LA VIOLENCIA Y LA CAÍDA,
capitulo veinticinco: un nuevo compañero!

          A LA MAÑANA SIGUIENTE, Natasha Romanoff se encontraba parada frente a la puerta del apartamento de Steve. Tenía un gesto bastante impaciente y finalmente decidió tocar con más fuerza. Irina se levantó pesadamente y notó que la cama estaba vacía, la tocó levemente y vio que Steve se había levantado antes para salir a correr. Suspiró y soltó un gruñido cuando escuchó otro golpe más fuerte en la puerta. Se levantó de la cama y caminó hacia la puerta.

          Luego de que Natasha insistiera tanto, Irina abrió la puerta y se encontró con la pelirroja. Natasha frunció el ceño y sonrió descaradamente. Morgan estaba con una de las camisetas de Steve, que era demasiado grandes. Su cabello castaño estaba completamente alborotado y la cara de la joven lo decía todo.

          —¿Acabo de interrumpir su sesión de sexo matutino?—preguntó sin borrar aquella sonrisa—. Porque puedo irme si...

          —¡Natasha!—exclamó Irina y la empujó dentro, cerró la puerta de un portazo y le miró—. Steve y yo no tuvimos sexo—bostezó levemente—. Él fue a correr y desperté sola.

          —Es lo que normalmente hace—replicó la pelirroja—. Siempre cuando tiene alguna pesadilla o algo, se levanta y sale a correr.

          —¿Qué clase de pesadillas?—preguntó Irina.

          —Cuando él estaba en la guerra, en los años 40. Dice que ha dormido demasiado.

          —Tiene mucha energía que gastar.

          Romanoff asintió rápidamente y le entregó una bolsa a Irina—Ponte esto, debemos ir al aeropuerto con Steve en dos horas. Tony vendrá por nosotros.

          —¿A dónde iremos?—preguntó la muchacha rubia.

          —Nueva York—respondió Natasha—. Allí es la sede de los Vengadores.

          —De acuerdo...—dijo Morgan y se giró sobre sus talones para ir a su habitación.

          —¡Y apúrate!

          Irina entró en la habitación de Steve y se encerró en ella. Dejó la bolsa en la cama y decidió darse un baño que no tardó demasiado. Lavó su cabello largo y todo su cuerpo, en la parte alta de la espalda tenía una marca. Una cicatriz. Desde que tenía los 15, Irina supo añorar aquellas marcas. Porque cada una de esas marcas representaban momentos importantes que no se borraban. Le resultaría completamente abrumador no recordar como obtuvo cada cicatriz. Las limpió con cuidado y delicadeza, su cuerpo se adecuó a la temperatura del agua caliente y se quedó allí un rato.

          Repasó la visión que había tenido el día anterior. ¿A qué se debía esa visión?¿Acaso era una pista para divisar el posible paradero de su amiga Tatyana?¿Un futuro inminente? No lo sabía. Pero vio que ese era un buen recuerdo. Se limpió la poca crema de enjuague tenía en el cabello y cerró la llave. Salió cuidadosamente de la ducha y se envolvió en una toalla, pisó las baldosas frías y su piel se volvió de gallina. Caminó hasta la habitación y se desnudó allí.

          Se sentó en la cama lentamente y miró el contenido de la bolsa. Ropa interior de color negra — a su medida, algo que se preguntaba de dónde lo había sacado la pelirroja —, unos jeans negros, una camiseta blanca y una chaqueta azul oscuro. Los zapatos tenían un poco de plataforma. Se colocó la ropa a una velocidad impresionante y fue hasta el espejo para mirarse. Se veía...bien.

          Salió de su habitación, encontrándose con Steve y Natasha sentados en la mesa. Ambos comían tranquilamente mientras que la televisión se encontraba encendida.

          —Volviste—murmuró la rubia.

          —Natasha me había enviado un mensaje—replicó el súper soldado—. Nos iremos dentro de una hora. Así que ven y desayuna.

          Morgan asintió rápidamente y se sentó en una silla junto a Steve. Tomó una tostada que había en un plato y la mordió un poco. El sol se filtraba por las ventanas y dejaba una vista mejor de todo, los tres agentes miraron hacia la televisión. Su atención se enfocaba en lo ocurrido con el Triskelion hace días. Lo que más le preocupaba de eso era que pidieran una orden de arresto a Irina y a su amiga, pero por un momento se sintió tranquila. Tatyana estaba alejada de aquí, Bucky había desaparecido y ella estaba con Steve. Estaba bien.

          —Irina, no te arrestarán por eso—declaró Natasha, mordiendo su tostada—. Nosotros te protegeremos. En Nueva York estarás a salvo.

          —Las autoridades no te harán nada—le aseguró Steve.

          —Eso espero...—murmuró la castaña.

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          Natasha condujo por las calles de Washington, dirigiéndose al aeropuerto. Irina se encontraba en la parte de atrás y Rogers se encontraba en el asiento del copiloto. La castaña observaba los millones de árboles que había en las grandes plazas de Washington. Pero luego de eso, esos árboles se convirtieron en edificios y cada vez se veían más bajos. Habían llegado a la autopista.

          —¿Dónde está Erika?—preguntó Steve.

          —Está con Clint, ¿sabes?—respondió la pelirroja—. Clint quería pasar una temporada, tiempo padre-hija. Quería terminar de entrenarla y pasar un buen tiempo con ella. En un lugar tranquilo, donde estén solo los dos.

          —¿Erika disfrutaba estar con Clint cuando era niña?

          —Por supuesto, ella amaba esos momentos cuando estaba sola con él—respondió la ex-espía—. Clint la entrenó y la vio crecer. Como una flor. Siempre supo cómo apreciar esos momentos, yo también la vi crecer. Y lo hizo tan rápido. Así es como se deja un legado, Irina.

          Irina sonrió y Natasha le tendió una foto—Esa la tomé cuando tenía 7 años—explicó—. Esa fue la primera vez que conoció a Tony. Yo tenía que protegerle el trasero, pero Erika le agarró cariño y siempre dice que ella es su sobrina. Pero no es así.

          —Creció entre héroes.

          —Sí, pero aunque creciera entre héroes—añadió la pelirroja, girando para ir al aeropuerto—. Siempre estaba en riesgo.

          Irina asintió y vio que Natasha doblaba otra vez, entraron a una playa de estacionamiento. No tardó en girar hacia la derecha y entraron a la pista donde se encontraban todos los aviones. De allí vieron un avión que parecía un jet privado. Irina divisó a un hombre que estaba vestido de traje y que poseía una barba bien cortada. No olvidar que tenía anteojos que le daban un toque de glamour.

          —¿Ese es Tony?—preguntó Morgan.

          —Ajá—respondió Natasha.

          —Le agradarás, no seas tímida—añadió Steve quitándose el cinturón de seguridad.

          Morgan suspiró y se bajó del auto. Steve fue a su lado y le dio un leve empujón para que siguiera a Nat, obedeció sin hablar y fue hasta ella. El hombre de anteojos bajó de los escalones de su jet.

          —¿Dónde está Erika?—preguntó él quitándose los lentes—. ¿Qué hiciste con ella?¿Dónde está mi sobrina?

          —Por milésima vez, Tony—Natasha rodó los ojos—. Ella no es tu sobrina.

          —Está bien: Sobrina postiza—se encogió de hombros y vio a Irina junto con Steve—. Vaya, vaya. La parejita de América. Steve Rogers y la magnífica Irina Dimitrev Morgan—le besó la mano a Irina—. Un placer conocer a Ultraviolent en persona.

          —El placer es...¿mío?—replicó la muchacha confundida—. Debo admitir que nunca pensé que conocería al hombre de hojalata—Natasha reprimió una carcajada mientras que Steve miraba de forma reprobatoria, la muchacha se encogió de hombros y luego agregó—. Es un placer conocer a Tony Stark en persona.

          —De acuerdo, ya me agradas—dijo Tony y observó a Steve—. ¡Cap!¡Qué bueno es verte!

          Ambos se dieron las manos pero Tony abrazó a Steve, le palmeó la espalda dos veces y se separaron.

          —Debo admitir que te eché de menos.

          —Yo también—admitió el filántropo—. ¿Y si subimos? Llegaremos en un par de horas a la torre.

          Todos asintieron y se subieron al jet. Se ubicaron en los asientos que había allí y colocaron sus cinturones. El avión no tardó en salir volando por la pista así que estuvieron en el aire en un par de minutos. Irina suspiró y se acostó contra el hombro de Steve, Tony intercambió mirada con ella y dijo—Tranquila, Irina. Estás a salvo, en la torre no te pasará nada—Irina asintió ante tal comentario—. Me encargué de que JARVIS congelara tu pedido de captura así que eres libre de hacer lo que quieras, sin cometer un crimen, claro.

          —Tony...—regañó Steve.

          —No hará nada malo, Cap—replicó él encogiéndose de hombros—. No seas tan paranoico.

          Irina soltó una ligera carcajada y abrazó a Steve. 'Recuerda que yo no haré nada malo' Proyectó ese pensamiento en su mente. 'Lo prometo.'

          Steve asintió y besó a Irina con dulzura.

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