Salvado
Dedicado a: Mabesagittarius24 SailorFighter mis escritoras favoritas de fanfics
Siempre ha observado a los humanos, desde su trono de piedra labrada ha visto cómo ellos mismos se destruyen.
En cada generación es distinto a la anterior, ser alguien inmortal no siempre era una gran ventaja porque una vida eterna era aburrida.
Por eso se entretenía en los mortales y entonces fijó sus ojos celestes en cierto joven que aún estaba en la flor de la vida poseedor de una belleza singular, tez besada por el sol y orbes aguamarinas que entrenaba arduamente bajo los rayos de Apolo en el santuario que su hija más querida edificó para sus caballeros.
Una sonrisa se dibujó en los labios del dios rubio, porque algo le decía que ese muchacho de tal vez catorce años sería una distracción después de pelear con la celosa de su esposa.
En el Olimpo el tiempo transcurría diferente a la tierra ya que no era necesario diferenciar el día o la noche estando ocupados con sus deberes de dioses.
Pero en cuanto terminaba sus obligaciones además de escuchar los reproches sin sentido de Hera por tener muchos hijos y amantes prefería irse e ignorarla para observar a aquel muchacho.
Veía el avance de ese joven en sus entrenamientos cómo con cada día que avanzaba se volvía mucho más fuerte.
No había un sólo día que se perdiera cómo competía con otro de sus compañeros de su misma edad que sabía su destino ya estaba escrito en las estrellas junto a su gemelo.
Otros días entrenaba al lado del que supone es su hermano menor ya que tienen algunos rasgos parecidos y otro chiquillo de 12 años de cabello negro.
Su mirada filosa tal cómo la espada que posee en su brazo derecho.
También su mirada delataba cierto sentimiento hacía el castaño.
Era correspondido por el joven pero ¿Ese amor podría florecer algún día?
Él sabía de antemano que algo maligno se avecinaba no tenía previsto en que tiempo sucedería pero tocaría el santuario que es de su hija Athena en su descenso a la tierra.
Cómo siempre luego de "platicar" con su esposa Hera se dirigió a su trono para observar a ese mortal que es un santo de oro más no sabe cuál es su constelación guardiana.
Ahí lo vio platicando con ese jovencito de cabellos negros y si su vista no mentía vio que se dieron un beso tan inocente que le causó ternura porque ambos se sonrojaron y desviaron sus miradas.
En verdad que los humanos son interesantes en algunas cosas y en otros muy tontos como en temas del amor.
Pero ni siquiera ellos que son dioses podían ser perfectos ya que tenían sus errores muy a menudo.
Cada día ese era su pasatiempo observar al castaño de ojos aguamarinas, ver cómo se volvía más fuerte además de ser inteligente y sería digno de ser patriarca, su nobleza era única, su alma poseía una pureza que ni las fuerzas del mal podrían manchar.
Pero vio que aquel otro joven de ojos esmeraldas lo miraba celoso de que fue elegido y no él.
Todo continuó aparentemente normal en el santuario y seguía con sus arduos entrenamientos con su hermanito y él no podía ver más que complacido cómo avanzaba.
Sólo por esa noche haría algo de lo que no se arrepentiría nunca, visitar a ese muchacho que cada vez le daba más curiosidad.
En un destello que iluminó tal cómo si el sol entrará en la oscura habitación se presentó el dios rubio que miró atento al dormido castaño.
Rasgos atractivos, pestañas tupidas, nariz perfilada, labios delgados semi rojos que invitaban a robarles un beso, una piel morena que se veía a simple vista tersa.
Era la primera vez que se sentía tranquilo, en paz con tan sólo observar a un simple mortal.
Creyó prudente que era hora de retirarse aunque quisiera observarlo más tiempo no podía desaparecer del Olimpo así tan de repente.
Dio una última mirada para desaparecer iluminando de nuevo la habitación del castaño que no se percató de nada.
Era uno de esos días demasiado raros para su gusto porque Hera no lo estaba molestando ni siquiera su odioso hermano Poseidón con su amante Hades.
Para el Dios del rayo era mejor estar tranquilo y que nada lo molestara así vería mucho más tranquilo a aquel muchacho, sabía que su hija predilecta descendería a la tierra ese mismo día y que el patriarca ya estaba enterado.
Las cosas de ahora en adelante se pondrían interesantes y él lo sabía.
Ya que nadie fue a molestarle se mantuvo al tanto de lo que sucedía en la tierra hasta que cayó la noche y todos descansaban en el santuario, el joven dormía profundamente pero otro santo estaba armando su plan maquiavélico.
Se presentó ante el dormido castaño y ésta vez quiso estar un poco más cerca percibiendo el olor que desprendía el jovencito.
Se sintió embriagado y cerró sus ojos por inercia aspirando el perfume de esa bronceada piel.
Desapareció de inmediato porque se sintió confundido y una sensación que nunca antes percibió se instaló en su pecho.
Caminaba por su palacio dando vueltas sin sentido, quería dar una explicación a ese repentino sentir.
Pero no sabía identificarlo así que decidió dejarlo por ahora aplazado.
No había nada que hacer, todos los dioses de seguro descansaban o se encontraban con sus amantes a escondidas hasta estaba seguro que igual su odiosa esposa.
Así que en vista de que no había nada, volvió a mirar hacia el santuario que de seguro estaba apacible, pero se equivocó ya que al parecer había mucho movimiento.
Observó a ese joven ir corriendo donde estaba su hija Athena y detener la daga dorada que se clavaría en su frágil cuerpo.
Un movimiento hizo que la máscara del patriarca cayera y ver un rostro conocido para el castaño que no pudo evitar sorprenderse.
Entre sus brazos estaba su hija adorada que estaba ajena a la situación actual, saltó de la torre el castaño antes de que aquel ataque lo tocase.
Entonces soldados de bajo rango lo perseguían pero prefería huir que atacarlos, ya en el puente y haberlos perdido se detuvo un momento.
Pero rápidamente esquivó el ataque que cortó parte del suelo, sabía el castaño de quién provenía esa técnica.
Muchas veces entrenaron juntos.
- Shura. Una silueta aparecía de la oscuridad ondeando su blanca capa con su imponente armadura de Capricornio.
El castaño no tuvo otra opción más que usar su armadura porque empezaría un verdadero combate.
Zeus estaba maravillado porque aquellos dos jóvenes se enfrentarían a pesar de quererse, ahora sabía que signo zodiacal pertenecía aquel muchacho moreno.
El cosmo que ambos emanaban era muy poderoso, aunque se contuviera el caballero de Sagitario devolvía uno que otro ataque con la misma fuerza pero sin lastimar al otro chiquillo que sus ojos brillaban de odio y traición.
Estaba tan cegado que no quería escuchar las palabras del castaño.
Sólo tenía por objetivo matar a Aioros por su traición a él y el santuario además de la bebé que el patriarca le informó era la falsa Athena.
Quería hacer algo, intervenir por su hija predilecta además de salvar a aquel muchacho pero algo lo detenía por el momento.
El castaño aceptó aquel golpe que lo mandó hacía el barranco, tenía muchas heridas y le quedaban pocas fuerzas pero por su diosa seguía luchando aferrandose a vivir.
Escaló con dificultad hasta que su espalda tocó el suelo, su respiración era errática y las múltiples heridas hacía que perdiera sangre, ya no veía a Shura por ningún lado pero se preocupó por la bebé buscándola con la mirada, la pequeña llegó a él gateando, se alegró de ver que se encontraba bien, tal vez se ocultó pasando desapercibida para el pelinegro.
Se obligó a levantarse porque aún corrían peligro de ser vistos o que lo volvieran a atacar, con mucha dificultad caminaba y su diosa entre sus brazos se había quedado dormida.
No sabía cuanto tiempo transcurrió pero a la lejanía se podía vislumbrar los primeros rayos solares, caminó sin parar hasta quedar a las orillas de las ruinas del santuario.
Sus fuerzas se agotaban y su vida sabía que estaba llegando a su final, el llanto de la pequeña evitó que cerrará sus ojos.
El dios rubio seguía sin dejar de mirar la escena, Aioros fue encontrado por un señor que tomó a su hija entre sus brazos, la pandora box le fue dada encargando la encomienda de proteger a esa pequeña que era la diosa Athena.
Los ojos del castaño finalmente se cerraron, pero él no deseaba que muriera, antes que su corazón se detuviera entre pequeños destellos de luz dorada lo transportó al Olimpo.
Entre sus fuertes brazos apareció Aioros que estaba inconsciente, actuó de inmediato Zeus usando su poder para que siguiera vivo.
Entonces pudo observarlo mucho mejor, desde un principio le causó curiosidad y ahí comprendió algo.
No es una obsesión lo que siente por ese joven que su rostro apacible le da una sensación reconfortante, eso lo tenía en claro.
Es algo muy diferente a lo que sintió con Ganímedes cuya belleza lo cautivó y egoísta quiso tenerlo a su lado sabiendo que su estrella guardiana siempre estuvo enlazado a Antares, ahora su actual reencarnación es feliz con el caballero de escorpio y él sólo puede bendecir su relación.
Acarició los rizos castaños y no se arrepiente de haberlo salvado, está muy agradecido de que haya evitado que mataran a su hija Athena en manos de ese usurpador que dice ser ahora el patriarca.
Debía mantenerlo oculto de su celosa esposa y de los demás dioses.
Porque un humano no puede estar en el Olimpo y menos si es un caballero de oro al servicio de su hija predilecta.
Era único, su piel bronceada y su rostro varonil aunque siendo joven era mucho más bello que el que fue su copero-amante, aún estaba en la flor de la vida pero ya logró cautivarlo y sabía que seguiría floreciendo hasta tener una belleza que él no se cansaría de admirar nunca.
- Aioros de Sagitario. Susurró su nombre por lo bajo al dormido castaño después de sanar sus heridas.
Por ahora lo mantendría en un sueño profundo, oculto ante los demás dioses olímpicos, mandaría a construir una casa especial para su huésped, lejos de los demás templos.
Sólo sus fieles sirvientes sabrían de su existencia porque haría una edificación exclusiva para el castaño, porque sería su invitado de honor, de ahora en adelante viviría entre dioses.
Todo debía tenerlo calculado el dios rubio y no podía usar su poder para hacerlo él mismo sino se darían cuenta rápidamente de sus acciones.
Eso no le importaba ya que por ahora estaría en su templo oculto, en una habitación secreta que utilizaba de vez en cuando para ciertos asuntos.
Resuelto una parte, sin apuros siguió un camino lleno de diversas plantas florales hasta entrar por la puerta principal de sus aposentos, Hera no le preocupaba ya que su presencia no la sentía por ninguna parte.
En su habitación se adentró para que se abriera en la pared un pasadizo que conectaba a otro sitio que conforme bajaba escaleras se encendían los candelabros de oro, la luz roja era tenue, discreta.
Aioros estaba ajeno a todo aquello sino miraría fascinado esa habitación que tenía un ventanal de tamaño considerable que se vislumbraba un hermoso jardín, un pequeño Edén que era una réplica casi exacta de los Campos Elíseos.
Colocó con cuidado al castaño en la enorme cama adornada de finas telas, cambió la ropa de entrenamiento que usaba por un quitón blanco,en el hombro derecho lo adorna un broche de oro en forma de águila con un rayo entre sus garras, se sentó a un lado de él, repasando en su mente lo que acaba de hacer, no se arrepentía de sus actos ni de tener cerca a Aioros, suspiró sin mostrar emoción alguna.
Salió con pesar de la habitación deseaba quedarse más tiempo pero recordó el lugar perfecto donde sería su nuevo hogar para el joven santo, apartado de todo y sin que nadie pudiera encontrarlo.
Tenía muchos planes en mente y mientras más rápido mejor porque todo sería mucho más fácil, sin contratiempos porque quería ver la expresión del castaño cuando abriera sus hermosos ojos aguamarina.
Con esa idea en mente partió a un nuevo rumbo, buscar a aquellos que le son fieles para que empezarán si es posible en ese mismo instante.
Lejos de los templos de los dioses del Olimpo había praderas con árboles frutales, flores de todo tipo que sólo servían para adornar ya que a ninguno llamaba la atención caminar por esos rumbos ni para admirar el paisaje porque les parecía una costumbre que sólo hacen los mortales.
Cómo era de esperarse ningún sirviente objetó las órdenes del señor del rayo, estaban para cumplir el mandato.
Iniciaron con la construcción porque querían complacer a su dios y que estuviera satisfecho con el resultado.
A palabras del rubio quería una edificación parecida a la suya con dos pilares en cada extremo, con una puerta de madera y que en medio estuviera tallado el símbolo de Sagitario junto al suyo que es un rayo.
Dentro de la casa que todo se pareciera a la de los humanos, sala, cocina, baño y varias recámaras, cuadros para decorar en la entrada principal, candelabros de oro blanco para iluminar cada rincón.
Ésto lo hacía para que Aioros no se sienta incómodo ya que ellos no utilizaban ese tipo de cosas y ni hablar de comer porque no lo necesitaban al ser deidades a excepción de una cama que utilizan para descansar o para otro tipo de actividades.
Cada cimiento se alzó, paredes, techo y la casa en un santiamén ya estaba construida por el esfuerzo de aquellos sirvientes que trabajaron sin descanso por complacer a su dios.
Zeus estaba satisfecho con el resultado final, cómo un ser benevolente y justo pagó lo acordado hasta les dio un extra para que guardarán el secreto, sabía que nunca lo traicionarían por eso los recompensa.
Una vez se retiraron los hombres, observó más a detalle la construcción.
Era el momento de ir por Aioros y que conozca su nuevo hogar.
Sonrió porque ya se imaginaba la reacción que haría una vez despierte de ese sueño que por ahora lo tiene sin ser consciente de su alrededor.
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