OO1 : Encuentro Brutal

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En el prestigioso colegio Daehan, aunque lleno de secretos oscuros, dos estudiantes destacaban por razones muy diferentes. Yeosang, un chico de belleza angelical y tímida, atraía miradas pero no amistades. Jongho, por otro lado, inspiraba temor y respeto con su rostro serio y su reputación de poseer secretos oscuros.

Yeosang solo portaba de un amigo, al cual no se le podía ver interactuando con él porque sería blanco de burlas por parte del grupo de populares donde formaba parte su amigo, y su quizás novio, quien era parte del equipo de futbol del colegio. Jongho no contaba con un solo amigo en el colegio, nadie deseaba siquiera acercarse a él, así de simple.

Cuando Yeosang llegó a ese colegio, notó cosas muy extrañas que no eran normales en un colegio promedio en Corea, principalmente el ambiente, se sentía un ambiente muy hostil y oscuro, como si las paredes de aquel colegio guardaran secretos perturbadores y quizás su instinto no fallaba, pero él no lo sabría. Otra razón era por la clase de estudiantes que albergaba ese lugar, eran extraños, sin mencionar que algunos solían desaparecer de la nada, como si la tierra los hubiese tragado.

Pero fuera de eso, su llegada fue un momento curioso, todos los estudiantes, hombres y mujeres se sentían atraídos por su belleza y pureza, ante todos era como ver una escultura griega pasearse por los pasillos, pero aún con eso Yeo mantenía reservada su comunicación con cualquier estudiante. No estaba interesado en formar amistades ni ser parte de algún círculo social.

Su belleza no era pasada por alto, sin embargo él ocultaba un secreto, o quizás un fetiche extraño, y tenía que ver con cierto líquido rojizo que todos poseemos: la sangre.

Yeosang tenía una leve obsesión por ver la sangre, el simple aroma a metal lo volvía loco. En un principio, desde muy pequeño amaba pincharse su piel pálida con una aguja de coser o incluso realizarse leves cortes con las tijeras para observar la sangre manchar su piel, sin embargo ese comportamiento fue desapareciendo dando lugar a algo más grave. Yeosang mataba roedores por gusto y satisfacción propia, quizás lo más grave que había hecho en su vida, más tarde con el tiempo reprimiría en su subconsciente ese transtorno que creía él, no era normal y hasta cierto punto le causaba miedo de sí mismo, al pensar que podría cometer alguna tontería.

Pero si Yeosang creí que él estaba demente, Jongho podría simplemente destronarlo de su lugar.

Él si tenía un transtorno de agresividad, Jongho era demasiado violento, tanto que si te metías con él, podrías irte despidiendo de la vida porque acabarías brutalmente muerto. Jongho desconoce a qué edad comenzó con esos arranques de agresividad, quizás nacieron a raíz de ver como su padre mató a golpes a su madre, quizás también al ser testigo de cómo mataron a su padre unos sujetos que entraron a la fuerza a su casa, quienes más tarde lo llevarían consigo, lo criaron a base de golpes, humillaciones y torturas, para más tarde enseñarle el arte de las peleas callejeras; podría ser cualquiera de esas tres, sin embargo Jongho fue mejorando tu técnica cada día, de volverse un matón que solo golpeaba sin razón, paso a convertirse en una clase de asesino inteligente, quien hasta el momento desconocía cuántas personas habían sido víctimas de sus puños y cuantas más habían sido desaparecidas por él mismo.

Un día, después de clases, Yeosang buscaba a través de los pasillos a una sola persona que deseaba ver, no se rendiría hasta encontrarlo, y justo logró dar con él, sin dudarlo, tomo una pequeña piedra, la lanzó un momento por el aire para después arrojarla hacia dicha persona, quien logró encestar en su cabeza, el chico frotó su cabeza mientras giraba hacia atrás y buscaba al responsable, al observar a Yeosang se levantó rápidamente y caminó hacia el rubio, sacándolo del lugar, el cual era la cancha de futbol para llevarlo al pasillo de los vestidores.

—¡¿Acaso estas loco, Yeosang?! Te he dicho que no me hables ni busques cuando estoy con Changbin y sus amigos.

—Lo siento Wooyoung, es que a veces siento que extraño ver a mi amigo, el único que tengo —Yeosang mostró un rostro de tristeza solo para causar lástima en su amigo. Siempre funcionaba.

—Ya, lo siento. Te prometo que hoy en la tarde iré a verte para jugar videojuegos ¿que dices?

—Me parece justo.

—Tengo que irme, seguramente Binnie me busca ¡nos vemos Yeosang! —el castaño besó fugazmente la mejilla de su amigo, quien el contrario hizo un gesto de asco mientras intentaba alejarse, para después volver a la cancha de futbol.

Yeosang por otra parte iba caminando a la salida frotándose con asco su mejilla, pero al llegar vio muchísimos estudiantes en la entrada, supuso que serían para recibir al equipo de futbol, ya que ese día saldrían a un partido importante contra otro colegio.

Yeosang, en alternativa, decidió tomar un atajo por un callejón detrás del gimnasio para evitar la multitud. A mitad del camino, escuchó ruidos de pelea y, movido por la curiosidad, se asomó para ver qué ocurría.

Allí estaba Jongho, golpeando brutalmente a otro estudiante. La víctima, un conocido matón del colegio, yacía en el suelo, sangrando y suplicando por piedad. Jongho, con una mirada fría y sin emoción, continuaba asestando golpes sin detenerse. La violencia y la intensidad de los golpes eran escalofriantes.

Yeosang, paralizado por el miedo y la fascinación, no pudo apartar la vista. Finalmente, Jongho se detuvo, respirando con dificultad, sus manos y rostro se encontraban salpicados de sangre. Al girarse, sus ojos se encontraron con los de Yeosang. Por un momento, el tiempo pareció detenerse.

—¿Disfrutaste el espectáculo? —preguntó Jongho, su voz tan fría como su mirada.

Yeosang no pudo responder, su mente se encontraba en blanco por la sorpresa y el terror, por lo que sin responder a la pregunta siguió de largo, bajo la mirada de Jongho.

Jongho no sabía quién era aquel atractivo chico, pero por juzgar el uniforme reconoció que eran del mismo colegio y no solo eso, no había mostrado ni una pizca de terror, no reaccionó como cualquier persona lo haría, pero de algo estaba seguro, era que no sería la última vez que se verían.

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