vi. confía en el enemigo
LA VIOLENCIA Y LA CAÍDA,
capitulo seis: confía en el enemigo!
IRINA MORGAN CAYÓ EN EL AGUA, en un clavado perfecto, para luego salir a la superficie. Vio un par de cadenas y nadó hasta ellas para sostenerlas con fuerza y así, comenzó a trepar por estas sin problemas.
En cuanto llegó a la parte superior, la popa, se escondió detrás de una caja. Observó por el rabillo del ojo y vio a un par de soldados cuidando el perímetro. Corrió silenciosamente hacia uno de ellos y le pegó en la espalda para luego colgarse a su cuello y tomar al otro, girar y que ellos terminaran haciendo un ruido de rotura de huesos.
Morgan corrió buscando indicios de su equipo. Hasta que notó una sombra que volaba, se giró al ver al capitán.
Steve iba saltando de un lado al otro gracias a su agilidad. Este se detuvo en una baranda y apuntó con una pistola hacia la ventana, al parecer era un receptor que funcionaba como micrófono. Ahí era la sala de mando, donde estaba Batroc, observando al frente, le dijo a uno de los escoltas que avise algo al sistema de motores.
Natasha Romanoff y Erika Barton escucharon claramente la afirmación en francés. En cuanto se giró, vio a las dos chicas.
—Hola, niño lindo—saludó Erika antes de pegarle un puñetazo y Natasha pasó su soga.
—Engánchate a mi—dijo la pelirroja.
Ambas saltaron y fueron derribando mediante disparos a los demás hasta llegar a unos metros cerca de la sala de motores.
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Irina seguía el rastro del equipo STRIKE, aunque se encontrara en la sala de datos. Tecleó un par de botones, para luego entrar a la base de datos de SHIELD sin problemas.
—Estamos en posición, señor—escuchó a uno de los soldados.
—Procedan—escuchó al capitán.
Irina observó como múltiples ventanas se abrían por los comandos que ella tecleaba. Todo indicaba el acceso a estos archivos.
—Blancos fijados—escuchó a otro soldado.
—Esperen autorización—respondió Rumlow.
—Idiota—murmuró la muchacha rusa mientras seguía tecleando.
Mientras tanto, Steve se había escondido en una esquina de las partes del barco, por afuera ya que una luz iluminaba todo y podrían ser descubiertos. Steve miraba fijamente la sala de mandos.
—Romanoff—preguntó Steve—. ¿Ya llegaron?
No había respuesta. Irina se preocupó de que se encontraran en problemas.
—¿Han llegado?—insistió.
—¡Ya casi estamos!—dijo Natasha golpeando a uno y soltó un golpe con un fierro a uno de los guardias—. Sala de máquinas segura.
—A mi señal—dijo Steve—. 3, 2, 1.
Irina sintió las balas volar. Hizo una mueca y continuó tecleando.
—Iniciando plan de extracción de rehenes, capitán. No tenemos idea de donde están las Romanoff—dijo Rumlow.
—Natasha, Erika. Batroc escapó, vayan hasta donde está Rumlow y protejan a los rehenes—dijo Steve.
Irina sintió un arma cargarse.
—¿Irina?—preguntó Erika, detrás de ella—. ¿Eres tú?
La muchacha se giró, quedando a la vista de las dos Romanoff, madre e hija. Se encogió de hombros y continuó tecleando, como si le importara poco el comentario que las dos espías le harían.
'Iniciando copia' indicó el sistema.
Morgan volvió a girarse y les dedicó una sonrisa—Saquen el pendrive en cuanto termine.
—¿Acaso nunca sigues órdenes?
—Esta vez sí las seguí—respondió observándoles con sus ojos azules—. Solo las de Fury, no las de ustedes.
Y sin decir más, salió de la habitación en busca del capitán. Steve recibió una patada en su escudo del ruso, pero gracias al escudo de Steve, lanzó otra patada haciendo caer a Rogers y que casi lo deja sin sus testículos. Pero este le pegó un puñetazo, haciendo que haga piruetas hasta alejarse de él.
—No me esperaba verte aquí, Rogers—dijo Morgan a unos metros detrás de ellos.
Steve se tensó al escuchar la voz de la joven, giró su cabeza, para encontrarse con la castaña allí parada con su traje. Lo primero que sintió fue enojo, luego preocupación, pero el enojo sobrepasaba los limites.
—¡¿Qué estás haciendo aquí?!—gritó furioso.
Este habló unas palabras en francés y apuntó hacia Rogers, pero Morgan hizo un leve movimiento de manos y el fulgor azul se hizo presente en el arma de Batroc, haciendo que esta bajara con dificultad.
—Tengo órdenes, capitán—habló la muchacha observando a Batroc con sus ojos azules.
—Lo sé, mis ordenes—espetó molesto—. Ve con Rumlow.
—No gracias—dejó el movimiento y se acercó.
Batroc iba a abalanzarse sobre Steve pero este le pegó una patada haciendo que rompiera una puerta.
—Esto es extraño en ti, Rogers—dijo Morgan entrando después de él.
Steve frunció el ceño mientras se acercaba a Natasha, Erika y Morgan—¿Qué están haciendo?
—Haciendo una copia del disco duro—dijo la pelirroja sonriente—. Es un buen hábito que tengo. No sabía que Morgan también lo hacía.
Pero Steve sintió un poco de enojo hacia la muchacha rubia.
—Rumlow necesitaba su ayuda y que Morgan se quedara en el quinjet, ¿que diablos hacen aquí?—Steve observó el proceso de carga al dispositivo de Morgan—. Estás guardando información confidencial de SHIELD...
—Me llevo todo lo que está en mis manos—replicó observándole.
—¡Nuestra misión es rescatar a los rehenes!
—No, esa es tú misión...—dijo Morgan y sacó el dispositivo de la computadora—. Y lo has hecho de maravilla.
Steve tomó del brazo a Irina y la trajo a él—Pusiste en peligro toda la operación.
—Eres un exagerado.
—Cállate.
—No, tú cállate.
—¡Morgan!
—¡Suéltame!
Escucharon un ruido, Batroc se había levantado, y había lanzado una granada para luego echarse a correr. Steve desvió la granada y agarró a Irina por la cintura. Se subió a los paneles y se dirigió a una oficina donde la muchacha disparó para evitar heridas. La habitación explotó pero ellos se protegieron por una pared.
—De acuerdo...—dijo Irina haciendo una mueca—. Fue mi error. ¿Están bien allí?
—¡Estamos bien!—gritó Erika.
—Oh, pues claro que si—dijo Rogers levantándose.
Ambos salieron al pasillo, Irina le siguió, se preguntó cómo sería ver a Steve enojado. Y lo había comprobado.
—¡Vamos, Rogers!—Irina gritó, acercándose—. Algunas veces debes ceder.
Steve se detuvo repentinamente, sintiendo hervir su sangre, realmente estaba enojado.
'Iryna Morgan, creo que eso fue lo peor que dijiste en tu vida' se dijo mentalmente.
Se giró bruscamente, encontrándose con la muchacha frente a él con una sonrisa ladina en los labios—¿Yo?¿Ceder?—preguntó él, caminando mientras que Morgan retrocedía, hasta que terminó contra la pared—. ¿Acaso crees que pasaré por alto tu desobediencia?
—¿Disculpa?—respondió la muchacha, sintiéndose ofendida—. Yo cumplía órdenes, pero no las tuyas.
Steve se acercó más, acorralando a Morgan contra la pared, la muchacha tuvo que levantar un poco más la mirada para observar al capitán.
Irina rió levemente—No te tengo miedo, Rogers. En realidad, tú deberías tener miedo.
—Pero no lo tengo—respondió.
Irina analizó su expresión, recorrió las facciones del capitán con sus ahora ojos verdes. Observó sus ojos, aquellos orbes azules que le miraban con enojo. Aquellos labios que se mantenían cerrados, sentir su aroma. Era algo que le carcomía completamente, sentir su cercanía le desequilibrada. ¿Pero qué le pasaba?¿Porqué se sentía así? Ella era un monstruo, y los monstruos no pueden ser amados por nadie. Observó al capitán una última vez.
—Pero deberías, Steve Rogers—dijo en voz baja, pero suficientemente alta para que él la escuchara con absoluta claridad—. Sé que para ti soy el enemigo, pero por una vez, solo una puta vez, intenta confiar en él.
Y sin más, la joven se apartó de él y salió caminando por el pasillo, para ir a la parte descubierta del barco ahora sin piratas mientras que Steve se quedó allí. Con la palabra en la boca. Irina tenía razón: Alguna vez tendrá que confiar en ella.
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