xxii. ella no es un monstruo
LA VIOLENCIA Y LA CAÍDA,
capitulo veintidós: ella no es un monstruo!
NATASHA ROMANOFF SE AJUSTABA LA CHAQUETA NEGRA, mientras que su hija — Erika Barton —, ayudaba a Irina con su cabello. La joven Morgan llevaba unos jeans azules normales con unas zapatillas negras. La chaqueta de cuero venía a juego. Se miró en el espejo y realmente se veía sorprendida. Estaba hermosa y eso no lo dudaba. Se sentía...normal. Erika le miró y sonrió con satisfacción.
—Te ves hermosa.
Irina hizo una mueca—¿Lo dices de verdad?—la enfrentó—. Porque esas palabras no saldrían de una Romanoff.
—Ya lo sé, me retracto—respondió haciendo un gesto distraído con la mano—. Te ves horriblemente fea.
'La sinceridad de una Romanoff' Pensó la castaña.
Steve Rogers entró a la habitación junto con Sam Wilson, Morgan los observó por el espejo y juro ver al mismísimo Capitán América boquiabierto. Se giró para observarles mejor y sonrió—Vaya...—murmuró el rubio maravillado—. Te ves...realmente hermosa y normal.
Morgan no tardó en sonrojarse ante el halago del súper soldado. Sam asintió junto a él mientras le observaba. Pero al ver que el silencio se hacía presente, carraspeó y observó a las Romanoff.
—Las acompaño fuera de la habitación—dijo algo nervioso.
—Oh claro, cierto que debía irme—añadió Erika.
—Te veo afuera, Irina-habló Natasha antes de salir.
Cuando Morgan escuchó el ruido de la puerta cerrándose, soltó una ligera carcajada y miró a su amado a los ojos. Se acercó un paso más a él y elevó un poco la cabeza—¿Qué tanto miras?—le preguntó sintiéndose curiosa y no borró la sonrisa que tenía en sus labios.
—Te miro a ti—respondió mirándole con ternura pero luego su rostro se volvió serio—. No vayas ahí. Tony puede arreglarlo.
—Steve—lo nombró y alzó su mano para tocar la mejilla del rubio—. Quiero hacerlo. Quiero hacerles ver que yo ya no soy un...monstruo.
—Con lo que ha pasado en estos días lo demuestra—espetó empezando a hacerse notar su enfado—. Has salvado al mundo de una posible catástrofe, Irina Morgan. Para mí no eres un monstruo. Ya no.
Irina sonrió mientras que sus ojos se volvieron acuosos, atrajo a Steve y ambos fundieron sus labios en un beso suave y cálido. Steve rodeó a la castaña con sus brazos y la arrimó a su cuerpo, Irina rodeó el cuello del soldado con sus brazos sin romper el beso. Sus labios se movían en la misma sintonía y se negaban a separarse. Rogers permaneció con el cuerpo de Irina pegado al suyo, sintiendo aquella cercanía y oliendo el perfume de la ex-asesina. Irina supo que en cualquier momento sus pulmones reclamarían oxígeno y se negó a alejarse de los labios del capitán. Se separaron lentamente y Steve abrió los ojos, se encontró con los de Morgan observándole detenidamente. Vio una lágrima resbalar por su mejilla lentamente.
—No sé si es muy precipitado decirlo pero...te amo—murmuró Irina sonriente.
Steve volvió a traerla su cuerpo y murmuró lentamente contra sus labios—No, no lo es, Irina Morgan—Irina no tardó en sonreír—. No sé lo que me has hecho, pero de alguna manera pude caer ante ti. Y tú ante mi.
La castaña volvió a reír y besó una vez más los labios de Steven Rogers.
—¡Ya dejen de besarse y salgan!—interrumpió Sam abriendo la puerta.
Los dos se separaron y rodaron los ojos ante el comentario de Wilson. Irina salió primero de la habitación y luego Steve detrás de ella. Natasha esperaba a Irina en la puerta y Erika ya no estaba.
—¿Nos vamos?
Morgan asintió rápidamente, siguiendo a la pelirroja por el pasillo y antes de salir por la puerta observó al rubio—Estaré bien, ¿sí?—le sonrió mientras que Steve asentía solamente.
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Se detuvieron en una parte a las afueras de la ciudad, Morgan frunció el ceño—¿Nat?¿Qué hacemos aquí?
—Fury quiere hablar contigo—dijo mirándola a ella—. Será mejor que muevas tu trasero.
Irina abrió la boca para decir algo pero no dijo nada.
—Ve—la pelirroja le abrió la puerta—. Estaré bien.
La muchacha asintió y salió del auto. Natasha Romanoff se alejó a toda velocidad y Morgan se quedó sola.
—¿Le importa si le hago un poco de compañía, agente Morgan?—preguntó una voz masculina a sus espaldas. Irina no tardó en girar, encontrándose con Nick Fury—. Creo que Romanoff arruinó la sorpresa.
—Uy sí, qué sorpresa.
El ex-director Fury soltó una ligera carcajada entre dientes y suspiró—Acompáñame.
Ambos comenzaron a caminar, adentrándose en el establecimiento. Morgan observó que aquel espacio no se había usado durante un buen tiempo y que seguiría así hasta el fin de las décadas. Se preguntó por qué Fury quería verla allí. ¿Qué escondía?¿Que otros secretos escondía?
—Tuve el honor de conocer a Dean y a Elizabeth Morgan, unos grandes compañeros de equipo—dijo mirando a los alrededores, Irina no tardó en suponer que aquel lugar era un pabellón de depósitos. Pero realmente quería saber qué hacían allí—. Ellos formaron parte de mi, su sacrificio siempre es y será recordado. Siempre querían que fueras especial. Que fueras buena, de alguna manera. Pero si la historia no colabora, HYDRA la cambiaba. Tus padres fallecieron en el año 1995, mucho después de que los padres de Tony Stark fallecieran.
—Yo apenas era una niña, lo sé—respondió ella, recordando las palabras de Arnim Zola—. Nunca supe quién los mató.
—El soldado—acotó Fury—. No sería tan difícil de comprobar.
—¿Sabes dónde está ahora?
Fury negó y se detuvo frente a una puerta. Irina frunció el ceño sintiéndose confundida, aunque curiosa por lo que había allí dentro. Fury abrió las puertas dejando que el sol entrara a la pequeña habitación donde habían cajas selladas completamente.
—¿Qué es esto?—preguntó Morgan.
—Mi antiguo yo.
Vio que abrió una caja donde se hallaban unos archivos. Se la entregó a Irina y ella la abrió cuidadosamente. Alyna Krostov—¿La recuerdas?
Morgan no tardó en asentir. La conocía perfectamente. Ella fue su ayudante para equilibrar y controlar su poder. Ella había puesto fin a aquel caos en su cabeza y pero no se había dado cuenta que había formado más. Aquella doctora era una de las pocas personas que realmente le importaban.
—Irina, tú eres la que decide qué hacer—explicó Nicholas—. No ellos. Ya no formas parte de ellos. Ahora eres tú. Y si decides poner a alguien en tu equipo, está bien. Nadie puede detenerte. Y nadie lo hará—recibió un asentimiento por parte de Irina—. Ve con Nat. Necesitarán tu testimonio.
—¿Y qué pasará contigo?
—Quién sabe, podríamos vernos pronto, pequeña Morgan.
Y lo último que vio antes de alejarse fue el humo del fuego.
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—¿Porqué no tenemos noticias del capitán Rogers y de Ultraviolent?
—No sé lo que quiere decir—habló Natasha Romanoff observando al coronel—. La demostración fueron los restos que están debajo del río. Así se demostró el éxito.
—¿Puede explicar cómo es que este país preserva la seguridad nacional ahora? Ya que él ha destruido el sistema de seguridad.
—¿Y por qué no la preservaría, Coronel?—preguntó una voz a las espaldas de Natasha.
Todos se giraron, encontrándose con Irina. La castña se encaminó hacia el asiento vacío que estaba al lado de Romanoff y se sentó allí.
—Qué placer tenerla aquí, señorita Morgan.
—El placer no es mío—respondió fría—. Steve Rogers no destruyó el sistema de seguridad. Este sistema estaba roto hace años. SHIELD era una fina capa que lo mantenía todo en su lugar. Pero siempre había algo que hacía que ese sistema se desmoronara. Y aquí tiene la prueba.
—Y HYDRA vendía mentiras, no información-anunció Natasha.
—Muchos de ellos han contribuido.
—Agentes, hay personas en este comité que creían que estaban al servicio del estado.
—Pues que idiotas fueron al creer eso—respondió Morgan—. Porque ustedes no estaban al servicio del estado, estaban al servicio de una organización que planea plantar el miedo y el caos alrededor del mundo. Y hasta ahora ha sacado tres de sus armas más letales. Y desaparecieron dos de ellas ahora. ¿Qué hubieran hecho si no lo supieran antes? Nada.
—No es favorable para el país, ustedes dos deberían estar en prisión—anunció.
—Discúlpeme, pero mis días en HYDRA terminaron. Yo misma decidí salir de aquella organización por las malas y aquí estoy. Sé que piensan que soy un monstruo sin merced alguna. Pero no lo soy, ya no más.
—No nos van a poner en prisión—dijo Natasha—. A ninguna. ¿Sabes porqué?
—Nos confundes.
—Porque nos necesitas. Todos nos necesitan—habló Irina.
—Es verdad—añadió Natasha—. Es el punto vulnerable del mundo justo de quienes lo hacen pero nosotros somos los más fuertes para defenderla. Así que si quieres arrestarme, hazlo. Y a ella también. Pero...¿Cómo sabes dónde encontrarnos?
Y sin más, las dos se retiraron de allí sin emitir otra palabra.
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