EPILOGO
"El tiempo no duerme los grandes dolores, pero sí los adormece".
George Sand.
Bellagio, Italia.
Dos años después.
La belleza del Lago Como era tan impresionante como Luna había descrito en sus cartas, y aun así, Hermione no pudo dejar de contener la respiración cuando lo tuvo frente a ella.
Aunque, después de tres horas dando vueltas por las estrechas y empinadas calles de Bellagio, y llegando una y otra vez al mismo punto del lago en lugar de encontrar el camino a la villa que debía visitar, Hermione comenzó a sospechar que el paisaje, tan encantador al principio, había decidido volverse su enemigo personal. ¡Como si el lago estuviera riéndose de ella!
"Si è persa, signorina?" le llegó la cantarina voz de un hombre alto y bronceado, con intensos ojos verdes, del tipo que seguro Ginny, en su incansable búsqueda de novio para Hermione, diría que era perfecto para una cita.
"No, gracias", respondió en inglés, sin que esto pareciera asombrar al hombre, que asintió cortésmente y siguió avanzando junto a los dos amigos igualmente altos que aguardaban por él unos pasos más adelante.
No es que no necesitara ayuda para orientarse en aquel lugar tan bello como desconocido - el dolor de sus pies y el sudor en su frente eran prueba suficiente de que la necesitaba - pero las horribles advertencias de su madre respecto al aumento de secuestros y asaltos, especialmente a turistas en el mundo muggle, le habían generado una especie de recelo hacia los desconocidos. Y el no poder usar su magia solo empeoraba su sensación de desprotección.
Por otro lado, había olvidado que el teléfono móvil que llevaba consigo requería carga para funcionar, y mientras recorría las veredas con su bolso mágicamente compactado, no encontraba ningún servicio telefónico para contactar a Luna, ni un bendito taxi que la llevara a la villa. Parecía que en esa ciudad todos se desplazaban a pie y sin señalizaciones.
No fue hasta que su estómago rugió que recordó no haber comido nada desde que bajó del tren esa mañana. Buscó entre los antiguos letreros de las calles uno que indicara un café, con la esperanza de encontrar también un teléfono en su interior.
"Disculpa, ¿dónde puedo ver la carta para ordenar?", preguntó en inglés a una muchacha de mejillas doradas y cabello azabache tomado en una cola, que la miró con extrañeza del otro lado del mostrador. Era un local pequeño y pintoresco, con el olor a canela y naranja impregnando el aire.
"In italiano, per favore!", expuso la joven, y Hermione inspiró profundamente antes de hacer su mejor esfuerzo.
"Io", comenzó gesticulando exageradamente, "voglio mangiare."
La chica le dirigió una mirada de lástima, antes de comenzar a recitar lo que Hermione interpretó como las distintas opciones, sin que lograra entender ninguna.
"Io volere menù", insistió Hermione, con su mejor intento, pero esto solo hizo que la chica frunciera el ceño y soltara una nueva perorata de opciones inentendibles.
Hermione estuvo a punto de dar la vuelta y salir, cuando una voz grave y vibrante que recordaba demasiado bien, habló detrás de ella.
"La signorina vuole qualcosa da mangiare, Maria", Hermione sintió que dejaba de respirar. "Sicuramente le piacerà provare una degustazione di prosciutti, con una limonata, per alleviare il caldo."
La sonrisa de Maria se amplió notoriamente antes de agregar: "E per te, il solito?"
"Per favore".
María se terminó de enrollar la punta de la coleta de pelo negro entre los dedos, y luego desapareció por una puerta lateral, sonriendo ridículamente, antes de que ella se atreviera a girarse.
Draco apoyó su codo y antebrazo en el mesón, a menos de un metro de ella, retirando un par de gafas negras de sus ojos. Vestía un pantalón gris claro de tela y una camisa blanca con las mangas enrolladas y el cuello desabrochado. Su cabello, más dorado de lo que ella recordaba, estaba peinado de lado, con algunos mechones alcanzando su ojo derecho.
Parecía extrañamente relajado cuando le sonrió de lado haciendo un gesto con la cabeza en dirección a una de las mesas junto a la ventana, caminando hasta allá.
Hermione se sintió presa de un trance extraño y aún pestañeó un par de veces, antes de convencerse que la visión era real y lentamente, caminó hasta sentarse frente a él.
No es del todo ilógico que esté aquí, se recordó.
Lo que no habría anticipado era verlo a plena luz del día caminando entre muggles y vestido como uno.
"Me parece extraño no verte con un diccionario a la mano", bromeó, ampliando su sonrisa torcida.
En los dos años transcurridos desde la triste tarde en que él rechazara su intento de disculpa, Hermione había sabido de él, principalmente a través de Luna, pero siempre intentando aparentar poco interés, para evitar reabrir la herida que él había dejado con su rechazo.
Si bien el tiempo y las largas tardes de terapia con Harry y Ginny, le habían permitido racionalizar lo ocurrido, sabía que las razones detrás de su rabia, combinado con la naturaleza de su carácter, eran suficientemente poderosas como para no permitir a Draco olvidar. Ni perdonar.
Por lo mismo, pese a su inesperada amabilidad, Hermione no podía menos que contener el aliento, mientras tomaba asiento frente a él, sin saber muy bien qué esperar.
"Gracias por la traducción", se atrevió a decir al fin, llevando un mechón de cabello por detrás de su oreja y mordiendo su labio inferior.
Draco asintió, dejando caer su espalda en la silla, sin quitarle la mirada.
Hermione no pudo dejar de notar el sútil bronceado de sus brazos y mejillas, seguramente producto del sol de aquel lugar, y recordó a Luna decir que pasaba mucho tiempo en Bellagio, en su propia casa, vecina a la de Nott, cuando no estaba recorriendo el mundo.
"Te ves bien", sonrió Hermione, tomando aire y abriendo mucho los ojos, en un intento por romper el silencio entre ambos.
"Tú te ves... sudada".
Hermione resopló.
"Bueno, es de esperar cuando llevo casi tres horas dando vueltas por aquí sin encontrar un solo taxi que me lleve a casa de Luna", las palabras salieron agolpadas por su boca, lo que pareció hacerle gracia por el modo que sonrió.
"¿Estabas perdida?"
"¿Por qué otra razón llevaría tres horas recorriendo el lago?"
"Theo creyó que querías memorizar el paisaje".
"¿Sabía que estaba aquí?"
"Instaló un detector de magia en su casa. Le indica la posición de cualquier persona mágica en varios kilómetros alrededor de la villa", la boca abierta de Hermione pareció hacerle gracia. "Es su forma de estar preparado para prevenir manifestaciones de magia sin varita en los gemelos. Cree que con eso llegará antes que los muggles hagan un alboroto o que llegue el Ministerio de Magia".
"Si es para los gemelos, ¿por qué no lo hizo específico para ellos, en lugar de detectar a cualquiera? Eso podría ser considerado una violación a la privacidad".
"Theo estuvo en Slytherin por un motivo", se mordió el labio inferior. Hermione no pudo evitar que su mirada viajara a ellos, arrepintiendose al instante siguiente cuando él amplió su sonrisa. "No es porque le importe mucho respetar los derechos de nadie". Se encogió de hombros. "Por suerte para ti, el detector sirvió para que Lovegood me enviara a rescatarte".
"¿Luna?"
"¿Hay otra Lovegood por aquí?", se burló.
"Hasta donde recuerdo, su apellido ahora es Nott"
"No en Italia, Granger", mordió su labio inferior, claramente disfrutando el contradecirla. "Aquí las mujeres mantienen su apellido. Y por si no lo sabes, ese es también el apellido que llevan los gemelos". Si bien Hermione podía adivinar las razones por las cuales Theodore Nott no quería traspasar su nombre a sus hijos, le sorprendió enterarse de que realmente habían terminado con uno de los últimos apellidos de los sagrados veintiocho.
Cantankerus Nott debe estar retorciéndose en su tumba, pensó al recordar al autor del infame libro que por decenios sirvió de sustento en el mundo mágico para decir que habían magos mejores que otros. Tampoco pasó por alto la ironía de que fuera un descendiente suyo el más interesado en acabar con su legado.
"¿Cómo son?", preguntó Hermione y él estrechó la mirada con el cuestionamiento claro en su rostro. "Los gemelos", aclaró.
Draco resopló, sonriendo de lado.
"Babosos, molestos, ruidosos. Y cuando no huelen a leche, huelen a mierda".
"¿No se supone que eres el padrino de uno de ellos?", reclamó Hermione fingiendo indignación.
"El amor no me hace insensible a los malos olores, Granger".
Maria se acercó con las bandejas lo suficiente para que ninguno de los dos dijera nada, mientras la joven colocaba una taza de café para él y una limonada fría frente a ella.
"Grazie", susurró Draco. Los ojos negros de Maria se pasearon entre ellos, con la intriga clara en su rostro y Hermione se preguntó si no sería la chica alguna de las conquistas del rubio. Por las cartas de Luna, sabía que no le faltaban oportunidades de compartir su cama.
"Pero nada serio", solía escribir su amiga en las cartas, y ella se preguntaba si Luna lo haría para susurrar entre líneas que aún había esperanzas para ella- algo de lo que, pese al tiempo, la rubia parecía convencida- o si solo le resultaba importante puntualizarlo.
"¿No probarás tu limonada?", la interrumpió Draco, apuntando al vaso. "Pareces sedienta".
Hermione sorbió por el borde y asintió. Se sentía fría y con la acidez y dulzor exacto para su paladar.
"¿Ocurre algo?", soltó Draco de pronto, estrechando su mirada, y ella sintió un nudo en el estómago.
"Pensé que no querrías volver a verme", dijo, con excesiva sinceridad, antes de que pudiera pensarlo siquiera. Draco llevó el café a sus labios en silencio. "No digo que esta inesperada amabilidad quiera decir lo contrario. Solo digo que creí que huirías lejos al saber que venía. O que me gritarías algo horrendo y te irías", se encogió de hombros, disculpándose por sus horribles expectativas.
"Te sorprenderá saber que he aprendido a controlar mi ira", susurró Draco, aunque su mirada no era precisamente cálida. "No estar bajo la mirada de una tía psicópata, o rodeado de guardias vengativos, ha ayudado con eso".
"Tampoco ha ocurrido ningún trágico accidente a Ron", dejó escapar ella, arrepintiéndose cuando algo brilló en la mirada de él.
" Theo me convenció que con el esfuerzo que ha puesto Weasley en limpiar el nombre de Blaise, lo menos que puedo hacer es dejarlo en paz".
Y era cierto. Aunque Ron no tenía los mejores sentimientos hacia Draco, tras su supuesta muerte, la culpa lo impulsó a ser aún más insistente en su empeño de limpiar el nombre de los Slytherin, enfocando sus esfuerzos en Blaise. Tal fue su dedicación que Shacklebolt accedió a levantar el destierro como parte del castigo de Zabini. A pesar de esto, Blaise no mostró agradecimiento ni interés en regresar. Según Luna, con su novio en Nápoles, su madre disfrutando de la mansión de su octavo marido en Bolonia, y su ahijado y mejores amigos en Bellagio, no tenía razones para salir de Italia, y mucho menos para volver a Londres.
"¿Fue Luna quien te envió por mí?", preguntó Hermione, aprovechando de beber un nuevo trago de su limonada para calmar su sed, sintiendo que su conversación transcurría sobre un fino cristal, que amenazaba con romperse en cualquier momento.
Draco inclinó la cabeza y mordió su labio inferior, jugueteando con las gafas oscuras sobre la mesa. Luego, dirigió su mirada hacia ella.
"A decir verdad", dijo, vacilante, "vine a buscarte por mi cuenta".
Hermione tosió abruptamente sobre su limonada, llevándose la mano a la boca para limpiar las gotas que resbalaban por su barbilla, lo que provocó una tibia sonrisa en los labios de Draco antes de continuar.
"Cuando nos separamos...", dijo, rascándose el cuello sin mirarla, ante la atónita mirada de Hermione, "no fui precisamente amable contigo". Apretó los labios, visiblemente incómodo. "No quiero que ese recuerdo arruine este fin de semana para los demás", alzó la mirada hacia ella. "O para ti".
"¿Te estás disculpando?". La pregunta pareció sorprenderlo inicialmente, pero su ceño pronto se frunció con molestia, por lo que Hermione se apresuró a terminar su discurso antes de que se rompiera la agradable armonía entre ambos. "Porque yo sí quiero hacerlo".
"Ya lo hiciste antes, Granger", dejó escapar con media sonrisa triste.
"Pero no del modo correcto". Por la manera en que la sorpresa se dibujó en su rostro, supo que había captado su atención. "Te pedí perdón por las consecuencias de lo que hice, argumentando que no fue mi culpa o que no pude haberlo previsto y que debías simplemente olvidarlo. Pero lo cierto es que sí fue mi culpa."
"Granger..."
"Lo fue", lo interrumpió ella. Por la forma en que él cerró los labios, parecía dispuesto a escucharla. "Me tomó mucho tiempo darme cuenta, ¿sabes? Después de que te fuiste, estaba tan dolida porque no me perdonaste de inmediato, como esperaba que lo hicieras, que hice lo que suelo hacer: me convencí de que el problema eras tú y tu incapacidad para ver las cosas como yo las veía".
Draco estrechó la mirada por reflejo, pero la atención estaba claramente en ella, por lo que Hermione continuó su discurso.
"Pero luego, mientras intentaba recomponer mi relación con mis padres, comprendí que con ellos, pasó lo mismo que contigo. Seguía exigiéndoles que reconocieran el sacrificio que yo creía haber hecho, sin entender el costo que mi decisión tuvo para ellos. Borré los recuerdos de toda una vida de sus mentes y los envié lejos, ignorantes de mi existencia. Luego me enojé porque no me dieron las gracias. Me costó entender que, cuando recuperaron sus recuerdos, su dolor no era por no comprender mi intento de salvarlos, sino porque impuse mi criterio sin respetar lo que ellos podrían haber querido. En cierto modo, no les dejé alternativa".
Draco torció su labio en una sonrisa que daba cuenta de que comprendía el paralelo.
"Contigo cometí el mismo error. Y por eso, te debo una disculpa, no por las consecuencias que no pude haber predicho, sino por no darte una opción. Por creer que mi solución era la única posible, y luego decirte que no fue mi culpa".
"Ya no importa de quien fue la culpa, Granger".
"Te equivocas. Sí importa", Hermione tomó aire para continuar. "Porque solo al hacerme cargo de mis errores, puedo hacer algo para evitarlos. Y necesito evitarlos, pues no quiero seguir hiriendo con mi egoísmo a las personas que amo".
Draco pareció tan sorprendido como ella ante sus últimas palabras, pero Hermione no veía ningún modo de desdecirse de lo dicho. Tampoco alcanzó a decir mucho más cuando Maria regresó junto a ellos, trayendo una bandeja consigo y paseando su mirada entre ambos con insistencia.
"Tesoro, non so cosa ti abbia fatto la povera ragazza", dijo María, con el rostro girado a Draco pero los ojos fijos en ella, mientras hacía gestos con las manos, "ma se qualcuno mi facesse un discorso così, anch'io la perdonerei".
Lo que dijo provocó una inesperada risa en Draco, quien clavó sus ojos en Hermione mientras María se retiraba al mostrador, negando con la cabeza.
"¿Qué ha dicho?", preguntó Hermione, viendo a Draco morderse el labio inferior, con la duda clara en su rostro.
"Que debería perdonarte."
"¿Cómo sabe que...?"
Una bella sonrisa se dibujó en el rostro del rubio.
"Entiende el inglés perfectamente. Sólo disfruta molestando a los turistas", se encogió de hombros. A unos metros de ellos, Maria le guiño un ojo, mientras los colores subían al rostro de Hermione, pensando que al oírla hablar de borrar recuerdos, la chica debía pensar que estaba loca. Pero luego sus ojos volvieron a Draco, recordando lo que acababa de ser dicho.
"¿Lo harás?", se atrevió a preguntar.
"¿Perdonarte?", alzó una ceja, torciendo su sonrisa. Aunque no había malicia en su rostro. Tampoco rencor. "Hace mucho que te perdoné, Granger". Bebió de su café tranquilamente, antes de continuar. "Admito que durante varios meses creía que nunca lo haría, pero luego me di cuenta que mis expectativas defraudadas no eran precisamente razonables. Era injusto pedir que botaras todo por mí".
"Te dije que estaba dispuesta a ir contigo".
"Si", resopló triste. "Lo dijiste. Pero en tus ojos estaba claro que te aterraba la idea de hacerlo". Hermione sintió una punzada horadar su corazón con el recuerdo de cómo había temblado su labio y todo en ella ante la posibilidad de que él aceptara. Y también recordaba la decepción en sus ojos cuando soltó una respuesta que lejos de fundamentar sus palabras, daban cuenta de su miedo. "Y está bien. Era ilógico pensar que..."
"¿Y ahora?", los ojos de él se alzaron a ella, expectantes. "Si dejara Londres y viniera aquí, ¿estaría dispuesto a intentarlo?"
Draco resopló aparentando burla, pero la ansiedad en sus ojos era evidente.
"¿Estás loca?", la cuestionó él. "¿Crees que no sé que te están postulando como la próxima Directora de San Mungo?"
"¡Al diablo San Mungo!"
Una extraña sensación se apoderó de Hermione en ese momento. Como si algo dentro de ella gritara que era la oportunidad que había esperado mucho tiempo, que no podía dejarla escapar esta vez. Una ansiedad que le decía que era ahora o nunca. Que si alguna vez en su vida debía acallar la voz de la razón era entonces. O se arrepentiría el resto de su vida.
¿Y si él no quiere?, murmuró la duda en su cabeza.
Puede que no quiera, respondió ella a esa voz. Pero le habré dado la alternativa.
"Antes pensaba que tener el reconocimiento de otros o un puesto importante era necesario para hacer un bien por el mundo", dijo, sin quitar sus ojos de los grises de él, "pero hace mucho me di cuenta que no necesito nada de eso para hacer las cosas bien. Puedo cambiar las cosas desde dónde sea que esté. En San Mungo, aquí, da igual. Lo importante es tener una razón para hacerlo"
"¿Y cuál es tu razón?"
"Aún no lo sé. Pero también he aprendido que las mejores razones son inspiradas por las personas que amamos".
La duda estaba clara en sus ojos grises.
"Tendrías que renunciar a tu magia," le oyó susurrar, analizando su rostro.
"Lo haré."
"Estamos hablando de un mundo completamente distinto. Un mundo donde..."
"¿De verdad pretendes enseñarme en qué consiste el mundo en el que nací?", Draco pareció momentáneamente sorprendido ante su recordatorio. "Y te equivocas, no es muy diferente al otro. Incluso tiene magia, aunque de otra forma."
"¿Te das cuenta del desperdicio que sería? ", Hermione no supo interpretar el tono en su voz, pero por el modo en que apretaba los puños, podía adivinar su ansiedad. "Aún extraño la magia, Hermione. ¿Te imaginas acaso...?¿De qué te ríes?", preguntó Draco, con el ceño fruncido y la confusión reflejada en su rostro.
"Es la primera vez que te oigo pronunciar mi nombre. Me gusta cómo suena," respondió ella,
"¿Y si no resulta?" dijo Draco, la ansiedad cada vez más clara en su voz. "Ya no soy la persona que era, Hermione".
"¿Y si el hombre que eres ahora me gusta más?", preguntó ella de vuelta, sacando una tímida sonrisa de sus labios.
"¿Y si al final soy yo quien ya no te ama?", la expectación y el miedo eran palpables en su expresión. "Tengo un historial de malas decisiones que me precede y tú habrías dejado tu mundo por mí."
Estaba siendo brutalmente sincero en sus preguntas, y Hermione sintió que debía responder con la misma sinceridad.
"Es cierto", asintió, sin despegar sus ojos de él. "Puede que descubras que ya no me amas, o que yo descubra que ya no te amo, y habré dejado atrás mi vida como la conozco. Y puede que me arrepienta", su mano buscó la de él por arriba de la mesa, apoyando su palma en el dorso de la suya. Los ojos de Draco viajaron ahí por reflejo. "Pero ya te dejé ir una vez y llevo dos años preguntándome "qué habría pasado si". No quiero seguir preguntándome nada. Quiero ver qué pasa."
Un insistente zumbido interrumpió la escena, haciendo a Draco llevar su mano libre hasta su bolsillo, para mirar la pantalla de su móvil.
"Theo dice que esperan por nosotros".
Hermione se atrevió a rozar con sus dedos los de él sobre la mesa, aliviada al confirmar que no la retiraba.
"¿Somos los únicos que faltan?", preguntó sin mucho interés en la respuesta. Su concentración estaba volcada en él, en interpretar sus movimientos y la aceptación que parecía haberse dibujado en su rostro.
"No. Pero somos los que están más cerca", se sonrió de lado, sus ojos posándose otra vez en el lugar en que estaban sus manos. "Suelen estar deseosos de tener ayuda con los gemelos", y al mover sus dedos, fue para entrelazarlos a los de ella. "¿Estás segura de esto?"
Por respuesta, Hermione alzó sus dedos entrelazados hasta sus labios y besó su piel, en un gesto que recordaba de antes.
Y una sonrisa se posó en los labios de él.
Cuando Hermione dejara la cafetería, con tres mudas en el bolso y la expectativa de renunciar a la magia, pensaría que estaba pronta a hacer un viaje de regreso al mundo que había abandonado tanto tiempo atrás, antes de hacer amigos y enfrentar una guerra, y descubrir quién era ella realmente. Y aún así, sintió que era la decisión correcta, porque esta vez, la decisión era de ambos.
Y porque, aunque no habían promesas de finales felices, él no hizo ningún empeño en soltar su mano.
-FIN DEL EPILOGO-
Imagino que tienen mil preguntas respecto a esto. Pero no quería desviar la concentración del tema central, que era el cierre entre ambos.
Y llegado aquí, quiero agradecer a todos por su apoyo constante, por sus palabras, por leerme, por votarme y por comentar. Gracias.
Y hasta la próxima historia.
Alex.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top