KAREN
KAREN
Lo estaba pasando bien. Chris era divertido. Hablamos de todo, de la época del instituto, de lo que hacíamos ahora y de lo que queríamos hacer en el futuro. Y en todo ese rato Chris no volvió a tener otro ataque de pánico.
—¿Cuánto llevamos aquí? —preguntó. Comprobé la hora en mi móvil.
—Dos horas —¡Dios llevábamos dos horas allí encerrados! Ahora quien se empezaba a preocupar de que no viniesen a buscarnos era yo.
—¿Crees que saben que estamos aquí? —preguntó algo angustiado.
—¡Claro! —dije de forma desenfadada—. Este ascensor lo usan todo el tiempo. Tienen que haberse dado cuenta. —Cogí su mano que estaba apoyada en la rodilla y le di un ligero apretón—. No te preocupes. —Me dedicó una de sus sonrisas de lado.
—¿Crees que nos empezaremos a devorar el uno al otro si no nos sacan de aquí? Ya sabes, como en Viven. —Le miré apretando los labios para contener la risa. ¿Cómo me podía decir serio una tontería tan grande?
—Si no recuerdo mal, en Viven se comían a gente muerta. Pero aun así, yo me preocuparía más por dónde vamos a mear si no nos vienen a buscar pronto –dije terminando la frase entre risas.
—Mierda, no había pensado en eso. —Me miró preocupado—. Creo que me meo.
—No. Ni se te ocurra Chris —dije horrorizada desapareciendo cualquier atisbo de alegría en mi rostro. Lo que faltaba es que oliese a pis ese diminuto cubículo—. Te aguantas. No falta nada para que vengan a buscarnos.
Me incorporé y empecé a apretar el botón de la campana desesperada. Me negaba a estar ahí encerrada con todo oliendo a pis. Ya habíamos esperado más que suficiente. La risa de Chris me saco de mis cavilaciones. Se sujetaba la tripa con las dos manos mientras reía a pierna suelta.
—Tranquila —dijo todavía entre risas—. Creo que puedo aguantar un poco más.
Fue terminar de decir eso cuando sentimos un tirón hacia arriba.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó Chris angustiado mientras se ponía de pie. Pero a mí se me iluminó la cara de alegría.
—¡Nos están subiendo! —grité con júbilo mientras le daba un abrazo—. Vamos a salir de aquí —dije enganchada a su cuello.
—Entonces, ¿no nos vamos a tener que comer el uno al otro? —dijo en un susurro junto a mi oído. Me reí por lo bajo mientras me separaba para verle la cara.
—Ni voy a tener que aguantar tu pis —dije sin poder borrar esa sonrisa tonta. Él también sonreía sin dejar de observarme de una forma muy intensa. De repente me di cuenta que seguía con mis brazos alrededor de su cuello. Noté el calor en mis mejillas y me aparté de golpe.
—Bueno... —dije apurada—, será mejor que nos arreglemos un poco no vayan a pensar cosas raras. —Se le escapó una pequeña risa pero no me atreví a mirarle.
Cuando los bomberos abrieron la puerta del ascensor, yo ya tenía puesto los zapatos y Chris se había arreglado la camisa y la corbata. Una vez fuera nos ofrecieron agua y nos preguntaron por nuestro estado. Al parecer había habido un problema eléctrico en todo el edificio. En el ascensor de al lado habían quedado encerradas cuatro personas.
Después de hablar con mis padres para que supiesen por qué no había estado localizada todo ese tiempo, me giré para despedirme de Chris.
—Bueno —le dije mirando el móvil que tenía entre las manos—. ¿Seguro que no quieres llamar a nadie?
—Seguro, pero gracias.
Nos quedamos unos segundos en silencio. Tenía la sensación de que ya no éramos las mismas personas que habían estado encerradas durante dos horas en ese ascensor. Volvíamos a ser unos extraños.
—¿Sabes? —dijo rompiendo el silencio que se había formado—. Me alegro de haberme quedado encerrado contigo en ese ascensor.
Le miré sorprendida. Me observaba de esa forma tan característica suya. Un hormigueo me recorrió el estómago.
—Yo también —dije un poco aturdida por lo que acababa de sentir.
—¿Amigos a partir de ahora? —preguntó alzando la mano.
—Amigos —dije dándole la mano.
—Genial —dijo sonriéndome y con un movimiento rápido cogió el móvil de mi mano.
—¡Hey! ¿Qué haces? —pregunté cuando empezó a teclear algo.
—Éste es mi número. Me puedes llamar a cualquier hora del día y la noche —dijo con una sonrisa enorme en la cara devolviéndome el teléfono—. Soy un parado con mucho tiempo. —Cuando bajé la vista leí en mi lista de contactos: Chris el capullo. Se me escapo una carcajada al verlo.
—¿A dónde vas? —le pregunté cuando se giró para marcharse. Me miró por encima del hombro sin entenderme—. No vas a esperar al ascensor.
Puso cara de horror.
—Ya he estado dos horas encerrado en ese aparato del infierno. Me voy por las escaleras aunque suene la alarma de incendio por todo el edificio.
Me reí mientras veía cómo su figura desaparecía al doblar el pasillo. Yo también me alegraba de haberme quedado encerrada con él. No sabía lo mucho que me había afectado lo sucedido en el instituto hasta ahora y había sido una liberación poderme quitar ese malestar. Chris fue un idiota conmigo y jamas desaparecería ese año que había sido un infierno. Pero de alguna manera todo se había suavizado. El hecho de que Chris se hubiese disculpado y ver el arrepentimiento en sus ojos ayudó a cerrar esa herida. Pero sobre todo descubrí que Chris nunca me tuvo en baja autoestima, todo lo contrario y eso hacía que me sintiese bien.
Miré el teléfono. "Chris el capullo" leí entre risas. No pensaba llamarle. Me alegraba haber conocido al verdadero Chris. Habíamos tenido una conexión especial. Pero no era tonta y sabía que sólo fue fruto de la situación de tensión. Una vez fuera del ascensor, ¡puf!, se evaporó. Aquí se volvían a separar nuestro caminos. Apagué el teléfono y lo guardé en el bolso.
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