xxiv. sentimientos humanos


LA VIOLENCIA Y LA CAÍDA,
capitulo veinticuatro: sentimientos humanos!



          DOS DÍAS DESPUÉS DE LO OCURRIDO EN WASHINGTON, Irina Morgan se había propuesto la meta de buscar a su amiga de la infancia: Tatyana. Y la encontraría con o sin la ayuda de Steve, pero era consciente de que Rogers la ayudaría en lo que sea mientras que ella le ayudaría a buscar a Bucky.

          La muchacha cruzó el umbral de la puerta principal del apartamento de Steve Rogers, tenía una mochila cargada al hombro y notó la presencia del súper soldado detrás de ella. Se adentró más en la habitación, recordando cuando la conoció por primera vez en circunstancias no tan buenas. Sonrió al recordar que aquel día habían ido al Smithsonian. Se giró para observarle y le sonrió—¿Todavía sostienes el "una sola noche"?

          Steve soltó una ligera carcajada y rodeó a Irina con su brazo atrayéndola a su cuerpo. Besó delicadamente sus labios, profunda e íntimamente, sintiendo como se inflaba su pecho de alegría. Se separaron a los pocos minutos juntando sus frentes.

          —Te quedas conmigo todo el tiempo que quieras.

          Irina sonrió abiertamente—Entonces lo haré.

          Se terminaron separando los dos, Irina dejó la mochila en una de las cuantas sillas que había allí y tomó su archivo. Lo leyó meticulosamente, mientras que sentía la mirada azul de Steve en ella. Alzó una ceja y le observó mientras que él estaba parado.

          —¿Qué ocurre?—preguntó.

          —Hay algo que te preocupa—respondió siendo seguro en sus palabras—. ¿Tatiana?

          Morgan asintió sin musitar ninguna palabra. Steve se sentó a su lado e Irina apoyó la cabeza en su hombro—¿Por qué te preocupas tanto por ella?

          —Ella fue quien estuvo a mi lado todos estos años—declaró la castaña—. Ella es como una hermana para mí. Y no me gustaría perderla, puede que sea la única familia que me quede—y dicho esto, la muchacha cerró los ojos.

          —Irina—le llamó Steve, la muchacha abrió sus ojos verdes y los fijó en Steve—. La encontraremos. ¿Sí? En caso de ser necesario, puedo pedirle a un amigo que nos ayude.

          Irina alzó una ceja—¿Tony Stark?

          Steve se quedó mudo e hizo una mueca—Eh, sí. Uhm...ya creo que lo sabías.

          —Steve, soy telepata.

          —Ya lo sé, ya lo sé—rió Steve abrazando a Irina—. Hoy intenta relajarte, has estado tensa los últimos tres días y prefiero tenerte aquí ayudándome.

          —¿Con Bucky?

          Steve negó lentamente—Solo por hoy seamos una pareja normal.

          Morgan sonrió y alzó una ceja—¿Crees que podrás?

          —Eso te lo pregunto a ti—añadió Steve—. ¿Podrás?

          Irina asintió levemente sin romper el abrazo con Steve, sintió sus labios cálidos en su frente. No tardó en sonreír ante la felicidad que sentía. Hacía mucho tiempo que no se sentía así, así de feliz. La felicidad era un sentimiento del que se le fue privada desde que tenía 15 años. A HYDRA le atemorizaba que cualquiera de los proyectos tuviera sentimientos que los hicieran más humanos. No quería que fueran humanos. Solo máquinas para matar y servirles solo a ellos. Para cambiar la historia. Pero Morgan siempre tuvo su lado humano, aunque tenía miedo a salir.

          —¿Puedes hacerme un favor?—preguntó Steve y ella asintió en silencio—. Sal un poco, camina. Haz lo que quieras, lo que te haga sentir humana.

          Morgan frunció el ceño—¿Cómo supiste que estaba pensando eso?

          Steve solamente se encogió de hombros y empujó levemente a Irina—¿Puedes hacerlo?—volvió a preguntarle—. Puedes tomarte el tiempo que quieras, aunque...si no vuelves a casa, te voy a encontrar.

          Irina sonrió y le miró alzándole una ceja—No me voy a escapar. ¿Lo sabías?

          Sin más, se levantó y fue hasta la puerta para buscar una chaqueta de Steve, le miró y dijo—Volveré.




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          Irina Morgan fue hasta los escombros que aún quedaban del Triskelion. Aún estaban sacando lo poco que quedaba. La muchacha, al ver que era de noche, supo que no había nadie. Sus manos permanecían dentro de los bolsillos de la chaqueta de Steve. Se planteó lo que había dicho antes de que ella se fuera, que buscara hacer algo que la hiciera más humana. Intentaba recordar algo que la hiciera humana. Pero en su infancia siempre tuvo sufrimiento.

          'Haz lo que quieras, lo que te haga sentir humana.'

          Y luego recordó lo que probablemente le podría hacer sentir humana. Gritar. Hace mucho que no gritaba. Se mordió el labio inferior al pensarlo, ya que le verían como una loca gritándole a la nada. Sonrió levemente, sintiendo la ansiedad correr por sus venas. Inhaló aire profundamente y lo retuvo. Lo soltó junto a un estruendoso y agudo ruido ensordecedor, sus ojos se achicaron un poco y su grito se volvió más agudo. Cuando se detuvo, comenzó a reírse sola, sintiendo que la alegría aumentaba. Volvió a gritar con más fuerza y se escuchó más fuerte. Gritó hasta que las cuerdas vocales no le dieran más, impidiéndole gritar más.

          Miró hacia atrás y vio que nadie le observaba, su sonrisa no se borró. Repentinamente, al volver a la posición en la que estaba anteriormente, sintió frío. El entorno había cambiado. Hacía mucho frío. Había mucha nieve.

          '¿Dónde estoy?' se preguntó Irina.

          Volteó otra vez pero seguía en el mismo lugar, comenzó a caminar hacia adelante, mirando hacia todos lados. Este paisaje era muy familiar para ella, era como un recuerdo.

          '¡Ven, Tatyana!'

          '¡Ya voy, ya voy!'

          Vio a dos chicas de unos 8 años de edad correr por la nieve. Tenían el cabello muy largo e Irina logró reconocerse. Luego miró su cabello y sus ojos se abrieron de par en par. Estaba negro.

          '¿Qué?' se preguntó.

          Comenzó a seguir a las dos chicas a paso lento y cuando se dio cuenta, su vestimenta se volvió blanca como la de ellas. Escuchaba a las niñas reír con pura inocencia. Las pequeñas continuaron corriendo, esquivando las ramas que harían que se tropezaran y jugaron con la nieve blanca.

          '¡Iryna, Tatyana!' escuchó a una doctora. '¡No pueden estar fuera!'

          Morgan no tardó en descifrar que esa era la doctora Krostov. Las dos pequeñas fueron corriendo hacia ella y la doctora comenzó a caminar hacia unas escaleras. Irina las subió lentamente y observó que se acercaba a un gran edificio. Y de repente, el viento volvió a soplar dejando ver que las gotas de lluvia le mojaban el cabello.

          Irina recordaba — de alguna u otra forma — ese lugar, pero no recordaba dónde se ubicaba. Un trueno se escuchó y ella salió corriendo para evitar mojarse más con la lluvia. No tardó en llegar a la casa de Steve y cruzó el umbral de la puerta principal del edificio. Subió las escaleras corriendo y terminó frente a la puerta. Sacó la llave que Steve le dio y abrió la puerta.

           Se encontró con el rubio quien miraba la televisión animadamente. Al verla mojada, no tardó en sonreír mientras negaba con la cabeza. Irina extendió los brazos—¿Quieres un abrazo?

          —No, gracias—respondió este levantándose—. Capaz después quiera uno.

          Irina soltó una ligera carcajada mientras que se quitaba la chaqueta de Steve, este caminó hasta ella y la envolvió con una toalla. La castaña reposó su cabeza en su clavícula y cerró los ojos. Aún pensaba en lo que había ocurrido cuando estuvo fuera. Pero no se encontraba lista para decirlo. Se escuchó un estruendoso ruido y Morgan se encogió, Steve soltó una ligera carcajada ante el descubrimiento hacia la joven.

          —¿Le temes a los truenos?

          Irina asintió levemente, sintiendo que la vergüenza subía hacia sus mejillas. Steve le abrazó más y apoyó su nariz en el cabello de ella.

          —Me siento cansada.

          —Entonces ve a la cama, estaré allí en unos minutos.

          Irina asintió y fue hasta la cama, se quitó la ropa y miró entre la ropa de Steve. Y cuando observó una remera por lo menos cómoda, le quedaba demasiado grande, pero le gustaba. Caminó y se recostó en la cama tapándose hasta la nariz. Steve no tardó en llegar y mirar a Irina con ternura. Él se quitó la ropa quedando solamente en calzoncillos—Morgan se sonrojó y se tapó la cara con las sábanas—y terminó por meterse en la cama. Las luces se apagaron y otro sonido estruendoso se escuchó encogiendo a Irina. Steve le abrazó por detrás y le susurró—Tranquila, estoy aquí.

          —Lo sé.

          —Pensaba que te escaparías otra vez.

          —Sabes que no lo haría—murmuró la muchacha.

          —Nunca lo hagas, Irina Morgan.

          Irina se giró para enfrentarle—Nunca—y le besó lentamente—. Siempre supe que serías mío, de algún modo.

          Steve le abrazó más fuerte juntando sus frentes y no soltó a Irina, sonrió levemente y volvió a besarla. El ritmo era pausado, delicado. Temía que Morgan fuese a romperse con un solo toque erróneo. Pero no fue así. En cuanto se separaron, Steve dijo—Duerme bien, porque mañana partiremos a Nueva York.

          —¿Tu amigo Tony te necesita?

          —Sí, a los dos.

          —Bien, capitán idiota—rió levemente y soltó un pequeño grito al escuchar otro trueno que hizo reír al rubio—. ¡Deja de reírte!

          —Eres muy adorable, Irina Morgan.

          —Yo no soy adorable—respondió besándolo otra vez—. Ya, duérmete.





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