Parte 2: Mal día
Tras pedir indicaciones a la única persona que se cruzó en la calle, encontró el camino al motel, que quedaba bastante apartado del resto del pueblo, ya en la salida del mismo.
Era una construcción simple y moderna de no más de seis habitaciones, a diferencia del resto de las casas y edificios que eran más antiguas y tradicionales.
Detuvo el auto en la entrada del mismo y se dirigió a la conserjería para rentar un cuarto. Al ingresar sonó una campanilla colgada en la puerta que anunciaba que había sido abierta. De una habitación que estaba más allá del mostrador salió un hombre joven, alto, muy bien parecido, con hombros anchos y una sonrisa afable.
– ¡Buenas tardes! ¿En qué puedo servirle?
– ¡Buenas tardes! Necesitaría un cuarto para pasar la noche.
– ¿Sola? –Preguntó con una extraña sonrisa de medio lado.
–Sí –contestó dubitativa.
–Le daré la habitación número uno, que es la que está al lado, en caso que necesite algo estará cerca para pedirlo. No hay teléfono en las habitaciones, si necesita hacer alguna llamada puede hacerlo de la cabina que está a su espalda.
–Bien. ¿Me podrías dar la clave del wi-fi? –dijo mientras buscaba en su bolso de mano la tarjeta de la empresa para cargar el gasto.
Parecía haber dicho algo gracioso porque el conserje comenzó a reír demasiado divertido mientras ella lo miraba extrañada.
–Aquí no tenemos wi-fi –dijo finalmente.
– ¿Y algún café o lugar donde tengan para poder conectarme?
–En este pueblo no hay wi-fi –le dijo completamente serio esta vez.
– ¿Y cómo se comunican con el mundo exterior?
–Por teléfono –respondió como si fuese lo más natural del mundo y ella no lo supiera.
«Oh por dios, esto es una pesadilla. Es mucho peor de lo que imaginé. Espero no tener que quedarme más tiempo en este lugar o voy a volverme loca».
Él tomó la llave y la acompañó los dos pasos que había entre la puerta de la conserjería y la de su habitación, abrió la puerta y le mostró superficialmente el lugar.
– ¿Señorita Choi tiene más equipaje que desee le traiga desde su automóvil?
–No te preocupes... –Leyó el nombre en el broche que llevaba en su chaleco– Seokjin, sólo tengo un bolso pequeño que bajaré ahora cuando lo mueva para dejar libre la entrada.
El asintió e hizo una reverencia pronto a marcharse.
–Disculpa, una última consulta, ¿habrá algo disponible para cenar?
–Le preguntaré a mi madre que opciones hay disponibles.
Ella empezó a reírse como si hubiese escuchado un buen chiste, él la miraba serio sin entender y un poco incómodo por si se estaba riendo de algo que él hubiese dicho.
–Ahora dime que te apellidas "Bates" y me caigo de culo –dijo entre lágrimas de risa.
Pero a él no le causaba ninguna gracia, ya estaba acostumbrado que los imbéciles de ese infierno al que todos llamaban pueblo hiciesen chistes con dicha película sobre él y su madre.
–Vendré a avisarle qué hay en el menú –dijo serio y se marchó.
Ella se sintió incómoda, se dio cuenta que a él no le había causado ninguna gracia su tonta broma.
Dejó su bolso de mano en una de las dos camas que había en el cuarto y salió hacia su auto para moverlo a uno de los lugares de aparcamiento y sacar el bolso con la única muda de ropa que había cargado solo por las dudas tenía algún percance, y en ese momento agradecía haberlo hecho.
Ya en la habitación nuevamente, se descalzó, se quitó el abrigo y sacó la blusa de dentro de los pantalones, liberó un par de botones tanto del escote como de abajo.
Se dirigió al baño para refrescar un poco su rostro y pensó en darse una ducha, pero se arrepintió en el acto, ese hombre se veía demasiado extraño y no quería morir acuchillada en la ducha como una clásica escena del cine de terror.
«No hagas lo que hacen los protagonistas de las películas de terror que te pasas mirando, no tomes decisiones estúpidas y no te sucederá nada malo. O por lo menos nada peor que haberte tenido que quedar en este lugar»
Estaba en esos pensamientos cuando golpearon la puerta y abrió pensando sería Seokjin para avisarle del menú.
– ¿Siempre abre así a cualquiera que golpee a su puerta? –preguntó con un tono que era entre burlón y a la vez casi un reto.
Y ahí estaban las malas decisiones, abrir la puerta en un lugar en medio de la nada sin siquiera haber preguntado quién era.
–Supuse que eras tú –se excusó.
–Podría no haber sido –dijo serio, como advirtiéndole que sea más cuidadosa la próxima vez.
El cielo había comenzado a nublarse y se podían escuchar truenos a lo lejos. Lo único que le faltaba, una tormenta. Con lo que la asustaban los rayos y los truenos.
–Venía a preguntarle si hay algo en especial que preferiría para cenar.
–Una sopa de fideos y verdura estaría más que bien para mí.
–Perfecto. Se la traeré cuando sea la hora de la cena.
No había traído ropa para dormir, así que tendría que hacerlo en ropa interior o con la blusa. Se decidió por la segunda opción, se quitó los pantalones, se sentó en la cama y encendió el televisor. No había muchos canales, solo los de aire, en uno una novela, en otro un noticiero, en otro un programa de entretenimientos y en el último una película vieja de suspenso que acababa de empezar. Dejó la película, aunque ya la había visto no estaba mal para volverla a ver y se concentró tanto en la misma que se sobresaltó cuando volvieron a tocar a la puerta. Calculó que sería la cena ya que había pasado bastante más de una hora.
Abrió la puerta para encontrarse con una sonrisa irónica del conserje que la miraba desde su altura con la bandeja en la mano.
–Volvió a abrir sin preguntar –le dijo en tono de burla.
– ¡Rayos! Si estuviese en una película de terror ya estaría muerta ¿verdad?
–O quizás atada, amordazada y siendo torturada –le dijo agachándose para decírselo en un tono bajo casi al oído.
Ella sintió un escalofrió que le recorrió toda la columna. No supo si era por la cercanía repentina de ese hombre, por haber sentido su aliento en su oído o por imaginarse lo que le había dicho.
Dio un paso hacia atrás, él curvó los labios en una mueca burlona y le extendió la bandeja.
Ella la tomó, en esta había un apetitoso plato de ramyeon, un par de tostadas, un vaso con jugo de naranja y una linterna. Levantó la vista hacia Seokjin intrigada y él supo el por qué.
–Anunciaron que habrá tormenta eléctrica, y suele cortarse la luz algunas veces cuando eso sucede, así que para que no se quede a oscuras le traje esa linterna. Igual yo estaré aquí al lado toda la noche, para lo que necesite. Cualquier cosa que necesite –dijo remarcando mucho las palabras de la última frase.
¿Acaso se le estaba insinuando? Lo miró analizando sus expresiones, para convencerse que ese hombre se veía muy serio y formal como para hacer semejante cosa, que solo eran malas interpretaciones de ella.
–Gracias Seokjin, lo tendré en cuenta.
–Puede llamarme solo Jin si le resulta mejor.
–Ok Jin, gracias –dijo inclinando levemente la cabeza y cerró la puerta.
***
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