tomo su mano entre las de él.

–Quédatelo, tómalo como una ofrenda de paz –dijo con una hermosa y amplia sonrisa, la misma que ella había visto el día que lo conoció. Y allí estaba ella sonriendo por consecuencia.

Tardó unos segundos en reaccionar.

– ¡Gracias! –fue todo lo que dijo y se marchó a su cuarto.

« ¡Ese hombre es el mismísimo diablo! En un momento lo odias, pero te sonríe y te derrites a sus pies.»

***


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