Capítulo 3: LA DECLARACIÓN
"Mi esperanza es que no logremos ver más el cielo. He venido para guiarte hacia la otra orilla, a la oscuridad eterna, en el fuego y en el hielo"
La Divina Comedia. Dante Alighieri
"No recordar fue tu elección, Granger".
Las palabras se repetían una y otra vez en su cabeza, como un eco que amenazaba con desquiciarla, mientras se mordía repetidamente las cortísimas uñas de los dedos.
"¿Estás bien, Hermione?", preguntó Amanda Babbling al entrar a la residencia destinada a sanadores y enfermeras en San Mungo. Era una joven de grandes ojos color miel y mejillas sonrosadas, con un rostro en forma de corazón rodeado de mechones rubios. Como su hijo.
Se acababa de recibir como enfermera y Hermione necesitó compartir con ella un par de turnos en el Hospital para enterarse de que el niño era hijo de Zacharias Smith, un Hufflepuff al que Hermione no recordaba con especial cariño, pero que era infelizmente celebrado por perder su vida al enfrentar al escuadrón de la muerte. Otro de los tantos huérfanos, que había dejado la guerra.
"Has estado algo ida esta mañana", siguió la rubia, tomando asiento en el sofá frente a ella.
"Solo estoy cansada", sonrió. "Ha sido una larga semana". Se pasó las manos por el rostro y restregó los ojos, antes de coger una manzana del siempre bien abastecido frutero de la residencia, y salir, agradeciendo que Amanda no insistiera con sus preguntas.
Mientras caminaba devorando la fruta en dirección al pabellón de mujeres, pensó que era difícil hablar sobre sus pensamientos referentes a un mortífago, con una joven que había perdido a su novio a manos de ellos.
"Hermione", la llamó una dulce voz, interrumpiendo su paso, e incluso antes de girarse, ella reconoció su rubio cabello y su bella sonrisa por el rabillo del ojo.
"Luna", sus labios se alzaron casi por reflejo antes de envolver a su amiga en un abrazo. "¿Qué haces aquí? ¿Estás bien?". No es que la joven luciera enferma, pero considerando que estaban en un hospital, era poco probable toparse con amigos que estuvieran sanos.
"Sí, sí. Todo bien, Hermione", sus ojos plateados y protuberantes mantenían aquel aire soñador que la caracterizaba, y ella no pudo dejar de preguntarse cómo había hecho la chica que compartió el encierro con ella, que perdió sus recuerdos igual que ella, y que había luchado a su lado en la batalla final, para sobrevivir a todo sin dejar de ser quien era.
¿No debía la guerra haberlos cambiado a todos?
"Solo acompañaba a Theo a una de sus sesiones", agregó la rubia y la mirada de Hermione siguió la dirección de sus ojos, obligándose a sí misma a apretar los labios en una sonrisa cortés, pero desprovista de cualquier afecto.
Al terminar la Guerra, Theodore Nott había sido encontrado encarcelado y moribundo en la mazmorra de su mansión, durante una redada en busca de su padre. El informe médico de su primera atención describía lesiones que, sin ser mortales, eran profundas, con unas más nuevas que otras. Pero lo más llamativo eran sus preguntas sin sentido, y sus gritos, que parecían consecuencia de un estado catatónico que atribuyeron a alguna maldición o al encierro.
Por ser hijo de quien era, solo cuando se comprobó que no había marca en su antebrazo y después de que ningún testimonio pudiera involucrarlo en algún acto horrendo, se le dejó en libertad, con el compromiso de sesiones periódicas con un sanador que diera cuenta de su estabilidad mental.
Nadie sabía bien cómo Luna y él habían terminado juntos, pero al mirarlo ahora, tan alto como lo recordaba de Hogwarts, pero con hombros notoriamente más gruesos y formados, Hermione pensó que la agradable simetría de su rostro, la oscuridad de sus bellísimos ojos o sus brillantes rizos castaños, debían tener algo que ver con ello.
Un rizo castaño enredándose en un dedo pálido.
Hermione apretó los ojos para alejar la incómoda visión.
"Nott", salió el nombre por sus labios. Le era imposible llamarlo de otro modo.
"Granger". Él ni aún se molestó en sonreír y, tras detenerse un segundo en ella, sus ojos regresaron a Luna. "Te esperaré afuera". Intentó escabullirse, pero el agarre de Luna le impidió ir muy lejos.
"No es necesario", sonrió la rubia. "Seguro Hermione tiene mucho trabajo. Solo quería saludar", y la envolvió en un abrazo efusivo antes de despedirse.
Mientras caminaban lejos de ella, una chica pálida y un joven oscuro tomados de la mano, en notorio contraste, Hermione se preguntó si habría alguna explicación detrás de esa unión. Solo cuando estuvo pronta a dar la vuelta y seguir su camino por el pasillo, sintió como los ojos de Nott se giraban a ella, oscuros e intensos, y una extraña sensación recorrió su espalda haciéndola temblar.
Aunque no fue por miedo.
Era algo muy distinto al miedo.
***
"¿Vendrás este sábado?", preguntó Rose a través del teléfono muggle que Hermione había instalado en su casa solo para hablar con sus padres.
Luego de acabada la guerra, se había encargado de buscar a Wendell y Monica Wilkins, y hacerles ver que no solo tenían una hija que no recordaban, sino que además esta era una bruja.
El primer año había sido el más difícil en el proceso de recuperar sus memorias para que volvieran a ser Rose y Henry Granger. Los medimagos que la ayudaron celebraron su impecable trabajo no solo eliminando recuerdos, sino que reemplazándolos por toda una historia tan bien trabajada y tan lógica, que no parecían haber brechas en ella
Por suerte, fue esa misma lógica en los recuerdos inducidos, la que permitió traer a sus padres de vuelta, cuando Henry le dijo que aquello no podía ser real. "La vida misma rara vez es tan predecible. Debe ser el invento que tú dices que es", le confesó el hombre, y fue el primer paso hacia su lenta recuperación.
No habían recuperado del todo sus vidas. Tampoco habían vuelto a tener la relación que había entre ellos antes. Pero habían llegado a rearmarse como familia, a reconocerla como hija y a quererla, como si el sentimiento no pudiera morir del todo, sin importar los recuerdos o falta de ellos, en su cabeza.
"Tendré turno este sábado", expuso, colocando el auricular entre su cabeza y su hombro, mientras depositaba la comida de Crookshanks en el piso de su cocina. "Pero haré lo posible por ir el domingo", acarició el rojo pelaje de su animal, antes de volver a incorporarse y tomar la correspondencia. "Si les parece bien, claro".
"Estaremos encantados de que vengas, Hermione", respondió la mujer con cordialidad. "Tu padre te manda saludos", agregó, mientras ella pasaba los sobres con las cuentas y se disponía a abrir el periódico. "Nos vemos el domingo, cariño".
"Adiós, mamá".
Pero al colgar el auricular, no fue la sensación de incomodidad en el tono de su madre al llamarla "cariño" lo que la obligó a quedarse paralizada por un largo instante, sino la fotografía de Ron en las páginas de "El Profeta", envuelto en su impecable capa de auror, caminando lejos del micrófono que alguien acercaba a su cara.
Solo tras leer el titular tres veces, Hermione logró convencerse de que sus ojos no la engañaban. Ronald Weasley decía tener pruebas que señalaban al mortífago Draco Malfoy como responsable del asesinato de un héroe de la guerra: Zacharias Smith.
- Fin del Capítulo 3 -
Capítulos cortos, pero esto tiene su motivo. Espero que puedan seguirme leyendo en la medida que avanzo, y como ya dije, ¡los comentarios son bienvenidos! 🙂
Alex.
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