Death of a bachelor♡

Liu Kang era un hombre... Virginal.

Sí, esa era la palabra.

Nunca había tenido novia, nunca antes había sentido amor de pareja, no le interesaban ni hombres ni mujeres, de hecho, le atemorizaba un poco alguna vez sentir enamoramiento por alguien.

Era un virgen que se enorgullecía de ello.

Le gustaba estar soltero, sobre sus hombros tenía un gran peso.

El competir en el próximo Mortal Kombat junto a su hermano Kung Lao, no eran parientes, pero se querían como tal.

Y ese era todo el amor de Liu Kang.

Les tenía cariño a sus dioses –Raiden y Fujin lo alentaban de mil formas, fueron muy amables con todo lo que le ofrecieron– y a sus maestros de igual forma, así como Bo'Rai'Cho quién aunque era obvio que tenía una ligera preferencia por el joven del sombrero –era su niño consentido, aun lo veía darle tanghulus a escondidas cuándo regresaba de sus viajes a la Aldea vecina– siempre fue un hombre bondadoso, sus enseñanzas y lecciones lo hacían fuerte.

Había mucha gente que le tenía guardado afecto, en especial sus hermanos en el Templo.

Todos confiaban en el joven, era muy servicial y cortés.

Algo cerrado con gente que realmente no conocía, pero a fin de cuentas muy atento y tolerante.

Era algo que agradecían los militares, pues se había hecho más fácil las alianzas contra Shao Kahn y su ejército.

Liu Kang era alguien humilde, nunca iba aceptar que él solo derroto al Konquistador.

Siempre decía que la fuerza de todos sus amigos, el poder de la amistad o una basura emocional como esa le había ayudado.

Era un joven de pocos lujos –como el comer más de dos platos de arroz o tener un atuendo ceremonial a su medida–y hasta ahora el mayor lujo que tenía era...

–Liu Kang~

Las manos suaves del edeniano cubrieron sus ojos, riéndose mientras posaba su cabeza en el hombro del Elegido.

–Uhmm... ¿Kittan?

Estaba nervioso, conocía muy bien ese tono de voz.

Usualmente lograba zafarse de dar "un paso más allá" en la relación que tenía con el príncipe del Mundo Exterior.

Tenía miedo, miedo de no ser suficiente para el hermoso hombre que tenía por novio.

Sabía perfectamente que Kittan odiaba a su "Padre", incluso le confesó que muchas noches soñó con cortarle la garganta a Shao Kahn con el filo de sus abanicos.

Pero lo había cuidado, junto a su ¿gemela? ¿Melliza? ¿Media hermana? ¿Clon? La rebelde Mileena.

Y aunque le había hecho un mal a ambos, seguía siendo su único familiar.

No pudo evitar sentirse un poco mal.

Aunque con los besos y suaves caricias del joven de abanicos le quitaban toda la culpabilidad.

A decir verdad, no era un buen besador, pero a Kittan no le molestaba. Lo encontraba tierno, ninguno de sus otros amantes había sido virgen ni mucho menos casto.

Todo eran unos sucios cerdos que solo deseaban el perfecto cuerpo edeniano que poseía. Liu Kang era diferente.

Era guapo y valiente, con un corazón de guerrero.

Sabía que no era perfecto y por ello se enorgullecía, la perfección era para los dioses y él solamente deseaba ser un mortal más.

Vivir su vida dedicada en cuerpo y alma al monasterio, no casarse y vivir enseñando las lecciones que le entregaron Raiden y los demás.

Pero el destino quería más.

Por ello tenía al joven edeniano besando su hombro desnudo.

Kittan era... Muy liberal en los temas de intimidad.

Robó el primer beso de Liu Kang, su primer gemido de placer al frotar su miembro sobre la tela del pantalón y robaría también el tesoro más receloso de un monje: en resumidas cuentas, le robó el corazón del kombatiente de puños de fuego.

Era un afortunado por tener a sus pies al Campeón de los Dioses Antiguos como pareja.

Se había prometido a sí mismo no enamorarse, sin embargo, ahí estaba.

Deseando al Shaolin de sonrisa franca y manos cálidas.

Liu Kang lo volvía loco.

Y él haría lo mismo.

Hasta el momento el asiático había puesto trabas en sus momentos de intimidad, no tenía por qué tenerle miedo.

Kittan no lo juzgaba por ser virgen, lo encontraba dulce.

Los humanos tenían una concepción del "llegar virgen al matrimonio" como algo sagrado, la primera vez que cuestionó a Kung Lao sobre por qué el Elegido lo rechazaba esa fue la respuesta que le dio –y no iba a mentir, se rió con fuerza en la cara del Shaolin de sombrero– pero, respetaba su creencia.

Tal vez era de las otras cosas a las que el Elegido estaba destinado con él.

A tener ese vínculo "especial", que realmente no lo era, pero si su amado creía eso ¿quién era él para negárselo?

Liu Kang era un virgen, uno que deseaba entregarse por completo al príncipe edeniano y simplemente no podía por que le aterraba no ser suficiente y fallarle a la única persona que le importaba de forma romántica.

Kittan era un anhelo.

Su deseo más bajo e impuro.

Deseaba adorarlo como un dios, sacarse el corazón del pecho y dárselo.

Lo amaba, lo amaba tanto.

–Preparé una sorpresa solo para ti –le susurró al oído de forma sensual.

Aquel tono le hacía un cosquilleo en el estómago, cerró sus piernas rápidamente.

Era un virgen, susceptible a las palabras y acciones de su amante.

–Pero no puedes ver... Aún.

Y con cuidado bajo la cinta roja que estaba en la cabeza de Liu Kang hacía sus ojos, como una venda.

Le hacía gracia ver las mejillas ligeramente rojas del Elegido; era divertido ver como no duda ni un segundo en hacer cenizas a un enemigo, pero, estaba avergonzado y tembloroso por los roces con el maestro de las cuchillas.

Tuvo que consultar al inepto dios del Trueno para por fin tener la esperanza de un encuentro sexual verdadero con el Shaolin.

Así que si esto no funcionaba... Si no funcionaba entonces sería un fracaso más a la lista, pero de igual forma no se rendiría.

Había pedido horas de su longeva vida en ello y rebajarse a trabajar con la mujer que Johnny Cage le recomendó.

–Como sabes, debo tomar el Imperio de mi padre Jerrod, seré un Kahn.

Era algo que bien sabía Liu Kang, no era algo que le molestará, pero sería triste ver como su amado ocupado tratando de arreglar lo que Shao Kahn destruyó.

–Este no es un adiós Liu Kang, te amo y yo tendré que irme por mucho tiempo a mi reino –le susurró mientras lo hacía levantarse y caminar–; mi corazón es tuyo, solamente quiero pasar mi última noche aquí... Contigo.

También se le dificultaban las palabras, porque no había pedido enamorarse, pero, sabía que estar junto a Liu Kang era sinónimo a permanecer en un lugar seguro.

–Tenemos que ir a tu habitación –murmuró entusiasta–. Es un regalo solo para ti mi amado Kampeón.



• ● •



Con mucho cuidado llevo al asiático hasta la pequeña cama, cerrando la puerta de madera con seguro.

No quería interrupciones, parándose frente a él le pidió que se quitará la venda de los ojos.

Oh Liu Kang.

Te enfrentaste a hechiceros, shokans, demonios e incluso dioses sin temor alguno ¿qué en el nombre del Gran Kung Lao podría asustarte?

Tal vez era su novio, con esa cintura estrecha, caderas curvilíneas y su amplio pecho envuelto en un brillante látex azul.

Se veía... Por los dioses antiguos no tenía palabras.

Era alucinante ver el mismo traje revelador de Kittan ahora en una tela de goma reluciente, como si estuviese pulido por completo.

Su choker cían ahora había sido remplazado por uno de plata con topacios como decoración, sus pendientes ahora eran finas tanzanitas azules y su largo cabello recogido en una simple cola de caballo con su tan característico flequillo.

Los ojos de Elegido se perdían en el escote del pecho del príncipe, los tirantes oscuros que siempre usaba ahora mismo le daban un aspecto más... Erótico.

En especial la parte inferior de su atuendo, látex negro y lustroso como debía de ser. Aunque había algo... Interesante en ese diseño.

–¿Te gusta, Liu Kang?

El príncipe edeniano se dio una rápida vuelta, mostrándole todos los ángulos de su nueva prenda.

Y el Shaolin podía sentir como el fuego eterno en su interior iba en aumento.

Un impulso primitivo salió en el cuándo Kittan se dio la vuelta pudo ver como su traje solamente le cubría hasta la mitad de sus redondos y suaves glúteos, al verlos solamente anheló poder tocarlos.

Dejar la marca de sus dedos, que todos supieran que había sido él –y solamente él– quién hizo aquello; bien sabía que nadie aprobaba la relación del Elegido y el príncipe, ni siquiera Raiden.

Pero no le importaban los demás.

Siempre defendió a Kittan, siempre estuvo ahí para él.

No solamente fue su escudo en batalla, cuándo escuchó a sus aliados hablar mal de él y del amor que profesaba, estuvo siempre a su lado y no le importó los prejuicios, ambos eran hombres ¿y qué? El príncipe podía asesinas a alguien con sus propias manos tan solo si lo miraban mal.

Sí, Liu Kang lo amaba.

Y amaba muchas cosas de Kittan.

Desde las más pequeñas; adorable sonrisa mañanera, como esa vez que lo atrapó con una de las túnicas del Monasterio o los dulces besos cuándo estaba distraído, era un hombre atento y cariñoso, sería un esposo envidiable.

Hasta las grandes cosas.

Y hablando de cosas grandes, podía ver un bulto en su entre pierna, su verga.

No iba a decir que no lo había visto antes, sería una gran y sucia mentira.

Se había dado un baño en las duchas de la Academia, de hecho, todos habían querido entrar a la misma hora.

Con ayuda de Kung Lao hizo que todos los fisgones se fueran, quedando solamente Liu Kang y su amante.

Pero ahora, verlo duro, pidiendo salir de la prisión de látex.

No iba a mentir.

No practicaba el celibato –no por que pareciese algo incumplible– sin embargo, ser virgen era un hecho que no quería dejar... Pero malditos fueran los dotes de Kittan.

Lo habían excitado de sobremanera y ahora tenía el pene semi duro.

Su lívido había subido de golpe tan solo al ver a su novio así, tenía la boca abierta pero simplemente no podía hablar.

–¿No te gusta mi regalo, Liu Kang? –preguntó con un tono pícaro, algo que jamás había escuchado antes.

El joven asiático suspiró, ya tenía una respuesta.

Se levantó de la cama, tomando al príncipe de los hombros.



• ● •



–¡Aaah, L-Liu Kang! ¡Nghh, sí!

Exclamaba a todo pulmón el hombre de azul, cerrando los ojos.

El Elegido lo había acariciado por sobre el traje de látex, ni siquiera supo cómo fue que el Shaolin hizo para dejar su miembro pegado a su abdomen, erecto y duro con ganas de ser atendido.

Algo que se suponía imposible debido a su traje.

Pero no.

De la misma forma, estaba boca abajo, apretando las sábanas blancas con fuerza mientras gritaba y gemía.

El de piel tostada lo embestía con rudeza, con una mano había movido la parte trasera de su traje mientras que su diestra jalaba fuertemente su cabello.

–¡Li-Liu, ah~! –babeaba y lloraba, el éxtasis le mojaba el vientre.

Si estuvo con generales de guerra, pero ninguno le había penetrado con tanta fuerza y emoción como el Elegido.

El Shaolin empujaba su verga dura sin ningún tipo de cuidado, gruñía y gemía casi tan alto como Kittan pues muy a penas entendía lo que hacía. Se tardo un poco en encontrar la manera de penetrar a su novio de forma correcta.

El príncipe también movía sus caderas en busca de más placer, era necio y orgulloso.

Quería todo de Liu Kang.

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