𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆
( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝐻𝑅𝐸𝐸 )
𝚕𝚊𝚜 𝚒𝚖𝚙𝚛𝚞𝚍𝚎𝚗𝚌𝚒𝚊𝚜 𝚌𝚘𝚖𝚎𝚝𝚒𝚍𝚊𝚜 𝚎𝚗 𝚎𝚕 𝚌𝚊𝚕𝚕𝚎𝚓𝚘́𝚗.
Aquella reunión con Draco fue la última que disfrutaron durante el verano. Luego de irse a la mañana siguiente, Narcisa se aseguró de mejorar la seguridad de la mansión. Ella y Severus no querían que volviera a interrumpir sin su permiso allí, creían que era lo mejor para ambos con tantos mortifagos yendo y viniendo en la mansión. Querían evitarse problemas con otros mortifagos y con el mismísimo Señor Tenebroso. Los obligaron a mantener distancia uno con el otro, y era algo con lo que ninguno estuvo feliz.
Con aquella frustración aún latente, Alaska tuvo que encontrar un nuevo pasatiempo para mantener su cabeza ocupada y así no tener que pensar en la misión de Draco, la cual aún era desconocida para ella. Fue algo difícil, pero le ayudo cuando las cartas de Hogwarts llegaron. Se encontraba en la sala cuando Severus entró a la habitación con el sobre en sus manos.
—Llegaron los resultados de los TIMOS —Le dice entregándole el grueso sobre—. Te ha ido excelente, como era de esperar.
—Había olvidado por completo los resultados.
Alaska se apresuró en abrir el sobre y en encontrar el pergamino con los resultados:
TÍTULO INDISPENSABLE DE MAGIA ORDINARIA
RESULTADOS DE ALASKA ROSE RYDDLE.
Aritmancia: S
Astronomía: S
Cuidado de Criaturas Mágicas: E
Defensa Contra las Artes Oscuras: E
Encantamientos: E
Estudio de Runas Antiguas: E
Herbología: E
Historia de la Magia: A
Pociones: E
Transformaciones: S
Releyó varias veces la hoja de pergamino, y poco a poco su satisfacción creció en su pecho. No lo había hecho nada mal: sabía que Historia de la Magia no era su fuerte, pero había conseguido excelentes resultados en las otras asignaturas. Había obtenido mejores resultados de los que necesitaba para convertirse en Magizoologa.
—¿Cuándo crees que podemos ir al callejón Diagon? Me gustaría acompañar a Tim, no quiero que se arriesgué a ir solo.
—Puedes ir el sábado, escuche que Narcisa y Draco irán ese día, tal vez te encuentres con ellos.
—Perfecto, ese día será entonces —Alaska levantó la mirada—. ¿Podrás acompañarnos?
—No, pero te dejaré el dinero para tus materiales y los de Tim —Snape se acercó hacia el estante donde tenía el cofre con su dinero—. Y algo extra por si quieres comprarte algo.
El sábado hacía un día oscuro y nublado, ya era costumbre aquel clima durante las vacaciones. Alaska y Tim se aparecieron en el oscuro callejón que daba al caldero chorreante y cruzaron el local, abrochándose las capas hasta arriba cuando salieron al pequeño y frio patio trasero, donde estaban los cubos de basura.
Alaska permitió que Tim sacara su varita y diera los golpecitos en los determinados ladrillo de la pared, al instante los ladrillos se abrieron para formar un arco que daba a una tortuosa calle adoquinada.
Atravesaron la entrada y miraron alrededor, el callejón Diagon había cambiado: los llamativos y destellantes escaparates donde se exhibían libros de hechizos, ingredientes para pociones y calderos, ahora quedaban ocultos detrás de los enormes carteles de color morado del Ministerio de Magia que había pegados en los cristales. En algunos carteles tenían fotografías animadas en blanco y negro de mortífagos que andaban sueltos: Bellatrix Lestrange, por ejemplo, miraba con desdén desde el escaparate de la botica más cercano. También había varios con el rostro de Danniel, mirando con aire de superioridad. Varias ventanas estaban cegadas con tablones, entre ellas las de la Heladería Florean Fortescue. Por lo demás, en diversos puntos de la calle habían surgido tenderetes destartalados; en uno de ellos, instalado enfrente de Flourish y Blotts bajo un sucio toldo a rayas, un letrero rezaba: «Eficaces amuletos contra hombres lobo, dementores e inferi.»
Un brujo menudo y con mala pinta hacía tintinear un montón de cadenas con símbolos de plata que, colgadas de los brazos, ofrecía a los peatones.
—¿No quieres uno para tu hermano? —Dijo con una lasciva mirada—. ¿Para proteger su hermoso cuello? No podrás protegerlo por mucho tiempo.
—Puede protegerse muy bien sin su farsa de amuletos. —Exclamó ella, empujando a Tim para que se moviera a su lado contrario, lejos de aquel hombre.
Caminaron por la larga calle, entrando a las tienda y comprando todo lo que necesitaban. La chica no pasó por alto que todas las personas que pasaban cerca de ella tenían una expresión atribulada y atemorizada, ninguno se detenía a mirar las vitrinas por mucho tiempo y cuando la reconocían se apresuraban a entrar en la tienda más cercana; no había nadie que hiciera las compras por su cuenta.
Cuando salieron de Flourish y Blotts sus compras ya estaban listas, sin embargo, siguieron recorriendo el lugar por si encontraban algo que les interesara comprar. Se detuvieron de golpe cuando se encontraron con la tienda de artículos de broma de los gemelos Weasley.
Comparados con los sosos escaparates de las tiendas de los alrededores, los del local parecían un espectáculo de fuegos artificiales. El escaparate de la izquierda era deslumbrante, lleno de artículos que giraban, reventaban, destellaban, brincaban y chillaban. El de la derecha se hallaba tapado por un gran cartel morado, como los del ministerio, pero con unas centelleantes letras amarillas que se burlaban de lord Voldemort. A Alaska le parecía atrevida, pero admitía que la tienda era asombrosa.
Entonces, vieron como la puerta de la tienda se abría y cerraba, sin que nadie saliera por allí. Alaska entrecerró los ojos y diviso tres pares de pies, podía ver hasta sus tobillos y no se veía el resto de su cuerpo.
Alaska, que conocía la existencia de la capa invisible de Harry Potter, no tardó en saber que se trataba de él y sus dos amigos, y sabiendo la situación de terror de la comunidad mágica, sabía que si estaba ocupando la capa de invisibilidad era para hacer algo que los demás no aprobarían.
—¿Quieres entrar? —Le preguntó a Tim, que miraba con adoración todos los productos que se veían desde el escaparate—. Aquí tienes dinero, cómprate lo que desees.
—¿Y tú? —Preguntó, aceptando las monedas. Pídele a uno de los trabajadores que te cuiden hasta que vuelva a buscarte, ¿sí? Y no salgas, por ningún motivo.
—Está bien. —Aceptó.
—¡Y no les digas quién soy! —Exclamó, cuando el chico estaba acercándose al local.
Espero hasta que Tim hubiera entrado a la tienda, y en cuanto lo vio hablar con uno de los gemelos, echó a andar por la calle, observando a derecha e izquierda, buscando los pares de pie.
Los encontró dirigiéndose al callejón Knockturn, la callejuela dedicada a las artes oscuras que se veía completamente desierta. Caminaba manteniendo la distancia entre ellos, sin hacer ruido y tocando su varita con los dedos, sólo por si llegaba a necesitarla.
Se detuvieron frente a una de las tantas tiendas del callejón, una que Alaska conocía bien: Borgin & Burkes, donde vendían una amplia variedad de objetos siniestros. Pensó que entrarían o harían algo interesante, pero se quedaron allí, de pie y parecía que observaban algo dentro.
Alaska se acercó un poco más, hasta que pudo observar a través del escaparate. Allí, rodeado de cajas llenas de cráneos y botellas viejas, se encontraba Draco, de espaldas a la calle y semioculto por un armario negro. No había rastros de Narcisa por ningún lugar, estaba solo, y a juzgar por los movimientos que hacía con las manos, estaba enfrascado en una animada disertación, mientras el propietario de la tienda permanecía de pie frente al chico, escuchándolo con una curiosa expresión de resentimiento y temor.
—¡Ojalá pudiéramos oír lo que están diciendo! —Se lamentó la voz de Hermione Granger.
—¡Podemos oírlo! —Saltó diciendo la voz de Ron Weasley—. ¡Tengo orejas extensibles!
Alaska se acercó, ya sin preocuparse de ser silenciosa, y con su varita conjuró un hechizo, que le permitió atraer la capa de invisibilidad a sus manos.
—¿Sus madres no les dijeron que es grosero espiar? —Dijo ella con una expresión de satisfacción, sosteniendo la capa en alto.
—¡Devuélveme mi capa! —Espetó Harry, levantando la varita en su contra.
—¡Oh, Harry! ¿No vas a arriesgarte a hacer magia fuera de la escuela, o sí? —Preguntó Alaska con las cejas levemente alzadas—. Por cómo están las cosas, no deberías correr ese riesgo.
Harry no dijo nada al respecto, pero mantuvo su varita en alto—. Lo que estemos haciendo aquí no te incumbe.
La rubia se acercó mas a él y luego observó dentro de la tienda, viendo a Draco, que seguía charlando con el propietario.
—Vaya, creo que si es de mi incumbencia —Comentó ella, volviendo su mirada al pelinegro—. Se trata de Draco, mi novio. ¿Lo recuerdas?
—Y estás encubriéndolo, ¿no? —Inquirió él—. ¿Acaso no puede cuidarse solo?
—No creo que quieras descubrirlo —Dice—. Ahora...
La expresión de Alaska endureció, ya no estaba bromeando.
—Salgan de mi vista antes de que pierda la paciencia.
—Mi capa. —Reclamó Harry, levantando la mano que no sostenía la varita.
—La tendrás de vuelta cuando lo crea oportuno —Alaska apretó los labios en forma de sonrisa—. A menos que me des razones para destruirla. No quieres eso, ¿o sí, Harry?
El chico le echó una mirada a sus amigos, y sin agregar nada más les hizo una señal para comenzar a moverse lejos del lugar.
—Eso creí. —Agregó, con una sonrisa.
Se quedó allí de pie, con la capa en sus manos y esperando a que los tres amigos desaparecieran del callejón. En cuanto eso sucedió, de forma rápida se acercó a la entrada de Borgin & Burkes mientras se ponía la capa sobre su cuerpo. Se acercó lo suficiente como para escuchar lo que sucedía adentro.
—... necesito es que me indique cómo hacerlo. —Le decía Draco.
—Es que así, sin haberlo visto, va a ser un trabajo muy difícil, quizá imposible. No puedo garantizarte nada.
—¿Ah, no? —Dijo Draco con desdén—. Tal vez esto lo haga decidirse.
Hubo un instante de silencio, donde Alaska no pudo ver que ocurría ya que estaba frente a la puerta, y si se movía hacia el escaparate no podría escuchar nada.
—Si se lo cuenta a alguien —Lo amenazó Draco—, habrá represalias. ¿Conoce a Fenrir Greyback? Es amigo de mi familia; pasará por aquí de vez en cuando para comprobar que usted le dedica toda su atención a este problema.
—No será necesario que...
—Eso lo decidiré yo —Espetó Draco—. Bueno, me marcho. Y no olvide guardar bien ése, ya sabe que lo necesitaré.
—¿No quiere llevárselo ahora?
—No, claro que no, estúpido. ¿Cómo voy a ir por la calle con eso? Pero no lo venda.
—Naturalmente que no... señor.
—Ni una palabra a nadie, Borgin, y eso incluye a mi madre, ¿entendido?
Alaska se apresuró en alejarse, saliendo del callejón y dirigiéndose a Sortilegios Weasley aún con la capa sobre ella. Una vez dentro de la tienda, que estaba tan abarrotada de clientes, miró a su alrededor y contempló las cajas amontonadas hasta el techo: allí estaban los Surtidos Saltaclases. También había cajones llenos de varitas trucadas y cajas de plumas de tres variedades. Alaska se abrió paso entre la multitud entre tanto se quitaba la capa de encima, sin ser notada por nadie. Llegó hasta el mostrador, donde Tim observaba una figurita de madera que subía lentamente los escalones que conducían a una horca.
—¿Qué estás haciendo tu aquí? —Le espetó Fred Weasley cuando la reconoció—. Creí que estaba claro que tienes prohibido el paso.
—¿En serio? —Preguntó ella con inocencia fingida—. No vi ningún cartel en la vitrina que lo dijera, debí haber visto mal.
—Pues no le vendemos a los mortifagos.
—No tengo idea de que hablas —Comentó ella—. Además, tampoco estoy feliz de estar aquí. Pero tenía que hacer una entrega especial.
—No me interesa nada que venga de ti.
—¿Tampoco una capa de invisibilidad? —Inquirió ella, levantando la capa a su vista—. Son muy raras de encontrar, ¿sabes? Creí que podrías entregársela a Potter.
—¿Cómo es qué la tienes?
—No creerás que en realidad te diré como la conseguí, ¿o sí? —Alaska rió—. No sean tan ingenuo, Fred.
Alaska dejó la capa sobre el mostrador y el pelirrojo de inmediato la tomó, asegurándose de que estuviera intacta y guardándola detrás del mostrador.
—¿Ya estás listo? —Esta vez se dirigía a Tim, que tenía una bolsa repleta de productos.
—Mira todo lo que compre —Le dijo, mostrándole el interior de su bolsa con una gran sonrisa—. ¡Es increíble!
—Ya lo creo, vámonos antes de que oscurezca.
—¡Espera! —Soltó Fred, saliendo tras el mostrador y deteniendo a Tim, colocando una mano sobre su hombro.
—Quítale la mano de encima, ahora. —Exclamó Alaska, buscando su varita.
—No querrás hacer un escándalo.
—No me molesta —Comentó, levantando su varita—. Ahora, suéltalo.
La expresión de Tim había cambiado, parecía algo asustado.
—¿Qué esta sucediendo?
George había llegado junto a ellos, y observaba la varita de Alaska y a su hermano deteniendo al menor.
—No te metas. —Le espetó su hermano gemelo.
—No quiero problemas, ¿sí? —Alaska le dijo a George, quien era el hermano razonable—. Sólo quiero salir de aquí con Tim, y tu hermano no le quita la mano de encima.
—Dijiste que tu hermana vendría a buscarte —Fred miró a Tim—. No permitiré que te vayas con ella —le dirigió una mirada de repulsión a Alaska—, hasta que tu hermana llegué.
—Ella lo es —Dijo el rubio, intentando soltarse del agarre—. Me ha cuidado desde que llegué al orfanato...
—No tienes que dar explicaciones, Tim. —Lo interrumpió Alaska, deseando que no diera demasiada información.
—La quiero y la considero mi hermana —Volvió a afirmar Tim—, y si no me sueltas ella te obligará.
—En eso tiene razón. —Concordó Alaska.
Más, Tim no esperó a que el pelirrojo lo soltara del agarre. Le dio un fuerte pisotón en su pie izquierdo y se abalanzó hacia Alaska, tomando su mano y jalándola hacia la salida. Alaska sonrió al escuchar los quejidos de Fred, y se sintió tranquila al confirmar que Tim sabía cuidarse por su cuenta. Era una preocupación menos.
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