Medusa (Sontails)

Pese a ser un zorro común, Tails llamó la atención de un dios a quien no debió haberse acercado, porque un segundo dios de temperamento inestable lo vigilaba todo el momento.

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Con las mayores virtudes, como la paciencia, en floración que lograron encontrar durante un viaje apacible libre de contratiempos a otra ciudad de mejores oportunidades, un zorro nació cerca de la rivera de un río en el que sus padres se asentaron por un tiempo hasta que el recién llegado dio sus primeros pasos.

Aunque fuese extraño para los pobladores que les brindaban asilo y gratos cuidados por honrar a los padres de quien era actualmente un dios de meticulosa vigilia a la razón de los hombres, ni Amadeus o Rosemary Prower eran figuras de alta sociedad. No era sorpresa que los inmortales tuvieran a sus preferidos entre personas a quien nunca nadie imaginaría con tal suerte, pero muchos también susurraban que al haber sido bendecidos con un privilegio, algún beneficio debía haber.

Si bien sus presencias modestas eran motivo de burla o de admiración por sus allegados, ambos sabían que desde la residencia etérea, su hijo mayor los estaría observando para cuidar de su salud y guiar su camino con sabiduría.

Fue así como tomaron la arriesgada decisión de emprender rumbo a una nueva ciudad pese a que Rosemary Prower estaba pronta a concebir un hijo, pero desde su morada en la cumbre más alta del planeta, Zails sabía que estaba trazando la historia de su futuro hermano de esa manera por una buena razón.

Luego de establecer un refugio cerca del arbolado, distante pero no fuera de los límites de la ciudad Green Hills, el matrimonio pudo dedicar su tiempo al desarrollo de su familia. Debido a que no recibían la visita del primogénito, Tails Prower creció bajo la creencia falsa de que solo tenía un hermano cuyo nombre era Miles, y de dar sus primeros pasos, nunca recordó que fue Zails quien un día bajo del palacio de los dioses para poder jugar con él cuando se dio cuenta de que estaba perdido en el corazón del bosque.

Recibieron muchos comentarios al respecto, por lo que en cuanto Tails alcanzó una edad adecuada para entenderlo mejor que lo que hizo su hermano de tan solo un año mayor que él, Amadeus y Rosemary Prower tomaron asiento en torno a una mesa y le narraron que el dios al que ellos daban ofrendas rutinarias era su hermano mayor, de ambos.

—Zails debe chupar pollas divinas mientras yo sufro para cargar un balde de agua.

Por esa razón no querían que Miles lo supiera, pero Tails sí lo respetó como era debido y acudía a los monumentos que fueron construidos para deidades específicas. Además, como una muestra de su aprecio por él, Zails le había regalado un don de su parte por el cual ahora Tails construía máquinas a las que el dios de la fragua veía con aprecio, inventos que cooperaban con su comunidad y planos que solo viajeros podían agradecer.

—No puedo más... —espetó el zorro azabache para inmediatamente después dejarse caer al suelo—. Tails, carga esto por mí.

—La tina está vacía, Miles —observó el menor al asomarse al objeto que hizo que su consanguíneo luchara por medio metro. Tails dio un suspiro de alivio al ver que la vegetación volvía a su estado más colorido y atrayente, en lugar de muerto y desalentador; sin embargo, Miles seguía en el suelo con una mano en alto para que el ambarino lo jalara hasta su hogar, en el cual sus padres ya los esperaban con la merienda servida.

Ambos se irguieron cuando oyeron una rama quebrarse muy cerca de la posición en la que se encontraban, aunque unos arbustos se sacudieron y Miles estuvo listo para entregar a Tails solo por salir con vida, ni un ladrón de caminos los atacó. En cambio, Zails tomó la imagen de Rosemary para gritar el nombre de ambos y lograr que se apresuraran, y en cuento los menores pasaron por su costado, regresó al monte con sus compañeros.

Si era el dios de la sabiduría y la guerra justa, Zails no iba a permitir que su hermano menor se desviara por otros rumbos que no harían honor a su apellido. Tal vez descuidó a Miles, pero estaba seguro de que ninguno de los dos tomaría una mala ruta, porque a Zails iba a dolerle mucho si algún día debía estar en contra de su propia familia.

Era de noche, los pocos hombres que aún aguardaban por llegar a casa a salvo tenían una luz en la mano, y las puertas o tiendas se cerraron en cuanto el día dio lugar a la noche hasta que pudiera reemplazarlo a la hora del amanecer. Miles encendió una vela con la cual amenazó quemar los proyectos en papel de Tails, pero una fuerza misteriosa desvió la llama hasta la muñeca del azabache para que no lo consiguiera.

—¿Alguna vez has pensado que tenemos un hermano que nos ve todo el tiempo, incluso cuando quiero seducirme frente a tu espejo? —preguntó Miles al subir a la segunda cama—. ¿Crees que nos pueda presentar a un dios guapo? Para casarme con él, y que la tenga grande.

—Miles, no deberías hablar de Zails así, sabes que puede enojarse —susurró mirando a los costados.

—¿Ves? Ayer estaba en un lago listo para introducirme dos lanzas por delante y por detrás, y el escudo con el que me estaba cubriendo se cayó sobre mí. No quiero que controle toda mi vida, o iré a su santuario y me meteré la estatua del búho que tiene a su costado.

—No es un búho, es un mochuelo —corrigió el ojiazul mirando con preocupación desde sus frazadas cómo la cama de arriba se sacudía un poco—. Miles, esto se va a caer.

—Tails, incluso si me metiera los dedos con tanta fuerza como para que eso ocurra, sabemos que ya hay alguien que te está cuidando —bufó, rodó los ojos cuando el zorro debajo quería dar una objeción y se cubrió con las mantas para centrarse en su manualidad.

Fue la devoción del benjamín de la familia, su generosidad, la forma en la que podía alegrar el día malo de los ciudadanos con solo esbozar una sonrisa, o que su simple presencia conmovía el corazón más oscuro, que Zails pensó que su compañera rosa tuvo algo que ver, pero también que podía recompensar a su hermano con una de las más importantes, prestigiosas e invulnerables tareas que se podía encargar a un hombre: la vitalidad de su templo.

Zails adoptó la forma de Amadeus para tener una charla con Tails sobre lo importante que significaba que acepte esa labor, a la cual el ambarino no se opuso y, por el contrario, accedió con absoluta felicidad tomar. Satisfecho por haber sido parte de la formación del menor de la familia, Zails confió en su hermano que mantuviera en perfecto estado, junto con los sacerdotes y sacerdotisas, el espacio que era para su culto.

—Bien, cuando nadie nos vea, tú sacas la lechuza...

—Mochuelo, Miles —insistió Tails viéndolo inclinarse para saber qué tan grande era el objeto de oro. Formar parte de un comité tan significativo había cambiado la manera en la que sus vecinos los veían, puesto que incluso se ofrecían reuniones para conmemorar la dicha que brindaba Zails a su familia, aunque se intentó que fuese al revés, Tails creyó prudente que no sea así.

Un ser humano no estaría sobre un dios.

—¿Qué ves allá abajo?

—Ninfas bañándose.

—No, Scourge, me refiero a las ciudades. —Sonic se apartó unos centímetros del observatorio sobre el que se estaban inclinando para asegurarse de que seguían sin ser espiados, se aferró al tallado de mármol blanco y parte del anillo dorado que lo rodeaba—. ¿Ya viste algo?

—Sí.

—¿Qué?

—Ninfas bañándose —observó con aburrimiento—. Sonic, no creo que esta cosa se ocupe para algo más, seguro tu padre se entretiene mucho fastidiando a cada ser humano que vea, pero no veo por qué llamarían nuestra atención... ¡Lluvia de vino!

Sí, debió hacer ese juego con el dios de la guerra. El cobalto sonrió con deleite al notar la manera en que las personas ofrecían infinidad de ruegos e invocaciones para que sus navíos no se perdieran en ultramar, aunque al distinguir un barco que retornaba a casa, rio antes de golpear su ubicación y enviar una tormenta que convirtió el navío en añicos.

Como todas las veces en las que ocurría, nadie perdió la vida, pero no era porque él lo quisiera así, sino porque había otras deidades que se habían agotado de su comportamiento irresponsable, y el mayor de todos ya lo había castigado al mandarlo a convivir con los humanos por un tiempo. No sirvió, así que ahora Scourge seguía observando orgías y Sonic veía a los humanos gritarle al cielo por seguridad.

Al darse cuenta de un pequeño bote surcando el océano, Sonic estuvo listo para buscar el tridente que dejó apoyado a su lado; sin embargo, cuando Scourge movió un poco más los territorios que estaban acechando para saber en qué otro lugar se armaba una fiesta a la cual podría marchar, Sonic lo golpeó con su cetro para que se detuviera y notó la figura peculiar que se encontraba sentada sobre un muro destruido en un risco cerca del mar mientras contemplaba la puesta de sol.

Scourge lo vio y le dio náuseas, pero el dueño del océano acarició la imagen que se mostraba frente a él con cariño, como si tuviera su delicado pelaje rozando sus nudillos.

—¿Quién es? —preguntó, pero su hermano estaba al borde de la embriaguez, así que lo descartó por completo y analizó al zorro que ahora sonreía al ver a lo lejos a los delfines saltar—. Es como Zails.

—¿Quién?

—Él, el... —Sonic reaccionó antes de dar una explicación y eligió una ciudad al azar para que el vulpino detrás de él no lo acusara nuevamente. Zails, enfadado y por más colérico, vio a Sonic con despecho y apenas si le dirigió una mirada a Scourge.

Había sido una rivalidad de la que el ojiverde reflexionaba ahora que Zails ya no era inferior como los humanos y tenía un lugar entre las figuras que definían el destino del mundo. El cobalto podía recordar el día en el que se comentó que había un vulpino al que la balanza se inclinaba para favorecerlo cada día, y ni siquiera el padre de la mayoría de los dioses logró entenderlo hasta que al dios del inframundo se le ocurrió abrir la boca para decir algo que ya todos imaginaban, excepto Sonic.

No conocía antecedente alguno de que haya habido un individuo quien, habiendo nacido de simples humanos, haya podido alcanzar el rango de un dios; no obstante, este zorro lo logró, y apenas puso un pie en el monte celestial, Sonic fue el primero que se encargó de ofenderlo de mil maneras, hasta que un día recibió la visita del dios de la guerra y, si Scourge no hubiera estado bebiendo en la orilla del mar, Sonic habría recibido la humillada de su perpetua vida.

Fue la intervención de Zonic la que provocó que Sonic no volviera a hablar de Zails por un tiempo, y el cobalto nunca entendió por qué se esmeró si Zails aborrecía las guerras sanguinarias que Zonic impulsaba. Obviando aquel tema, Sonic regresó pronto a continuar haciendo su estadía imposible de soportar, hasta que el mayor dios del olimpo lo castigó por muchos motivos y lo despejó de su poder para que viviera con los hombres por un tiempo.

Claramente no iba a burlarse de Zails de nuevo con esa desigualdad, incluso cuando Sonic regresó para continuar con su mandado, al zorro nunca se le borró el resentimiento.

—Quién se cree —exhaló Sonic cuando Zails se cansó de reprenderlos un minuto antes de retirarse, no estaba seguro de que Scourge siguiera consciente para escucharlo, pero el erizo volvió al observador y encontró una enternecedora vista en el ambarino que jugaba a patear la poca agua del mar que mojaba sus piernas al correr y salpicando alrededor con sus colas.

Sonic se entusiasmó al verlo sonreír, por lo que le envió una ola de tal altitud que Tails no supo cómo sobrevivió una vez que logró aferrarse a una roca hasta que el agua descendió.

Con ese regalo de su parte, el ojiverde imaginó que ya lo tenía rendido. Por desgracia, un barco iba a desembarcar, así que el cobalto envió una ola para apartarlo y permitir que el zorro se siguiera divirtiendo para que pudiera admirarlo más, aunque no comprendió porque el ojiazul lució asustado y huyó del lugar con prisa.

La verdad era que pocos, si es que ningún dios que él conociera, había conseguido encontrar a una persona ideal. Su padre encontraba una diferente por día y luego discutía con su madre, mismos pasos que siguió Scourge con su título de dios del vino y de los excesos, pero no los siguió ni Zonic por enfocarse tanto en cubrir de sangre las tierras de combate, ni Shadow por pensar en cuántas almas recibía por día, ni Sonic por jugar a crear remolinos en el océano.

Sonic asumía a conformidad la parte del mundo en la que le había tocado reinar, aunque hubiera preferido el trabajo de mensajero, no se quejaba si podía mover un dedo y destruir una ciudad. Sin embargo, cuando veía a los humanos que les daban ofrendas y luego se tomaban de la mano o corrían entre risas a darse amor faltándole el respeto a la naturaleza, se dio cuenta de que había pasado mucho tiempo solo.

—Formaré una familia —dijo de repente, Scourge arqueó una ceja al ver al zorro que era objeto de afecto de su hermano y supuso que el sol lo dejó ciego, pero no iba a juzgarlo, él se acostó con dos mujeres y no supo de ellas nunca más cuando las vio a la cara—. ¿Crees que ya lo tengo?

—¿Por qué le dirían que no a un dios? Si quieres darle, cógetelo —recomendó Scourge con su propia sabiduría.

Bajo el sol que continuaba irradiando debido a una discusión entre la diosa del amanecer y la Noche, Tails tarareó dulcemente al recoger instrumentos que no pertenecían al templo de su hermano y escogió tomar una escoba formada de ramas de olivo para asegurarse de la pulcritud de cada pasillo.

El sol iluminó la estatua del dios, Tails admiró cada contorno con una pequeña sonrisa y salió para caminar hasta el océano. Desde que ingresaba a una hora por la mañana, seguía un estricto horario para no provocar la molestia de Zails, pero tras presentar que sus tareas habían terminado, leía inscripción en el muro de la entrada y se dirigía con radiante felicidad a orillas del enorme azul, aunque el consejo principal era no hacerlo.

—¡Al que le gusten gruesas, que vaya al mar! —gritó una vez Miles en medio de una plaza, y al menos tres familias se regresaron por el sendero que seguían para admirar las olas cambiar de magnitud conforme el dios encargado cambiara su comportamiento.

Tails no lo diría en voz alta porque sería una gravísima falta a las deidades, pero quería que Zails, como voz de la razón, pusiera un poco de orden arriba y las personas dejaran de temer al mar, porque él mismo no se sentía seguro al esparcir la arena con sus colas, como ahora.

El zorro pudo imaginar la manera en la que el Día debía estar reteniendo a la Noche para que, aún a las ocho de la noche, el sol permanezca en su posición resplandeciente tanto para sus ojos zafiro como para al reflejo de la marea que se sacudía con ímpetu.

—Una tormenta —resopló con incredulidad, puesto que significaba que ya debía retirarse apenas habiendo llegado.

Temeroso, y acongojado por imaginar cómo se encontraría el ánimo de los pobres navegantes que retornaban de un día fructífero con las redes. Tails observó el mar por última vez antes de dar media vuelta con la esperanza de regresar a salvo para ver a sus padres; sin embargo, vio la sombra de una gigantesca ola elevándose a sus espaldas y, al cerrar los ojos para no ser testigo del instante en el que fuera herido por la marea, no sintió ningún frío.

Cuando Zails se presentaba, usualmente nadie lo distinguía porque tomaba la apariencia de alguien más, a quien considerara que sería erudito para dar consejos y enseñanzas, por lo que a menos que un dios fuese excesivo con su presentación para que las personas sepan que es uno, Tails vio al erizo frente a él y pensó que era un individuo más a quien no notó.

Sin prestarle atención, Tails sonrió a medias y subió por unas rocas para encontrar mayor calma no con sus padres, sino en el santuario de su hermano. La oscuridad avanzaba con lentitud, las personas observaban el cielo azul confundidas, pero no podían decir que disgustadas si muchas de ellas anhelaban tener más horas de iluminación natural para los quehaceres.

Tails ingresó al lugar en el que se le rendía culto al dios de la sabiduría, pero al rodear una columna, chocó con alguien más.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó, el zorro lo vio mejor y se percató de que era el mismo joven que vio en la orilla del mar. Extrañado, se puso de pie y camino hasta uno de los muros por lo que ingresaban los últimos rayos de sol para terminar de pulir los ornamentos, pero el desconocido insistió al seguirlo y Tails miró la estatua que representaba a Zails sin saber si merecía su protección—. ¿Por qué te alejas? ¿No sabes quién soy?

—¿Un ladrón?

Un dios cualquiera habría condenado la vida del zorro, pero Sonic estaba tan maravillado al tenerlo a menos de dos metros que se perdió en el paraíso viendo al ojiazul jugar con sus zapatos por timidez.

—¿No te gustan acaso las olas que ves? ¿La que te mandé? Hice que el Día se peleara con la Noche para tener el tiempo de verte.

Tails entendió cuando el cobalto agitó su mano y no atrapó el tridente que casi golpea al vulpino. No fue de su agrado, todo lo que Tails conocía del dios del mar era que era un presumido, descuidado, abusivo, inconsciente, holgazán, egoísta, insensible, cruel, iracundo, despiadado, vengativo, caprichoso, irritable, narcisista, prepotente, y malo.

Sin embargo, Sonic pensaba que hacer acto de presencia era suficiente para que el ambarino le dijera que sí a todo y quisiera formar parte de su vida, pero Tails seguía apegado a la columna y no estaba corriendo a sus brazos.

—¿Tú eres el que mata a todas las personas que navegan? —preguntó el zorro.

—¡Sí! Bueno, no mueren, pero ¡cuando nos casemos puedes crear todas las tormentas que tú quieras!

—¡Jamás haría algo así! —espetó.

Sonic enderezó su postura sin comprender porque, siendo un dios, estaba siendo rechazado por alguien que solo debía gritar que lo amaba para vivir por siempre y gozar de infinitas comodidades.

—¿No te agrado?

—¿Agradarme? —Tails recogió el tridente de Sonic y dejó que se inclinara hacia el dueño—. ¡Lastimas a todas las personas que quieren tener una pesca tranquila! Los niños no pueden acercarse a jugar con la marea, casi asesinas a mi padre en una tormenta, enviaste una inundación y no me gustan las personas que no saben pensar.

Sonic vio al zorro con sus orejas erizadas por expresar sus ideas honestas y sintió que se estaba enamorando más. Tails lo aborrecía como dios, ese era un problema que no le importaría solucionar solo para que el menor estuviera algún día a su lado y tuvieran un centenar de hijos.

—Déjame demostrarte lo contrario —expresó, mas antes de que Tails hiciera preguntas, desapareció.

El ojiazul retornó a casa perplejo, su cuerpo seguía intacto y aún pudo sentir que Miles lo agarró del brazo para que se metiera a casa. Imaginó que un dios, ante tal falta de respeto, pudo eliminarlo de toda memoria con un chasquido, pero Sonic no lo hizo.

—¿Darle una ofrenda a ese hijo de perra?

—Miles, no se insulta a los dioses —le recordó su madre, pero Miles lo repitió siete veces más en las que corría alrededor de Tails para que Rosemary no lo alcanzara. Nadie los culpaba, ni siquiera Sonic cuando los contempló interactuar, siempre fue un mandón y se creyó que ser dios no implicaba responsabilidades, sino diversión y juerga, como hacía Scourge.

Como se dijo anteriormente, no era amigo cercano de Zails, pero era una cuestión de razón y si quería ganarse el corazón de Tails, debía pensar con la cabeza de arriba y no con la cabeza que el zorro lamería si su plan resultaba a la perfección.

—Cambia tu actitud —recomendó Zails al dejar de pulir el escudo que reforzaron para él—. Tan simple como dejar de portarte como un niño que tiene kilómetros de agua cual sonaja. El mar siempre ha sido un juego para ti, no me extraña que me rindan más culto a mí ciudades que te dieron una oportunidad que desaprovechaste en el pasado.

—¿Debería agradecerte? —cuestionó con un tono de burla, mas antes de que se retirara del salón, Zails golpeó el suelo para detenerlo.

—¿Se puede saber a quién quieres impresionar?

—¿Quién eres? ¿Amy? —Sonic bajó de regreso a un risco desde el que podía contemplar el dominio al que los humanos admirarían más si el agua no intentara llevarlos al fondo—. Qué decepción, ¿por qué no les gusta esto?

Las olas se golpeaban en un estruendo contra las rocas, el viento rompía mástiles y trataba a los barcos como pedazos de papel que caerían bajo los truenos y el rugido del océano. A Sonic le parecía que hacía un buen trabajo, pero a Tails lo asustaba ver esa faceta suya, así que el cobalto dio un ligero golpe y la marea se calmó al instante. Los pescadores que rezaban por alguna deidad se abrazaron al confiar en que retornarían a casa con vida, y Sonic esperó a que Tails quisiera ver el océano para sorprenderlo.

La noticia corrió con velocidad, en especial porque hubo personas que sí conocían la apariencia real de quien jugaba con las corrientes y se esparció por la cuidad que al fin se había apiadado de ellos.

Tails despertó porque Miles se cayó de la cama superior luego de sacudirse tanto por un orgasmo que nunca llegó, por lo que el menor tomó asiento con el flequillo desordenado y los ojos cansados, a los cuales acarició en medio de un pequeño bostezo para iniciar el día.

Como cada día, el zorro fue al santuario del dios del conocimiento para cumplir con el trabajo que le fue encargado, mas al buscar la escoba y un paño para hacer brillas las estatuas, encontró sobre una mesa de mármol un collar elaborado de gemas azules y elementos marinos. Tails oyó un ruido minúsculo y se percató de que una de las piedras preciosas mostraba lo que sucedía en el fondo del mar. Tails sonrió al distinguir un reino, y le pareció extraño porque pensaba que todas las deidades vivían juntas en un solo lugar.

—Puede conocer a Zails —supuso antes de colocárselo.

Siendo parte del cortejo que el zorro imaginó que empezaría a llegar, recibió una lluvia de perlas. Tails las recogió para colocarlas en un recipiente de alto valor y lo ubicó frente a la estatua de su hermano como parte de una ofrenda del día.

Al buscar una tienda en la cual almorzar, el vulpino pestañeó por un instante y apareció de repente un banquete para él. Tails llamó a las personas que realmente necesitaban aquella atención para que pudieran degustar, y pasó a retirarse a conseguir un pan casero que consideraba suficiente.

El erizo estaba al tanto de cada paso que el zorro diera, pero también cayó en cuenta de que a Tails no se sentía muy cómodo con grandes regalos, incluso el collar se llegó a colocarse lo guardó en un bolsito que llevaba en su mano.

—¿Te afectó el cambio? —preguntó Scourge al quitarle una copa de vino que llevaba sin tomar por un par de horas.

—Esto será raro, pero no me molesta. Es gratificante, ¿imaginas dejar de beber por un día?

—¿Imaginas que yo permita que las personas dejen de realizar obras de teatro? —expresó al arrojar una uva hacia la cara de Amy, quien acababa de ingresar—. Me presenté en la última fiesta y les pedí una buena obra, y me terminé asustando. Me metería en todo menos en mi familia, aj, pero la actuación fue buena en Edipo...

—¿Qué pasó? —preguntó Rose al respirar profundo para no hacer que su hermano de púas verdes se enamore irremediablemente de alguien que le haría la vida imposible.

—¿Lo conoces? —Sonic sonrió al contemplar desde el observatorio a Tails meciéndose al conversar lleno de entusiasmo con sirenas y tritones que el cobalto envió a las orillas—. Renunciaría a todo lo que tengo por estar con él.

—¿Con... Con...? Sonic, no.

—¿Qué? —El erizo apuntó con su cetro a la figura del zorro y vio su rostro sorprendido, pero ruborizado, cuando lo envolvieron flores de loto con la brisa—. ¿Puedes decirme si es ideal?

—Lo es —admitió la eriza, aunque con preocupación—. ¿Quieres que le inspire lujuria cuando te vea?

—Solo quiero saber si crees que no hay mejor cosa que verlo sonreír —suspiró. Si hubiera llegado por parte de otro dios, Amy habría expresado su enojo, pero ahora asintió porque ella fue quien colocó una rosa en su cuna para bendecirlo con el atractivo que tenía, y que funcionó para fascinar al ojiverde como ahora.

Sonic bajó a tierra firme para ver a Tails observar boquiabierto en una sonrisa el arrecife de coral que conseguía apreciar gracias al camino que Sonic hizo para él debajo del agua para que no mojara ni una sola parte de él. El cobalto lo vio girar con alegría porque jamás había tenido la oportunidad de apreciar una vista como esa, mas el ojiverde al mismo tiempo nunca observó tan radiante dulzura manifestada con aquella naturalidad con la que Tails envolvía sus colas y abría los ojos con sorpresa sin perder la emoción.

—¿Te gustó? —preguntó, recibir un abrazo del más bajo fue la mejor respuesta.

Caminar con el ambarino a plena luz del día fue novedoso para alguien que solo veía a los humanos lejanamente. Las personas hablaban a espaldas de Tails cuando lo veían recorrer las calles acompañado de una figura que atormentó vidas hasta que conoció al zorro que derritió todas sus emociones cuando le dio un beso en la mejilla al llegar a su hogar.

Fue extraño darse cuenta de que había, de todas las oraciones y regalos, una falta enorme de su principal templo. Zails dio un vistazo a la tierra de los hombres, donde encontró un hecho que hizo templar los cimientos del lugar celestial. Incluso el dios de la guerra se apartó de su camino en cuanto el zorro se aproximó a su mochuelo, el cual entendió el mensaje sin haberlo recibido y voló sobre la ciudad en la que vivía su familia.

Nada más con verlo, las personas corrieron hacia el santuario del dios; el único individuo que no lo hizo fue Sonic, el cobalto estaba seguro de poder ver la ira de Zails desde la tierra, pero con un gesto de desagrado, lo ignoró y viró hacia la vivienda sencilla para darle un beso en la mejilla al vulpino a quien acababa de regalar un ramo de algas.

—¿Cómo pudo hacer esto?

Furioso por la afrenta, las divinidades alrededor de Zails intentaron calmarlo, fue irónico recibir palabras de calma por parte de Zonic, quien debía enfocarse en gritar que se arme la batalla; Amy tuvo que fingir que no tenía el conocimiento, pero a Zails le bastó con verla para saber que estaba mintiendo.

—¡Sonic! —exclamó al verlo llegar. El convocado no bajó la mirada, se mantuvo firme y balanceó su tridente en la mano para advertirle que no intentara algo peligroso o el dios de todos se enteraría y no habría divinidades por un rato. El silencio se rompió cuando Scourge ingresó luego de retornar de una fiesta en su honor, aunque al ver a Zails hervir en rabia, dio pasos torpes hacia la salida.

—Qué.

—No te metas con mi hermano —espetó mordazmente—. Tails es un encargado de mi templo, no lo tientes o...

—¿Por qué? —Sonic vio a Scourge regresar y luchó contra toda su voluntad para no reírse y seguir serio para que Zails no lo manipulara—. No es un sacerdote, solo es alguien que va a ordenar un poco e irse. Nunca antes fue un requisito para ti que tus seguidores sean exactamente vírgenes de mente y de cuerpo.

—En mi espacio soy quien toma las decisiones, y he decidido que no te acerques a Tails —expuso—. No quiero que mi templo se ensucie contigo en él, nadie me faltará el respeto tan descaradamente.

—Yo no dejaré de cortejarlo —dijo cortante y caminó hacia la puerta del salón.

—Te lo advierto, Sonic... —continuó Zails al verlo presumir que podría salirse con la suya—, yo sé a quién puedo y no puedo dirigir mi ira, no me hagas escoger.

No iba a hacerlo. El cobalto habló con Scourge sobre que si Zails seguía así, podía no estar tan cuerdo después de todo, pero Scourge lo contradijo con una idea que nadie pensó que tendría.

—Es el dios de la sabiduría, Sonic, no el dios de hacer felices a todos siendo solamente comprensivo. —Tomó un vaso de vino y lo movió en círculos—. No sé por qué actúas como si no te hubiera molestado que las ciudades lo prefirieran a él y no a ti, cada uno sabe cómo se manejan sus sacerdotes y sus templos, no puedes actuar queriendo que las reglas de tus lugares de culto se cumplieran para el de Zails o para el de cualquiera.

Pero al bajar la mirada y ver al zorro acariciar con afecto cada obsequio del erizo, Sonic insistió en que no podía renunciar a él.

Zails sabía que nunca le dijo a Tails aquello que no debía hacer, los puntos oscuros, porque en ningún segundo de su existencia imaginó que lo necesitara. Pudo gritárselo a Miles, pero no a Tails, Zails había dedicado noches en vela a él, tanto como su madre, se había enfocado en orientarlo por una buena educación y valores. El vulpino mayor tomó la imagen de su madre y se aproximó al zorro que guardaba las dádivas de Sonic en una caja de madera que fue obsequio de Zails.

—¿Qué haces? —cuestionó intentando no escucharse colérico, Tails sonrió al solo ver a su madre.

—Conocí a un chico, mamá —confesó antes de caer en su cama en medio de ilusiones—. Es perfecto, pero es un dios.

—¿Un dios? —Zails tomó asiento a su lado y hundió sus garras en las frazadas—. ¿Cómo es ese dios? ¿Es uno de mal vivir?

—Ya no, mamá, Sonic es diferente ahora. Nadie le teme al mar, todos juegan en él, pueden sentarse a solo tomar el sol, a conversar, cambió por él y por mí —contó acariciando sus colas, Zails frunció el ceño, pero suspiró para darle un consejo que lo salvaría de cualquier tragedia.

—Aléjate de él —manifestó para sorpresa del ambarino, quien observó a su progenitora alarmado—. Un dios con un temperamento horrible no es lo mejor para ti. Sonic es gentil un día y puede enviar una tormenta al siguiente, además, tú estás consagrado al templo de tu hermano.

—No... ¿Por qué no? Me gusta Sonic.

—No te gusta, Tails, solo nunca hablaste con alguien diferente, es todo. —Zails se puso de pie para retirarse y poder regresar a la cumbre que era su morada, más escuchó lo que nunca imaginó y se dio la vuelta, furioso.

—No me quiero alejar de él, mamá —espetó al ponerse de pie—. No lo haré.

Zails se dejó ver como la divinidad que era, para temor de Tails, el cual dio un paso atrás sorprendido. Nunca lo había visto, y al observarlo detenidamente lo reconoció como el hermano mayor del que hablaba Rosemary; sin embargo, toda la expresión del más alto dejaba entrever la decepción que tenía de él.

—Quizá no debí dejarte una tarea tan importante para mí —dijo Zails contundentemente, su voz resonó en la casa entera, solo Tails lo escuchó y retrocedió apenado—. No debí darte nada de lo que tienes porque no te lo mereces. Con lo que te queda, no faltes a tu palabra.

La visita de Zails fue corta, se retiró sin dar palabra a nadie hasta que estuvo de regreso junto a las divinidades que continuaban debatiendo entre apuestas cómo resultaría esta situación. Ellos conocían a Tails como el familiar encantador y gentil de Zails, era un nombre muy conocido para aquellos que sí se involucraban en las reuniones sobre el destino de la humanidad y las formalidades de cumplir con sus respectivos trabajos. La balanza favorecía al zorro la mayoría de los días, y era de duda para todos si algún día tendría un lugar en la residencia etérea.

Tails, sintiéndose culpable por fallarse a sí mismo, puesto que aceptó la tarea a la que ahora faltaba, acudió al santuario de Zails como acostumbraba a hacer y regresó a sus deberes con la ciudad y el dios. Sin embargo, al dirigirse al jardín en el que nuevas flores surgían, sintió que lo tomaban de la cintura.

El menor reconoció a Sonic al solo percibir su calidez en el abrazo en el que lo envolvió, aunque antes de expresar sus temores, el ojiverde extendió un girasol de densos pétalos amarillos que cautivaron al zorro, quien lo tomó delicadamente.

—Es lindo, Sonic —admitió con las mejillas sonrosadas por la vergüenza de ser sorprendido así y por su cercanía. Pese a ello, antes de darle un mejor agradecimiento, Tails ocultó su rostro en el cuello de Sonic y reprimió un quejido por la manera en la que se sentía. Sonic tomó las mejillas de Tails para que lo vea fijamente y se conmovió tanto como él al verlo así.

—¿Qué sucede? —El cobalto ayudó a que Tails tomara asiento en una mesa de mármol en el interior de la edificación sagrada, lo cargó y se colocó entre sus piernas para abrazarlo más cercanamente. Tails soltó un chillido por el que se cubrió el rostro con sus colas, mas Sonic las apartó para presenciar con deleite cada rasgo que lo enamoró desde el primer momento en el que lo vio—. Tails.

—¿Sí? —Tails sintió la caricia del pulgar del cobalto en su mejilla, trazó cada pincel blanco como a un pétalo, disfrutó la sonrisa cohibida en la que no buscó esconderse, pero se inclinó hacia el erizo como este también.

—En cualquier lugar en el que haya estado, siempre tengo un instante para pensar en ti, en lo humano que me haces sentir. Eres el único que ha podido calmarme Tails. Causas una impresión que nadie lograría igualar, he visto a las personas suplicarme por mantener el mar tranquilo, y solo ante ti rogaría de esa manera que te unieras a mí para reinar conmigo sobre todo el océano.

Lo besó. En medio del turbulento escenario, entre cada paraíso terrestre en el que pudo acontecer, sea cielo, tierra, océano, lo besó en su propio templo manchando la imagen y el respeto que una entidad como Zails exigía. Fue una muestra de afecto deshonrosa que todas las divinidades observaron con pánico al darse cuenta de la atención fija que prestaba el zorro entre ellos.

—Zails —llamó Amy a quien permaneció observando a su hermano. Dolía, Zails no lo quería hacer, pero parte de tener su título y atribución como el dios que era, no tuvo la voluntad de ver a sus compañeros expectantes.

—Bien, bien —dijo al enderezarse y caminar en torno al observatorio.

—Fue solo un beso, los chicos lo hacen todo el tiempo —intervino Knuckles, pero casi de inmediato le pidieron que no se lo recordara.

—Sí, fue solo un beso.

Zails miró con profunda tristeza a su hermano reír al separar su gesto de Sonic, quien lo sostuvo en sus brazos para festejar consigo lo que tanto tiempo le tomó conseguir; no obstante, una de las orejas del cobalto giró al darse cuenta de que había problemas en el olimpo que no resolvería en tierra. En un destello, lo vio desaparecer, seguro querría alcanzar a Zails, pero el vulpino estaba harto.

—Nadie se va a burlar de mí en mi templo. Yo no tengo favoritismos —expresó con severidad, aquellos que estaban a su alrededor se vieron preocupados sin saber qué haría—. Los castigos son iguales para todos.

El vulpino puso una mano donde veía la figura de su hermano menor, quería retirarla y tener una última palabra con él porque no quería hacerlo, pero le dio una oportunidad clara y decidió no hacerse de ella. Zails hizo lo que pudo por su parte, dependía de Tails cuando lo dejó, y Tails lo arruinó.

Zails no podía dirigir toda su amargura hacia una deidad.

—Tails eligió tener ojos para quien nunca debió ver —dijo al observar el objeto de su sentencia—. Me aseguraré de que jamás vuelva a tenerlos para nadie.

La puerta del salón en el que estaban reunidos sin poder reaccionar se abrió. Zails levantó la mirada, fulminante, y el cobalto no pudo acercarse en cuanto el dios de la guerra se lo impidió.

—Ni nadie querrá acercarse nunca más a él —prosiguió el zorro—. Ni siquiera tú.

Una sensación punzante recorrió su cuerpo con tal gravedad que los ojos del ojiazul se llenaron de lágrimas de desesperación. Al intentar salir del lugar entre traspiés para buscar a su familia, un hombre que se cruzó por su camino lo vio para atender su llanto y quedó petrificado para terror del zorro, quien sintió de su flequillo extenderse vivos animales que sisearon ante el resto de gente que intentó aproximarse para auxiliarlo.

Lleno de dolor ante el desprecio y aborrecimiento de todo ser vivo hacia el monstruo, Tails se llevó a sí mismo a la tenebrosa niebla en medio de la oscuridad hacia el exilio, arrastrando el peso de su nuevo cuerpo hasta que consiguió tener control sobre su extensa cola bipartida, cuyas escamas impedían que se lastimara y pronto se adaptó a él para moverse ágilmente alejándose de todo lo que antes había sido su hogar.

Llegó hasta uno de los caminos más oscuros del planeta, ante su llanto inconsolable nadie se acercaba para no morir, y tuvo noches recostado a merced de otras bestias para que terminaran con su sufrimiento. Por cada metro que avanzaba, finalmente consiguió llegar hasta una cueva de enorme amplitud, apartado de la civilización para no volver a lastimar a nadie, Tails llegó hasta una piedra lisa en la que se recostó con lágrimas en sus mejillas que no dejaron de brotar desde la aparición de las once serpientes que lo acompañaban mordiendo su pelaje o lastimándose entre ellas mismas.

Tails oyó el eco de su sollozo en medio del silencio y abrazó la piedra a la que se había aferrado porque no había más vida para él.

Al levantar la mirada con un nuevo sentimiento de rencor y hostilidad, vio crecer entre las toscas piedras y el infértil suelo, un girasol para él. Tails la tomó con cuidado y la abrazó con amor. Cuando lloró, nadie nunca llegó.

Los navegantes vieron el mar rugir con la intensión de despedazar cuantas vidas surcaran sobre él. Soltaron las cuerdas de inmediato, no era hoy. 




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¡Buenas noches! ¿Cómo están?=) Espero que haya sido un buen día. Medusa.

Si no le pongo mis tres estrellitas ni nombre del título, no es final xd. 

Quiero explicar un poquito la dinámica: Como tal, es una "recopilación" de capítulos que iré escribiendo, algunos serán cortos y otros largos porque en un libro mitológico suele ser así para historias secundarias o principales. Cada capítulo puede funcionar como un capítulo único, pero igual tendrán relación entre todas. Además, no estarán en orden, pero tampoco será una confusión xd, pueden leerlo como gusten. 

Mañana tengo que subir el capítulo único Shadilver, pero la estoy pensando porque siento que sería subir las obras muy seguido. Si no es así, entonces la subiré el lunes. El sábado no porque es el cumpleaños de mi padre xd.

Me avisaron de mis clases, pero aún no es seguro. Les voy dando informes así x,d.

Muchas gracias, espero que les haya gustado. 

Cuídense, hasta pronto=).

<3.

- KatheDoll.


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