It's not me, it's you♡
Desde que su hermano mayor le encerró, estuvo triste y solo.
Hace mucho tiempo había huido con su par al Earthrealm, él era apenas un niño; uno muy soñador y lleno de esperanza.
Su hermano había despertado antes, Shinnok le había mentido.
Le había dicho que iniciara una Alianza Mortal con Taven; derrotando a sus padres para que ambos tuviesen el control de todo el Mundo Exterior.
Mal interpretó las cosas y cuándo quiso arrepentirse era tarde.
Fundó al Dragón Rojo a espaldas de su hermano, ellos habían liderado a la humanidad hasta esos momentos.
Era apenas un adolescente cuando entendió lo que su hermano mayor hacía y no pudo perdonarlo.
Todos esos siglos enteros, dónde estuvieron juntos como príncipes.
Ese amor fraternal que se tenían ¿dónde había quedado Daegon? ¿Por qué mentiste?
Por qué deseaba hacer a su hermano su Emperador, konquistar y gobernar con puño de hierro.
No le entendía, si él lo "había liberado del trágico destino que le había puesto Delia y Argus".
Su preciado hermano lo había secuestrado de la protección de su dragón; Orin. Quién llevaba buscándole a través de los Reinos. Su propio dragón, Caro, había sido objeto de estudio y cobaya.
Incluso sus padres; cuándo Daegon alcanzó un poder inigualable, asesino a sus progenitores.
Estaba corrompido, era un loco.
Y si seguía así, iba a corromperlo a él también.
Por ello había decidido abandonarlo.
Le dolía, le dolía esa traición.
Lo engañó, lo hizo creer todo lo que quiso.
Había puesto una venda en sus ojos sintiéndose impotente.
Llegó hasta el fin del mundo, solo para poder vivir alejado de todo, alejado de la mano de los dioses protectores de este reino, alejado del clan y de su hermano.
Su primera noche solo, escondido en una cueva.
Llorando.
Esa oscura noche, era su aniversario.
Hacía unos cientos de años, en esa fecha.
Habían unido sus corazones.
Fundieron sus almas en una sola.
Prometiéndose amor eterno.
Consumaron su unión entregándose el uno al otro.
No podía dejar de llorar, las memorias de su vida al lado de su hermano eran muchas.
La mayoría gratas.
No podía olvidarlo, pero sabía que con el tiempo su herida cerraría.
Y fue así, a los pocos años de vivir en aquella cueva, Taven encontró paz.
Aprendió a vivir en la cueva de un antiguo volcán extinto.
Bajar de la montaña para cazar alimento.
Fue feliz.
No tenía compañía más que los animales de los alrededores y su espada.
A veces no regresaba a la cueva, simplemente se quedaba a mitad del camino.
Pensando en regresar a su antiguo hogar, Edenia.
Pero no sabía cómo.
Esperaba que su hermano hubiese cambiado en las décadas de su ausencia.
Hasta que finalmente llegó un día dónde ambos se reencontraron.
No de la manera en la que Taven soñó –por qué sí, era un gran soñador– pues en una noche tormentosa, una figura oscura apareció apagando la fogata del más joven.
¡Era Daegon!
Pero era... Diferente.
No tenía ese hermoso cabello oscuro, había marcas de cicatrices en todo su rostro con una en especial que cruzaba todo su ojo derecho el cuál parecía estar nublado, ahora ciego.
Parecía... Dioses antiguos, se veía viejo.
–Aquí estás hermanito –canturreo mientras sus manos se llenaban de magia rúnica.
Taven saltó con sorpresa, tomando una posición de pelea.
–¿Qué hacías aquí? ¿¡Por qué me dejaste?!
Gritaba, abalanzándose contra el azabache.
Por más que el joven intentase dañarlo, no podía, había algo dentro suyo que le rogaba para no hacerle ninguna herida a su amado.
Era la primera vez que se veían en décadas, no debían pelear.
Debían volver amarse, debían reconciliarse.
Pero Daegon estaba cegado por la ira, por el dolor.
Creía que su amado hermano lo había abandonado por otro, que se corazón le pertenecía a alguien más.
Nunca pensó que fue él quien lo había alejado.
Y si Daegon no era suyo.
No sería de nadie.
• ● •
Su corazón se endureció, no podía creer lo que Kenshi Takahashi decía.
Su esposo, su hermano, su familia.
Daegon era un asesino sin corazón.
Por ello aceptó gustoso saber que tomarían venganza.
Seguiría a ese hombre y a su hijo, metiéndose a las fauces del dragón para tomar la vida de quién anteriormente fue su par.
Mientras se transportaban con la ayuda de Caro a la Fortaleza del Dragón Rojo; él jugaba con su anillo.
Su hermano se lo había dado en su boda, tantos siglos atrás, era el anillo de guía de Caro. En su momento no lo entendió, él le había dicho que había sido forjado gracias a la magia dragonica.
Creyó que era simplemente palabras bonitas, no que había literalmente obligado a su dragón guardián a hacer un anillo.
Estaba asqueado.
Y cuándo lo tuvo enfrente, no pudo hacer nada más que mirarlo con odio.
Horrorizado por compartir lazos de sangre con ese homicida demente.
Daegon lo vio.
Y no pudo ocultar su sorpresa.
Tanto la hoja de acero de su hermano y su cuerpo estaban cubiertos de sangre.
Sus ojos oscuros brillaban con ira, furia pura y salvaje.
–Tomaremos venganza –le dijo al verlo, lanzándose a la batalla.
El espadachín ciego y el joven dieron un grito de guerra, asesinado a todos los miembros del Dragón Rojo que se interponían en el camino de Taven.
• ● •
Se rieron, corriendo hacía el enorme jardín.
Estaba muy feliz, habían salido de la Fortaleza.
Últimamente su amado hermano estaba estresado, no entendía por qué.
El joven Taven se quedaba en las habitaciones, esos últimos años su hermano lo dopaba para tenerlo dócil y que no se interpusiera en las matanzas que hacía contra el nuevo clan de desertores de "Dragón Negro".
Pero era cierto.
Esos días había estado más inquieto.
No llegaba a dormir a veces.
Extrañaba tanto el calor de Taven, la sola presencia de su esposo lo hacía tranquilizarse.
Sin él probablemente se volvería loco, quién sabe.
Se suponía que irían a un estanque, pero terminaron en los jardines, corriendo entre los árboles como niños.
Escondiéndose del otro para poder.
Pero era imposible eso, siempre sabían dónde se escondía su contrarió.
Era divertido, era algo que le gustaba, tenían esa conexión.
Taven se tapó la boca en un vano intento por callar sus risas, cosa que fue imposible y termino siendo encontrado.
Daegon sonrió.
Empujándolo contra el tronco del árbol, depositando suaves besos en los labios de su hermano.
–Hey~
Acarició el cabello de Taven con ternura, adoraba a su hermano.
–He tenido unos horribles días de trabajo, ¿me dejarías...?
No dudó ni un segundo en obligar a Daegon a ponerse de rodillas quedando frente a su zona pélvica.
Rió, había tenido que usar sus manos todas esas noches que no estuvo junto a su amado.
Pues bien, ahora lo tenía ahí.
Se deshizo rápidamente del cinturón y pantalones, bajándolos para dejar ver su miembro semi erecto.
O su dulce hermano se excitaba jugando, o había planeado tener un encuentro sexual desde el inicio.
Algo que mejor no le dio importancia y mejor se puso a masturbar ese falo.
La mano dura y callosa del Dragón Rojo masturbaba el pene palpitante de Taven, su pulgar frotó el glande mientras su diestra delineaba aquella longitud.
Los gruñidos del más joven se hacían presentes al igual que su creciente erección, deseaba follarse la boca de su hermano con fuerza.
–Lámelo, chúpalo ya –gimió, estaba tan excitado.
Tenía el corazón en la garganta, sentía que habían pasado años desde la última vez que tuvo una felación, pero en verdad había pasado una semana.
Estaba tan ansioso, sentía que no podría vivir sin su hermano.
Mientras que Daegon sentía los labios hormiguearle, nervioso y excitado.
Sin mucho más, se metió a la boca la verga de Taven.
Había estado esperando eso desde hacía días.
Sí, tener la esencia de su hermano.
Chupaba el glande, con su lengua masajeando toda la carne a su alcance.
–¡Nghh, ah~!
Gimió cerrando los ojos.
Sí, su lívido estaba al máximo.
Con sus dedos bombeo el origen de la erección, su verga palpitante y caliente.
Dio un erótico gruñido, jadeando el nombre de su hermano.
–¡Da-Daegon!
Exclamó sin aliento, sintiendo como ahora su hermano tenía toda su verga en la boca, sabía que su hermano mayor no tenía reflejo nauseoso tomándolo de los costados de la cabeza y aumentando el ritmo.
Sí, amaba tanto hacer eso.
Pero más que nada, amaba a Daegon.
• ● •
El odio corría por sus venas y solo fue calmado por la muerte de su hermano.
Con ayuda de Sento –Kenshi le había dado su espada en el último momento– logró cortar el abdomen del líder del Dragón Rojo.
La sangre y las vísceras cayeron al suelo con rapidez, mientras el hijo mayor de Argus abría la boca intentando gritar.
Los otros miembros miraban asombrados, Daegon era invencible.
Incontables veces espías habían intentado asesinarlo.
Pero este sobrevivía.
Hasta este momento.
Cayó de rodillas, no había ninguna lágrima.
Solamente murmullos en una lengua antigua.
–Me has... Me has roto el corazón, Taven.
Con pasos ligeros se acercó al cuerpo moribundo de la única familia que le quedaba.
Posó el filo en el cuello de su hermano.
Sin mirarlo a los ojos, sin decirle ni una sola palabra.
Fue ahí cuando corto su cabeza, la vio rodar unos centímetros del cuerpo de su antiguo amante.
–Tú no tienes corazón.
Respondió sin más.
La deuda de sangre había sido pagada.
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