Deseo.
Los besos seguían para los dos, lo hacían cada vez que podían y cada uno más apasionado que el otro. Eran besos que sacaban una pasión que nació el día que a Ash se le asigno ser el protector de la bella y joven princesa. Para los dos era una sensación satisfactoria poder corresponder a dicha pasión.
Pero para Ash, al terminar la unión de sus labios con los de la pelimiel, recordaba por que no podía tenerla. Lo suyo no debe ser.... pero le encantaba pensar que por un momento lo era. Para la inocente pelimiel, era perfecto poder gozar de la tacto de los labios de Ash sobre los suyos. Pero eso no le era suficiente, ella sentía que quería más pero no sabía que era.
Quería demostrarle a Ash que eso que le decía con los besos no era otra cosa más que amor por él ya que a ella le parecía que él solo le correspondía por ser cortés. ¿Pero como podía decirle eso sin que le entre el deseo de lanzarse a sus labios y unirse a él en otro largo beso?
La pelimiel nunca había tenido estos sentimientos ni estas experiencias con ningún otro hombre y ha decir verdad, eso le encantaba y disgustaba al mismo tiempo. Pues estas experiencias eran tan nuevas, tan preciosas y fantásticas para ella y que mejor que vivir las junto con su amado protector. Pero le disgustaba no saber que hacer después.
La aún no del todo pareja necesitaba de una preciosa muestra de amor para estar seguros de lo que sentían el uno por el otro. El amor que sentían el uno por el otro todavía no estaba claro y ninguno de los dos sabía que hacer para lograr eso. Pero en ese momento, algo se le vino a la cabeza a la pelimiel.
¿Y si hacían el amor? La pelimiel había oído de palabras de su amiga Korrina que ese momento era mágico para un hombre y una mujer pues no era algo que (por lo menos en esos tiempos) no se hacía muy seguido. La pelimiel sabía que consistía dicha acción pero no sabía como se sentiría antes, durante o después de dicho acto.
Pero era lo mismo que sentía en este momento y ella estaba segura de que si tenía a Ash con ella, no le pasaría nada. La pelimiel no era tonta ya que era consciente de que su padre no aprobaría su romance con Ash y seguro le daría un ataque al corazón si se enterará que ella durmió con uno de sus guerreros. Pero a Serena no le importaba las consecuencias que le seguirían al acto que planeaba hacer, solo quería vivir ese momento con Ash y no le importará lo que pasará después.
Pero la pobre pelimiel no encontraba una forma de pedírselo, en esos momentos ella deseaba no ser tan inocente. Mientras, el azabache se encontraba en su cuarto entrenando haciendo lagartijas con una mano para mantener su fuerza aún sin entrenar en campo. Pero eran tan fáciles de hacer para él, que más bien se encontraba sumido en sus pensamientos sobre lo que ocurría entre él y la princesa.
La sensación que sentía al saborear los labios de la pelimiel no estaba lejos de la que sentía ella, por eso era igual de poco clara. Había veces que esos besos que se daba con la pelimiel lo hacían olvidarse de todo su alrededor pasando a solo existir ellos dos en el mundo. Pero también, habían veces en que Ash algunas veces sentía el deseo, la necesidad, como si quisiera arrancarle la ropa a la princesa y empezar a saborear su piel que él apostaría lo que sea a que era igual de hermosa y sabrosa que sus labios.
¿Pero que estoy pensando? pensó Ash. ¿Como demonios tenía las ganas de hacerle esas cosas a alguien tan inocente como la princesa? Se odiaba así mismo por querer hacer esas cosas a un ser tan puro e inocente. ¿Pero realmente alguien puede culpar lo por desear eso? Pocos hombres podrían no desear eso.
Sin estar cerca de salir de dudas, ambos siguieron con su día sin poder sacar de su cabeza lo que pensaron hacer el uno con el otro. Sus miradas se volvieron a encontrar pero ninguno dijo nada más que sonreírse mutuamente, eso decía más que las palabras. Los reyes seguían fuera del reino con el príncipe Kalm dirigiendo y organizando todo. La cena ya había sido servida.
A pesar de sus pensamientos claros, todavía los sentimientos poco claros seguían presentes. Pero la pelimiel tenía la creencia que esas dudas se podrían aclarar cuando ambos hicieran el amor, pues allí comprobarían si esos sentimientos daban para más que solo besos. La pelimiel no podía más con esas dudas y se comenzó a acercar a Ash sin dejar de mirarlo fijamente a los ojos.
Esta vez era un acercamiento lento y sencillo. Nadie parecía poder interrumpirlos. La pelimiel terminó de cortar la distancia entre los dos para tomar la mano de su protector entre las suyas. Estuvieron así por un tiempo perdidos en los ojos del otro, para que luego la pelimiel pusiera la mano del azabache sobre su rostro.
La pelimiel prosiguió a moverla haciendo que la acariciará pero luego tomó la mano de su amado con una sola y empezó a dirigirlo por los pasillos del castillo lentamente hasta que... llegaron al cuarto de la pelimiel. La princesa lo siguió conduciendo al interior de este mismo para finalmente perderse con él en otro apasionado beso teniendo a Serena acorralando a Ash contra la puerta cerrada.
Poco después la pelimiel dejo sus labios para dejar pequeños besos en su cuello mientras que lo despojaba de su camisa dejando su fuerte cuerpo un tanto al descubierto. Ash disfrutaba de sus caricias hasta que vio su camisa caer, ahí fue donde vio a donde quería llegar la pelimiel.
Ash: ¿Que estás haciendo?
Serena: Hagamos el amor, Ash.- le susurro al oído.
Ash: Serena.... lo nuestro no puede ser y tú lo sabes.
Serena: Eso no me importa. Te amo, Ash. Que mi papá diga lo que quiera, no cambiará nada de lo que siento por ti.
Ash: Serena..... si hacemos esto y tu padre se entera...
Eso sorprendió a la pelimiel, ¿Acaso a Ash solo le importaba él mismo?
Serena: ¿Solo eso te importa? ¿Lo que te haría mi padre si hacemos esto, por amarme?
Ash: Bueno, yo....
Serena: ¡Cobarde! ¡No eres ni de cerca el mejor guerrero, solo eres un cobarde!
Ash: Serena, por favor. No grites, pueden escucharte.
Serena: Pues no te preocupes, me voy de aquí.
La pelimiel estaba yéndose pero Ash la detuvo tomando su muñeca.
Ash: Espera.
Serena: ¡Suéltame!- dijo tratando de zafarse del agarre.
Pero Ash era mucho más fuerte que la pelimiel y eso le permitió agarrar ambas manos, acorralando a la princesa contra la puerta estando cara a cara.
Serena: ¿Que quieres ahora? ¿No que no querías esto?- estaba muy molesta.
El azabache no pudo responder le nada pues estaba confuso otra vez, para variar. No sabía porque a pesar de negarse, no quería que la pelimiel se fuera. Solo tenía una cosa en claro, la amaba..... y su cuerpo le pedía, le exigía poder tener a la pelimiel. Él no podía negarse a eso. El azabache fue acercándose a besar a la pelimiel otra vez.
Ash: Yo... yo.... yo la amo, princesa Serena.- dijo antes de volver a unir sus labios con la princesa en otro beso.
Ahora ya nada importaba para los dos más que este momento, Ash puso el cerrojo de la puerta mientras ponía sus brazos alrededor de la cintura de la pelimiel. Ash se atrevió a apretar la parte del trasero de la princesa a su alcance. Esa fue la señal de Ash a Serena para que saltará a sus brazos rodeando la cintura del azabache con sus piernas.
El azabache despojó a la pelimiel de la parte superior de su vestido dejando a la vista su cuerpo todavía cubierto por su ropa interior. El azabache con su gran fuerza, cargo a la princesa hacía la cama y la tumbo en ella. Y entonces...... pasó.
Los dos sabían perfectamente como hacer cada cosa más placentera para el otro, era un momento mágico. Poco a poco fueron despojándose de sus prendas de vestir, querían que durará para siempre. Ambos fueron saboreando las partes de sus cuerpos que quedaban libres de ropa para terminar todo haciendo el amor. Serena le había entregado su virginidad al hombre que consideraba el amor de su vida.
Ya hecho el acto, el azabache todavía estaba despierto y sentado en la cama con las piernas cruzadas observando a la pelimiel durmiendo plácidamente. La joven princesa había caído dormida en sus brazos al segundo orgasmo.
Pensamiento de Ash: Ya está. ¿Estás feliz, cuerpo? Tuve a la princesa y la hice mi mujer sin tener el más mínimo derecho. Ahora solo te pido una cosa. Cualquier consecuencia que vaya a salir de lo que hicimos esta noche. Todo, que todo caiga sobre mí. Que nada caiga sobre la princesa, porque...... porque yo...... porque yo amo a la princesa Serena.
El azabache se iba a retirar pero la pelimiel lo sintió y lo detuvo tomándolo del brazo.
Serena: No te vayas.
Ash: Princesa.
Serena: Duerme conmigo, Ash. Por favor.
Y así Ash se volvio a acostar al lado de la princesa y concibio el sueño con ella.
Bueno, aquí un capitulo algo corto pero uno muy importante. Gracias por leer, si te gusto deja tu vot, comenta si deseas y sígueme si quieres. Nos vemos la próxima semana. Chau.
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