De vuelta al inicio (Raiden/Shinnok)
Shinnok se despertó sobresaltado, su cabeza dolía. Suspiro casi dolorosamente y volvió a enfocar su mirada, pero el techo sobre él no cambió. Esta era su antigua habitación en el Loto Blanco cuando decidía tomar una forma física. Él mismo había esta sección del templo después de que Raiden... Después de que Raiden fue ascendido a Dios y ayudó en su destierro.
Sentarse no le aclaró nada. Su cuerpo se sintió cambiado y, sin embargo, completamente familiar. El espejo roto en la esquina de la habitación solo confirmó que su cuerpo encajaba con este lugar. Todos los rastros de su forma corrupta habían sido borrados. Ni siquiera una pizca de la piedra o magma que estropeó su piel.
Al hacer mirar en el tipo de calendario que manejaban en ese reino y en ese tiempo, entendió la fecha, una coincidencia con la habitación y este cueroo nuevo y antiguo. ¿Había conocido a Raiden en este momento? El pensamiento marcó varios pensamientos relevantes, antiguos pero recientes. Su correspondencia a través de sus recuerdos estaba repentinamente fresca en su mente. ¿Realmente había invitado a Raiden a platicar en sus aposentos después de si quiera haber escuchado de el?
Volvió a comprobar la hora justo cuando alguien había tocado la puerta. Recordó cómo fue esto. El gran Kung Lao, o Kung Lao en ese momento, se había reunido con su discípulo, Raiden en el templo del Earthrealm y lo había guiado hasta aquí.
La puerta se abrió a un recuerdo. Había olvidado lo pequeño que era Raiden cuando era un humano. Aunque recordó haberse sorprendido por el tamaño de Raiden de una manera completamente diferente antes. No esperaba un humano casi común, ni siquiera uno tan pequeño como el. Su conocimiento del humano era ilumindado por los deslizamientos de los monjes que eran dignos de visitar el templo del cielo.
Raiden le sonrió y le ofreció la mano a modo de saludo.
—Es un honor conocerlo finalmente, Lord Shinnok.– Todo el amor y afecto que Shinnok había reprimido durante milenios llegó rápidamente, haciendo girar su alma.
—El placer es todo mío, Raiden.– Tomó la mano que le ofrecía el de ojos avellana, levantándola para presionar un suave beso en el dorso. ¿Raiden alguna vez se había sonrojado de manera tan tentadora? Bueno, estaba siendo más atrevido que antes. Si iba a hacer esto de nuevo, las cosas serían diferentes.
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