Love bite♡
La corte de Kotal Kahn miraba el cuerpo del Patriarca del Enjambre, era un macho fuerte y entregado completamente en alma y cuerpo a su Enjambre, por ellos vivían y por ellos asesinaban.
El Kytinn era alguien indudablemente fuerte, por eso era la mano derecha del Kahn.
Responsable de miles de cientos de muertes durante su larga vida, ha visto pasar a muchos Emperadores.
No le sorprende el Rey Dragón, ni Jerrod, ni el Konquistador.
El Osh-Tekk logró ganarse su confianza, sí, pero no le era completamente leal como lo era con su Colmena.
D'vorh había sido sacado de las Islas Árnyék, pero nunca olvidaría sus raíces.
Era un macho orgulloso de su especie, no se daba mayores lujos que los de usar a sus presas como alimento para el Enjambre, tampoco le importaba mucho el hecho de que Kotal le asignó una de las mejores habitaciones del Palacio o de tener el favor del Kahn.
Realmente eso no le importaba mucho.
Sin embargo, mientras caminaba con los documentos que había solicitado su Emperador, no podía dejar de escuchar los murmullos y las miradas de los curiosos.
Pero que sirvientes más problemáticos, cuándo tuviese la oportunidad las utilizaría como alimento para sus hijos, seguro las nuevas larvas se incubarían bien en las vísceras calientes de ellos.
Mientras subía las largas escaleras se encontraron con Ermac, quién con un movimiento de cabeza le indicó que necesitaban hablar con él.
Se detuvieron ambos, acercándose al barandal metálico, está bien si tardaran un par de minutos y por lo que el señor de las almas traía en la mano, este le indicaba que estaba saliendo de una reunión con Kotal.
–Escuchamos tus intentos de procrear con Baraka –era directo, siempre al punto.
–A este no le molesta cuando el pistolero trae mujeres ¿por qué este debería ser silencioso? –sus ojos negros se enfocaron en los de Ermac.
–No te detendremos –aseguró dirigiendo su mirada al cuerpo descubierto del Padre del Enjambre–: solo queremos asegurarnos que no te dejarás seducir por sus engaños y huirás con Mileena.
Ese nombre... Odiaba a ese constructo.
Soltó un gruñido, moviendo sus aguijones.
Sí, aún tenía asuntos pendientes con ella.
–Este solamente lo usa para su placer.
Ermac no dijo nada, seguramente las almas dentro suyo estuvieran discutiendo sobre que responder, puso una mano sobre el hombro del insectoide asintiendo lentamente.
Confiaba en el juicio de D'vorh.
Y mientras sus deseos no se entrometieran con los del Kahn, entonces no intervendría.
Se fue, dejándolo solo.
Sus ojos oscuros veían atentamente el vacío, la caída desde ese punto debía ser fatal, los huesos rompiéndose y la pulpa carnosa estampándose.
Era un pensamiento realmente delicioso.
Parpadeó lentamente, antes de poder continuar su camino hacia la sala de reuniones.
• ● •
Habían asesinado a los guardias reales de Mileena, Baraka había sido el último en caer.
Se había abalanzado contra el señor de las almas gritando desesperadamente a la mujer que huyera, que no mirará atrás y que llegará sana y salva con la tribu.
El insectil vio aquello, ardiendo en ira.
La raza tarkatana era muy fiel y terca, eran necios aguerridos a una idea, cuando algo se les metía en la cabeza o en el corazón –o en el culo en algunos casos– era difícil hacerlos cambiar de opinión.
En cierta parte el Patriarca del Enjambre entendía aquello, pero aun así le molestaba con sus planes.
Por eso cuándo vio como Ermac lo lanzaba por los aires afuera de la terraza, no dudó ni un solo segundo en ir a buscarlo.
Sus alas de libélula se movieron frenéticas, lanzándose al vacío por Baraka.
No se consideraba un líder para alguien, solamente para el Enjambre, pero conocía al asesino de los Páramos... Sería de utilidad.
Entendió sus brazos para tomarlo, abrazándolo contra su cuerpo.
El tarkatano se removía frenético, creyéndose que el Padre del Enjambre deseaba darle muerte bajo su propia mano.
D'vorh lo dejo caer a tan solo medio metro del suelo, notando la sangre y los golpes en el cuerpo del tarkatano.
A duras penas se puso de rodillas, viendo cono el Kytinn descendía, moviendo sus alas con elegancia.
Su mirada subió rápidamente, deslumbrando las siluetas de dos hombres.
El Osh-Tekk que le miraba con rabia y el ente de diez almas que levitaba junto a este.
–Este no va a terminar con tu vida, Baraka.
Le dijo mientras se acercaba peligrosamente.
–Asesíname ahora insecto.
–Aun no te llega la hora.
Y dicho eso le dio una fuerte patada que lo dejo inconsciente.
• ● •
Hacer que Baraka fuera obediente y un fiel creyente fue más difícil de lo que pensó, pero valió totalmente la pena.
Era un salvaje.
Tanto como le gustaba.
Le gustaba sentarse en la mesa dejando caer todos los frascos con criaturas en formol que comía como aperitivos, abrir las piernas mientras de una abertura húmeda en su zona pélvica una verga.
Baraka, a quién le había lavado el cerebro con una versión peligrosa de un Ophiocordyceps proveniente de su Isla, este afectaba a la víctima reseteando el cerebro, haciéndolo tener sus necesidades primarias; comer, dormir y reproducirse.
A diferencia de lo que todos creían, no era un ser despiadado.
El proceso que duro la conversión D'vorh cuidó y alimentó al tarkatano.
Le habló dulcemente de lo que le haría.
Siempre se negó, siempre maldijo su nombre, llamándolo de las maneras más despectivas que existían.
Y aunque muchas, deseó arrancar su lengua, sabía que le sería útil cuando su plan estuviese completo.
Algo que agradecía completamente.
Gimiendo en el hueco del cuello del tarkatano, su propia mano masturbaba con fuerza su miembro, el aliento y los peligrosos colmillos de Baraka rozaban su yugular y hombros.
–No le tengas miedo a este –apenas podía hablar debido al placer que sentía–: a este no le dolerá, hazlo.
Era una orden, pero, debido a ese estado nadie en su sano juicio acataría dicha orden.
Nadie a excepción del pobre e indefenso tarkatano.
Su mandíbula se abrió rápidamente, encajando sus colmillos en la carne acorazada del Kytinn.
–¡Argh, sí! ¡Así, así!
Exclamaba ahogado en lujuria.
Bombeando su falo con más fuerza, exprimiendo su glande.
–¡Nghh, sí~!
Los colmillos se encajaban y se desencajaban en su hombro, en su pecho, lamía la sangre que salía de sus heridas.
La sensación de la lengua rasposa del tarkatano lo hizo eyacular al instante, dejando que chorritos de líquido blancuzco mancharan su abdomen.
Aunque ya hubiese tenido su orgasmo seguía bombeando, sin detener su ritmo rápido.
En especial cuándo Baraka lamió repetidas veces su cuello, olfateando para encontrar el lugar perfecto para marcar.
Sabía que podía lastimarlo o matarlo en el peor de los casos, por ellos mordía sin tanta fuerza, no dejando que sus colmillos traspasaran la carne, pero si lo suficiente para dejar una huella de su esencia.
–Mmh~
Arqueaba su espalda, sintiendo temblores por su post orgasmo y con su mano libre rasguñaba la espalda del tarkatano.
Es algo que le duele, pero no responde con violencia, en su lugar empuja a D'vorh para que se acueste por completo en la mesa, sus fauces salvajes se abren y se cierran en torno a sus brazos.
Y la mano grande y rasposa del asesino del Páramo sustituye a la del Patriarca del Enjambre.
Gruñe, grita y gimotea.
Hechizado por completo, mirando su sangre celeste en la mandíbula de su amante.
El brillo de los ojos de Baraka solamente le advierten que la noche será larga, el deseo es palpable y ninguno de los dos planea detenerse.
• ● •
–Este le ha traído lo que pidió.
El insectil había entrado a la sala, viendo como la larga mesa estaba llena de papeles, documentos y una humeante taza de algo que no supo identificar.
Últimamente los ataques del clon de la princesa Edeniana eran seguidos.
Incluso tomaba prisionero a algunos guerreros Osh-Tekk.
Nadie sabía con qué propósito, pero, a Kotal Kahn le enfurecía.
Ella lo estaba retando, pasando su autoridad y, además, sabía bien lo que ella buscaba.
–Sí, muchas gracias D'vo...
Todo ese tiempo había estado mirando los documentos, hasta que levantó la mirada para hablarle al Kytinn.
Sin embargo, no se esperó ver la coraza amarilla llena de mordidas, hoy no llevaba puesta su capucha ni el manto negro que cubría sus alas, solamente unas correas en su pecho que para nada iban a ocultar los mordiscos de Baraka.
Aunque no importaba mucho ya que habían mordidas en sus brazos y piernas, no siquiera quiso saber si en su espalda había más.
D'vorh miraba confundido a su Emperador, este lo seguía mirando, pero a diferencia de los sirvientes este le miró con interés.
De pronto comenzó a reír, haciéndole una señal de que se sentará junto a él.
Obedeció al instante, no comprendía muy bien que había pasado.
–Eres libre de poder sacar a Baraka de esa habitación cuando quieras, las heridas son tu trofeo y las exhibe con orgullo.
Le palmeo leventemente la espalda.
–Este le tiene infinita gratitud –se levantó, haciendo una reverencia.
–Toma el día, no creo que hoy acabé de leer los informes del último ataque de la ciudadela norte –dijo de forma comprensiva.
Y mientras más incitara a que D'vorh paseara con su mascota, más personas lo sabrían y en algún punto Mileena se enteraría.
Eso era lo que buscaba.
Baraka era su amante y era el líder de la tribu, si bien ella estuvo con Tanya y Rain jamás olvidaría al primer pobre diablo que le ayudó y protegió.
Daría la cara por el tarkatano.
–Este no tiene forma de agradecerle, debe disculpar a este tiene... Un asunto pendiente.
Giró sobre sus talones, estaba agradecido.
Tal vez a Baraka le hiciera bien el sol.
Mientras caminaba hacía la puerta pensando en que podría hacer, Kotal notó algo.
En la nalga izquierda del insectil había una gran marca de colmillos.
Por un segundo repensó lo que le había dicho al Padre del Enjambre.
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