Capítulo seis: Plan de ataque, luz de esperanza

No sabíamos exactamente qué planeaba, pero fuera lo que fuera, había llevado a Drago a hacer un movimiento y trasladar a Astrid del almacén abandonado en el que la tenían recluida a su propia casa. Un plan ilógico para todos, teniendo en cuenta que entonces se le podría incriminar como parte del secuestro.

Mi padre dio órdenes al servicio de espionaje para cambiar su objetivo y obtener información lo antes posible. Yo seguí pendiente de las transmisiones de la radio, pero mientras mis oídos prestaban atención a cualquier otra pista que pudiéramos obtener, mis manos se centraron en pulir las armas defensivas que yo mismo había diseñado para poder llevarlas en esa incursión. Porque iba a participar, aunque tuviera que enfrentarme a mi padre para conseguirlo.

Al final, el momento elegido para el ataque no llegó a partir de las averiguaciones de los espías, sino de los labios del propio Drago. Cada vez que la voz de ese hombre acariciaba mis oídos sentía unas ganas casi incontenibles de vomitar. Casi podía ver su sonrisa dura y traicionera, sus labios fríos formando cada una de las palabras. Y parecía reír cuando anunció a su servicio de inteligencia por radio que había que incrementar la vigilancia para su fiesta de compromiso.

Amplifiqué el sonido para que mi padre y Gobber pudieran escucharlo también.

—Sobre todo debemos reforzar las entradas subterráneas y las ubicadas en el perímetro sur —ordenó Drago. Su voz se fragmentaba a causa de las interferencias, pero aún así la orden tenía una fiereza tan fuerte que resultaba estremecedora—. Son las más escondidas y las que pueden suscitar interés para los ladrones.

La forma en que su voz pronunció la palabra, como relamiéndose, me encolerizó. Ese maldito secuestrador, vendedor de la muerte...

—No podemos dejar que mi fiesta de compromiso se vea manchada por unos maleantes, sería una lástima que el solsticio de invierno se convirtiera en una fiesta desagradable para mi bella Astrid.

¿Qué?, fue lo único en que fui capaz de pensar. Un pitido ensordecedor ametralló mi mente y fui incapaz de seguir escuchando. Me sentía encerrado en un agónico bloque de hielo, quemándome los pulmones ante el frío y la escasez de aire.

Me levanté del asiento, sin ser consciente de que la transmisión había terminado, con una lentitud tan calmada que hizo saltar las alarmas de mi padre y de Gobber. Aunque fui incapaz de darme cuenta de que tenía las miradas de toda la sala de control clavadas en mí. Tampoco fui capaz de escuchar las voces que me llamaban. Mi mente estaba concentrada en la multitud de imágenes que me abordaron con Drago y Astrid como protagonistas. Ninguna era agradable ni hacía que la pesada carga que había en mi corazón se aliviase. Todo lo contrario, la sentía tan honda, tan pesada, como un ancla.

La mano de mi padre en mi espalda me sobresaltó, sacándome del profundo agujero en el que me había adentrado sin darme cuenta. Debido al shock mis pulmones habían dejado de funcionar, así que los obligué a funcionar de una fuerte bocanada. El aire me raspó la garganta y tosí, pero mi mente dejó de dar tumbos y empezó a aclararse y a procesar de forma más racional lo que acababa de ocurrir.

—Ese maldito cerdo miserable... —escupí, sintiendo la sangre hervir ante la asquerosa idea de que Drago estuviera comprometido con Astrid, de lo que podría estar haciéndole bajo ese título.

—Así que finalmente lo ha hecho —meditó mi padre, relajando su postura al ver que me había recuperado de la impresión.

—Fishlegs tenía razón —dijo Gobber, apoyando su cadera en la mesa—. Ha convocado un acto público para exponerla como carnada y atraernos.

—Ha sido algo bueno que nos hayamos estado preparando todo este tiempo. Ya tenemos su casa perfectamente estudiada, no será difícil tramar un plan —dijo mi padre, acercándose al puesto donde tenía todos los documentos esparcidos y sacando los planos.

—No podemos usar las entradas subterráneas ni las de la zona sur —dije, acercándome a ellos y tachándolas.

Tenía que actuar de forma racional. Me había dejado llevar por un momento de debilidad, durante un segundo, pero era hora de echar mano de todo mi entrenamiento militar. Necesitaba la cabeza fría para lo que se nos venía encima.

—Se tratará de un acto público, así que podríamos probar a meter infiltrados entre el personal y los invitados. Serán las únicas entradas abiertas a personas ajenas a la casa.

Eso nos llevó a señalar la puerta de servicio, situada en el lateral este que daba a las cocinas, y a la entrada principal de la mansión, justo al norte.

—Necesitaríamos tres equipos entonces. Uno que ejecute el plan de acción encargándose de Astrid, otro que sirva de escudo al primer equipo en el interior de la casa, y un tercero que permanezca en el exterior a la espera de que el plan de acción resulte y puedan huir.

Mi padre anotó, en el lateral del mapa, los tres equipos bajo los títulos de A, B y C.

—Tendrían que ser equipos pequeños. Si no, llamarían la atención.

—Yo seré el equipo A.

—¿Estás loco? —protestó Gobber, mirándome como si me hubieran salido tres cabezas—. Tu foto está en el manual de instrucciones del equipo de inteligencia de Drago. Bastará que pongas un pie dentro para que te salten encima.

—Astrid no se acercará a nadie porque simplemente diga que va de mi parte. No es estúpida, pensará que es una trampa.

—Nos la llevaremos a la fuerza entonces.

—No vamos a tener suficientes hombres en el interior como para poder hacer un ataque tan directo y lo sabes. Y Astrid rompería vuestras piernas antes de permitir que se la lleven a Odín sabe dónde, por la fuerza. Recuerda que la única razón por la que ahora está en las garras de Drago es por querer salvarme a mí, no porque no pudiera defenderse.

—¿Y volvemos al tema de que vas a arriesgar su esfuerzo por comportarte como un niño impetuoso?

—Me comporto como un vikingo que cumple sus promesas, que protege a los suyos.

Gobber estuvo a punto de responderme, pero se quedó con la palabra en la boca al ver el gesto serio de mi padre que exigía silencio. Dirigí mi mirada a él, irguiendo mi postura, siendo consciente que el hombre que estaba frente a mí, en ese momento, era el comandante y yo un soldado a su cargo.

—Sé que hacerme parte del equipo A es arriesgado. Pero es la única opción que nos da una mínima posibilidad. Si Astrid no ha huido todavía es porque está extremadamente vigilada y la fiesta será la única vía libre que tendremos para acercarnos a ella. Y la salida tiene que ser silenciosa y limpia si queremos que el plan funcione. Astrid no se dejará llevar por nadie en el que no confíe; y para eso soy el único.

Mi padre se mesó la barba, meditando.

—¿Y si mandáramos a Fishlegs? Sabe que es cercano a ti —sugirió, pero su rostro se contrajo ante la mera idea.

Fishlegs era un excelente combatiente, pero aún fallaba en las prácticas de espionaje. Aunque podía infiltrarse entre la gente como un común, al igual que había hecho trabajando como camarero en aquel club, era incapaz de moverse con la sinuosidad de un espía, evitando ser detectado. Y para aquel plan necesitaba ser casi una sombra.

—No podrá atacarme en un lugar lleno de gente, habrá periodistas cubriendo el evento. Tendrá que buscar la forma de aislarme primero. Y antes de que logre acercarse a mí ya habré sacado a Astrid de ese lugar.

Mi padre y yo mantuvimos una larga mirada. Aunque siempre me hacía sentir incómodo mirarle fijamente, haciéndome sentir un niño bajo su mandato, sabía que debía mostrar coraje y mantenerme firme. Al igual que había hecho cuando había planteado la idea de viajar por el mundo para aprender, estudiar, conocer la manera de mejorar la calidad de vida de nuestra isla. Doblegué cualquier mínimo nerviosismo en mi cuerpo y me mostré sereno y seguro, digno y capaz de cumplir la misión.

Cuando el entrecejo de mi padre se relajó, mostrando el color verde de lo más profundo de sus ojos, Gobber suspiró, sintiéndose derrotado.

—La operación debe ser rápida. Entrar y salir. No debes darle la oportunidad a Drago de capturarte, ¿está claro?

Tuve que reprimir con todas mis fuerzas las ganas de sonreír, sintiéndome liberado. Hice un saludo militar aunque de lo que tenía ganas era de abrazarle.

—Será mejor que te asegures de que tu avioneta está en perfectas condiciones. Pronto tendrás que volar con ella.

¡Hola a todos, lindas flores!

Ha pasado un tiempo, ¿eh? ¿Dabais esta historia por perdida? Pues, ¡sorpresa! Aquí está de vuelta. Medio años después, pero, en fin... Hasta el momento no había tenido tiempo de siquiera plantearme regresar a mis historias pausadas. Estoy aprovechando un pequeño descanso para ponerme las pilas y retomar mis tareas atrasadas de escritora.

En fin, con esto y un bizcocho, nos leemos en el siguiente capítulo. Prometo que será pronto Ψ( `▽' )Ψ.

Martes, 17 de octubre de 2017

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