xlv. los mentores


AMENAZAS,
capitulo cuarenta y cinco: los mentores!



1989.

          HANK PYM CAMINABA JUNTO A ELIZABETH JANE MORGAN. Elizabeth podía observar el semblante fruncido del científico, ya que lo notaba algo enojado. Ambos habían presenciado lo que estaba en el laboratorio de Defensa de Howard Stark. Una réplica del suero de Hank. Y eso lo enojó mucho. Elizabeth Morgan lo comprendía, también estaba enojada. Sin embargo, se preguntaba si su esposo — y compañero de equipo — sabía acerca de esto. Ahora, ambos caminaban por los pasillos del Triskelion — en la parte mejor construida — y Elizabeth observó a Hank—Por favor, Hank. Debe de haber alguna explicación razonable.

          —¿Tú ves a eso una explicación razonable?—Hank replicó mirando a la mujer castaña, haciendo referencia a lo que ambos vieron en el laboratorio—. Elizabeth, no sé en que anda Howard. Por eso vinimos aquí.

          La castaña hizo una mueca y asintió levemente mientras ambos retomaban su caminata—Solo espero que Dean no esté implicado en esto...—murmuró.

          Ambos cruzaron las puertas de metal y Elizabeth se encontró con Peggy Carter, Mitchell Carson, Howard Stark y su marido: William Dean Morgan.

          —¡Stark!—bramó Hank.

          Howard levantó la mirada y miró a William Morgan—No se lo ve feliz—murmuró a William quien solo se encogió de hombros y dirigió su mirada a su esposa, Howard se levantó de la silla para mirar a la pareja que se acercaba—. Hola, Hank. Elizabeth. Ustedes tendrían que estar en Moscú.

          Elizabeth miró a Pym de manera sugerente, como si le estuviera enviando una advertencia. Miró hacia el frente y respiró hondo.

          —Tomamos un desvío...—declaró el científico y colocó una cápsula con una especie de suero color rojo en la mesa—. Por tu laboratorio de defensa.

          —Howard...¿Qué intentas hacer?—preguntó Elizabeth con preocupación.

          Peggy tomó la muestra roja y observó a Howard junto a Dean—Dime que no es lo que creo que es...

          —Eso depende de si piensas que es un intento pobre de copiar mi trabajo—replicó Hank mirando a Elizabeth y luego a Peggy—. Eso es descarado hasta para ustedes.

          Elizabeth miró a su marido y preguntó—¿Tú sabías algo de esto?—Dean hizo una mueca y la castaña le miró seriamente sabiendo la verdad.

          Mitchell Carson chasqueó la lengua—Se les ordenó ir a Rusia. Déjenme recordarles, Dr Pym y agente Morgan, que siguen siendo soldados.

          —Soy un científico—acotó Hank.

          —Entonces compórtese como tal—interrumpió Dean mirando fulminante a Pym.

          —La partícula Pym es el avance científico más revolucionario. Ayúdanos a usarlo para el bien—Stark se excusó.

          —Dejé que me convirtieran en un simple mensajero...¿y ahora intenta robar mi investigación?

          —Hank, cálmate—dijo Elizabeth intentando de sonar comprensiva—. Solo...

          —Si tan solo hubiera protegido a Janet con esa fiereza, Dr Pym...

          Elizabeth observó a Mitchell con atención y se tapó la cara levemente. Hank apoyó ambas manos en la mesa y en un movimiento rápido, la cabeza de Mitchell fue golpeada contra la mesa por Hank. Peggy y Elizabeth retuvieron a Hank.

          —¡Tranquilo, Hank!—dijo Peggy al sostenerlo.

          Mitchell le observó con odio y Dean intentó no reírse por lo que había sucedido—Si vuelves a mencionar a mi esposa...—le señaló con el dedo índice—. Te mostraré que tan feroz puedo ser.

          Él miró a Howard y este respondió—No me mires, tú lo dijiste.

          —Presento formalmente mi renuncia—anunció Pym.

          —¿Qué?

          —No la aceptamos, formalmente—declaró Dean.

          —Hank...te necesitamos—dijo Howard—. La Partícula Pym es un milagro, por favor. No dejes que tu pasado determine el futuro.

          —Mientras siga vivo...nadie obtendrá la fórmula.

          Y sin más, salió de allí. Elizabeth observó a Dean—En cuanto vuelva, tendré una charla seria contigo, Dean—dijo antes de retirarse.

          —No deberíamos dejar que se vayan.

          —Ya le han mentido ¿Y ahora quieren declararle la guerra?—preguntó Peggy.

          —Sí—respondió Mitchell—. Nuestros científicos no están ni cerca de copiar su trabajo.

          —Perdóname, Mich—declaró Dean—. Pero te acaba de patear el trasero.

          —¿En serio quieres saber qué se siente cuando no lo ves venir?—replicó Stark y miró al frente—. Hace mucho tiempo que conozco a Hank Pym. No será un riesgo para nuestra seguridad. Salvo que lo obliguemos a hacerlo.




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2015, 3 meses después de Sokovia // Base de los Vengadores, Nueva York.

          Irina Morgan observó como Erika Barton tensaba el arco desde metros de distancia. La muchacha rubia respiró hondo y observó a la joven arquera. A su lado se encontraba Tatiana Belkova, su mejor amiga, y también Wanda Maximoff.

          —¿Segura que quieres que haga esto?—preguntó Erika.

          —Tan segura como...—replicó Morgan intentando buscar una metáfora—. Olvida la metáfora. Hazlo.

          Erika mantuvo tensado el arco y apuntó para soltar la flecha. Irina se tensó al ver que había aterrizado arriba de su cabeza. La joven Barton sonrió y puso otra flecha en el arco. La próxima terminó cerca de la rodilla de Irina.

          —Hazlo más cerca, Barton—dijo Tatiana.

          —Chicas, no creo que sea una buena idea—dijo Wanda.

          —Relájate, Wan—le animó Morgan—. Solo falta una.

          Erika volvió a tensar el arco y apuntó. Soltó la flecha y esta terminó rozando la oreja de Morgan.

          —Suficiente—bramó Steve entrando en el campo de tiro, al ver a Irina con las flechas en el blanco, se giró y enfrentó a Erika—. ¿Sabes lo arriesgado que es esto?

          —Steve, estaba controlado—replicó Tatiana.

          —Eso es verdad—añadió Erika sonriente y jugó con una flecha entre sus dedos—. Wanda estaba alerta. Además...¿crees que fallaría un tiro?

          Steve Rogers rodó los ojos y se giró para mirar a Morgan—Sal de allí, me pones nervioso—miró a Erika—. Tienes algo abajo—luego observó a las dos chicas que se encontraban allí—. Ustedes tienen entrenamiento y van a llegar tarde.

          Irina puso los ojos en blanco al escuchar las órdenes del capitán y llegó hasta su lado, sus compañeras se retiraron, él le miró y ella alzó una ceja—¿Y yo que hago?

          —No lo sé...—canturreó Steve pasando un brazo por la cintura de la rubia para atraerla a su cuerpo—. Podríamos...ya sabes...terminar lo que empezamos ayer.

          El rubio besó a Irina con intensidad, quitándole un suave ronroneo a la rubia al hacerse la idea de lo que el capitán pensaba. Cuando se separaron, Irina observó a Steve con una sonrisa ladina—Me encantaría hacerlo, capitán...

          —¡Irina, ven aquí!—gritó Erika desde el final del pasillo.

          —Pero Erika me necesita—dijo antes de escapar del agarre del soldado.

          Steve soltó un gruñido y tomó a Morgan del brazo para traerla otra vez—¿Después, entonces?

          —Sip—respondió y luego besó rápidamente sus labios antes de alejarse para ir hasta Erika, cuando llegó hasta ella, ambas caminaron por el pasillo y bajaron un par de escaleras—. ¿Para qué me necesitabas?

          —Para que me acompañaras—respondió ella reprimiendo una carcajada, tomó la carta que había sobre la mesa y sonrió al ver que era de Hope Van Dane—. No puedo creerlo.

          —¿De quién es?—preguntó una Irina curiosa.

          —De Hope Van Pym o Dane, es la hija de mi ex-mentor Hank.

          —¿De verdad?

          Erika asintió—Hope fue una gran amiga cuando nos conocimos, ella era años más grande que yo pero siempre me cuidaba. No puedo creer que sepa que soy una vengadora.

          Irina reprimió una carcajada ante el encanto de Erika—¿Y Hank también lo hacía?

          Erika volvió a asentir—La presentación es mañana y puedo llevar a un invitado, así que...¿Quieres venir?—Morgan se sorprendió ante aquello, sonrió y asintió levemente—. ¡Bien! Le agradarás a Hank. Además, hace años que no lo veo—declaró Barton y observó que Steve estaba en la parte de arriba de la escalera—. Me llevaré a tu noviecita a una presentación mañana, si me lo permites. No será por mucho tiempo.

          —Por mí, hazlo—el rubio aceptó y observó cómo Irina enarcaba una ceja—. Le hará bien tomar un poco de aire fresco.

          —Deja de jugar con fuego, Rogers—replicó Irina con una sonrisa socarrona.

          Steve levantó las manos en señal de rendición y observó a Erika—Sam te espera en el campo de tiro, tienes entrenamiento.

          —Por dios, Steve. No me hagas esto.

          —Ve—ordenó y miró a la castaña—. Yo tengo entrenamiento intensivo con Morgan.

          —Ugh, ustedes dos me dan asco—dijo Erika mientras hacia una mueca cuando subía las escaleras.

          —¡Sé que nos amas, Erika!—gritó Irina antes de que Erika desapareciera en el pasillo y luego miró a Steve—. Entonces...¿en qué nos habíamos quedado, capitán celoso?





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