𝒐𝒏𝒆
( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑂𝑁𝐸 )
𝚎𝚕 𝚜𝚎𝚌𝚛𝚎𝚝𝚘 𝚗𝚘 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚊𝚍𝚘.
«En el país se respira un ambiente de desastre», había concluido un muggle en la vieja televisión que Alaska observaba desde la sucia vitrina de la tienda. Años atrás hubiera podido identificar sin ningún problema al hombre que era parte de gobierno muggle, sin embargo, hace mucho tiempo que la chica ya no se molestaba en informarse sobre las noticias importantes del mundo muggle.
Aunque, lo que más le molestaba de toda esa situación, era que, por desgracia, esa afirmación era cierta. Desde que las vacaciones de verano habían comenzado se veía a la gente más triste de lo habitual y el clima era deprimente; aquella fría neblina en pleno julio no encajaba, no era normal.
La gente ya no salía de sus casas, en la pequeña ciudad en la que vivía no se oía ningún ruido excepto el susurro de las oscuras aguas, y no se veía otra señal de vida que la de Alaska, a quien le gustaba salir a caminar durante las tardes para despejar su mente de todo lo que había estado viviendo esas últimas semanas.
Todo se debía a la gran preocupación que sentía la mayoría de la población. Los horribles sucesos que estaban eran horribles: el derrumbe de un puente con menos de diez años de construcción que acabó con la vida de muchas personas que estaban en los autos, el incremento de asesinatos durante el ultimo tiempo. Y, tal vez una de las noticias más preocupantes para la comunidad mágica, eran los asesinatos de Emmeline Vance, miembro de la Orden del Fénix y Amelia Bones, la jefa del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica. Siendo la última posiblemente asesinada por el mismo Voldemort.
Estos fueron los eventos que le permitieron al jefe de la Oficina de los Aurores, Rufus Scrimgeour reemplazar a Fudge como el nuevo Ministro de Magia. El Mundo Mágico creía necesitar a alguien más preparado para lidiar con una nueva guerra.
Y es que, durante ese tiempo, el Señor Tenebroso había reunido las fuerzas de los gigantes, dementores, y hombres lobo a su causa. Se estaba haciendo cada vez más poderoso, aunque no era el único.
Ante su más reciente éxito en su misión, Alaska se había convertido en una de las personas más valiosas para el Señor Tenebroso, y junto a la ayuda de sus mortifagos, se estaban ocupando de entrenarla como se debía. Para así convertirla en una de las mortifagas más poderosas que alguna vez haya existido.
Al menos eso era lo que Danniel le decía, con un tono de burla, cada vez que se veía con él para sus clases diarias. El Señor Tenebroso sabía bien que entre ambos existían grandes problemas de confianza, y no podía permitir aquello en sus seguidores, por eso decidió que Danniel, junto a Bellatrix, fuera uno de sus profesores. Espera que de esa forma ambos dejaran sus diferencias a un lado, pues creía que sí tío y sobrina unían sus fuerzas, serian imparables juntos.
Pero Alaska sabía bien que eso nunca sucedería, aunque estuviera al borde de la muerte y Danniel fuera el único que podría salvarla, ella no depositaria su confianza en él. Su hostilidad fue la razón de que sus clases no resultaran del todo placenteras, ella se enfocaba en aprender todo sobre Magia Oscura y Aparición que el hombre le enseñaba y ponía en practica con ella, pero sus constantes historias sobre su pasado la distraían, lograba que perdiera su concentración y sus emociones se pusieran a flor de piel.
Lo que más la molestaba era que Danniel sabía bien lo que estaba haciendo, quería provocarla y lo estaba logrando. Durante todas las semanas que estuvieron trabajando juntos no menciono ni una sola vez a Elizabeth, no le daba a Alaska ningún tipo de información nueva sobre su madre, y ella tampoco preguntaría porque era exactamente lo que él quería que hiciera. Y no pensaba darle aquel gusto.
Por otra parte, había una situación más que la frustraba, y de la cual no podía hacer mucho para arreglar. Parecía que su relación con Draco no existía. Alaska no tenía el tiempo para ir a visitarlo y tenía prohibido enviarle cualquier tipo de carta, Snape creía que era peligroso hacerlo en ese momento, cuando sospechaban que el Señor Tenebroso estaba buscando alguna de sus debilidades para manipularla con ello si era necesario. Y a pesar de que ella creía que eran razones validas, extrañaba al chico.
Lo más extraño de toda esa situación era que él tampoco había hecho el esfuerzo de escribirle, y por lo que ella sabía, él no tenía prohibido hacerlo. Más, cuando compartió su preocupación con Severus, él le explico vagamente que la situación de Draco no era muy diferente a la suya. Con su padre en Azkaban debía estar muy ocupado, y también debía tener cuidado con sus cartas.
Alaska en realidad no comprendía porque Draco estaría ocupado, pero sabía que Severus no le daría más respuestas, por lo que tuvo que conformarse con aquella información.
Severus, al igual que ella, casi no pasaba tiempo en la casa, siempre estaba yendo de un lugar a otro, realizando misiones para la Orden o para el Señor Tenebroso. Tenía que guardar tantos secretos, ser muy precavido con toda acción que realizara, por más mínima que fuera, Alaska lo admiraba cada día más. Eso, a pesar de que le guardara secretos.
Fue una tarde cercana a su cumpleaños que descubrió uno de ellos, un gran secreto. La clase con Danniel había terminado más temprano de lo usual puesto que Alaska lo había hecho excelente, esa tarde logró aparecerse sin dejar nada atrás. Esa fue la razón por lo que la chica llegó antes a su casa, donde escuchó más de una voz provenir del salón, lo que era extraño porque nunca recibían visitas.
—... incluso el Señor Tenebroso lo reconoce. Sin embargo, me complace decir que se está haciendo viejo. El duelo con el Señor Tenebroso del mes pasado lo ha debilitado. Hace poco sufrió una grave herida porque sus reflejos son más lentos que antes. Pero en todos estos años nunca ha dejado de confiar en Severus Snape, y en eso reside mi gran valor para el Señor Tenebroso.
Fuera quien fuera que se encontrara en el salón junto a Snape, no le dio una respuesta al hombre. Alaska no estaba segura aún si debía adentrarse o quedarse allí, escuchando a escondidas.
—Dime, Narcisa —Alaska sintió su cuerpo paralizarse, ¿qué hacia Cissy allí? —. ¿Venías a pedirme ayuda?
—Sí, Severus. Creo que eres el único que puede ayudarme, no tengo a nadie más a quien acudir. Lucius está en prisión y... —La mujer se escuchaba angustiada y tuvo que darse unos segundos antes de continuar—. El Señor Tenebroso me ha prohibido hablar de ello. No quiere que nadie conozca el plan. Es... muy secreto, pero...
—Si te lo ha prohibido, no deberías hablar. Las palabras del Señor Tenebroso son ley.
Alaska se acercó un poco más a la puerta con total sigilo, deseando que Narcisa continuara hablando. Ella no sabía de ningún plan secreto del Señor Tenebroso, nadie le había dicho nada a ella.
Narcisa sofocó un grito, como si Snape la hubiera rociado con agua fría.
—¿Lo ves? —Esta vez habló la voz de Bellatrix—. Hasta Snape lo dice: ¡te prohibieron hablar, así que guarda silencio!
Se escucharon las cortinas cerrarse de un tirón y luego la voz de Severus:
—Resulta que yo conozco ese plan —Dijo en voz baja y a la chica se le aceleró el corazón—. Soy uno de los pocos a quienes el Señor Tenebroso se lo ha contado.
¿Por qué el Señor Tenebroso no se lo había contado a ella? Después de todo fue Alaska quine recuperó la profecía, fue ella quien salvó la misión del Ministerio. ¿No debería ser digna de toda confianza?
—No obstante —Prosiguió Snape—, de no haber estado yo al corriente del secreto, Narcisa, habrías cometido una grave traición contra él.
—Ya imaginé que debías de saberlo —Repuso ella con cierto alivio—. Él confía tanto en ti, Severus...
—¿Tú conoces el plan? —Preguntó Bellatrix, cuya fugaz satisfacción se había trocado en indignación—. ¿Tú lo conoces?
—Así es —Confirmó Snape.
—¿Y se lo has dicho a la chica? —Inquirió la mujer, deseando saber si Snape había cometido aquel error.
—El Señor Tenebroso desea que se mantenga en secreto, Alaska no debe saberlo.
¿Qué no debía saberlo? Eso le parecía ridículo, ¿de qué podía tratar esa misión para ser tan importante? A Alaska se le cruzó la idea de que el Señor Tenebroso haría algo en contra de ella, peor eliminó ese pensamiento en el momento, era imposible, Severus no lo permitiría.
—Pero ¿qué ayuda necesitas, Narcisa? Si crees que puedo persuadir al Señor Tenebroso de que cambie de idea, me temo que tus esperanzas carecen de fundamento.
—Severus —Susurró aún más angustiada, sus palabras parecían ahogarse en su llanto—, mi hijo... mi único hijo...
Alaska pareció quedarse sin aire. Su rostro palideció y su corazón palpitaba más fuerte que nunca, tuvo que llevarse las manos a la boca para evitar soltar alguna exclamación.
—Draco debería estar orgulloso —Terció Bellatrix con indiferencia—. El Señor Tenebroso está concediéndole un gran honor. Y hay que reconocer que tu hijo no rehúye cumplir con su deber, sino que parece alegrarse de tener una ocasión para demostrar su valía, y está entusiasmado con la idea de...
Narcisa rompió a llorar con desconsuelo y Alaska no la culpó, hubiera hecho lo mismo si no estuviera escondida. Aún no recibía la información completa, pero aquellos pedazos de la historia no podían hacerlo más obvio. El Señor Tenebroso había reclutado a Draco, y tal como lo hizo con ella, le dio una misión para demostrar su lealtad hacia él. ¿Pero por qué? ¿Qué era lo que quería de Draco? Ya la tenía a ella como infiltrada en Hogwarts, ¿qué más podría necesitar?
—¡Porque tiene dieciséis años y no sabe lo que le espera! ¿Por qué, Severus? ¿Por qué mi hijo? ¡Es demasiado peligroso! ¡Esto es una venganza por el error de Lucius, estoy segura!
Snape no respondió.
—Por eso ha escogido a Draco, ¿verdad? —Insistió ella—. Para castigar a Lucius.
—Si Draco logra su objetivo —Dijo Snape—, alcanzará más gloria que nadie.
—¡Pero no lo logrará! —Sollozó Narcisa—. ¿Cómo va a lograrlo si ni siquiera el Señor Tenebroso...?
Bellatrix soltó un grito ahogado y Narcisa perdió el valor para continuar.
—Sólo quería decir que nadie ha conseguido todavía...
Alaska deseaba entrar al salón y pedir explicaciones, insistir hasta que le dieran respuestas, pero sabía bien que no las conseguiría de esa forma. Debía mantenerse escondida, y tal vez podría enterarse de aquella misión que parecía imposible de realizar,
—Por favor, Severus. Tú eres... tú siempre has sido el profesor predilecto de Draco y eres un viejo amigo de Lucius... Te lo suplico. Eres el favorito del Señor Tenebroso, su consejero de mayor confianza. ¿Hablarás con él? ¿Intentarás convencerlo?
—El Señor Tenebroso no se dejará convencer, y yo no soy tan estúpido para intentarlo —Respondió Snape con rotundidad—. No voy a negar que él esté disgustado con Lucius, a quien le habían asignado una misión pero se dejó capturar, junto con muchos otros. Y por si fuera poco fracasó en su intento de recuperar la profecía. Sí, el Señor Tenebroso está disgustado, Narcisa, muy disgustado.
—¡Entonces tengo razón, ha escogido a Draco para vengarse! —Profirió ella entre sollozos—. ¡No pretende que mi hijo cumpla su cometido, sólo quiere que muera en el intento!
Como Snape no respondió, Narcisa perdió el poco dominio de sí misma que conservaba. Dijo con voz entrecortada:
—Tú podrías hacerlo. Tú podrías hacerlo en lugar de Draco, Severus. Lo conseguirías, claro que lo conseguirías, y él te recompensaría mucho más que a cualquiera de nosotros...
—Creo que quiere que al final lo haga yo —Afirmó con lentitud—. Pero está decidido a que Draco lo intente primero. Verás, en el caso improbable de que tu hijo lo consiguiese, yo podría permanecer en Hogwarts un poco más realizando mi labor de espía.
—¡O sea que no le importa que Draco muera!
—El Señor Tenebroso está muy enfadado —Repitió Snape sin alterarse—. No pudo oír la profecía. Sabes tan bien como yo que él no perdona fácilmente, Narcisa.
Pero Alaska sabía bien que esa era una mentira más del Señor Tenebroso, y parecía ser que no le había dicho a nadie que ella había rescatado la profecía para él. Escuchó a la mujer desplomarse en el suelo, sollozando en el suelo.
—Mi único hijo... Mi único hijo...
No, Alaska no iba a permitir que Draco muriera. Era más que claro: ella llevaría a cabo la misión, lo salvaría.
La chica se adentra en el salón, justo a tiempo para ver a Narcisa soltar un pequeño grito de desesperación y tirarse del largo y rubio cabello. Las miradas de Snape y Bellatrix estaban sobre ella, pero no se inmutó. Con una expresión calmada, agarró por los brazos a Narcisa y la levantó del suelo, llevándola de nuevo al sofá.
—Lo haré —Declaró Alaska mirando únicamente a Narcisa—. No importa de que se trate, conseguiré realizar la misión de Draco y él quedara libre de toda carga.
—No deberías estar aquí —Exclamó Severus, pero ella lo ignoro.
—¡Oh, Alaska! —Soltó la mujer en un sollozo—. ¡No podría! Es demasiado peligroso, no podrías conseguirlo.
—Puedo, y lo haré. —Aseguró ella.
—¡Ja! ¿Crees tener lo suficiente para realizar cualquier cosa que se te pida? —Se burló Bellatrix, acercándose a ella y mirándola con desdén—. No podrías hacerlo. Y esta misión es de Draco, es él quien debe cumplirla. Nadie más.
—Ayudaré a Draco. —Dijo Severus entonces, Narcisa se reincorporó con los ojos desorbitados.
—¡Oh, Severus, Severus! ¿Estás dispuesto a ayudarlo? ¿Lo vigilarás, te encargarás de que no le ocurra nada malo?
—Puedo intentarlo.
Narcisa lanzó la copa, que patinó por la mesa al mismo tiempo que ella resbalaba del sofá y, arrodillándose a los pies de Snape, le tomaba una mano con las suyas para besársela.
—Alaska —Pronunció Severus de forma impasible—. A tu habitación.
Ella no quería irse, aún no averiguaba de que trataba la misión de Draco pero la expresión del hombre era clara, no la quería ahí en ese momento. Y después de lo que había hecho, prometer ayudar a Draco... no quería molestarlo más. Sabía que había actuado de forma irracional esa tarde, ¿pero como evitarlo cuando se trataba de la seguridad de Draco?
La chica terminó por asentir, apretó los labios y luego de darle una ultima mirada a Narcisa salió del salón. Mientras subía las escaleras a su habitación escucho el rumor de la voz de la mujer:
—Si tú lo proteges, Severus... ¿Lo juras?
Alaska cerró la puerta de su habitación y dejó salir un grito de frustración. Sabia que el poder del Señor Tenebroso traería consecuencias para todos, pero luego de lo que hizo a fin de curso. Ella creyó que su gran éxito respaldaría a sus amigos por un buen tiempo, pero ya todo estaba saliéndose de control.
¿Acaso Draco tendría que recibir la Marca Tenebrosa para realizar la misión? Alaska esperaba que no fuera así. Llevar esa marca en su cuerpo... ni siquiera podía expresar lo que le hacia sentir. Y no quería eso para Draco, no quería que tuviera que pasar por cosas similares a ella. Una de sus peores pesadillas estaba volviéndose realidad, y ya no había nada que ella pudiera hacer para detenerlo.
Momentos más tarde escucho el eco de pasos subiendo por la escalera. Ella se acercó a su puerta y la abrió de inmediato, ni siquiera espero a que Snape llegara frente a ella para comenzar a quejarse. Se había estado aguantando sus pensamientos por minutos que parecieron eternos, ya no podía más.
—¿Por qué no me lo dijiste? Lo sabías y no me dijiste nada. —Soltó Alaska con molestia, estaba angustiada—. ¿Cómo pudiste esconderme algo como esto?
—Lo oculté por órdenes del Señor Tenebroso —Dijo—. Y ya ves como reaccionaste, te has descontrolado por completo.
—¡Draco podría morir! —Le recordó Alaska en un hilo de voz—. Cissy, ella misma lo ha dicho. Esta devastada.
—Si el Señor Tenebroso no ha querido que lo sepas, tendrá sus razones. Sabes bien que debemos cumplir de forma correcta con nuestros papeles.
La rubia soltó un bufido de gracia, aunque en realidad no encontraba nada gracioso en aquella situación.
—¿Por qué crees que hago esto, Severus? —Exclamó la chica—. ¡Intento proteger a mis amigos, a quienes amo! No puedo permitir que nadie vuelva a morir frente a mis ojos, ¿entiendes? No podría... —Se dio un tiempo para controlar su voz, que estaba a punto de quebrarse—. No podría soportarlo.
—No es tu deber cuidar de otros.
—Tal vez no, pero lo hago de todas formas porque lo amo —Confesó sin vergüenza—. Intento proteger a Draco.
—Y yo intento protegerte a ti. —Exclamó el con exalto—. ¿Crees que hubiera permitido realizar la misión de Draco? Es peligroso.
—Si pudieras decirme que es lo que...
—¡No, Alaska! —Exclamó Severus perdiendo la calma—. ¿No lo entiendes? Esto está fuera de tus capacidades, no permitiré que te arriesgues por Draco. Ya está decidido.
—Es mi decisión...
—Escúchame bien —Le ordenó—, ¿quieres mantener a tus amigos a salvo? ¿A la señorita Pudeator, a Zabini, a Nott? ¿A Tim? Para eso tienes que seguir las ordenes del Señor Tenebroso y controlar tus emociones, y no logras actuar de forma razonable cuando se trata de Draco. Lo amas, lo entiendo, pero debes actuar de forma racional. Contrólate y sigue con tus obligaciones: seguir cualquier orden del Señor Tenebroso.
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