Capítulo 18: RECUERDOS. PARTE XI
"Lo más aburrido del mal es que uno se acostumbra."
Jean-Paul Sartre
Hermione intentó ser profesional. Realmente lo intentó. Pero era difícil no verse afectada cuando Malfoy insistía en esperarla después de la ducha y en paños menores, oliendo endemoniadamente bien, cada vez que llegaba el momento de aplicar hechizos y pociones en sus heridas.
No es que el rubio hiciera voluntariamente algo para incomodarla, a excepción de un par de comentarios respecto a lo coloreadas que parecían sus mejillas al tocarlo, o el modo intenso en que la miraba a veces mientras ella aplicaba la mezcla con sus dedos. En general se mantenía recostado, con los brazos detrás de la cabeza y el rostro girado lejos de ella, sumido en sus propios pensamientos.
Hermione se preguntaba si pensaría en Narcissa.
O en la guerra.
O en escapar.
Si bien en los días transcurridos entre curaciones, lo oía reír junto a Nott de algún chiste de Blaise, su risa carecía de la alegría o el sarcasmo de sus días en Hogwarts. Hermione se cuestionaba si este cambio era reciente debido al duelo o si venía arrastrándolo durante años. Tampoco es que en los días previos a la muerte de su madre hubiera tenido muchas ocasiones para mostrarse más alegre. Al menos no frente a ella..
Eran muchas las preguntas que quería hacer, y aún así, había pasado esos días mayormente en la biblioteca, negándose a cualquier tipo de interacción innecesaria con ellos, e incluso con Luna, quien parecía demasiado a gusto con la compañía. Especialmente con Nott.
De lo poco que había oído, entendía que Theodore Nott nunca había tomado la marca. Si fue por voluntad propia o por no cumplir los requisitos de inmoralidad necesaria no estaba segura, pero ser una decepción a los ojos de su padre, probablemente había jugado a su favor en ello.
Zabini tampoco llevaba el feo tatuaje en su antebrazo, pero cumplía adecuadamente el rol, aunque sin mucho entusiasmo. Daba la impresión de ser un segundo a bordo para Malfoy, sin la interacción directa con el círculo más cercano de Voldemort.
Malfoy, en cambio, era parte de ese círculo, lo que significaba una exposición directa a Bellatrix y los demás. Debido a su doble papel en esa guerra, en su presencia, todos en la mansión evitaban hablar directamente de temas importantes. Incluso Luna se mantenía distante, como si estuviera consciente de las posibles consecuencias que eso podría acarrear para el rubio.
'Pensarlo, actuarlo, pero no decirlo', parecía ser la consigna imperante cuando estaban junto a él.
Y también lo era para Hermione.
"¿Podrías ir más lento, Granger?", lo oyó decir de pronto, interrumpiendo el curso de sus pensamientos.
Hermione apretó sus labios, sin responder, pero terminó de trazar la línea púrpura sobre las marcas, cada vez menos notorias, sobre la piel de su cadera. Y luego fue por la varita dispuesta sobre el velador, para hacer el encantamiento relajante final.
Pero Malfoy la detuvo.
"No es necesario", susurró, con un firme agarre de sus dedos sobre la muñeca de ella. "Puedo quedarme quieto sin que me duermas".
Ella se limitó a asentir, intentando retirar su mano, pero cuando los segundos pasaban sin que él la liberara, buscó sus ojos, encontrando en ellos una extraña expresión.
"Ya puedes soltarme", expuso. Pero Malfoy no hizo tal cosa.
"¿Recuerdas la regla número uno del libro?"
'Pensarlo, actuarlo, pero no decirlo'.
Hermione asintió.
"Bien", continuó él, frunciendo los labios antes de retomar la palabra. "Te odio", declaró, aunque su expresión, iluminada por una hermosa sonrisa y el ruego en sus ojos, transmitía algo completamente diferente. No era lo opuesto a la frase, sino más bien... Un agradecimiento.
Una extraña sensación se apoderó de ella al comprender su lenguaje. No habría sabido decir si era buena o mala.
"Y yo a ti", susurró, cuando sintió que podía hacerlo, notando como los dedos de Malfoy se relajaban sobre su piel, lentamente, hasta que pudo deslizar su muñeca a través de ellos.
Durante unos segundos lo observó detenidamente, girado boca arriba sobre la cama, con un antebrazo sobre sus ojos, y una mano cayendo relajadamente sobre su abdomen. El borde de su ropa interior suficientemente abajo para dar acceso a las curaciones, sin dejar a la vista nada innecesario. Y la varita en el velador, al alcance de ella.
Y aún así, por alguna inexplicable razón, ella no iba a tomarla sin su permiso. Y a esas alturas, él parecía saberlo.
Cerró lo que quedaba del frasco de poción púrpura y acudió al baño en silencio, sintiendo el agua correr mientras enjuagaba sus manos de los restos del líquido y del contacto de su piel, incómodamente embargada por el deseo de querer más de ese toque, pero no encontrando una excusa racional para ello.
Es el encierro, se dijo.
Un intento de mi mente de normalizar una situación estresante.
Un mecanismo de supervivencia.
Síndrome de Estocolmo, recordó que era el nombre que le daban los muggles.
Pero no estaba segura de que el concepto aplicara en su caso. No realmente.
Llevó agua a su rostro varias veces, intentando evadir los cuestionamientos más molestos y preguntándose cómo exponer a Malfoy sus dudas respecto al plan en curso, si es que había uno, para llevarla con Tonks.
'Pensarlo, actuarlo, pero no decirlo'.
Era difícil la comunicación de ese modo. Y sin embargo, él había logrado transmitir su agradecimiento.
Al regresar al cuarto, Malfoy estaba de pie, prácticamente vestido y terminando de abrochar su camisa. Ella dudaba que hubiese guardado los minutos de reposo necesario, pero en lugar de advertirlo de esto, fueron otras las palabras que escaparon por sus labios, incluso antes de racionalizar las implicancias de hacerlo.
"¿Por qué sigues aquí?"
Sus ojos grises se clavaron en ella, reflejando incomprensión, pero una seriedad mortal se posó en ellos al instante siguiente. Y Hermione se preguntó cómo podía vivir constantemente ocultando lo que pensaba, siempre aparentando.
"Eres tú quien ya no tiene nada que hacer en mi cuarto, Granger".
"No. No me refiero a este cuarto", negó con la cabeza, mordiendo sus labios para no seguir hablando. Pero estaba tan cansada de callar. "Me refiero a seguir con Vol..."
"No lo digas". Advirtió interrumpiendo su discurso. "No es necesario que lo digas", parecía morder su mejilla por dentro mientras se acercaba a ella, lentamente. Y algo en Hermione le hizo pensar que tal vez era momento de retroceder. Pero otra parte de ella, la instintiva, le dijo que no había peligro. No de él. "Por esto". Dijo al fin, a pocos centímetros de Hermione, con la cara interna de su antebrazo expuesta a ella, mientras él sostenía la manga de su camisa para que viera la marca estampada en su piel. "No es solo un lindo tatuaje, Granger", sonrió con sarcasmo... y tristeza.
"No entiendo".
" No importa qué tan lejos vaya, o en el bando en que esté. Él siempre me encontrará, gracias a esto". Sus dientes mordían su labio inferior con fuerza, dando una imagen que era tan preocupante como tentadora, y Hermione quitó sus ojos de sus labios y se centró en la marca, de un gris pálido, sobre su piel blanca. Y llevó sus dedos ahí hasta tocarla. "Imagino que sabes lo que pasó con Karkaroff", susurró.
Hermione lo sabía bien. Su intento de deserción acabó con su muerte y la marca tenebrosa ondeando en el cielo sobre la choza en que intentó ocultarse.
"Sabías que el muy idiota había intentado arrancar la piel de su brazo?", hizo como que sonreía, aunque era una expresión triste. "Pero nunca tuvo oportunidad. Puedes huir y refugiarte bajo hechizos protectores, por un tiempo, pero nadie que tenga la marca tiene una oportunidad real de escapar. No realmente".
"¿Y yo?", salió la pregunta entre sus labios, pero Hermione odió el tono de plegaria que parecía haber en esta. "¿Tengo alguna oportunidad?"
"Tú sabes la respuesta", susurró. "La viste en mi cabeza".
Tonks. Él había llevado a Ron con Tonks. También la llevaría a ella.
"¿Y por qué sigo aquí?". También sabía la respuesta a esa pregunta. El riesgo que era para él en ese momento el concertar cualquier rescate. "Lo siento. No debí preguntar..."
"No. No debiste." Su expresión era seria, pero extrañamente, no reflejaba la frialdad de los momentos en que fingía, sino que examinaba su rostro con insistencia, pareciendo más cerca de ella que antes. "Me encantaría decir que es para calentar mi cama", sonrió de pronto, aunque a Hermione no le quedó claro que fuera una broma. "Pero desde que llegaste, ha estado más fría que nunca".
"Y... ¿Astoria?", recordaba bien las palabras de Bellatrix.
"Astoria es una niña", susurró. "Y con la muerte de mi madre, es poco probable que ese contrato siga en pie".
Hermione supo, por el modo en que él torció sus labios, que el recuerdo de su madre muerta era doloroso para él, por lo que se vio empujada a buscar alguna excusa con la cual desviar el tema de conversación.
"¿Y cómo te gustan las mujeres entonces?", lo enfrentó, y dos cejas rubias se alzaron ante su pregunta con incredulidad.
"No lo sé", sonrió. "No tengo un patrón realmente". Pestañeó algo encantado, al parecer por ella.
"¿Y Pansy Parkinson?"
Malfoy apretó los labios y entrecerró los ojos casi por reflejo.
Algo pasó con Pansy, comprendió de su gesto. "La odio tanto, Draco...", resonaba la aguda voz de la chica en su cabeza, tal como en el recuerdo de Malfoy.
"No la veo desde Hogwarts", respondió él al fin, sin transmitir demasiado.
"¿Fue la única?" Un resoplido acompañado de su risa fue su respuesta. "¿Quien más?"
"¿De verdad esperas que te lo diga?", podría haber sido una conversación tan absurda como arriesgada. Sin embargo, la forma en que sonreía ahora, con sus ojos grises resplandeciendo en su rostro, hacía que valiera la pena continuar, impulsándola a seguir adelante.
"¿Por qué no?"
"No es de caballeros revelar nombres".
"No es como que tenga a quien decírselo. Y siento curiosidad". Jugueteó ella, humedeciendo sus labios con la lengua por instinto.
¿Estás loca?, gritó una alarma dentro de ella y Hermione apretó sus labios para anular ese gesto.
" ¿Curiosa?", sus ojos estaban fijos en los labios de ella. "¿Del tipo de mujeres que llevo a la cama?". No lo había sentido moverse, pero de algún modo parecía haber avanzado un par de pasos en su dirección. "No soy muy exigente", se encogió de hombros. "Cualquiera que esté dispuesta y que me parezca atractiva, supongo"
"¿Debería sentirme ofendida?". De dónde diablos había salido esa pregunta o la media sonrisa boba con que sonreía a Malfoy, Hermione no tenía idea, pero algo dentro de ella gritaba Peligro, con fuerza. Y había otra parte de ella que quería amordazarla.
" ¿Por qué?", una sonrisa bailaba en los labios de Malfoy, pero su expresión también transparentaba su duda.
" Uno de tus requisitos es que la chica sea medianamente atractiva", Hermione llevó un mechón de cabello por detrás de su oreja. Malfoy estaba tan cerca de ella que podía sentir su respiración golpear su rostro.
"¿Quien dice que no me pareces atractiva?".
Algo en el modo en que lo dijo, la hizo temblar.
Hermione había escuchado múltiples tonalidades de su voz a lo largo del tiempo. En su infancia, aguda y presumida, reflejando su naturaleza de niño consentido. Durante su adolescencia, su voz se volvió arrastrada y gélida. De adulto era profunda y apagada cuando simulaba o cuando estaba enfadado. Vibrante al impartir órdenes. Clara y sincera cuando compartía risas con sus amigos.
Sin embargo, el tono bajo de su voz al decir esas palabras adquirió una profundidad que no le había oído nunca. Tenía la rica textura de un licor ardiente y oscuro, casi lujurioso, pero también con un toque siniestro. Vibraba rebosando amenazas y promesas al mismo tiempo. Era una voz que envolvía, despertando en ella algo que siempre había parecido prudente mantener dormido. Aunque no sabía qué.
"¿Te lo parezco?", preguntó al fin, lamentando lo apagada y temblorosa que sonaba su propia voz en comparación, y debió contener el aliento cuando sintió los dedos de él alzando su mentón, hasta quedar a la altura de sus labios, tan cerca, que su siguiente pregunta le hizo cosquillas.
"¿Tú qué crees?".
Sus ojos la escrutaban con intensidad, y a Hermione le resultaba difícil descifrarlo. Le preocupaba decir que sí, temiendo su risa si estaba equivocada. Pero también temía decir que no, y que eso lo desalentara.
Porque me va a besar, ¿verdad?, preguntaba en su cabeza a una voz inexistente.
"Creo que..." y lo vio entrecerrar los ojos, y descender a ella, lentamente, acortando la distancia. Y Hermione decidió que no cerraría sus ojos, porque quería presenciar aquello completamente, aunque solo fuera para guardar el recuerdo.
Pero el beso nunca llegó.
"¡Maldita sea!", lo oyó exclamar, retrocediendo, tan lejos de ella que dolía, mientras con su mano apretaba su antebrazo.
Bastó que alzara su manga para que ella viera ahí la tinta de la marca tornarse casi negra, con la horrible serpiente moviéndose a través de la calavera.
En sus ojos grises, una expresión sombría confirmaba para ella que no podía tratarse más que de una cosa: el llamado de su amo.
-Fin del capítulo 18-
Va quedando poco de la pausa...
Realmente necesito comentarios por acá... he notado que cuando hay más comentarios, me es más fácil escribir... jejeje.
Gracias a todas las que me dejan su voto y/o comentan!
Alex.
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